El Sr. Jean de la Salle nació en Seux (diócesis de Amiens), el 10 de setiembre de 1598. Después de hacer muy buenos estudios en Sorbona, fue ordenado sacerdote en 1622. Cuatro años después, en 1626, llegaba a unirse a san Vicente, y firmaba con el Sr. Portail y el Sr. du Coudray el acta notarial que los unía a los cuatro, y por la que reconocían a san Vicente como su superior.
El Sr. de la Salle cumplió con gran éxito las funciones que le fueron confiadas.
Por las cartas que nos quedan de la Srta. Le Gras vemos con frecuencia que pide a san Vicente que le envíe bien para predicar en las reuniones de las Damas, bien para establecer la cofradía de la Caridad, o darle su fervor primero.
La Srta. Le Gras se muestra satisfecha de su celo, y publica con felicidad las bendiciones que Dios concede a sus trabajos.
Encontramos del Sr. de la Salle a la Srta. Le Gras una carta del 9 de febrero de 1630 donde habla de las Damas de la Caridad.
«Señorita,
Alabo a Dios por haber tenido a bien daros un comienzo tan bueno, a quien otorga su espíritu y todo cuanto sea necesario para realizarlo a mayor gloria suya. Tratemos tan sólo depositarlo en sus manos. Celebro el celo de las buenas Damas de la Caridad y su devoción.
«Con todo soy de vuestro parecer, y que sea por primera y última vez, y que ellas se contenten en adelante con mandar decir una misa rezada, sin que el Capítulo asista a ella. En cuanto al murmullo, conviene resolver de una vez por todas a escucharlo todo en estos comienzos; aquí un poco de paciencia los hará callar a todos; esto se debe a que no se sabe bien todavía lo que se indica en el Reglamento. Pienso que conviene hacerlo lo más exactamente posible, en esto como en todo lo demás, y en particular en las dificultades que proponéis. Conviene que la persona que se ha de poner al cuidado de la Caridad esté actualmente enferma; y con tal de que sea pobre, qué inconveniente que asista en parte, si no se quiere en todo, mientras se le pida.
«Esto es, Señorita, cuanto tenía que responderos. Os recomiendo de corazón a estas buenas Damas, y en particular a las oficialas. Dadles ánimos y os prometo acordarme de vosotras en el santo sacrificio de la Misa, y soy en el amor de Nuestro Señor y de su santa Madre, Señorita, vuestro servidor.»
Al año siguiente dio una misión en Mesnil, en la Champagne. San Vicente que mandaba a los misioneros no recibir nada de las poblaciones que evangelizaban, hace una excepción con el Padre de Gondi, fundador de la Misión. Esto le escribió al Padre de la Salle el mes de noviembre de 1631.
«No hay dificultades en recibir la caridad de Mons. el R. P. de Gondi y ya se lo habéis negado, excusaos por ello al Sr. Ferrat, es nuestro fundador. No tenemos derecho a negar lo que él nos da por amor de Dios, no más que de cualquier otro que no fuera del lugar donde se da la misión. San Pablo lo hacía también, y no recibía nunca en el lugar donde trabajaba, pero recibía en las demás iglesias para trabajar en las nuevas, cuando la obra de sus manos no era suficiente, o la predicación y las conversiones le impedían y tabajar con sus manos para ganarse la vida. Spoliam Ecclesias Macedoniae ut non essem vobis oneri, dice a los Corintios, aunque diga que su gloria en la predicación del Evangelio era de no recibir nada».
En una carta de san Vicente a la Srta. Le Gras, de julio de 1632, vemos que ella reclama al Sr. de la Salle para establecer la cofradía en Villeneuve-Saint-Georges.
En 1633, partió para el Bordelais, donde trabajó tres años con el Sr. Brunet. Varias cartas de san Vicente escritas al Sr. de Fonteneil, canónigo de Burdeos, nos dan conocimiento de de su trabajos.
Algunos años después de la fundación de la Compañía, san Vicente tuvo la idea de formar un Noviciado, al que dio el nombre de Seminario, para preparar a los jóvenes y a los sacerdotes que se confiaban a él, en las funciones de su Instituto.
Puso los ojos en el Sr. de la Salle como director tan importante. Escuchemos a Abelly (L, II. c. VIII, p. 94):
«Al primero que escogió para emplearle en esta dirección fue al Sr. de la Salle, uno de los primeros sacerdotes que se habían unido a él, y habiendo trazado un orden del día y algunas reglas particulares propias para esta probación, este Seminario se comenzó el mes de junio del año 1637, en la casa de San Lázaro, donde ha continuado siempre y continúa aún con bendición, teniendo por entonces treinta o cuarenta seminaristas entre sacerdotes y clérigos.
«Este Seminario es propiamente el primer seminario que se ha creado para los de la Congregación de la Misión, a diferencia de los demás seminarios que se han fundado para formar a los demás eclesiásticos que no son de esta Congregación. Vicente le llamaba Spem gregis, y el semillero e los misioneros: y ha tenido siempre esta confianza en la providencia paternal de Dios, que él se cuidaría de llenarla de sujetos propios para su servicio; pues tenía por máxima que a Dios correspondía escoger y llamar a los que prefería; y que, como los primeros misioneros del Hijo de Dios, que han sido sus Apóstoles, no entraron por sí mismos, sino que fueron elegidos por este divino Salvador, que llamó a sí a los que quiso, así como era necesario que los que se entregaran a Dios para trabajar en la imitación de estos grandes santos, en la instrucción y la conversión de los pueblos, fuesen elegidos y llamados por el mismo Señor».
Después de organizar el Seminario interno, el Sr. de la Salle reemprendió el trabajo de las misiones; asistió en la casa de Saint-Germain-en-Laye, pedida a san Vicente por el rey Luis XIII (febrero de 1638).
San Vicente habría querido que hubiera sido hecha por otros. Sus sacerdotes, nacidos para la salvación de los pobres del campo, le parecían poco aptos para evangelizar a los grandes del siglo, que no prefieren sino con demasiada frecuencia al orador que sabe agradar, y no al hombre de Dios que mueve y convierte. Pero Luis XIII habiendo hecho el honor a nuestro santo de decirle que quería a sus misioneros, hubo que condescender a sus deseos. Los comienzos fueron penosos. El modo como se combatían las desnudeces escandalosas y la firmeza constante con la que se quiso en el tribunal obligar a las mujeres mundanas a las reglas de una exacta modestia, hicieron un ruido sorprendente. Se lamentó estrepitosamente la pretendida severidad de los obreros, y les sacaron canciones de todos los aires. Pero estos hombres acostumbrados a caminar a su modo, continuaron predicando el Evangelio en su pureza y excluyendo en la participación en los santos misterios a estas personas que, a veces sin pasión, se presentan de manera que la despiertan en los demás.
No obstante la calma no tardó en suceder a la tempestad. La unción del Espíritu de Dios impresionó a aquellas que habían lanzado los gritos más altos. Se volvieron tan fervientes que quisieron ser asociadas a esta cofradía de la Caridad de la que hemos hablado tantas veces. Sirvieron a los pobres por turnos y se repartieron en cuatro bandas; solicitaron en su favor la piedad de los fieles, y les procuraron grades auxilios. No hubo casi nadie de la casa del rey que no se esforzara en aprovecharse de la gracia que Dios repartía en abundancia. Este religioso príncipe se sintió muy conmovido, y tuvo la bondad de decir a uno de estos dignos ministros de la palabra, «que estaba muy satisfecho de todos los ejercicios de la misión, que era así como había que trabajar cuando se quería lograr algo, y que él prestaría este testimonio en rodas partes, son sus propias expresiones.»(Collet. L. I. p. 280).
El Sr. de la Salle, testigo de los felices frutos de la misión, escribió al Sr. d`Horgny quien le había sustituido en la dirección del Seminario: «Decid en el Seminario que sin la misión de Saint-Germain miles de almas se habrían perdido«.
El Sr. de la Salle, después de la misión, regresó a San Lázaro y fue empleado en los ejercicios de los ordenandos
Esta es una carta que le escribió san Vicente que regresaba de Limours, el 14 de junio de 1638:
«Señor,
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros!
«Volví ayer muy tarde de Limours y no he podido todavía leer más que vuestra carta y la del Sr. Marceille. Os envío a este buen muchacho de Mespau a quien he encontrado aquí, porque no lo hizo el Sr. Portail. Que haga su retiro en primer lugar, por favor. . Me quedo con el pequeño Jean hasta mañana.
«Por la gracia de Dios me encuentro bien del viaje; es algo extraño que mientras he estado aquí sin hacer nada, me he visto como en París, y que todas las preocupaciones me han quitado casi la incomodidad del todo. Si continúo en el estado en que estoy, me volveré para finales de semana, Dios mediante. ¿Qué os diré ahora del Sr.Le Prieur? Si hay motivos para ir a verle, lo haréis, o el Dr. Marceille.
«Entretanto no sé si ha hablado de Limours. Pequeña ciudad del distrito de Sceaux, del último concejo del Bourget. Me sorprende lo que me han escrito que había dicho que se pasara en mi ausencia, porque creo que no me di a entender bien, me parece que había dicho que se arreglaran los cierres a mi regreso, ya que veía bien [123] que hubiera algo que ofrecer papa que el Sr. Le Prieur se encontrara bien, es sin duda porque el Sr. Marceille entendió otra cosa. Yo sé sin duda que he hablado de la oferta de dicho granjero al señor Le Prieur, el día antes de mi partida, y que me dijo que era mejor aceptar su oferta antes de la que otro nos hacía. Os suplico, Señor que uno de nuestros porteros no salga nunca de la puerta por la razón que sea, y que haya siempre dos. No me decís quién hace las prisiones y quién tiene las llaves. ¿Qué os diré respecto de las personas que piden ser de la Compañía? Nada, sino que estoy de acuerdo con vos en todo. Y que a ese joven de Caen que teme las ternuras de su padre, hay que darle más tiempo para ver si su padre se siente incómodo o le resulta recomendable. Escribo esto nada más levantarme, la presente servirá para el Sr. de Marceille también, a quien ruego que entregue 800 libras a Alexandre por las telas y trate de alargar con el resto que tiene. Veremos a mi regreso lo que se podrá hacer para poder subsistir. Le ruego con insistencia que cuide su salud, y a Alexandre la suya, y que envía a Henri a Saint-Denis para ocuparse de las telas; si se siente incómodo el Sr. de Marceille podrá decir al Sr de Ducy que pensaré en la petición que hace de un muchacho, Mas en cuanto a nuestro hermano N…No hay que pensar.; yo le saludo muy humildemente, asegurad también al Sr. le Prieur, si le veis, de mi obediencia, y saludad al Sr. Cofin. Buen día, Señor, soy vuestro humilde servidor, VICENTE DE PAÚL.»
El Sr. de la Salle sus ejercicios para los ordenandos hasta el fin de su vida; fue, por decirlo así, la última obra y el último florón que añadió a una corona tan guarnecida de méritos y de buenas obras. San Vicente habla de él en su carta del 14 de octubre de 1638:[124]
«Tenemos, dice, setenta ejercitantes cinco o seis de los cuales son bachilleres y de los más sabios, aunque en Sorbona haya rumores contra el orden establecido, y la obligación en las personas de esta condición de asistir a los ejercicios».
El Sr. de la Salle murió en setiembre de 1639, según nos lo cuenta una carta de san Vicente a la Srta. Le Gras. Es el de los siete primeros compañeros de san Vicente a quien vemos desaparecer el primero. Fue una gran pérdida para la Compañía, pues era excelente misionero, celoso y muy sabio.
Había dirigido el seminario interno, predicado misiones con fruto, organizado la cofradía de la Caridad en muchos lugares, y por último dado con bendición ejercicios preparatorios para los ordenandos. En una conferencia san Vicente hizo el elogio de su sabiduría para conducir a los ejercitantes. Cita el ejemplo de «un joven, el más hermoso espíritu que se haya visto entre los ejercitantes de quien el Sr. de la Salle era el director, que manifestaba querer ser de la casa y que lo habría sido si se le hubiera dicho la menor palabra en este sentido; está ahora en los Capuchinos y hace maravillas«. Pero el Sr. de la Salle, prudente y reservado como su maestro, no hizo nada para retenerlo en la Congregación.
Resumen biográfico:
- Nacimiento de Juan de la Salle.
- Viene a unirse a san Vicente.
- Sus éxitos en las Misiones.
- Carta de la Srta. Le Gras, y de san Vicente al Sr. de la Salle.
- Da una misión en el Bordelais(de Burdeos).
- Dirige el seminario interno.
- Misión de Saint Germain.
- Carta de san Vicente al Sr. de la Salle.
- Se dedica a la obra de los ordenandos.
- Su muerte.
Tomado de Noticias de los Misioneros.
Trad. del P. Máximo Agustín