Datos biográficos de Vicente de Paúl

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Jesús María Muneta, C.M. · Año publicación original: 1974 · Fuente: Libro "Vicente de Paúl, animador del culto".
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No es de extrañar en la vida de los grandes hombres el que se discuta tanto la fecha del nacimiento como el lugar donde el mismo se verificó. No es el nacimiento, sino el testimonio de su vida y obra lo que justifica el llamar a Vicente de Paúl el «Gran Santo del gran siglo».1 Abelly, primer biógrafo de Vicente, fija la fecha del nacimiento en el día 24 de abril de 1576, apoyándose quizás en la inscripción grabada sobre la puerta que daba acceso a la cripta de la iglesia de San Lázaro, que había sido mandada colocar por el P. Almerás en 1660, tras ser inhumado el venerable Vicente. Aquellos autores, que de­penden de la biografía del obispo de Rodez, han aceptado la fecha que les soluciona más fácilmente la cronología de la ju­ventud de Vicente, tanto en lo que respecta a los años de estu­dios como a la edad canónica para la recepción de las órdenes sagradas.2 Otros autores, siguiendo la obra más documentada de Pierre Coste, se adhieren a la fecha aportada por éste, 24 de abril de 1581, sometiéndose, a su vez, a superar una crono­logía condensada y problemática. Vicente vio la luz primera en el pueblecito de Pouy, en las cercanías de Dax. Sus padres, modestos labradores, se llamaban Juan de Paúl y Beltrana de Moras.3 Que Vicente lleva sangre hispana en sus venas, heren­cia de inmediatos o lejanos antepasados, emigrantes del Alto Aragón, no caben dudas.4

Los primeros estudios los inicia con los PP. Franciscanos de Dax, ya como colegial o como simple pensionista. Abelly ha­ce estudiar a Vicente cuatro años con aprovechamiento y buena conducta, lo que le vale el ser preceptor de los hijos del señor De Comet, juez de Pouy, aliviando, con la ayuda que se le ofrece, el menguado patrimonio familiar.5

Al sugerir el mismo Vicente que pasó su infancia en el cam­po,6 introduce nuevos problemas para determinar con preci­sión los años de estudio. En la universidad de Tolosa comienza los estudios superiores, filosofía escolástica y teología. Parece que también frecuentó la universidad de Zaragoza. El año 1596 recibe la tonsura y las órdenes menores de manos del obispo de Tarbes, Salvador Diharse. Siguiendo la cronología de P. Cos­te, Vicente apenas era un mocito de quince años; hecho, que por otra parte, no nos debe sorprender dadas las costumbres un tanto anárquicas de la época. En 1598 se ordena de subdiá­cono y pocos meses después de diácono en la misma catedral de Tarbes. Es el anciano obispo de Périgueux, Francisco de Bourdeilles, quien le confiere el orden del presbiterado en su casa de campo, el 23 de septiembre de 1600. ¿Qué edad tenía Vicente? Admitimos las costumbres de aquella época que no dudaban en admitir a las órdenes sagradas a jóvenes en edad anticanónica.7

Existen lagunas en la cronología de Vicente entre los años 1600 a 1608, lo cual impide el seguirle paso a paso. En estos años Vicente está a punto de terminar sus estudios teológicos. Realiza el primer viaje a Roma, y se le encuentra en Tolosa, Burdeos —asunto de una herencia—, Marsella… En 1604, se­gún el parecer de algunos biógrafos, Vicente obtiene el «Bacca­laureatus sententiarum», que le daba derecho para explicar al «Maestro de las Sentencias», Pedro Lombardo. Si aceptamos la carta de Vicente dirigida al señor De Comet, que contiene el relato de su cautividad en tierras bereberes, hemos de anotar que el tiempo entre los años 1605 y 1607 lo pasó como esclavo en Túnez.8 El P. Dodin, profundo conocedor de la obra del Santo, declara, una vez expuestos los argumentos en pro y en contra de la autenticidad de esta carta, «que un buen testigo no siempre habla con el mismo grado de sinceridad y, que ésta, es compatible con algunas exageraciones». No se olvida el P. Dodin de advertir en la conclusión de su trabajo que «el bri­llante acento de la Gascuña, en el relato, canta y encanta».9

Tras su repatriación, en azarosa huida con el convertido patrón, un renegado de Niza, Vicente marchará de Aviñón a Roma con el vicedelegado Pedro Montorio. De vuelta de Roma y antes de establecerse definitivamente en París Vicente busca un honesto retiro, quizás una canonjía, con la que ayudar a los suyos, venidos por aquel entonces a menos. Ya en París, —1608—, ciudad en la que encontrará su orientación defini­tiva, se acerca a Pedro Bérulle, hombre que goza del carisma de lo espiritual. Bérulle introduce a Vicente en el círculo de la reina Margarita de Valois como limosnero. En 1611 Bérulle funda el Oratorio, imitación del fundado por Felipe Neri en Roma, cenáculo de piedad y renovación espiritual del clero. Vicente será uno de los primeros en imbuirse del espíritu que desprende Pedro Bérulle. Allí se encuentran Bence, Gastaud, Bourgoing, Bourdoise, Condren… Un grupo reducido pero quintaesenciado. Son años de búsqueda de la voluntad de Dios, de la santidad, del horizonte de su vocación. Y es en este ce­náculo10 donde otea el amplio panorama que presenta la reno­vación del clero de Francia y la del campesinado, sumidos uno y otro, en la miseria e ignorancia.11

En 1612, a propuesta de Bérulle, es nombrado Vicente pá­rroco de Clichy, en las cercanías de París, en sustitución del P. Bourgoing. Era una parroquia de campesinos pobres, reli­giosos y sencillos: unos 600 habitantes, todos católicos.12

Desde 1613 a 1618 Vicente está al servicio de la noble fami­lia de los Gondí, como capellán y preceptor. En el ambiente de esta familia Vicente encuentra el camino por el que lo con­duce la divina Providencia: apacigua las desavenencias domés­ticas, dirige las conciencias de la casa, catequiza a la servidum­bre.13

En 1617 toma posesión de la parroquia de Chatillon-les Dombes, diócesis de Lyón, de unas dos mil almas, mal atendi­das por seis viejos eclesiásticos, viciosos y simoníacos.14 ¿Có­mo atender a estas almas? Comienza por catequizar a los ecle­siásticos: los reúne en comunidad y les divide el trabajo pas­toral. Ordenado el clero pronto se organiza la parroquia. Los pocos adeptos al calvinismo vuelven al redil, atraídos por las dotes singulares de aquel hombre. Aleja el vicio de batirse en duelo y erige las primeras confraternidades de la caridad.15

Hay un hecho que ha quedado en los anales de la Compañía como el punto de arranque de la obra misionera comenzada por Vicente. Sucedió en las cercanías de Foleville. «En Gannes se moría un campesino. Allí habían llegado la condesa y el ca­pellán, éste catequizando y confesando, aquélla derramando sus tesoros entre los pobres. El enfermo se agrava y el cape­llán acude a su cabecera. El moribundo tiene fama de ser el mejor cristiano de los contornos. Aleccionado por el capellán el enfermo hace confesión general. Al terminar entra la con­desa y otras personas. El campesino exulta de gozo, y grita: «¡Ah, señora! Si no hubiera sido por esta confesión general, me hubiera condenado». ¿Qué es esto, señor Vicente?, ¿qué es lo que acabo de oir?». La respuesta llegó el día 25 de enero de 1617. A instancias de la condesa, Vicente predica en Fole­ville un sermón exhortando a la confesión general».16

En el año 1618 entra en relación con Francisco de Sales, obispo de Ginebra, hombre de dulzura y carismático. A través de Francisco de Sales se pondrá en contacto con la madre Chantal. Vicente, como veremos en el capítulo cuarto, sale en­riquecido de la amistad del autor de la «Introducción a la vida devota», conmovido de su mansedumbre y sencillez. Del enri­quecimiento saldrá gananciosa Juana de Chantal y sus monjas de la Visitación. Un nuevo encuentro tuvo lugar al año siguien­te; la santidad volvía a encontrarse. Allá por el año 1628 Vi­cente será nombrado de nuevo superior de la Visitación de París, y testimoniará en favor de las virtudes en el proceso so­bre la santidad del Obispo de Ginebra.17

Vicente va madurando todo un programa de evangelización del campesinado de las tierras de los Gondí. Acompañado de algunos virtuosos sacerdotes recorre las aldeas, catequizando y preparándolas para una buena confesión general, organizan­do los primeros grupos asistenciales de caridad… Ya está en germen el primer núcleo de la Misión y se vislumbran las fu­turas Hijas de la Caridad.18

En 1619 Luis XIII nombra a Vicente «Capellán general de las Galeras» en estos términos: «Su Majestad, compadeciéndo­se de los desdichados forzados y deseando que aprovechen es­piritualmente de sus penas corporales, ha determinado ofre­cer el cargo de capellán real al Señor Vicente de Paúl, sacerdote, bachiller en teología…, por su piedad e integridad de vi­da…».19

La actividad de Vicente va adquiriendo volumen día a día: organización de la Misión, misiones en las aldeas, servicios ca­ritativos, dirección espiritual, correspondencia, asistencia al galeote… ¿Le queda tiempo para el estudio? Sí, estudia dere­cho canónico obteniendo la licenciatura en la Sorbona. Collet asegura que Vicente obtuvo el diploma unos días antes de marzo de 1624.20 Y con el diploma le llueven las responsabili­dades: prior de San Nicolás de Gros-Sauve, superior del cole­gio de Bons-Enfants… Comienza la plenitud, y no hay tiempo que perder. Si es necesario para salvar la Iglesia, el hijo de po­bres campesinos se rodeará de secretarios. Todo es posible gracias a su tenacidad, a su disciplina y sentido de organiza­ción. El P. Dodin ha reconstruído el horario de la jornada la­boral de Vicente: 17 horas de trabajo, distribuídas en 3 horas de oración, 9 y media de trabajo, 4 y media de actividades di­versas.21

El contrato de fundación de la Misión fue suscrito el 17 de abril de 1625 entre Vicente y el señor de Gondi. Este pagaría la cantidad de 45 mil libras por seis sacerdotes «de doctrina, piedad y capacidad experimentada, libres de compromisos, pa­ra dedicarse, bajo la anuencia de los obispos, a la evangeliza­ción del pobre pueblo del campo por medio de la predicación, catequesis y confesión general».22

No nace la Misión al estilo de las antiguas órdenes mendi­cantes, ni siquiera como las congregaciones de su época, que emitían votos solemnes o simples. La mentalidad de Vicente era otra: se acerca más a la forma de vivir del clero que a la de los religiosos. La novedad que supone la Misión represen­tará un escollo a la hora de su aprobación por la Santa Sede. El cardenal Bérulle, tan admirado por Vicente, se opondrá a la aprobación de la Misión; lo mismo hará el Clero de París.23 Con la bula «Salvatoris Nostri» del 12 de enero de 1633 el Pa­pa Urbano VIII aprobaba la Congregación de la Misión y auto­rizaba al arzobispo de París para aceptar en lo sucesivo las Re­glas y Constituciones de la misma.24

La Misión se ofrecía a la catequización del campesinado y a la renovación espiritual y cultural del clero. No bastaba la obra de las misiones para hacer de los campesinos, de largo tiempo abandonados, una asamblea renovada. Como «los pue­blos son lo que sus pastores», urgía iniciar la restauración del clero a fin de proporcionarles buenos sacerdotes, capaces de santificarlos.

En 1628 nacen los retiros a los Ordenandos, primero en Beauvais, luego en San Lázaro y en las diversas ciudades don­de hay una comunidad de la Misión. El ejemplo del obispo de Beauvais aleccionó a sus colegas, y alguno de ellos, como Fran­cisco de Gondí, arzobispo de París, ordenó a todos sus cléri­gos, que si deseaban recibir las órdenes sagradas, «debían pre­sentarse en San Lázaro quince días antes para ser interrogados e instruídos gratuitamente en las obligaciones y funciones de la respectiva orden».25 Se completará esta breve pincelada al hablar de la mentalidad reformadora de Vicente a través de los ejercicios de Ordenandos, conferencias de los Martes y erección de seminarios.

Otros de los grandes acontecimientos en la vida de Vicente es su relación con Luisa de Marillac, llamada señorita Le Gras. Los grandes espíritus se intuyen, se buscan y se enriquecen. La historia ha emparejado los ejemplos: Benito y Escolástica, Francisco de Asís y Clara, Teresa de Avila y Juan de la Cruz, Vicente y Luisa. La que fue en otro tiempo dirigida por Fran­cisco de Sales y de Mons. Camus, cae, más por imposición que por propia iniciativa, en la órbita espiritual de Vicente. For­mando un dúo en profunda comunión de ideales, vertidos en el amor a Dios y servicio del pobre, harán surgir una confra­ternidad de jóvenes campesinas que, dedicadas a la asistencia material y espiritual del abandonado, del enfermo y del niño necesitado, echarán los cimientos de la Compañía de las Hijas de la Caridad. En 1633 el primer núcleo de las servidoras de los pobres se reunirán en comunidad sellando su fundación. En este mismo año, el «gran año» para Vicente, se organizan las conferencias de los Martes en San Lázaro, a las que acude lo mejor del clero de París.26

A partir de 1630 la actividad de Vicente es tan voluminosa que desborda ya no sólo las fronteras de Francia sino también las de la misma Europa. A la continua programación de ejer­cicios espirituales, conferencias a los eclesiásticos, atención a los seminarios, misiones en la campiña, organización de las Da­mas e Hijas de la Caridad, asistencia a los niños abandonados, fundación de nuevas comunidades, dirección espiritual…, se ve obligado a intervenir en los asuntos públicos del reino. Es constante su preocupación misional en el mundo católico y en el que queda por evangelizar: envía misioneros a Polonia, Ir­landa, Italia, Madagascar, Berbería… Se instala en el mismo corazón de la cristiandad, y allí dirige el recién fundado cole­gio de Propaganda de la Fe. En fin, a Vicente se le busca para todo. Con las Hijas de la Caridad mitiga en lo posible los des­trozos y horrores que produce la guerra entre el reino de Fran­cia y las tropas imperiales de la casa de Austria. «Padre de la Patria» lo aclama el pueblo en reconocimiento a sus servicios pacificadores durante las guerras de la Fronda…27

Es interesante estudiar la actitud seguida por Vicente en el proceso contra Saint-Cyran y su grupo de Port-Royal. Vicente, sin abandonar la amistad que le une a Saint-Cyran, se arma de paciencia y coraje para combatir las ideas que destilan el Agus­tinus de Jansenio y la Comunión Frecuente de Arnauld, propa­gadas y defendidas desde el bastión de Port-Royal. Era visible el mal que producían tales ideas: enfriamiento en la recepción de los sacramentos de la penitencia y de la comunión, debido a la natural corrupción de la naturaleza humana y a la exigen­cia de una excesiva y extravagante preparación. «El que no se sienta lleno de fervor no está en disposición de comulgar». «El sacerdote no debe decir la misa todos los días ya que no está libre de miserias…». Vicente daba la voz de alarma: aconse­jaba comulgar los días festivos y los domingos y algunos días entre semana si el director espiritual lo permitía. «Los sacer­dotes procurarán celebrar el santo sacrificio todos los días». (Reglas comunes, X, 6). El sentido práctico de Vicente vencía la polémica «a lo jesuita» por la acción pastoral.28

Vicente, en su madurez, es el árbitro de toda necesidad. Los pobres son invitados a San Lázaro por el limosnero de la na­ción. La necesidad de un consejo, de un empleo, de una limos­na hallan respuesta en el celo y disponibilidad de Vicente. A él acude Luis XIII pidiéndole que no se separe de su cabecera en sus últimos momentos. Ana de Austria, la reina regente, lo nombra miembro del Consejo de Conciencia (1645). En ade­lante nadie será promovido a obispo sin que Vicente haya dado su aprobación. El gran Richelieu lo venera, el astuto Mazarino lo teme y lo despide del Consejo. En las décadas que van de 1640 a 1660 Vicente es el personaje más famoso de Francia. De su prudente celo, de su obra misional y caritativa, necesitan desde la Reina hasta el niño abandonado, el soldado moribun­do y el galeote desesperado. La correspondencia es tan abun­dante, se habla de más de 30 mil cartas, que los Hnos. Ducour­nau y Robineau se multiplican para poder atenderla. En adelante serán recogidas las conferencias, avisos y charlas de Vicente. Los que con él conviven sienten ya la presencia de un santo. Hasta Francia ha adivinado que se encuentra ante un hombre extraordinario, ante un singular carismático de la san­tidad.29

El P. Dodin, en su libro St. Vincent et la Chanité, titula una sección del mismo con estos expresivos términos: «Una acti­vidad mundial» (1643-1660). Tras un largo recuento de activi­dades de todo género, anota: «que siendo Vicente un campe­sino de muy poca estatura —1,59—, había trabajado como un gigante». Y añade: «Entre 1628 a 1660, de 13 a 14 mil ordenan-dos habían participado en los ejercicios. Se habían dado más de un millar de misiones de varias semanas cada una. 20 mil ejercitantes se habían albergado gratuitamente en San Lázaro o en Bons-Enfants; más de 10 mil niños recogidos habían esca­pado de la muerte. Centenares de miles de pobres habían sido socorridos». Termina preguntándose: «¿Quién es capaz de ha­cer el balance moral en cifras?».30

La vida de Vicente culmina con la distribución y explica­ción de las Reglas Comunes. El 17 de mayo de 1658 las distri­buye a los misioneros de San Lázaro en una emotiva reunión. En adelante y hasta pocos días antes de morir las fue expli­cando a la comunidad.31

El año 1660 es el año de las despedidas. Primero será el P. Portail, primer compañero de Vicente, y su brazo derecho. Luisa y Vicente, como lo hicieron antes la Madre Chantal y Francisco de Sales, se van consumiendo como dos lámparas de ofrenda sin dejar cera en su alrededor. Luisa de Marillac volará al cielo el 15 de marzo. Vicente no tardará; tras una larga peregrinación de servicio caritativo en la humildad y pe­nitencia, recibía el abrazo del Padre el 27 de septiembre. Sobre sus hombros Vicente llevaba el dolor de los pobres y la espe­ranza de los niños, y en su rostro un gesto de satisfacción por­que la Iglesia de Francia iluminaba su futuro y se echaba a caminar.

Vicente, lo veremos en estas páginas, ha sido uno de los más hábiles y mejores reformadores de la Iglesia. Ha introdu­cido una mentalidad nueva de vivir la vida religiosa y sacer­dotal; una nueva forma de evangelizar con palabra sencilla —pequeño método—. Desvela de nuevo el gesto carismático de amar a Cristo-Encarnado-Pobre en el hombre pobre.32

  1. COSTE, P., Le Grand saint du Grand siécle, Monsieur Vincent, 3 to­mos.
  2. ABELLY, Saint Vincent de Paul, I, 5. CoLLET, P., Vida de San Vicente de Paúl, 11. HERRERA-PARDO, San Vicente de Paúl, biografía y escritos, 34. RENAUDIN-P., Saint Vincent de Paul, p. 9. Cf. DODIN, A., Saint Vincent de Paul et la Charité, 143 ss.
  3. ABELLY, op. cit., I, 7.
  4. HERRERA PARDO, op. cit., 33-43. LOTH, A., Saint Vincent de Paul et sa mission sociale, en el apéndice.
  5. ABELLY, op. cit., I, 23 ss. Cf. COSTE, Saint Vincent de Paul, Corres­pondance, Entretiens, Documents, 14 tomos; T. IX, 81. (En adelante la sigla S.V.P. hará relación a la biografía y el número romano a los Escritos del Santo).
  6. COSTE, IX, 81.
  7. Cf. ABELLY, op. cit., 29 ss. COSTE, S. V. P., I, 50 sS. CARBALLO, Recti­ficaciones a la interpretación historiográfica hispánica de S. V. P., en Vi­cente de Paúl pervivencia de un fundador, 140.
  8. COSTE, I, 13 ss.
  9. Dodin, Saint Vincent de Paul et la Charité, 144 ss. Cf. ROrS, D., Historia de la Iglesia de Cristo, VIII, 12-14.
  10. Cf. HOUSSAYE, Pierre de Bérulle, II, 26-34.
  11. Cf. ABELLY, op. cit., I, 43 ss.; III, 315. COSTE, S. V. P., I, 61 ss. HERRERA, op. cit., 76-83.
  12. Cf. ABELLY, op. cit., I, 43. COSTE, S. V. P., I, 49.
  13. ABELLY, 1. cit., 65-81. HERRERA, Op. cit., 86-95; 107-118. Los Gondí procedían de Florencia y hacía ya un siglo que se habían establecido en Francia. Gozaban de preeminencia en los asuntos públicos del reino y de la Iglesia, unos como mariscales de los ejércitos reales y otros como pertenecientes a la alta clerecía: Juan Francisco de Gondí, Cardenal de Retz y Arzobispo de París en 1622; su primo Felipe Manuel ejercía el mando supremo de las Galeras en los mares del Levante, como lugarteniente del Rey.
  14. Cf. COSTE, S. V. P., I, 93 ss.
  15. Cf. ABELLY, op. cit., I, 65-81. COLLET, Vida de San Vicente de Paúl, 33-40. COSTE, S. V. P., I, 117 ss.
  16. HERRERA, op. cit., 91-96.
  17. COSTE, XIII, Breve del nombramiento, 55. Ibid. Acta del nombra­miento, 85. Cf. LAJEUNE, St. Prangois de Sales, 133-139; 157-63.
  18. Cf. ABELLY, op. cit., I, 55 ss. COSTE, S. V. P., I, 171 ss.
  19. COSTE, XIII, Acta de nombramiento y Breve del mismo, 85 y 55.
  20. COLLET, op. cit., 54. Cf. COSTE, S. V. P., II, 129.
  21. DODIN, op. cit., 57: Horario completo de Vicente de Paúl: 4, levan­tarse; 4,30, oración; 5,30, Misa y trabajo personal; 10,30, examen particu­lar y comida; 11,30, recreación; 12,30, trabajo personal; 14, vísperas y trabajo personal; 17, maitines; 17,45, cena; 18,15, recreación; 19,15, traba­jo personal; y 21… descanso.
  22. COSTE, XIII: se hallan las actas de fundación de la Misión, fir­madas por el Arzobispo de París y el Rey, con sus respectivas fechas: 24-IV-1626 y mayo 1627, 202 y 206.
  23. Ibid. Acta de protesta del Clero de París firmada por Le Feron, 227 ss.
  24. Cf. ABELLY, op. cit., I, 329 ss. COSTE, S. V. P., I, 189 ss. XIII, bula ‘Salvatoris Nostri’, 257 ss.
  25. Cf. ABELLY, op. cit., I, 173 ss. COSTE, S. V. P., II, 335 ss.
  26. Cf. ABELLY, op. cit., I, 212 ss.
  27. Cf. COSTE, S. V. P., II, 669 ss. HERRERA, op. cit., 303-375.
  28. Cf. COSTE, XIII, 86-125: Interrogatorio y testimonio de Vicente sobre el Jansenismo. HERRERA, op. cit., 515-524. COLLET, op. cit., 192-208. ORCIBAL, J., Saint Cyran et le Jansenisme, París 1961.
  29. Cf. ABELLY, op. cit., 256 ss. y 290 ss. COSTE, II, 53-207.
  30. DODIN, ver el capítulo citado, 46 ss.
  31. Cf. ABELLY, op. cit., I, 329 ss.
  32. Cf. COLLET, op. cit., 230 ss. Douirr, op. cit., 56. En el tomo XIII de la documentadísima obra de Pierre Coste se hallan en las actas de fundación de nuevas comunidades, así como los permisos reales y del Parlamento, las bulas pontificias y las del arzobispo de Pa­rís. El 22 de septiembre de 1727 el Papa Clemente XI declaraba a Vicente de Paúl «venerable». El 14 de julio de 1729 será beatificado, y el 16 de julio de 1737 el Papa Clemente XII publica la bula de la canonización.

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