¿Estudió Vicente de Paúl en Zaragoza? (Cuarta parte)

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Bernard Koch, C.M. .
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C Un argumento final, menos directo: El Carmelo de Zaragoza

Este argumento me era conocido, pero Herrera & Pardo lo articulan de manera notable: les resumo.

Este convento fue fundado en 1588, 6 años después de morir santa Teresa, por la Venerable Isabel de Santo Domingo, una de sus primeras compañeras. Se lo estimaba, debido a su austeridad, superior a todos los demás de España. Bien, san Vicente pone muchas veces como ejemplo a las Hijas de la Caridad la mortificación de diversas religiosas, en especial las carmelitas, a propósito de las cuales nombra una vez a España. No dice Zaragoza, pero existen convergencias según las cuales le eran conocidas las de esta ciudad. De tres menciones que hace sobre su austeridad, dos incluyen una reflexión:

1ª vez, el 3 de enero de 1655, sin nombrar a España:1

Me acuerdo, a este propósito, de las religiosas carmelitas. ¿De qué creéis que viven, hijas mías? ¿De manjares bien preparados? Ni mucho menos. Comen sencillamente grandes platos de potaje y huevos podridos. Ese es su alimento, aunque sean de casas ricas y hayan vivido antes con delicadeza. Y no digo nada sin saberlo antes de buena tinta: los huevos que les sirven huelen como carroña. Y se los tienen que comer.

2ª vez, el 8 de agosto de 1655,sin nombrar a España:2

Ved si son austeras las carmelitas; ayunan ocho meses al año.

Se podría pensar que vio eso en Francia, mas he aquí la declaración que sigue:

3ª vez, el lunes 18 de octubre de 1655:3

… en Francia llevan a veces sandalias; aquí no sé bien como van, pero en España no llevan sandalias ni nada, sino que van con los pies y las piernas desnudos…

¿Cómo lo sabía Vicente, y ello «de buena tinta»4 (3 de enero)? ¿Merced a alguna información? ¿Lo supo en Francia por alguien que fue a España? Más aún, ése es el único año que lo dice, y hasta tres veces. ¿Por contacto directo? ¿Tanto tiempo esperó para decirlo? Pero la mayoría de los recuerdos que refiere sobre sus comienzos son del final de su vida: del sermón de Folléville no habla más que en 1655 y 1658; sobre Châtillon, en 1645 y 1646. En 1642, el señor Portail refería a las Hijas de la Caridad la confesión del campesino, en relación con la importancia de la confesión general, pero sin mencionar el sermón.

Ahora bien, el 3 de enero dice Vicente con claridad, «me acuerdo a este propósito», como en general cuando se habla de recuerdos más bien remotos. Uno de ellos debió ser el del Carmelo de Zaragoza, el más austero. Pues bien, el P. Herrera se tropezó en una crónica del YA5 la relación del estudio de un autor francés sobre la vida de las carmelitas en España, cuyas averiguaciones concuerdan con lo que dice Vicente.

Cierto que ésas no son «pruebas», pero son aun así indicios serios, y en todo caso noticias exactas sobre Zaragoza.

Tres cuestiones

1 – ¿Cuándo fue a Zaragoza: antes, o en mitad de su estancia en Toulouse?

Lo más probable es que Vicente fuese a Zaragoza al comienzo de sus estudios. Por una parte, no se ve el porqué de dejar Toulouse en mitad del currículo; y por otra, Zaragoza no distaba de Dax más de lo que distaba Toulouse: el puerto [Somport] era transitable la mayor parte del año, con un albergue muy cerca de la cumbre por el lado español; y bien pudieran ser parientes suyos los De Paul aragoneses, cosa que explicaría su opción.

En fin, ello hace comprensible cómo, habiendo estudiado 8 años, el certificado de estudios en Toulouse consigne sólo la duración normal de 7: esto es, a los siete de Toulouse, precedió uno en Zaragoza. También Herrera & Pardo piensan que Vicente comenzó los estudios directamente en Zaragoza; ahora, ellos lo vinculan a su opinión sobre la procedencia aragonesa de la familia. Opinión que vimos ser errónea: sólo puede admitirse que existieran lazos de parentesco.

2 – ¿Por qué dejó Zaragoza y fue a Toulouse?

En este punto Herrera & Pardo, p. 55, hacen a Collet una corrección, pero inexacta. Collet, al resumir los datos del proceso de beatificación, explica el que Vicente dejase Zaragoza por las tediosas disputas entre tomistas y molinistas en torno a la gracia y la ciencia media. Sobre ello nada dice Abelly, y con razón, pues es mucho después cuando Collet recoge la noticia de uno o varios testigos en el proceso de beatificación. La Crónica que guarda Fraílla, justo de 1597 a 1603, no contiene al efecto ni la sombra de un rastro, mientras que no oculta otras faltas de importancia menor. De ahí concluyen Herrera & Pardo, sin motivo, que Vicente marchó por otras razones.

Se olvida aquí que los jesuitas todavía no enseñaban en las universidades, sino en colegios propios. Sobre el tema de los decretos predeterminantes y las mociones de la gracia hubo en Lovaina efectivamente disputas entre universitarios y jesuitas los años 1582 a 1587. El testigo en el proceso de beatificación pudo relacionar hechos que distaban 10 años unos de otros. Ahora bien, es más probable que, en efecto, haya habido querellas parejas en Zaragoza, y que la Crónica de la Universidad no pudiese mencionarlas, por darse fuera de su recinto. Idéntico silencio se advertirá en la Facultad de Teología de París los años 1650-1653, época de las querellas con los jansenistas: es a través de las Memorias privadas como se conocen los debates, de los que no hacen mención las relaciones oficiales.6

Querellas teológicas aparte, pudo haber sobrevenido, en 1598, un doloroso acontecimiento que, al cabo de poco tiempo, le enderezaría hacia Toulouse: el deceso del padre, que convertía a Vicente en arrimo de la madre. La familia, falta del trabajo paterno, no podía ya asegurarle recursos bastantes. De ahí que, en Toulouse, asumiera la dirección de un pensionado.

3 – ¿Por qué no estableció en España ni Misioneros ni Hijas de la Caridad?

Su primera fundación fuera de Francia fue el año 1635 en Lorena, entonces ducado independiente, que Francia invadía en 1631. Aquí socorría a las víctimas de esta guerra atroz la Compañía del Santísimo Sacramento, miembro de la cual era Vicente. Vino luego Annecy, adonde le llamó, para que abriese un seminario, la Madre Juana de Chantal, conocida de él desde el establecimiento de la Visitación en París. Siguió la fundación en Roma, para tener una base cercana a la Santa Sede, pero también debido al recuerdo de sus dos estadías romanas. En 1645 obtiene al fin Túnez y Argel, obsesionado como estaba por la situación de los cautivos, él, que había sido esclavo en Berbería. Tocó después a Génova e Irlanda en 1547, y a Madagascar en 1648.

¿Por qué no fundó en España, ya que escribe sus recuerdos de ella, y cuya huella guarda? ¿Será que España no le necesitaba? Es posible: acabada la Reconquista con la toma de Granada en enero 1493, se hizo en ésta un gran esfuerzo de recristianización, que no cuajó, entorpecido por las sucesivas insurrecciones que los desembarcos turcos instigaban. Hubo que resignarse finalmente a la expulsión de los moriscos – desde 1609 hasta el 20 de febrero de 1614 -. Durante este tiempo habían de algún modo tomado posiciones en el país las órdenes de carmelitas, jesuitas, dominicos, franciscanos y otros institutos. Ignoro si, por lo que hace al ministerio en el campo y la asistencia a los enfermos, era pareja la densidad, o hubiese habido allí trabajo para los vicencianos.

Por parte francesa me parece a mí que hay una razón bastante más grave. Es preciso saber que, muerto sin descendencia Enrique III, había dos herederos directos del trono de Francia: de un lado Carlos-Manuel, duque de Saboya, como nieto de Francisco I por su hija, Margarita de Francia; éste fue excluido de la sucesión por el abuelo, que apeló a la pretendida Ley Sálica, fraude ideado para excluir del trono a las mujeres. Heredera más directa aún, de otro lado, era la Infanta de España, asimismo excluida por la misma sedicente Ley. Antes de morir, Enrique III había designado como sucesor suyo a Enrique de Navarra, protestante, heredero colateral y no directo, pero varón. Una parte de Francia formó la Liga, contra Enrique de Navarra, el cual acometió la conquista del reino, terminando con la solicitud de hacerse católico. Continuó aun así guerreando contra España, y conquistó Bresse, Bugey y el territorio de Gex.

Asesinado Enrique en 1610, la reina María de Médicis asumió las miras de la Liga, pues la guerra era ruinosa, siendo ella misma favorable a la unión con España. Richelieu fingió secundarla para acceder al poder, pero ya como primer ministro volvió con tanto mayor ahínco a la lucha iniciada un siglo antes por Francisco I contra España y Austria, y renovó la alianza con los protestantes de los Países Bajos que, gracias a las subvenciones y a las armas de Francia, pudieron conquistar una parte de los territorios todavía católicos y bajo soberanía española; renovó asimismo la alianza con los turcos musulmanes, bajo el pretexto de un lucrativo comercio con Oriente y la posibilidad de mantener cónsules en Argel y Túnez para la protección de los esclavos. Pero ya merced al activo sostén de Francia, los turcos habían podido arrebatar Túnez, Argel y el resto del Maghreb a los españoles, asentados allí desde el siglo XVI. Más aún, cuando pese a la alianza con los turcos, prosiguieron los ataques de piratas berberiscos a los navíos franceses en el Mediterráneo, Richelieu, dedicaba siete páginas del Testamento Político [325-331] a explicar cómo, una marina fuerte podrá amenazar todas las costas de España y, sobre todo, cortar a ésta la ruta de Italia, donde tiene dominios; en cambio solamente ocupa media página [332] la propuesta de que ello obligará a Argel, a Túnez y a toda la costa de Berbería a respetar y temer el poderío del rey de Francia.

{El Testamento Político de Richelieu, editado por Françoise Hildesheimer, Societé de l’Histoire de France, Honoré Champion, Paris 1995, se redactó entre 1625 y 1642, y fue concebido como manuscrito destinado al rey. Da una idea de la atmósfera que ambientó la vida de san Vicente. Las páginas señaladas están en el capítulo 9º, sección 5ª, Que trata del dominio del mar.}

En resumen, Vicente estaba entre dos fuegos: quería evangelizar y socorrer a los pobres por doquier, incluida probablemente España, mas debía también zafarse del real poderío y no estrellarse contra la intransigencia de Richelieu. Por dos veces osó acceder a éste, hasta el cual fue conducido, al objeto de implorar el cese de le guerra. No hubo represalias, pues Richelieu, quien a causa de los impuestos y de la miseria se hacía odioso al pueblo, necesitaba de Vicente para el alivio de aquella misma penuria. Sin embargo, más valía no solicitar facultades para emprender misiones y auxilios en territorio enemigo. Para el alivio de calamidades había espacio en Lorena, que estaba vencida, y se había dado a Vicente la consigna de prestar ayuda esencialmente a religiosos y religiosas. En cuanto a España, Vicente hubiese tenido que sufrir una violenta repulsa.

{«¡Qué tiempos, qué costumbres!» [O tempora, o mores], exclamaba Cicerón en medio de las guerras civiles y sus exacciones: Catilinarias, I, 1, Contra Verres, 25, 56, y también en la Correspondencia}

En el alma de Vicente, Zaragoza permaneció como recuerdo vivo y nostálgico.

4 – Pese a todo ello, tuvo proyectos para España

No hubo establecimientos de la Congregación en España mientras vivió el señor Vicente, aunque llegó a tener dos proyectos, el primero para Barcelona, y el segundo para Toledo. El continuo estado de beligerancia entre España y Francia no facilitaba las cosas, mas no habría constituido un óbice. Intervinieron otras circunstancias y, a lo que parece, fue sencillamente porque, al final, los obispos no lo pidieron. De hecho, las fundaciones vicencianas nunca se siguieron a petición alguna por parte de él, sino que obedecieron a una llamada, ya directa por parte de un obispo, o ya por intervención de otras personas. En definitiva, hacían falta dos cosas: la llamada o acuerdo de un obispo, y los fondos de cuya atribución dependería el mantenimiento de la fundación.

a – El proyecto de establecerse los misioneros en Barcelona

La guerra contra España afectaba sobre todo al este y al norte – a una y otra punta de los Pirineos -, mas conllevaba también concentración de tropas en el sur; y encontramos un testimonio en la carta, con fecha 20 de octubre de 1641, de Nicolás Pavillon, obispo de Alet, al señor Vicente: [II 163s]

He sabido que el señor mariscal de Brezé viene a Cataluña como virrey. Desearía que, como tendremos el honor de ser vecinos, gozásemos también de esas ventajas, y que se dejasen libres de soldados los lugares que pertenecen a este obispado, lo cual se podría conseguir con alguna carta de recomendación dirigida al mismo, que nos podría dar la señora duquesa para que se la entregáramos, ya que puedo asegurarle que estamos en peligro, si no sentimos los efectos de la protección divina, de vernos pronto reducidos a la mendicidad, tal como al parecer marchan los asuntos de este país, lo cual me obliga a solicitar su intercesión.

{El mariscal Urbano de Maillé, marqués de Brezé, cuñado de Richelieu, había hecho la campaña del Piamonte, mandó como general en jefe el ejército de Alemania, desempeñó el cargo de embajador en Suecia y en Holanda, fue gobernador de Calais y de Anjou. Nombrado en 1641 virrey de Cataluña, murió el 13 de febrero de 1650, a los 54 años de edad.}

La propia reina prometió dar mil escudos, según escribe Vicente a Bernardo Codoing, superior en Roma, el 16 de marzo de 1644:7

He recibido carta de usted todas las semanas, según creo, referentes todas ellas al asunto de Cataluña. Ya le he dicho mi manera de pensar: sin embargo, por condescender con la petición que usted me hace, in nomine Domini, haga el favor de enviar para allá al buen padre Boulier y a nuestro querido hermano Martín, si puede usted prescindir de este último.

Ya le dije que S[u] M[ajestad] ha quedado satisfecha del testimonio que el señor embajador le presentó de usted, y que ha destinado mil escudos para su seminario, pero luego ya no he oído hablar de ello, que tampoco he creído que sería posible hablarle del de Barcelona para obtener su ayuda, ya que está asediada de peticiones por todas partes del reino, y no puede socorrer a todos con lo suyo, y hace un caso de conciencia darles de lo del rey y del dinero público, a causa de las necesidades en que nos encontramos.

{El señor de Saint-Chamon era entonces embajador de Francia ante la Santa Sede; pero puede ser que el santo quiera hablar aquí del antiguo embajador, el marqués de Fontenay-Mareuil, que acababa de volver a Francia.}

El plan no hace progresos, según carta al mismo destinatario, aquel 14 de abril:

No he recibido todavía las tres mil libras que le dije que nos había prometido la reina para Cataluña, y no sé si nos las entregará. Haga el favor de retrasar el viaje a Barcelona de los que había que enviar, hasta que aquellas hayan llegado. 8

Al final la reina no da nada, probablemente porque lo absorbían todo los gastos bélicos. He aquí lo que Vicente escribe al mismo el siguiente, 13 de mayo:9

Ya veremos y usted verá desde ahí, junto con el padre Dehorgny, lo que es posible en Cataluña. Todavía no hemos tocado los mil escudos, ni tenemos muchas esperanzas de conseguirlos.

El asunto cesa de avanzar o, en todo caso, no tenemos carta ulterior.

b – En verano de 1658, toda una aventura deposita en España a dos misioneros, si bien no con miras a una fundación. La guerra iba remitiendo, tal vez habían comenzado conversaciones de paz, la que el año 1659 sería Paz de los Pirineos. Cuatro misioneros se habían embarcado rumbo a Madagascar, cuando sobrevino una tempestad, y el 5 de julio de 1658 Vicente refería los sucesos a Juan Martín, superior de la Misión en Turín, y a Fermín Get, superior en Marsella, más todavía el 10 de julio a Pedro Cabel, superior en Sedan: que los españoles se habían apoderado de los pasajeros y los habían conducido a España10.

El barco que partió para Madagascar el pasado mes de marzo, en donde iban cuatro de nuestros padres, se vio tan agitado por una grande tempestad al día siguiente de su partida y durante ocho días a continuación que estuvieron durante todo aquel tiempo en peligro de verse sumergidos en el agua, con los mástiles y el timón rotos y aquellas pobres gentes expuestas a merced de las olas y del viento; pero finalmente Dios les hizo llegar a Lisboa, en Portugal, en donde hicieron reparar el barco y volvieron a la mar; pero poco después fueron atacados por un barco de guerra español, que los apresó y los llevó a España, de donde esperamos que Dios quiera devolvérnoslos. Es ésta una buena ocasión para adorar las disposiciones de la Providencia y someter a ella nuestros pobres razonamientos.11

Vicente había terminado por tener noticias de ellos – si bien le faltaba su dirección -, a través de un misionero: fueron llevados a Santiago de Compostela, donde quedaron dos, enfermos, según escribe a Edmundo Jolly, en Roma, el 2 de agosto de 1658:

Tenemos por aquí al Padre Le Blanc, que ha dejado a los padres de Fontaines y Arnoul enfermos en el hospital de Santiago de Galicia, pero que empezaban a restablecerse. El Padre Deveroult se ha quedado en Portugal, y el hermano Cristóbal en Saintes, donde ha caído enfermo. Así es como ha querido Dios dispersar a nuestros misioneros de Madagascar.12

El 25 de agosto pide Vicente nuevas de ambos enfermos, Arnoul y de Fontaines, por mediación de Mons. el obispo de Ferns (Irlanda),13 en San Sebastián:

Sólo Dios puede darles a conocer la preocupación que tenemos por ustedes, que es mayor de lo que podría expresarles, ya que no sabemos ni el lugar ni el estado en que se encuentran ustedes, desde hace un mes que regresó el Padre Le Blanc a París y el hermano Cristóbal a Saintes, que nos comunicaron que se habían quedado ustedes enfermos en Compostela, pero fuera de peligro. Me aventuro a escribirles esta carta, que le dirijo al señor obispo de Ferns, en San Sebastián, para rogarles, por si pasasen ustedes por allí, que nos consuelen cuanto antes con alguna carta, hasta que podamos abrazarles personalmente, como ardientemente deseamos.

Y para que no carezcan ustedes de dinero para poder vestirse y emprender el viaje, le pido a dicho señor obispo de Ferns que se lo proporcione hasta Bayona, y al señor obispo de Bayona que les entregue hasta 400 libras, si ustedes las necesitan. También le he escrito al señor Fonteneil, arcediano y vicario general de Burdeos, que les adelante todo cuanto necesiten; incluso el dueño de los coches tiene órdenes de darles plaza en la carroza y traerles hasta París a gastos pagados, si fuera necesario. Les pido sobre todo que descansen y se repongan tranquilamente de los males que han sufrido, sin ahorrar nada en ello. Luego vuelvan con la mayor comodidad que puedan. Tendré una alegría indecible al verles y abrazarles de nuevo.14

El 30 de agosto de 1658 hace memoria de estos dos enfermos al señor Ozenne (Varsovia), superior de los sacerdotes de la Misión en Polonia, y pide también a Dios, en el mismo pasaje, que bendiga las armas francesas, al tiempo que alivia las miserias que causan:

Estamos muy preocupados por los padres Arnoul y de Fontaines, que se quedaron enfermos en Galicia, ya que no tenemos noticias de ellos. Pida por ellos y por nosotros, lo mismo que nosotros pedimos casi incesantemente por usted y por nuestros queridos hermanos, a los que abrazo con todo cariño, así como también por Sus Majestades y por sus ejércitos, para que tenga a bien bendecirlos la divina bondad.15

El 20 de septiembre de 1658 estaban por fin de vuelta en París:

Por otra parte, Dios nos ha consolado con la llegada de los padres de Fontaines y Arnoul, que se habían quedado enfermos en España y por los que estábamos muy preocupados, por no tener noticias de ellos. Le ruego que nos ayude a dar gracias a Dios por habérnoslos traído en buen estado de salud, aunque el Padre de Fontaines lleva dos días en cama con una fiebre doble terciana.16

c – Un segundo establecimiento: Toledo

La Congregación era conocida en Toledo debido a la acción del sacerdote irlandés Santiago Dowley. Por una carta del 6 de julio de 1657 al señor Edmundo Jolly, superior en Roma, sabemos que era cosa de Gérald Brin17 el proyectado establecimiento en Toledo:

Me habla usted en su carta del 5 de junio de nuestra fundación en España y del ofrecimiento que ha hecho ese buen sacerdote, que ha sido jesuita, de marchar allá a las órdenes de la persona que enviemos; todavía no hemos destinado a nadie y no vemos a nadie capaz de llevar aquello más que al Padre Martín; pero es necesario en Turín. Hemos pensado también en el Padre Brin, aunque deja algo que desear. Seguiremos pensando en ello y esperando la última decisión del señor cardenal de Toledo.18

Era probablemente el estado de guerra lo que demoraba el proyecto de establecer una casa de la Misión en Toledo, como el señor Vicente escribe a Edmundo Jolly, superior en Roma, el 27 de septiembre de 1658:

Me parece que no cabe esperar ningún resultado de la propuesta de Toledo antes de que se firme la paz entre las dos coronas; creo que ha sido eso lo que ha querido decirle el señor de Loeus [ V 143 n], sin decírselo claramente, con sus respuestas generales y evasivas. Como, gracias a Dios, nosotros no queremos más que lo que él quiere, esperaremos con mucha paciencia el tiempo que ha ordenado su Providencia para la ejecución de sus designios.19

{Santiago Dowley (que Vicente latiniza como de Loeus), había estudiado en París, donde existía un seminario para los irlandeses; era doctor en teología por la universidad de París (1644); estuvo sujeto a persecución, y llegaría a obispo de Limerick (1676).}

El capellán del cardenal de Toledo abrigaba el proyecto de entrar en la Congregación, según sabemos por una carta del 25 de octubre de 1658 a Edmundo Jolly, superior en Roma:

Lo mejor que puede hacer usted es disuadir al señor de Loeus de que escriba al capellán de Mons. el cardenal de Toledo para que vaya a Roma y entre en nuestra compañía, ya que no debemos recibir a nadie sin haberlo conocido de antemano y haber examinado y encontrado en él señales de verdadera vocación, que quizás no existan en esa persona; en tal caso, su viaje habría sido perjudicial tanto para él como para nuestros proyectos.20

Pero este establecimiento depende además de la autoridad eclesiástica, y Vicente tiene por norma esperar a que un obispo le convoque, se lo escribe a Edmundo Jolly el 29 de noviembre de 1658:

Su providencia es la única que tiene que llevar a cabo en la compañía esta clase de asuntos y a nosotros no nos toca desear ni ir en busca de nada por nosotros mismos o por otros; ha sido siempre norma esperar y no adelantarse a las órdenes del superior.21

Hace mención de ella al señor Jolly el 1 de noviembre de 1658:

Mucho me animaría haber visto la copia de la carta que el Señor de Loeus iba a escribir a España para el asunto del que habían hablado ustedes.22

El 22 de noviembre de 1658 llega a Roma la carta; se la pide al señor Jolly:

Me gustaría mucho leer la carta que el señor du Loeus habrá escrito a España.23

Nos enteramos de porqué eso no ha acontecido por la carta del 29 de noviembre de 1658 a Edmundo Jolly: «El arzobispo no nos ha llamado»24.

Le digo lo mismo, ya que nos hemos metido en el tema de las fundaciones, para responder a lo que usted me indica de la de Toledo, adonde yo no veo que nos haya llamado Dios. Es verdad que en alguna otra ocasión el señor de Loeus nos ha hecho alguna propuesta de parte del señor cardenal arzobispo , en quien reside la facultad de llamarnos allá en nombre de Dios, pero él no nos ha llamado para eso y nosotros no tenemos que dar ningún paso para que nos llame, a no ser el de testimoniar al señor de Loeus nuestras disposiciones para responder a la llamada de Dios, en caso de que nos llame. Yo no tenía ninguna otra intención cuando le dije a usted que hablara con él. Si dicho señor cardenal mandase que le enviáramos algunos sacerdotes y solamente hubiera el inconveniente de los gastos del viaje, nosotros los pagaríamos de buena gana, y algo más si fuera necesario; pero no me gustaría adelantarme a ese ofrecimiento, hasta ver si parte de él la iniciativa de llamarnos. Le ruego que le exponga al señor de Loeus nuestra forma de actuar y que no dé ningún paso más allá.25

La carta al mismo, del 27 de diciembre, parece confirmar que no hay ya nada que esperar, pese a la benevolencia del buen doctor Loeus:

Acabo de recibir su carta del 26 de noviembre y la del señor de Loeus, junto con la copia de la que escribió al señor cardenal arzobispo de Toledo ; me parece que no hay nada que decir en contra de ella, ya que el contenido de la misma y la manera de redactarla demuestran una gran prudencia y discreción. ¡Bendito sea Dios, Padre, por la benevolencia con que ese buen doctor nos honra y por el testimonio que da en nuestro favor en esta ocasión! Me tomaré el honor de escribirle el primer día que pueda para agradecérselo, si no puedo hacerlo hoy mismo, como temo. Entretanto puede usted darle en mi nombre un millón de gracias por todos sus favores y asegurarle que le quedaremos eternamente agradecidos.26

Así parecen concluir los proyectos de establecerse en España; documento otro alguno no tenemos.

  1. IX 697
  2. IX 728
  3. II 748
  4. Literal: «que no sepa con toda seguridad».
  5. Los autores no dan bibliografía, ni indican tampoco en nota qué «Crónica» fue ésa de YA, mientras que sí precisan las demás fuentes
  6. Cfr. Jacques M. Gres-Gayer, Le jansénisme en Sorbonne, 1643-1656, Klincksieck, Paris, 1996, passim.
  7. II 380
  8. II 383
  9. II 387
  10. VII 173s, 178, 231
  11. VII 173
  12. VII 194s
  13. Nicolás French, exiliado entonces en España. Falleció en Lovaina el 23 de agosto de 1678. Cfr. VII 211
  14. VII 211s
  15. VII 217s
  16. VII 231
  17. VI 37
  18. VI 327s
  19. VI 239s
  20. VII 268
  21. VII 329
  22. VII 282
  23. VII 322
  24. VII 329
  25. VII 329s
  26. VII 357

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