IV.2 Conferencia del 6 de diciembre de 1658
SOBRE LA FINALIDAD DE LA CONGREGACIÓN DE LA MISIÓN. (Reglas Comunes, cap. 1, art. 1)
IV.2.1 Texto y Comentario
La santificación personal, la instrucción de los pobres, la formación del clero. Enumeración de otras obras que entran secundariamente en la finalidad de la Misión: dirección de las Hijas de la Caridad, apostolado en los hospitales, etcétera… Refutación de las objeciones.
Este es el título con que el compilador resume los tres puntos que sustentan las obras de la Congregación de la Misión. Además que Vicente de Paúl, con un carisma de visionario, se adelanta a las futuras objeciones que se les presentaran a los integrantes de la Compañía en años venideros.
Hermanos míos, vamos a hablar esta tarde de la forma acostumbrada, que es en plan de conferencia, en la que cada uno dirá lo que piensa sobre el tema que propone. Hemos creído que era conveniente hablar de la explicación de las Reglas de la Compañía;
Primeramente, Vicente de Paúl explica la metodología que se utilizará en la conferencia de los viernes es dirigida especialmente a los misioneros de la Congregación de la Misión. En esta conferencia explica con minuciosidad lo que son las Reglas de la Compañía. Dichas Reglas, a pesar de estar elaboradas en el siglo XVII, con el lenguaje propio de la época, tiene un mensaje para nuestra época.
y como yo soy un miserable que no las observo como es debido, tengo miedo de no comprender bien toda la importancia de esta observancia, y por consiguiente de no poder decir nada que sea para la gloria de Dios y que explique el espíritu de la Regla para darla a conocer. Sin embargo, vamos a hacer un intento para ver si habrá que continuar, yo mismo o algún otro, y de la forma con que lo vamos a empezar.
Vicente de Paúl se siente indigno de hablar de dichas Reglas. Ésta es una actitud de humildad que constantemente se nota en las conferencias de Vicente de Paúl, ya que no hay nadie mejor para hablar de las Reglas, ya que él mismo es autor de las Reglas Comunes de la Congregación de la Misión. Vicente dice no sentirse digno, pero se confía en que el espíritu de Dios lo guiará y podrá explicar el espíritu que reina en la Regla. Las Reglas Comunes en Vicente de Paúl, se basan en experiencias y no solamente en principios. Las Reglas fueron elaboradas según las necesidades que Vicente de Paúl iba detectando para mejorar el servicio a los pobres.
Vamos a leer primero las Reglas para hablar luego de ellas. Mandó acercar la lámpara y abrió el libro.
Nuevamente Vicente de Paúl habla de la metodología a usarse en la Conferencia. Es importante hacer notar que las Reglas de la Congregación de la Misión las escribe San Vicente en 1650, o sea que habían transcurrido más de 33 años, luego de la experiencia en Chatillon, y 25 años desde el acta de fundación de la Congregación, hasta que por fin San Vicente escribe la Regla de la Compañía. Es interesante, porque las Reglas nacen de esa experiencia de misiones y de acompañamiento a las comunidades más alejadas de los centro urbanos en Francia, y a partir de allí Vicente de Paúl elabora las Reglas Comunes.
Esta es la primera Regla, dijo, por la que la razón quiere que empecemos; la voy a leer en francés, por nuestros hermanos que no saben latín.
Esto nos indica que posiblemente no todos los que estaban en la conferencia eran sacerdotes, ya que todas las celebraciones litúrgicas eran en latín. Para dicha conferencia también eran tomados en cuenta los hermanos coadjutores (entre los cuales algunos sólo hablaban el francés), quienes participan de estas Reglas Comunes, como miembros importantes en la Congregación de la Misión.
«La sagrada escritura nos enseña que nuestro señor Jesucristo, habiendo sido enviado al mundo para salvar al género humano, empezó primero a obrar y luego a enseñar. Llevó a cabo lo primero, practicando perfectamente toda clase de virtudes, y lo segundo evangelizando a los pobres y dando a sus apóstoles y discípulos la ciencia necesaria para dirigir a los pueblos. Y puesto que la humilde Congregación de la Misión desea imitar, mediante la divina gracia al mismo Jesucristo, Nuestro Señor, según sus posibilidades, tanto en lo que se refiere a sus virtudes como a sus ocupaciones por la salvación de las almas, es conveniente que se sirva de medios semejantes para cumplir dignamente este piadoso intento. Por eso, su finalidad consiste: 1. en trabajar en su propia perfección, haciendo todo lo posible por practicar las virtudes que este soberano Maestro se ha dignado enseñarnos de palabra y de obra; 2. en predicar el Evangelio a los pobres, especialmente a los del campo; 3. en ayudar a los eclesiásticos la ciencia y las virtudes necesarios a su estado».
Después del párrafo leído textualmente, Vicente de Paúl, hace énfasis en los tres puntos importantes en los cuales se sientan las bases de la Congregación de la Misión. Ante objetivos que parecieran tan distintos podemos decir que se mueve en tres niveles.
El primero es a nivel personal, porque no se puede dar lo que no se ha recibido. La oración, los ejercicios espirituales y en fin todo lo que hace al misionero un verdadero apóstol de Jesucristo. Es el testimonio personal, para que las demás personas vean en la figura del misionero a un representante de Cristo dentro de la comunidad.
El segundo es a nivel del testimonio, predicado en el servicio. Porque ante las necesidades tan fuertes de la gente pobre, Vicente sabe que los misioneros son los primeros que deben de dedicarse por entero a esa opción preferencial por los más desposeídos.
La tercera exigencia, en el nivel de continuidad, en el que plantea la obligación de los misioneros en continuar con la obra en favor de los pobres. Porque si no se instruye a los sacerdotes, el ideal de la evangelización a los más necesitados, será un momento y no tendrá el seguimiento necesario para hacer una obra continua.
Estas son, hermanos míos, las primeras palabras de nuestras Reglas, que nos hacen ver el plan de Dios sobre la Compañía y cómo, desde toda la eternidad, tuvo la idea del espíritu y de los servicios de la misma Compañía. Pues bien, la Regla que se contiene en estas palabras que acabamos de escuchar, si es que se la puede llamar Regla, dice al final de este artículo que nuestra pequeña Congregación tiene que utilizar los mismos medios que Nuestro Señor practicó para responder a su vocación, que son: 1. trabajar en su propia perfección; 2. evangelizar a los pobres, especialmente a los del campo; y, en tercer lugar, servir a los eclesiásticos.
Esta explicación la repite Vicente de Paúl, ya que el compromiso principal de las congregaciones religiosas es el perfeccionamiento, y tienen como fin último la comunidad. Al contrario los sacerdotes diocesanos tienen la gran obligación de dedicarse a la obra pastoral dentro de sus parroquias. Pero Vicente de Paúl, no funda una congregación religiosa. La Congregación de la Misión es una Comunidad de Vida Apostólica, en donde la comunidad es el medio para la misión. Es decir un punto intermedio entre la postura de los religiosos y los diocesanos. Porque el testimonio (perfeccionamiento) tiene que ser un signo en la evangelización a los pobres.
Esta es la Regla; y en esto se ha hecho como en los Concilios en los que, antes de determinar el canon, los cardenales y los prelados enseñan la doctrina y ponen de relieve, no sólo la materia con la que van a componer dicho canon, sino también la razón que tienen para hacerlo.
Vicente de Paúl, anuncia que explicar, detenidamente y con ejemplos, las razones por las cuales cada uno de los puntos tiene su sentido en el contexto de la Iglesia de aquella época.
La parte primera de nuestra Regla dice que Nuestro Señor, al venir a este mundo para salvar a los hombres, empezó por obrar y luego se puso a enseñar. Lo primero lo hizo practicando todas las virtudes; todas las acciones que llevó a cabo eran otras tantas virtudes dignas de un Dios que se había hecho hombre para ser el ejemplo de los demás hombres; y practicó lo segundo instruyendo al pobre pueblo en las verdades divinas y dándoles a los apóstoles la ciencia necesaria para la salvación del mundo, para dirigir a los pueblos y hacerlos felices.
Coloca como ejemplo supremo de la Regla de la Congregación de la Misión, al mismo Jesucristo. Quién primero practica las virtudes y posteriormente se dedica a instruir a sus discípulos. Este es el primer ejemplo que deben seguir los miembros de la Compañía, porque «las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran».
El propósito de la Compañía es imitar a Nuestro Señor, en la medida en que pueden hacerlo unas personas pobres y ruines. ¿Qué quiere decir esto? Que se ha propuesto conformarse con él en su comportamiento, en sus acciones, en sus tareas y en sus fines. ¿Cómo puede una persona representar a otra, si no tiene los mismos rasgos, las mismas líneas, proporciones, modales y forma de mirar? Es imposible. Por tanto, si nos hemos propuesto hacernos semejantes a este divino modelo y sentimos en nuestros corazones este deseo y esta santa afición, es menester procurar conformar nuestros pensamientos, nuestras obras y nuestras intenciones a las suyas. Él no es solamente el «Deus virtutum»,1 sino que ha venido a practicar todas las virtudes; y como sus acciones y no acciones eran otras tantas virtudes, nosotros hemos de conformarnos con ellas procurando ser hombres de virtud, no sólo en nuestro interior, sino obrando externamente por virtud, de modo que todo lo que hagamos y no hagamos se acomode a este principio. Así es como hay que entender las palabras primeras de nuestra Regla.
Vicente de Paúl hace ver cómo Jesucristo es quién resume a perfección la práctica de todas las virtudes. Así pide que todos los pensamientos de los misioneros sean de acuerdo a los principios y virtudes predicadas y vivenciadas por Jesús. Una técnica muy usada por Vicente de Paúl, en la que se pregunta así mismo: ¿Qué haría Jesús en este caso? es la muestra práctica de esta primera parte de la Regla de la Congregación de la Misión.
Ha sido conveniente, hermanos míos, empezar estas Reglas diciendo la finalidad a la que tiende la Compañía, en qué y cómo podrá servir a Dios; así es como lo han hecho también san Agustín, san Benito y todos lo que han fundado alguna compañía: dicen de antemano qué es lo que tienen que hacer y empiezan por la definición del instituto. Por eso ha sido oportuno que nosotros pusiéramos al comienzo de nuestras Reglas la meta o el blanco al que apuntamos.
Vicente de Paúl coloca el ejemplo de otros grandes fundadores de movimientos en la Iglesia, San Agustín en el siglo IV y San Benito, quién elabora su reglas en el año 537. La Regla de San Benito es la base de la vida monacal ya que detalla las obligaciones y oficios de los monjes que viven en comunidad y las prácticas que deben de obedecerse para conservar las enseñanzas del fundador. Vicente de Paúl a diferencia de San Agustín y San Benito, primero detectó las necesidades urgentes de los pobres y desde ese punto elaboró unas Reglas Comunes para los sacerdotes que le acompañaban en la misión. Así las Reglas definen la meta visible de la Congregación, a partir de la vivencia comunitaria y las necesidades de la misión, por eso las Reglas llegan a ser como dice Vicente de Paúl «el blanco al que apuntamos».
Si nos preguntasen: «¿Por qué está usted en la Misión?» habría que reconocer que es Dios el que la ha hecho, para que trabajáramos en ella: primero en nuestra perfección; segundo, en la salvación de los pobres; y tercero, en el servicio a los sacerdotes; y decir: «Estoy aquí para eso». Padres y hermanos míos, ¿qué les parece esta finalidad? ¿Podía Nuestro Señor darnos una vocación más santa y santificante, más conforme con su bondad infinita y más adecuada a su providencia en la preocupación que él tiene por llevar a los hombres a su salvación? Nuestra finalidad, por consiguiente, es la de trabajar en nuestra perfección, evangelizar a los pobres y enseñar la ciencia y las virtudes propias a los eclesiásticos.
Nuevamente hace un énfasis en los tres aspectos, los cuales deben ser el objetivo de los miembros de la Congregación de la Misión, que será el perfeccionamiento interior, el evangelizar a los pobres y el instruir a los eclesiásticos. Tres grandes necesidades de la Iglesia de su tiempo y de todos los tiempos. Porque el testimonio de santidad de los sacerdotes y de los religiosos en general, es algo que siempre el pueblo de Dios ha exigido a sus pastores. Segundo, estos pastores en muchas ocasiones se han acomodado, seguros en sus grandes conventos y obras, por lo que es necesario que salgan a predicar a los más abandonados. Y por último que no se quede en un perfeccionamiento interior y en evangelizar en el servicio a los pobres, sino que esa entrega se contagie y se pueda extender, para ser signo claro del Reino de Dios.
En cuanto a lo primero, estamos todos invitados a ello por el Evangelio, donde los sacerdotes y todos los cristianos tienen una Regla de perfección, no ya de una perfección cualquiera, sino de una semejante a la del Padre eterno. ¡Qué mandato tan maravilloso el del Hijo de Dios! «Sean perfectos nos dice, como su Padre celestial es perfecto»2. Esto apunta muy alto. ¡Quién podrá llegar hasta allá? ¡Ser perfectos como el Padre eterno! Sin embargo, esa es la medida. Pero, como no todos los cristianos se esfuerzan en ello, Dios, por cierta providencia que los hombres deben admirar, al ver esta negligencia de la mayoría, suscita a algunos para que se entreguen a su divina Majestad y procuren, con su gracia, perfeccionarse ellos mismos y perfeccionar a los demás. ¡Para qué es esta perfección? Para hacernos agradables a los ojos de Dios, para tener la gracia justificante y para tenerla constantemente. Esa gracia es la que hace que nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestras obras sean agradables a Dios; incluso lo que dejemos de hacer, le es también agradable.
Esta es una idea que Vicente de Paúl toma de la doctrina de San Francisco de Sales. Sales propone en su libro «Introducción a la Vida Devota»(1608), una escuela espiritual en la que toda persona tiene la posibilidad de aspirar a la perfección cristiana. Se opone a la idea que hasta entonces la escolástica manejaba, en la que el Papa, los obispos y demás miembros del clero, por su puesto y dignidad, tenían acceso directo a la perfección y al Reino de los cielos. Esta posibilidad también constituye un serio compromiso para las personas que se acercan a esta escuela espiritual, ya que les compromete a tener pensamientos y obras según los pensamientos y obras de Cristo que nos muestran los Evangelios.
¡Qué felicidad! ¡Oh! ¡Qué felicidad la de un misionero que pone todo su empeño en hacerse agradable a Dios, en procurar quitar de sí todos los obstáculos para adquirir lo que le falta! Ese esfuerzo nos hace agradables a Dios. Pues bien, Padres, esto supone que trabajar por la adquisición de las virtudes es trabajar por hacerse agradable a Dios. Por eso hay que esforzarse en ellos continuamente, recibir gracia para ello; hay que caminar siempre hacia adelante, plus ultra!3 Y si por la mañana estamos a seis grados, que a mediodía estemos a siete, haciendo que nuestras acciones sean tan perfectas como es posible. ¿Qué es lo que hace un sacerdote o un hermano que, por la mañana, se eleva a Dios para ofrecerle todo lo que hará durante la jornada, unido a las acciones e intenciones de Nuestro Señor, renunciando a su vanidad, a la complacencia y a todo propio interés? Hace un acto de perfección que lo hace más agradable a Dios que la tarde anterior. ¿Qué es lo que hace aquel que, durante la oración, observa sus malas inclinaciones, busca los medios para combatirlas, se mueve el arrepentimiento de sus pecados, se aficiona a las humillaciones, al sufrimiento y al celo? Hace un acto de perfección, que lo hace más agradable a Dios que lo que fue ayer. Si esto es así, hermanos míos, nos hacemos tanto más agradables a Dios cuanto más perfectamente practicamos las virtudes. A eso es a lo que nos lleva nuestra Regla. Démosle gracias a Dios por esta suerte tan dichosa. ¡Oh, Salvador! ¡Oh, hermanos míos! ¡cuán felices somos al encontrarnos en el camino de la perfección! Salvador, danos la gracia de caminar directamente y sin descanso hacia ella.
Vicente de Paúl muestra toda su emoción y su agradecimiento a Dios, por conceder esa gracia de aspirar a la perfección. Pero también motiva a los misioneros a que compartan ese sentimiento de alegría y resurrección, que sólo es posible por medio del sufrimiento y de la abstinencia. Porque no hay resurrección, sino hay una muerte a los deseos propios de la humanidad. En la medida que las virtudes son practicadas por cada uno de los miembros de la Congregación de la Misión, la misma Congregación cumplirá con el objetivo para la cual fue creada: Evangelizar al estilo de Jesucristo entre los pobres.
En una palabra, ¿dónde está nuestra perfección? Está en hacer bien todas nuestras acciones: 1. Como hombres racionales, tratando bien con el prójimo y siendo justos con él; 2. como cristianos, practicando las virtudes de que nos ha dado ejemplo Nuestro Señor; y finalmente, como misioneros, realizando bien las obras que él hizo y con su mismo espíritu, en la media que lo permita nuestra debilidad, que tan bien conoce a Dios. A eso es a lo que hay que tender. Según esto, hermanos míos, un misionero que sólo pensase en la ciencia, en predicar bien, en decir maravillas en una provincia, en mover a todo un pueblo a la compunción y a todos los demás bienes que se llevan acabo en las misiones, o mejor dicho, por la gracia de Dios: ese hombre, que descuida su oración y los demás ejercicios en Regla, ¿es misionero? NO, falta a lo principal, que es su propia perfección.
Esta es una seria llamada de atención a los misioneros que por tener el don del convencimiento, preparan largas homilías y olvidan el testimonio y la oración. Primero hace una referencia al sentido humano de ser justos y de tratar a las demás personas con el mismos respeto de Hijos de Dios. Pero la segunda obligación es más específica y que también requiere más dedicación, porque el mensaje de Jesús no es fácil y el ser cristiano requiere de mucho sacrificio por el bien de la comunidad. Así que un misionero no puede quedarse con conocer y saber ampliamente sobre las leyes humanas y de la Iglesia. Lo más importante para un misionero es ser coherente con lo que predica y que su oración sea un constante ejercicio de misericordia para con las demás personas. Pero para lograr esto es indispensable dedicarle el tiempo necesario para la oración y para ayudar a los pobres, además de mantener constantemente la conciencia del testimonio misionero que se debe brindar en todo momento.
Es muy justo que las personas llamadas a un estado de la importancia que es el de servir a Dios de la manera con que nosotros lo hacemos, y que han recibido de su bondad la gracia de responder a esta llamada, se hagan agradables a sus ojos y hagan una especial profesión de complacerle. ¿No tiene que agradar la mujer a su esposo, de forma que no haya en ella nada que le pueda desagradar?
Esta es la idea de Benito de Canfield, en donde lo importante es cumplir la voluntad de Dios. Si cumplimos a cabalidad esa tarea que Dios ha encomendado, entonces se es agradable a la vista del Creador. Y coloca el ejemplo familiar de una esposa que trata de tener contento a su compañero de hogar. Así el misionero debe de agradar a Dios y eso lo logrará por medio de su testimonio de generosidad con la gente pobre con quien comparte sus experiencias diarias. Estos pasajes de las Reglas también han sido compartido por otros santos que han presentado consejos prácticos para alcanzar la perfección.
Además, nosotros somos los mediadores para reconciliar a los hombre con Dios. Pues bien, para conseguirlo, lo primero que hemos de hacer es procurar dar gusto a Dios, lo mismo que, cuando se quiere tratar un negocio con un grande, con un príncipe o con el rey, se escoge a una persona que le sea agradable, que pueda ser escuchada y que no tenga en ella nada que pueda ser un obstáculo para la gracia que se solicita.
Vicente de Paúl coloca una comparación muy propia de su tiempo, al ver la situación de un rey, que tiene centralizado el poder del Estado y el de la población que trata de acceder al Rey para que escuche sus necesidades. Pero entre el Rey y el pueblo existen ciertos hombres que interceden, los cuales son designados por el rey para escuchar y transmitirle los clamores de su pueblo. Idea muy difundida en toda Europa y que aún en nuestros días se oye a mucha gente del pueblo que le dice al misionero: «Ruéguele a Dios, porque usted está más cerca de Dios», lo que refleja la misma creencia medieval. Vicente habla de esta comparación para ver la importancia que tiene el oficio de misionero de ser representante de Dios, lo que exige estar en constante comunicación con el patrón, y que en este caso es Dios, lo que se logrará por medio de la oración, el estudio de la palabra y la constante renovación con el compromiso que exige ese Dios de la vida.
Así pues, hermanos míos, conviene que trabajemos incesantemente por la perfección y por hacer bien nuestras acciones, para que sean agradables a Dios y de esta forma podamos ser dignos de ayudar a los demás. Según, esto, el superior en una misión descuida las prácticas espirituales y el buen orden, que deja que todo vaya según la fantasía de cada uno y no se ocupa ante todo de su perfección, falta al primer punto de su Regla, que quiere que se perfeccione él mismo. Esta es una de las resoluciones que hemos de tomar: entregarnos a Dios para cumplir nuestra principal obligación, que es hacer bien nuestras acciones ordinarias en las circunstancias que puedan hacerlas agradables a Dios; ahí es donde está nuestra perfección. De lo contrario, quid prodest homini si mundum universum luncretur, animae vero suae detrimentum patiatur?4 ¿De qué nos servirá haber hecho maravillas por los demás, si hemos dejado abandonada nuestra alma? Nuestro Señor se retiraba a hacer oración, separándose del pueblo, y quería que los apóstoles se retirasen aparte, lo mismo que él5, después de haber hecho las cosas de fuera, para no omitir sus ejercicios espirituales; y su perfección estuvo en hacer bien los unos y los otros.
Tomando como base al Evangelio que dice: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?», Vicente coloca el camino de perfección como la principal obligación de los misioneros. Pero no es una perfección egoísta, porque tiene varias consecuencias con el prójimo. Primeramente hace ver la importancia de la oración en el sentido de estar en sintonía con Dios. En imitación de un Jesús que en un momento determinado se separa del pueblo, para orar y para prepararse en la misión de Evangelizar a los pobres. Además la perfección es para no causar escándalo entre los pobres, quienes exigen que los misioneros sean realmente presencia viva del mensaje de Jesús. Por eso esa santidad es una exigencia para todo cristiano, pero que debe ser signo entre la comunidad del amor de Dios. De ese Dios que opta por el oprimido, por el pobre y por el que sufre, pero si el misionero piensa solamente en satisfacer sus placeres, será una molestia para el pueblo de Dios y en vez de promover la Buena Noticia, será una carga más, para los pobres y desamparados.
Lo segundo que la Regla indica que hemos de hacer, es instruir a los pueblos del campo; hemos sido llamados a eso. Sí, Nuestro Señor pide de nosotros que evangelicemos a los pobres: es lo que él hizo y lo que quiere seguir haciendo por medio de nosotros. Tenemos muchos motivos para humillarnos en este punto, al ver que el Padre eterno nos destina a lo mismo que destinó a su hijo, que vino a evangelizar a los pobres6 y que indicó esto como señal de que era el Hijo de Dios y de que había venido el Mesías que el pueblo esperaba.7 Tenemos, pues, contraída una grave obligación a su bondad infinita, por habernos asociado a Él en esta tarea divina y por hebernos escogido entre tantos y tantos otros, más dignos de este honor y más capaces de responder a Él que nosotros.
Vicente de Paúl, habla de los pobres del campo y nunca quiere aceptar las parroquias pobres urbanas, porque mira el total abandono que existe en las regiones agrícolas. Por lo que Vicente siente que Dios le está pidiendo que atienda a los más desposeídos. Siente que su destino está en anunciar el Reino de Dios, en predicar el mensaje de Jesucristo, y que éste designio divino es un honor que exige un compromiso serio y que contrae gran cantidad de obligaciones, las cuales detallara en adelante.
Pero, Padre, no somos nosotros los únicos que instruimos a los pobres; ¿no es eso lo que hacen los párrocos? ¿Qué otra cosa hacen los predicadores, tanto en las ciudades como en el campo? ¿Qué es lo que hacen en adviento y cuaresma? Predican a los pobres y predican mejor que nosotros. Es verdad, pero no hay en la Iglesia de Dios una Compañía que tenga como lote propio a los pobres y que se entregue por completo a los pobres para no predicar nunca en las grandes ciudades; y de esto es de lo que hacen profesión los misioneros; lo especial suyo es dedicarse, como Jesucristo, a los pobres. Por tanto, nuestra vocación es una continuación de las suya o, al menos, puede relacionarse con ella en sus circunstancias. ¡Qué felicidad, hermanos míos! ¡Y también cuánta obligación de aficionarse a ella!
Vicente de Paúl, sabe que la función de predicar a los pobres es una obligación para toda la Iglesia y que hay otras instituciones en la Iglesia como los mendicantes y otros, que se han dedicado a mandar misioneros al campo y que muchos párrocos en las ciudades también se ocupan de los pobres. Posiblemente esos misioneros saben predicar mejor que los miembros de la Congregación de la Misión, cuestionando así a los misioneros presentes. También es cierto que muchos misioneros van a los campos para los tiempos litúrgicos fuertes, como Semana Santa o Navidad. Pero que en la Iglesia no hay otra institución que tenga como único fin el Evangelizar a los pobres. Por eso la obra misionera de Vicente, no es una orden, ni una congregación religiosa, es una Comunidad de Vida Apostólica, en la que se antepone la misión a los pobres, antes que la comunidad y las obligaciones propias de los eclesiásticos.
La respuesta de Vicente es clara y concisa, porque sabe que hasta el momento no hay otra comunidad al servicio apostólico exclusivo hacia los pobres, y lo más importante no es hacer grandes prédicas, sino compartir con los que carecen de los medios para una vida digna. Así la Congregación de la Misión tiene la obligación de mantener el espíritu de pobres para poder compartir la Buena Nueva y al mismo tiempo los misioneros estén dispuestos a dejarse evangelizar por los pobres. Vicente hace ver que el mantener vivo el propósito hará feliz a los misioneros, porque siguen los pasos de Jesucristo, quién desempeñó su misión entre los pobres y marginados de su tiempo.
Por tanto, un gran motivo que tenemos es la grandeza de la cosa: dar a conocer a Dios a los pobres, anunciarles a Jesucristo, decirles que está cerca el reino de los cielos y que ese reino es para los pobres.8 ¡ Qué grande es esto! Y el que hayamos sido llamados para ser compañeros y para participar en los planes del Hijo de Dios, es algo que supera nuestro entendimiento. ¡Qué! ¡Hacernos…, no me atrevo a decirlo…, si: evangelizar a los pobres es un oficio tan alto que es, por excelencia, el oficio del Hijo de Dios! Y a nosotros se nos dedica a ello como instrumentos por los que el Hijo de Dios sigue haciendo desde lo que hizo en la tierra. ¡Qué gran motivo para alabar a Dios, hermanos míos, y agradecerle incesantemente esta gracia!
Vicente está consciente que la tarea de dar conocer a Jesús es lo primero que pone las bases de la misión, porque en la sociedad de su tiempo hay mucha gente que habla de Iglesia y de sus decisiones junto con el estado o en contra de los estados protestantes. Vicente encuentra personas que están a favor o en contra de las disposiciones de los obispos y de la Santa Sede, pero que realmente no saben ni en qué época vivió Jesucristo.
Siente Vicente que el mensaje original del cristianismo se ha desviado y se están olvidando las raíces en la persona de Jesús. Luego lo importante es predicar sobre la cercanía del reino de Dios y que es contrario al pensamiento popular de que ese reino es para los reyes y los eclesiásticos quienes tienen poder en cuestiones del Estado. Vicente predica y pide a los misioneros que se difunda la idea de la dignidad de los pobres a quienes les pertenece las bendiciones del reino de Dios. Esta tarea propia de la Congregación de la Misión, de llegar a de predicar con la palabra y dándole el pan los más pobres, coloca a los misioneros en la posición de ser compañeros de la obra de Jesús. Dicho compromiso supera el entendimiento de Vicente y de todos los miembros de la Congregación de la Misión. Por lo que invita a la alabanza como algo indispensable en la vida del misionero, que se siente llamado y feliz de poder compartir el Evangelio con el más necesitados.
Otro motivo que tenemos para dedicarnos a ello por completo, es la necesidad. Ya saben muy bien cuánta es, conocen la ignorancia del pobre pueblo, una ignorancia casi increíble, y ya saben que no hay salvación para las personas que ignoran las verdades cristianas necesarias, pues según el parecer de san Agustín, de santo Tomás y de otros autores, una persona que no sabe lo que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ni la Encarnación ni los demás misterios, no puede salvarse. Efectivamente, ¿cómo puede creer, esperar y amar un alma que no conoce a Dios ni sabe lo que Dios ha hecho por su amor? ¿Y cómo podrá salvarse sin fe, sin esperanza y sin amor? Pues bien, Dios, viendo esta necesidad y las calamidades que, por culpa de los tiempos, ocurren por negligencia de los pastores y por el nacimiento de las herejías, que han causado un grave daño a la Iglesia, ha querido, por su gran misericordia, poner remedio a esto por medio de los misioneros, enviándolos para poner a esas pobres gentes en disposición de salvarse.
Aquí Vicente deja de apelar a las razones espirituales y se coloca ante una necesidad real de la mayoría de la población. Primeramente la ignorancia, porque son muy pocos los que pueden leer y escribir, no existen las escuelas y el conocimiento es sinónimo de poder. Por lo que se instruyen a los hijos de la nobleza, dejando al margen a la población. Como consecuencia de esa ignorancia, la misma Iglesia no ha enseñado las verdades cristianas, porque carecía de evangelizadores en los campos. La población no sabe lo que se predica en las enseñanzas de los grandes teólogos y santos de la Iglesia. Siendo la Iglesia Católica una institución que se ha enriquecido durante siglos de la reflexión de los grandes misterios de Dios, no enseñan al pueblo nada y las autoridades mantienen el monopolio del conocimiento y la reflexión de la palabra de Dios. Dice Vicente que ni siquiera saben lo que es el misterio de Trinidad por lo que se pregunta ¿Cómo se puede amar a alguien si no se conoce? Vicente habla de la culpa que tiene la negligencia de los pastores de la Iglesia, los cuales tienen miedo de que el pueblo se eduque, principalmente los obispos y curas que sólo se ocupan de sofisticados sermones, que nadie entiende, en los púlpitos de París, sin pensar jamás en los pobres del campo. Ese es el origen del nacimiento de herejías, las cuales causan gran daño a la Iglesia, promoviendo falsedades que confunden a la población sobre su manera de actuar ante determinadas situaciones. Pero ¿cómo se puede juzgar que la población crea en cualquier cosa que se les presenta, si no han sido educados? Precisamente por eso hay que tener mucha misericordia y los misioneros deben de disponerse al servicio a los pobres. Así que para cumplir con el papel que Dios les ha designado, los misioneros tendrán que centrarse en la necesidad de la mayoría del pueblo que pide ser atendido en todo sentido.
Hay otros autores que encuentran esta opinión demasiado dura, aunque esté basada en aquellas palabras de Nuestro Señor: Haec est vita aeterna, ut cognoscan te solum Deum verum el quem misisti Jesum Christum:9 la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo; de aquí se puede deducir que los que no conozcan la unidad de Dios, ni la Trinidad, ni a Jesucristo, no tendrán la vida eterna.
Pues bien, dicen algunos que es imposible salvarse sin este conocimiento, mientras que otros dicen lo contrario. En esta duda, ¿no vale más seguir la opinión más segura? In dubiis tutior pars est tenenda. Además, ¿hay algo más digno en el mundo que instruir a los ignorantes en estas verdades, como necesarias para la salvación? ¿No les parece que ha sido una bondad de Dios poner remedio a esta necesidad? ¡Oh Salvador! ¡Señor mío y Dios mío! Tú has suscitado una Compañía para esto; la has enviado a los pobres y quieres que ella te dé a conocer a ellos como único Dios verdadero, y a Jesucristo como enviado tuyo al mundo, para que, por este medio, alcancen la vida eterna. Esto tiene que hacernos preferir esta tarea a todas las ocupaciones y cargos de la tierra y que nos consideremos los más felices del mundo. ¡Dios mío! ¡Quién pudiera comprenderlo!
Aquí Vicente de Paúl se encuentra ante un dilema. Entre los que creen en una postura rígida de la Iglesia y quienes tienen una posición más flexible, descubriendo los valores que tienen los más pobres. Esta es una gran preocupación de la Iglesia, ya que algunas personas creen que únicamente con asistir a los sacramentos encontrarán la salvación, sin importar claramente el testimonio (Ex opere operato), automáticamente por comulgar ya se tiene ganado el cielo, sin importar la atención prestada a la misa. Por otro lado se encuentra una gran parte del pueblo, que no puede dirigirse a los centros urbanos para recibir constantemente los sacramentos, pero el deseo de participar, el testimonio evangélico de vida y los valores que se practican hace a la persona dignas de alcanzar la gracia de Dios (Ex opere operantis).
Vicente de Paúl, mira que lo más importante en la misión propia de la Congregación, su gran tesoro, es el de enseñar sobre el mensaje de Cristo a los más marginados e ignorantes del conocimiento de la religión católica. Esta obra la toma con mucha seriedad durante su vida, ya que ha mandado misioneros a las partes más alejadas de Francia y poco a poco empieza a enviar misioneros a Génova, Polonia y al África.
Así Vicente de Paúl siente el gran llamado de su obra a las misiones populares con el pueblo que se muere de hambre y «se condena» por no conocer el mensaje de salvación de Cristo. La mayoría de la gente del pueblo es ignorante, no por no querer aprender sino porque nadie los atiende.
Además hay otro motivo para asistir a los pueblos: es en relación con los que no hacen buenas confesiones y que se callan adrede algunos pecados mortales; porque esas gentes no reciben la absolución y, al morir en ese estado, se condenan para siempre. ¡Y cuántos encontramos que se callan por vergüenza! No dejan de ir a confesarse y a comulgar; pero de esa buenas acciones ellos hacen otros tantos sacrilegios.
Conozco a uno que tenía un pecado horrible, del que nunca había tenido la fuerza de confesarse. Sucedió que, durante una enfermedad en la que estaba a punto de morir, se confesó con su párroco sin decirle ese pecado tan grave, a pesar de que sabía que, al no decirlo, cometía un sacrilegio y se condenaría si moría de esa manera; sin embargo, no quiso decirlo. Habiendo recuperado la salud, se celebró una misión cerca del sitio donde estaba y vino a confesarse y nos dijo todo lo que acabo de decirles. Vicente de Paúl recuerda un hecho que le sucedió hacía más de 30 años, cuando paseaba con la Señora de Gondí, misionando los campos. Un señor que tenía fama de ser muy buena persona pide que Vicente de Paúl le confiese y se da cuenta de algunos pecados mortales, que si no los hubiera confesado estaría en peligro de muerte. Y se pregunta si este hombre que era bueno, tenía semejantes pecados, imagínense los que no eran tan reconocidos en la comunidad. Por lo que empieza una campaña para confesar a la población. Este acto es uno de los principales motivos de Vicente de Paúl para la creación de la Congregación de la Misión.
Por eso uno de los papeles más importantes de los misioneros ha sido el administrar los sacramentos a las poblaciones más alejadas, que no cuentan con la dicha de un sacerdote cercano, por lo que Vicente motiva a los sacerdotes a dedicar sus misiones al sacramento de la confesión, ya que es un acto de reconciliación con Dios y con los hermanos de la comunidad.
Si esto es así, fíjense cuántos motivos tenemos para alabar a Dios por habernos enviado como un remedio para esta desdicha y cómo tienen que inflamarse nuestros corazones en el amor al trabajo en la asistencia al pobre pueblo, entregándonos conscientemente a esta tarea, ya que su necesidad es extrema y Dios lo está esperando de nosotros.
Vicente de Paúl se ha valido de toda la explicación anterior para sentirse dichoso de la misión que se le ha encomendado. Y la motivación a que cada misionero entregue su vida con mucha dedicación. El llamado aquí es para que se tenga claro el objetivo, de que es una entrega a Dios, que se refleja en el servicio constante a los pobres. Vicente mira la necesidad de que la Iglesia Católica se llene de amor a los más desposeídos y esté en capacidad de abandonar sus comodidades personales y poder atender a las necesidades del pueblo. Vicente de Paúl entiende que esta labor es la que Dios espera de la Congregación de la Misión.
Así pues, actúan en contra de la Regla los que no quieren ir a una misión o los que, por haber tenido que sufrir algo en ella, no quieren volver, o que, por gustarles más el trabajo en los seminarios eclesiásticos, no quieren salir de allí, o que sintiendo gusto en otra ocupación no quieren dejarla para ir a misionar, a pesar de ser un trabajo tan necesario. Ciertamente, es cosa digna de un misionero tener y conservar este deseo de ir de misiones, de fomentar este empeño de asistir al pobre pueblo de la forma con que le asistiría Nuestro Señor, si estuviese todavía en la tierra, y finalmente de dirigir su intención para vivir y morir en este santo ejercicio. Esto es lo que hay que hacer; no tienen por qué asustarnos las dificultades; es una obra de Dios, que merece que superemos todas las repugnancias y resistamos a las tentaciones. Es lo que les pasa a todos los que quieren seguir a Nuestro Señor; ¿no estuvo también Nuestro Señor sujeto a ellas?10. El las superó y seguramente nos concederá a nosotros esa gracia, si queremos combatir lo mismo que él. Una cosa que nos ayudará mucho en esto es que seamos indiferentes ante las tareas.
Aquí hace una breve advertencia contra aquellos que se niegan a acompañar en la misiones populares, que se han organizado. Pone como ejemplo al mismo Cristo, el cual tuvo tentaciones, pero que pudo vencerlas y así se presentan las grandes tentaciones de la comodidad, de la vida fácil y de aprovecharse de las situaciones, para abandonar la obra que Dios les ha encomendado de ir a los lugares más lejanos y asistir a la gente más pobre de Francia. Seguro que Vicente de Paúl se había encontrado con varios casos de personas que para una primera misión se sentían profundamente motivadas, pero que al ver lo duro de aquellas experiencias, había dejado por un lado sus motivaciones y buscaba excusas para no asistir a las misiones populares. Por eso el fundador de la Congregación, motiva en la presente conferencia a todos los misioneros que dejen atrás las posibles repugnancias que pudieran tener en los poblados pobres. Pide que tomen fuerza y valor para aceptar las adversidades del medio y hacerle frente a las situaciones.
El tercer fin de nuestro humilde instituto es instruir a los eclesiásticos, no solamente en las ciencias, para que las sepan, sino en las virtudes para que las practiquen. ¿De qué sirve enseñarles las unas sin las otras? Nada o casi nada. Necesitan capacidad y una buena vida; sin ésta, aquella es inútil y peligrosa. Tenemos que llevarlos igualmente a las dos; eso es lo que Dios pide de nosotros. Al principio, no pensábamos ni mucho menos en servir a los eclesiásticos; sólo pensábamos en nosotros y en los pobres. ¿Cómo empezó el Hijo de Dios? Se ocultaba, parecía que pensaba sólo en sí mismo, oraba a Dios y sólo hacía acciones particulares; no aparentaba nada más, hasta que empezó a anunciar el Evangelio de los pobres; luego, con el tiempo, eligió a los apóstoles, se esforzó en instruirlos, amonestarlos y formarlos,11 y finalmente los animó de su espíritu, no sólo para ellos, sino para todos los pueblos de la tierra; les enseñó además todas las máximas para hacer sacerdotes, para administrar los sacramentos y cumplir con su ministerio. Sería demasiado largo entrar en detalles. Del mismo modo, al comienzo, la Compañía sólo se ocupaba de sí misma y de los pobres; durante ciertas estaciones, se retiraba a sus casas particulares; durante otras, iba a enseñar a los pobres del campo. Dios permitió que en nosotros sólo se viera esto;12 pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos,13 nos llamó para que contribuyéramos a formar buenos sacerdotes, a dar buenos pastores a las parroquias y a enseñarles lo que tienen que saber y practicar. ¡Qué tarea tan importante! ¡qué sublime! ¡cuán por encima de nosotros! ¿Quién había pensado jamás en los ejercicios de los ordenandos y en los seminarios? Nunca se nos hubiera ocurrido esta empresa si Dios no nos hubiera demostrado que era su voluntad emplearnos en ella. Dios es, por tanto, el que ha llevado a la Compañía a estos oficios sin elección por nuestra parte, pidiendo de nosotros esta dedicación, que ha de ser una dedicación seria, humilde, devota, constante y en correspondencia con la excelencia de la obra.
Esta parte de la conferencia es un resumen de toda la obra que emprendió Vicente de Paúl, en los últimos años, con tal de continuar su obra en favor de los pobres. Una obra que se estaba levantando con mucho esfuerzo y que no podía desaparecer, por lo que también es importante la formación de nuevos agentes de cambio dentro de la Iglesia. En una Iglesia que se ocupa únicamente de las ciudades, Vicente de Paúl colabora con la formación de nuevos sacerdotes en distintas diócesis de Francia, con el fin de atender las misiones y a las personas más necesitadas de la ayuda de la Iglesia Católica. Ese es el oficio propio de la Congregación de la Misión y lo resume no por medio de teorías, sino por medio de actos palpables que son parte de su constante empeño de construir el Reino de Dios en medio de los pobres.
Vicente entiende globalmente como la perfección de los miembros de la Congregación, la predicación de la misiones y la instrucción a los eclesiásticos, tienen el fin de imitar a Cristo evangelizador y servidor de los pobres. No como una decisión personal sino que entiende como la obra de la Compañía ha sido un designio divino y que Vicente ha llegado a entender, emprendiendo la labor que constituye las labores propias de la Congregación de la Misión.
Esto es, poco más o menos, lo que yo tenía que decirles en la explicación de esta Regla. Veamos ahora las dificultades con que nos podemos tropezar. En primer lugar, se le hubiera podido preguntar al Hijo de Dios: «¿Para qué has venido? Para evangelizar a los pobres. Eso es lo que el Padre te ordenó; entonces, ¿para qué haces sacerdotes? ¿por qué les das el poder de consagrar, el de atar y desatar, etcétera?».14 Puede decirse que venir a evangelizar a los pobres no se entiende solamente enseñar los misterios necesarios para la salvación, sino hacer todas las cosas predichas y figuradas por los profetas, hacer efectivo el Evangelio. Ya sabéis que antiguamente Dios rechazó a los sacerdotes manchados,15 que habían profanado las cosas santas; sintió horror de sus sacrificios y dijo que suscitaría otros que, desde el levante hasta el poniente y desde el mediodía hasta el septentrión, harían resonar sus voces y sus palabras: In omnem terram exivit sonus eorum.16 ¿Por medio de quién cumplió estas promesas? Por su Hijo, nuestro señor, que ordenó sacerdotes, los instruyó y los formó y les dio poder para ordenar a otros: Sicut misit me Pater, et ego mitto vos.17 Y esto para hacer, por medio de ellos, lo que él mismo había hecho durante su vida, para salvar a todas las naciones por medio de las instrucciones y de la administración de los sacramentos.
Esto es hacer efectivo el Evangelio, desarrollar la virtudes que enseñó Jesucristo y el poder compartir la vida con las demás personas. Así el primer llamado de las Reglas de la Congregación de la Misión está en buscar la perfección, en buscar la santidad; pero no una santidad que encierre al clérigo en su convento, sino que lo hace un testigo de conversión dentro de la comunidad a la que sirve. Así se hace efectivo el Evangelio, así se logra que el mensaje de Jesús no se quede en bonitos discursos y largas predicaciones.
Y Vicente de Paúl lo recalca en este pequeño resumen de los expuesto hasta el momento de las Reglas Comunes. Advirtiendo que en la antigüedad Dios rechazó por completo a los sacerdotes manchados y que por eso es tan importante la constante evaluación de las acciones propias y comunitarias que se tiene en la Congregación de la Misión, en búsqueda de servir a los más pobres.
Podría decirse en la Compañía: «Padre, yo estoy en el mundo para evangelizar a los pobres, y quiere usted que trabaje en los seminarios; quiero dedicarme a lo que he venido a hacer, que son las misiones en el campo, y no encerrarme en una ciudad para servir a los eclesiásticos». Sería un engaño, y un gran engaño, no querer dedicarse a hacer buenos sacerdotes, tanto más cuanto que no hay nada mayor que un sacerdote, a quién él le da todo poder sobre su cuerpo natural y su cuerpo místico, el poder de perdonar los pecados, etcétera. ¡Dios mío! ¡Qué poder! ¡Qué dignidad! Esta consideración nos obliga, por consiguiente, a servir a ese estado tan santo y tan elevado.
Vicente de Paúl sabe que esta es una de las excusas más utilizadas por los misioneros para abandonar el trabajo fuerte en el campo, dicen que quieren trabajar en la formación del clero, olvidando el sentido original de la misión. El fundador de la Congregación de la Misión, conoce el gran valor de los maestros que ayudan en la formación del clero diocesano, pero sabe que es importante la experiencia misionera previa, el cual le llenará de contenido sus enseñanzas en los seminarios.
He aquí otra consideración: la necesidad que tiene la Iglesia de buenos sacerdotes, que reparen tanta ignorancia y tantos vicios de los que está cubierta la tierra, y que libren a la pobre Iglesia de este lamentable estado, por el que las almas buenas deberían llorar lágrimas de sangre.
Puede ser que todos los desórdenes que vemos en el mundo tengan que atribuírseles a los sacerdotes. Esto podrá escandalizar a algunos, pero el tema requiere que indique, por la grandeza del mal, la importancia del remedio. Se han tenido varias conferencias sobre esta cuestión, que ya se ha tratado a fondo, para descubrir las fuentes de tanta desgracia; pero el resultado ha sido que la Iglesia no tiene peores enemigos que los sacerdotes. De ellos es de donde han nacido las herejías: testigos son esos dos heresiarcas Lutero y Calvino, que eran sacerdotes; por los sacerdotes es como se han impuesto los herejes, reinan los vicios y la ignorancia ha establecido su trono entre el pobre pueblo; y esto por culpa de su propios desórdenes y por no haberse opuesto con todas su fuerzas, como tenían obligación, a esos tres torrentes que han inundado la tierra.
¡Qué sacrificio hacen a Dios, hermanos míos, trabajando en su reforma, de manera que vivan según la alteza y la dignidad de su condición y pueda la Iglesia lenvantarse, por este medio, del oprobio y de la desolación en que se encuentra!
Esta parte de la conferencia nos muestra en pocas palabras la crisis en la que estaba pasando la Iglesia católica debido a la reforma protestante, y a la manera en que la Iglesia descubría sus puntos flacos, para buscar su renovación.
Y pide que cada uno de los miembros de la Congregación de la Misión, tome en serio su responsabilidad de rescatar los valores que se han perdido en la Iglesia y en el mundo. Así propone que su trabajo sea llevado hasta las últimas regiones misioneras, a fin de que se conozcan los cambios que se estaban operando en la Iglesia Católica del siglo XVII.
Esta es una de las mayores preocupaciones de los obispos, los cuales le abren las puertas a la Pequeña Compañía, ya que los misioneros están dispuestas a llegar a todo lugar donde sea necesaria su presencia, en búsqueda de mantener la construcción del Reino de Dios.
Vicente de Paúl, recuerda que han sido dos sacerdotes Lutero y Calvino, quienes han propagado las más grandes herejías o ataques contra la Iglesia Católica, los cuales además han abandonado la Iglesia y han fundado nuevos movimientos que se oponen frontalmente a la Iglesia de Roma. Lo importante para Vicente de Paúl, está en la calidad de formación que tengan los sacerdotes y el claro compromiso con el pueblo de Dios, al cual deben de servir y que eso les ayudará para contrarrestar las herejías que se divulgaban en aquellos tiempos.
Padre, pese que hagamos esto; más, ¿por qué hemos de atender a las Hijas de la Caridad? — ¿No ha venido el Hijo de Dios a evangelizar a los pobres, a hacer sacerdotes, etcétera? Sí. ¿No quiso que fueran en su Compañía algunas mujeres?18 Sí. ¿No las ha dirigido a la perfección y al servicio de los pobres? Sí. Pues si Nuestro Señor, que hizo todas las cosas para nuestra instrucción, así lo quiso, ¿creen que no haremos bien en seguirle? ¿Es acaso contrario a su proceder cuidarse de esas mujeres para la asistencia de los pobres enfermos? ¿No tuvieron también los apóstoles mujeres a su cuidado? Ya saben que desde entonces hubo diaconisas, que hicieron maravillas en la Iglesia de Dios, que tenían por oficio colocar en su sitio a las mujeres y enseñarles las ceremonias en las asambleas, y de esta manera Dios se veía igualmente servido por el uno y por el otro sexo; ¿y creeremos nosotros que no es asunto de la Misión hacer que Nuestro Señor sea servido y honrado por los dos? ¿No somos imitadores de ese divino Maestro, que parece que no venía a este mundo más que por los pobres y que, sin embargo, dirigió a un grupo de mujeres? Vean, hermanos míos, qué gran bendición de Dios es que nos encontremos en el mismo estado en que se encontró el Hijo del Padre eterno, dirigiendo como él a unas mujeres que sirven a Dios y al público de la mejor manera que esas pobres mujeres son capaces de hacer.
Aquí Vicente de Paúl hace un llamado muy importante en varios sentidos. Primeramente en el reconocimiento de la dignidad de la mujer, porque recobra un término utilizado en las primeras comunidades cristianas, que es el nombre de «diaconisas», palabra que viene del griego y que significa la persona que está en disposición de servir. Esta disposición de servir, especialmente a los más pobres es la principal cualidad de las Hijas de la Caridad. Vicente pone de ejemplo al mismo Jesús, quién se hace acompañar por algunas mujeres, a quienes les da su lugar, las respeta, las quiere y las involucra en su plan de salvación. Así la visión Vicentina de promover a la una Compañía Religiosa activa femenina, es un adelanto en la Iglesia, ya que todas las congregaciones femeninas en esa época se mantenían enclaustradas en conventos y la idea de mujeres que sirvieran en las calles, en los campos y que acompañaran las necesidades de los más pobres, era realmente una novedad de su tiempo.
Así también las Hijas de la Caridad, para Vicente, son un valioso tesoro que está surgiendo dentro de la Iglesia, y es obligación de los misioneros atenderlas. No les queda otro camino a los misioneros, si realmente quieren cumplir con ese llamado de Evangelizar a los pobres, tienen que cumplir con la exigencia de ayudar en todo lo que sea posible a las Hijas de la Caridad. Y es que la labor de las Hijas de la Caridad, en su calidad de servidoras de los pobres, es inigualable. Desde el principio en el siglo XVII, son las mujeres más atrevidas dentro de la Iglesia. Primeramente porque no están dentro de cuatro paredes y encerradas dentro de un convento, son mujeres valientes que se arriesgan a rescatar a los niños abandonados, dar de comer a los hambrientos y ayudar a los enfermos en los hospitales. Acompañan a los sacerdotes de la misión en la asistencia material a los más necesitados. Por lo tanto Vicente de Paúl siente el gran regalo de Dios, que se expresa en hacerse acompañar por mujeres que entregan su vida al servicio de los más necesitados por lo que es una obligación de los misioneros atenderlas. Esta ayuda mutua es un signo de unidad dentro de la familia vicentina.
Pero ¿para qué, me dirá alguno, encargarse de un hospital? Ahí están esos pobres del Nombre de Jesús que nos trastornan: hay que ir a decirles misa, a instruirles, a administrarles los sacramentos y a ocuparnos de todas sus cosas; ¿y por qué hemos de ir hasta la frontera a distribuirles limosnas, exponiéndonos a muchos peligros y apartándonos de nuestras funciones? — Padres, ¿es posible criticar estas buenas obras sin ser un impío? Si los sacerdotes se dedican al cuidado de los pobres, ¿no fue también éste el oficio de Nuestro Señor y de muchos grandes santos, que no sólo recomendaron el cuidado de los pobres, sino que los consolaron, animaron y cuidaron ellos mismos? ¿No son los pobres los miembros afligidos de Nuestro Señor? ¿No son hermanos nuestros? Y si los sacerdotes los abandonan, ¿quién quieren que les asista? De modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano Juez de vivos y muertos: «Vengan, benditos de mi Padre; posean el reino que les está preparado, porque tuve hambre y me diste de comer; estaba desnudo y me vestiste; enfermo y me cuidaste»19. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto; y es lo que Nuestro Señor practicó y tienen que practicar los que lo representan en la tierra, por su cargo y por su carácter, como son los sacerdotes. Y he oído decir que lo que ayudaba a los obispos a hacerse santos, era la limosna.
Vicente de Paúl es el primer fundador de un Hospital General en el mundo y por eso habla sobre el gran valor que para el misionero debe tener el trabajo en los hospitales. Recordando a Mateo 25 en donde Jesús habla de que la caridad que se practica es la llave para poder acceder a la plenitud del Reino de Dios, señala la importancia de que todo misionero esté dispuesto a atender un hospital.
Este servicio a los pobres es un servicio que todo cristiano debe estar dispuesto a dar un momento de su tiempo, haciendo vida el Evangelio y preocuparse por las necesidades del prójimo. Por eso Vicente utiliza la parábola que aparece en Lucas 10 sobre el buen samaritano, porque quién es capaz de ayudar al que sufre, ese es su prójimo.
Esta labor de los hospitales también tiene sus grandes dificultades, para animar a los que sufren, visitar a los abandonados, asistir a los que han quedado a la deriva y predicar una palabra de vida a los que están cerca de la muerte. Es una labor que requiere de empaparse de ese espíritu de Jesús, quién «se compadece de la muchedumbre».
Pero, Padre, me dirá alguno, ¿está en nuestra Regla que recibamos a los locos en San Lázaro y a esas almas tan rebeldes que parecen pequeños demonios? — Le diría a ése que Nuestro Señor quiso verse rodeado de lunáticos, endemoniados, locos, tentados y posesos20; se los llevaban de todas partes para que los librase y los curase , y él procuraba poner remedio. ¿Por qué vamos a condenar esto entre nosotros, cuando intentamos imitar a Nuestro Señor en una cosa, que él indicó que le agradaba tanto? Si recibió a los locos y a los endemónianos, ¿por qué no los vamos a recibir nosotros? No vamos a buscarlos, sino que nos los traen; ¿qué sabemos nosotros si su providencia, que así lo ordena, no quiere servirse de nosotros para remediar la enfermedad de esas pobres gentes, si él los amó tanto que quiso pasar también él por loco y parecer como si estuviera furioso y delirante, para santificar en su sagrada persona ese estado? Et tenuerunt eum, dicentes quoniam in furorem versus est.21 ¡Oh Salvador mío y Dios mío! ¡Concédenos la gracia de mirar estas cosas con los mismos ojos con que tú las miras?
San Lázaro es una casa que recibe a enfermos y mendigos, pero que también está recibiendo a personas con enfermedades mentales. Estos son los pobres entre los pobres, porque hasta los mismo pobres los desprecian por su enfermedad mental. Parecen «demonios», le replican algunos miembros de la Congregación de la Misión a Vicente de Paúl, pero él sabe que de ellos nadie se ocupará y que es importante pedirle a Dios mucha paciencia para poder atenderlos con ojos de misericordia.
Jesús mismo habla en Mateo 9, que él no vino por los sanos, sino por lo enfermos y Vicente de Paúl hace ver que Jesús se compadece de las personas que estaban locas, endemoniadas; y que además había sido capaz de sacarles esos malos espíritus y que esa también era función prioritaria para los miembros de la Congregación de la Misión: atender a los más despreciados de la sociedad.
¿Y por qué encargarnos de los niños expósitos? ¿Es que no tenemos ya bastantes quehaceres? — Hermanos míos, acordémonos de lo que dijo Nuestro Señor a sus discípulos: «Dejen que los niños vengan a mí»22; guardémonos mucho de impedir que vengan a nosotros; si no, seríamos contrarios a él. ¿Qué amistad no demostró él por los niños, hasta tomarlos en brazos y bendecirlos con su mano? ¿No fueron ellos la ocasión para que nos diera una Regla para nuestra salvación, mandándonos que nos hiciéramos semejantes a ellos, si queríamos entrar en el reino de los cielos?23 Cuidar de los niños es, en cierto modo, hacerse niño; y cuidar de los niños expósitos es ocupar el lugar de sus Padres, o mejor aún, el de Dios, que dijo que, si la madre llegara a olvidarse de su hijo, él no lo olvidaría. Si Nuestro Señor viviese aún entre los hombres y viese a los niños abandonados por su Padre y por su madre, como éstos, ¿creen acaso, Padres y hermanos míos, que los abandonaría? Detenerse a pensar en esto sería cometer una injuria contra su bondad infinita, y seríamos infieles a su gracia, que nos ha escogido para la dirección de ese asilo, si quisiéramos librarnos de las molestias que nos causa.24
Los niños expósitos son los que han sido abandonados en la calle, y constituye una de las obras más importantes en el principio de la Congregación de la Misión. Y Vicente de Paúl los coloca como aquellos que al carecer de Padre y madre, necesitan de ese amor de Dios, que será su Padre, pero que se reflejará en el amor que expresen los misioneros en su atención a los niños.
Vicente de Paúl hace también esa opción por los niños pobres, que por ser niños han sido despreciados por sus Padres y por la sociedad. Pero que la misma necesidad ha ido marcando el camino de las obras de caridad que Vicente de Paúl ha fundado.
Les hablo de todas estas objeciones, hermanos míos, antes de que se presenten, porque pudiera ser que algún día se presentasen. Yo no puedo ya durar mucho; pronto tendré que irme; mi edad, mis achaques y las abominaciones de mi vida no permiten que Dios me siga tolerando por mucho tiempo en la tierra. Podría suceder que, después de mi muerte, algunos espíritus de contradicción y comodones dijesen; «¿Para qué molestarse en cuidar de esos hospitales? ¿Cómo poder entender a esas personas arruinadas por la guerra y para qué ir a buscarlas en sus casas? ¿Por qué cargarse de tantos asuntos y de tantos pobres? ¿Por qué dirigir a las mujeres que atienden a los enfermos y por qué perder el tiempo con los locos?» . Habrá algunos que criticarán esas obras, no lo duden; otros dirán que es demasiado ambicioso enviar misioneros a países lejanos, a las Indias, a Berbería. Pero, Dios y Señor mío, ¿no enviaste tú a santo Tomás a las Indias y a los demás apóstoles por toda la tierra? ¿No quisiste que se encargaran del cuidado y dirección de todos los pueblos en general y de muchas personas y familias en particular? No importa; nuestra vocación es: Evangelizare pauperibus.25
Vicente ya siente que le queda poco tiempo de vida, de hecho muere en menos de dos años después de la presente conferencia, y sabe que se encontrará con estas oposiciones y con muchas más.
Pero siempre hace énfasis en que las opciones de la Congregación de la Misión son trabajos difíciles y que el espíritu de la comunidad, posiblemente, lleve a sus miembros a olvidarse de las funciones esenciales por las cuales se ha creado la Congregación. Pero también advierte que no se deben de poner limitaciones a las nuevas metas que se piensen, siempre y cuando cumplan con los objetivos de servir a los más pobres. Porque la vocación específica de la Compañía es Evangelizar a los pobres.
Además sabe que la gente que critica se encuentra en todas partes y no faltarán miembros de la Congregación, o personas ajenas a la misma, que empezarán a criticar y a verle problemas a las obras que han sido escogidas según las necesidades más importantes que se han ido detectando y atendiendo.
El mismo Jesús también advierte que la labor de evangelización no es un lecho de rosas y que siempre se encontrarán con las contradicciones que se advertían en Mateo 5 y Lucas 21, de personas que les criticarán, pero que en ese momento sabrán que están haciendo lo que Dios les pide.
Deseamos dar misiones aquí; ya hay bastante que hacer, sin ir más lejos; deseo ocuparme en esto; ¡que no me hablen de los niños expósitos, ni de los ancianos del Nombre de Jesús ni de esos presos! — Algún día vendrán esos espíritus mal nacidos que se pondrán a criticar todos los bienes que Dios nos ha hecho abrazar y sostener con tan gran bendición; no lo dudéis. Advierto de ello a la Compañía, para que mire siempre las cosas tal como son, como obras de Dios, que Dios nos ha confiado, sin que nosotros nos hayamos metido en ninguna de ellas ni hayamos contribuido por nuestra parte en lo más mínimo a encargarnos de ellas. El nos ha dado, o aquellos en quienes resido el poder, o la pura necesidad, que son los caminos por los que Dios nos ha comprometido en estos designios. Por eso todo el mundo piensa que esta Compañía es de Dios, porque se ve que acude a las necesidades más apremiantes y más abandonadas.
Realmente Vicente siente que los pobres son como el regalo que Dios le ha confiado y que pronto algunos misioneros sentirán que son una carga y que no son causa de bendición. Pero por eso es importante comprometerse de lleno a este trabajo que el mismo Dios les ha confiado: Ir con los más pobres de los pobres.
Para Vicente de Paúl, toda su labor no ha sido efecto de la casualidad o de sus terquedades, sino que han sido los signos en la realidad de Francia, la que ha iluminado con el mensaje de Cristo, para descubrir cuales eran las necesidades más grandes, para hacer obras en las cuales podrá evangelizar a los más pobres.
A pesar de todo esto, no faltará quien vea mal estas cosas; les advierto de ello, hermanos míos, antes de abandonarse, con el mismo espíritu con que Moisés advertía a los hijos de Israel, según se dice en el Deuteronomio26. Yo me voy, no me verán27; sé que algunos de ustedes se levantarán para seducir a los demás; harán lo que les prohibo28 y dejarán de hacer lo que les recomiendo de parte de Dios. No se dejen sorprender29, porque, si obran como ellos, caerán sobre ustedes males que les destruirán; por el contrario, si observan las obras del Señor sin recortarlas en nada, serán bendecidos con toda clase de bendiciones. Post discessionem meam,30 decía san Pablo, venient lupi rapaces.31 Después que yo me vaya, vendrán lobos rapaces, y de entre ustedes surgirán falsos hermanos que les anunciarán cosas perversas y les enseñarán lo contrario de lo que os dicho ; pero no los escuchen, son falsos profetas. Llegará incluso a haber, hermanos míos, esqueletos misioneros que intentarán insinuar falsas máximas para arruinar, si pudieran, estos fundamentos de la Compañía; a ésos es a los que hay que resistir.
Vicente hace nuevamente una advertencia de cuidarse de los lobos rapaces que vienen vestidos con piel de oveja, y que les enseñaran todo lo contrario del mensaje original de Vicente de Paúl. Si eso pasa se podrá arruinar a la Compañía, ya que los fundamentos de la misma podrían ser tergiversados y dejaría a los misioneros sin metas claras en su opción pastoral. Vicente de Paúl, se imagina que al igual que Moisés que advierte al pueblo de Israel sobre las amenazas que encontrarán luego de su muerte, así advierte a los misioneros sobre los peligros de falsos discursos que aparecerán y que podrían llevar a la ruina a la Congregación. Lo más importante por lo tanto es mantener el espíritu de ayuda a los más necesitados, porque esa es la esencia de la Congregación.
No sé si sería demasiado decir lo que dijo san Benito antes de morir. Había entonces, en las casas que había fundado, algunos religiosos descontentos que decían: «¿Para qué esto y aquello?», murmurando de las normas y condenando algunas prácticas santamente establecidas; llegó esto al conocimiento del santo abad, que empezó a temer que se derrumbase todo después de su muerte . ¿Qué es lo que hizo? Se trata de una orden en la que no hay superior general; cada casa es autónoma de las demás y no recibe visita ni corrección de ninguna otra; pues bien, san Benito conjuró a los obispos vecinos para que, cuando viesen algún desorden en ellas, pusieran remedio con reprimendas y mediante suspensión, para reprimir a las monjas rebeldes y díscolos; y pide incluso a los nobles de los alrededores que acudan contra ellos por la fuerza y las armas para mantenerlos en su deber. No quiero yo decir todo esto, sino únicamente que si alguno llegara a proponer más tarde en la Compañía que se quitase esta práctica, se abandonase este hospital, se retirase a los que trabajan en Berbería, se quedasen aquí, no fuesen allá, se dejase esta tarea y no se acudiese a las necesidades de lejos, que dijiesen con energía a esos falsos hermanos: «Señores, déjennos con las leyes de nuestros Padres, en la situación en que estamos; Dios nos ha puesto aquí y quiere que permanezcamos aquí». Manténganse firmes.
Vicente de Paúl propone un ejemplo muy interesante, como es el que implementan para el seguimiento de la Regla de San Benito y la manera en que les pidió a los obispos que le ayudasen, al sentir cercana su muerte. En este caso no se propone dejarle el poder a los obispos o a los nobles con sus ejércitos cercanos, a que obliguen a los misioneros a mantenerse en sus obras. Sino que apela a los mismos miembros de la Congregación a mantener firme los principios que la sustentan. Porque si alguno se le ocurre proponer cambios, que van contra el espíritu original del servicio a los pobres son indicaciones que se oponen al espíritu por el cual se funda la Congregación de la Misión. Por eso ha pedido en toda la conferencia que los misioneros se empapen del conocimiento de lo que significa exactamente el «evangelizar a los pobres».
Pero la Compañía, dirán algunos, se encuentra trabada con esa ocupación. — ¡Ay! Si en su infancia ha sostenido este peso y ha llevado tantos otros , ¿por qué no va a poder llevarlos cuando sea más fuerte? «Déjennos, habrá que decirles, déjennos en la situación en que estaba Nuestro Señor en la tierra; estamos haciendo lo que él hizo; no nos impidáis que le imitemos». Amonéstenlos, hermanos míos, amonéstenlos y no les escuchen.
¿Y quiénes serán los que intenten disuadirnos de estos bienes que hemos comenzado? Serán espíritus libertinos, libertinos, libertinos, que sólo piensan en divertirse y, con tal que haya de comer, no se preocupan de nada más. ¿Quiénes más? Serán… Más vale que no lo diga. Serán gentes comodonas (y decía esto cruzando los brazos, imitando a los perezosos), personas que no viven más que en un pequeño círculo, que limitan su visión y sus proyectos a una pequeña circunferencia en la que se encierran como en un punto, sin querer salir de allí; y si les enseñan algo fuera de ella y se acercan para verla, enseguida se vuelven a su centro, lo mismo que los caracoles a su concha.
Algunas personas comodonas y que se encierran en su pequeño círculo, sin ver más allá de sus narices, hablarán de que esa función de atender a los pobres es una función en los orígenes, pero que la Congregación tendrá que superar esa visión. Por eso Vicente advierte de que es importante salir de esa concha y abrirse a lo que el espíritu indique a la Congregación, siguiendo el sentido de original de servir a los más pobres. Así que Vicente pide que se les llame la atención a esos hermanos que siempre quieren salirse con su conveniencia y que se aprovechan de la libertad, para ser libertinos y desvirtuar la obra clara de la Congregación de la Misión.Nota que, al decir esto, hacía ciertos gestos con las manos y con la cabeza, con cierta inflexión de la voz un poco despreciativa, de manera que con esos movimientos expresaba mejor que con sus palabras lo que quería decir.
Los gestos que nos describe el relator, muestra su cansancio, tanto de hablar, como de no querer pensar en esas personas comodonas, que buscan todo suave y que sabe que le harán un gran daño a la Compañía.
Y recogiéndose luego, se dijo a sí mismo:
¡Miserable de ti, que eres un viejo parecido a todos esos! Las cosas pequeñas te parecen grandes y las dificultades te encogen. Sí, Padres; hasta el levantarme por la mañana me parece insoportable y las menores molestias me parecen insuperables. Serán espíritus raquíticos, gentes como yo, las que quieran separar a la Compañía de sus prácticas y ocupaciones. Entreguémonos a Dios, hermanos, para que nos conceda la gracia de mantenernos firmes. Tengamos firmeza, hermanos míos, tengamos firmeza, por amor de Dios; él será fiel a sus promesas y no nos abandonará jamás, mientras le estemos sometidos para el cumplimiento de sus designios. Mantengámonos firmes en el círculo de nuestra vocación; esforcémonos en tener vida interior, en concebir grandes y santos ideales por el servicio de Dios; hagamos el bien que se nos presente de la manera que hemos dicho. No digo que haya que llegar hasta lo infinito y abrazarlo todo indiferentemente, pero si todo lo que Dios nos dé a conocer que pide de nosotros.32 Nosotros somos para él y no para nosotros; si aumenta nuestro trabajo, él también aumentará nuestras fuerzas. ¡Oh Salvador! ¡Qué felicidad! ¡Oh Salvador! Si hubiera varios paraísos, ¿a quién se los darías sino a un misionero que haya mantenido con reverencia en todas las obras que le has encomendado y que no ha rebajado las obligaciones de su estado? Esto es lo que esperamos, hermanos míos, y lo que le pediremos a su divina Majestad; y todos, en este momento, le daremos gracias infinitas por habernos llamado y escogido para unas funciones tan santas y santificadas por el mismo Nuestro Señor, que fue el primero en practicarlas. ¡Oh! ¡Cuántas gracias tenemos motivos para esperar, si las practicamos con su mismo espíritu, por la gloria de su Padre y por la salvación de las almas! Amen.
Es un monólogo que expresa su oración interna y su esperanza en que la obra de la Congregación de la Misión siempre saldrá adelante.
IV.2.2 Actualidad en Centro América de la Conferencia «Sobre los Fines Propios de la Congregación de la Misión.
Es importante recordar que la Conferencia del 6 de diciembre, es un comentario que hace el propio Vicente de Paúl, sobre las Reglas Comunes, las cuales han sido elaboradas después de varios años de servicio a los Pobres. Y es una Conferencia no sólo para los sacerdotes ya que Vicente de Paúl sabe la importancia de la presencia de los hermanos Coadjutores en la formación de los viernes.
Empieza leyendo sobre la primera obligación que tienen los miembros que se comprometen en la Congregación de la Misión. Lo primero es la perfección personal, la búsqueda constante de la santidad. Una santidad que no está en función de mis intereses, sino una perfección que me compromete a ser testimonio en la comunidad en la que se viva.
En todo el mundo cada vez se comentan con mayor frecuencia ciertos escándalos o problemas en los que se encuentran los sacerdotes. Eso ha logrado crear una mala imagen del sacerdocio, mala fama y hasta mitos destructivos carentes de fundamento. Mucha gente está viendo lo que hacen o dejan de hacer los misioneros. Eso implica mayor compromiso de proyectar un buen testimonio ante la comunidad. Porque la gente va a dejar de creer en chismes y en las noticias amarillistas, en la medida que observen un buen testimonio de los ministros que se encuentran en la comunidad.
Si el misionero es el primero que reza, ayuda al prójimo, lleva una vida libre de vicios, respeta a las demás personas (especialmente a las mujeres y a los niños), trata con justicia a sus trabajadores, entonces el misionero estará predicando principalmente con el testimonio, lo que será un signo evangélico en la comunidad.
En Centro América los misioneros Vicentinos deben seguir trabajando sobre muchos aspectos a mejorar, no se puede ser perfecto, pero es la primera exigencia que pide Vicente de Paúl, antes de dedicar gran cantidad de tiempo en hacer obras de apostolado, lo primero como condición indispensable, es el testimonio personal.
La segunda de las obligaciones que presentan las Reglas Comunes de la Congregación de la Misión se refiere en la opción clara de dirigirse a los pobres y con mayor razón a los pobres del campo. Aunque Vicente sabía que había pobreza extrema en las ciudades, siempre propuso la idea de trabajar exclusivamente en los campos, por ser los más abandonados. Actualmente por la situación de violencia, hay barrios pobres en las ciudades que también son totalmente aislados, por ese motivo los misioneros han tomado parroquias urbanas en lugares de miseria, como los barrancos de la zona 3 y la colonia Bethania en ciudad de Guatemala, Barrio San Jacinto en San Salvador y Curundú en la ciudad de Panamá.
Todas las obras de la Congregación de la Misión en Centro América se encuentran en lugares en donde la pobreza es una realidad diaria. Pero falta verdaderamente hacer una opción clara por atender a los más pobres entre los pobres. Muchas se prefiere tener obras y atender a personas que no están sumidas en la pobreza extrema. Es una obligación de los miembros de la Congregación de la Misión, hacer efectiva la opción por los pobres.
Vicente de Paúl sabía que iban a ver personas que en algún momento podrían buscar un acomodo, precisamente por eso pide que no se olvide que los pobres son un la razón de existir de la Congregación de la Misión.
Esta motivación es la que invita a Vicente de Paúl a fundar las misiones fuera de Francia, y cada vez que la Congregación de la Misión ha optado por enviar misioneros es cuando la Congregación se ha renovado. Actualmente el Equipo Misionero de la Libertad, Petén, está haciendo un trabajo misionero en las regiones más apartadas de ese departamento al norte de Guatemala, que necesita una gran atención pastoral. Además la Provincia de Centro América está proyectando la idea de crear un equipo de misiones permanentes, para poder ir a diferentes parroquias que en Centro América así lo soliciten.
La tercera de las obligaciones de los misioneros se encuentra en mantener viva la llama de servicio a los pobres y de buscar la perfección en el seguimiento de Cristo evangelizador de los pobres. Esta obligación es efectiva por medio de crear seminarios en los que se pueda formar el Clero con una visión clara de servicio a los más necesitados. Por eso no solamente la tarea es de formar a los futuros misioneros Vicentinos, sino también de colaborar en la formación del clero diocesano. De hecho hubo un tiempo en Guatemala, que se tuvo a cargo la función de formación del clero arquidiocesano, y la década de los ochenta, tuvo a cargo la formación en el seminario menor de Quetzaltenango con seminaristas menores de Quetzaltenango y el Petén. Actualmente la Congregación de la Misión en Centro América no se da a basto como para ocuparse de la formación del clero diocesano.
Aparte, Vicente de Paúl, propone otras obligaciones que, aunque no están totalmente explícitas en las Reglas Comunes, sí mantienen el espíritu de los tres puntos anteriormente expuestos.
Uno es el del acompañamiento a las Hijas de la Caridad. Razón primera por la que llegaron los misioneros Vicentinos a Centro América el 10 de mayo de 1862 y que ha sido una de las mayores responsabilidades asumidas en el Istmo.
La Provincia de las Hijas de la Caridad abarca desde Guatemala hasta Panamá y también recibe ayuda de varias Provincias de la Congregación de la Misión que se encuentran en el área, como lo son las Provincias de Barcelona en Honduras, Viceprovincia Alemana en Costa Rica, la misión de la Provincia de Filadelfia en Panamá y de la Provincia de Centro América en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Panamá. El director de las hermanas en Centro América siempre ha sido de la Provincia Vicentina centroamericana.
La segunda función importante, de la Congregación de la Misión y la cual fue decisiva en Centro América, fue el acompañamiento de los padres Vicentinos en hospitales, como la primera casa que se tuvo en el San Juan de Dios de Guatemala y en Quetzaltenango, capellanías que tienen más de 135 años ininterrumpidos.
Vicente también habla de la labor por los niños expósitos, los cuales son abandonados por sus madres en la calle. Actualmente la situación de los llamados «niños de la calle», es alarmante en Centro América, pero han habido muy pocos intentos en el área por una labor seria con éste grupo de población.
Además, otra función, que no es expresada dentro de la presente Conferencia, pero es un deber de los miembros de la Congregación de la Misión, para ayudarse a cumplir la obra de atención a los pobres, es el apoyo de los laicos vicentinos. Tanto los grupos que se encuentran dentro de las parroquias Vicentinas, como la Asociación Internacional de Caridad (A.I.C.) y la Sociedad de San Vicente de Paúl. En Guatemala la Asociación de Señoras de la Caridad de San Vicente de Paúl (ASCASVIP), mantiene diversas obras de ayuda a los más necesitados, especialmente ancianos y grupos de auto-promoción, como el que existe en la Colonia Sakerti, zona 7, a fin de que la gente más sencilla sea la gestora de su propio desarrollo, ya que conocen la realidad de sus colonias. Estas obras también deben ser apoyadas por todos los miembros de la Congregación de la Misión y no solamente por el asesor de turno.
- Salmo 85, 5 «Tú, Señor, eres compasivo y bueno, lleno de bondad con los que te invocan».
- Mateo 5, 48 «Por lo tanto sean perfectos como es perfecto su Padre que está en el cielo».
- Lo mejor.
- Mateo 16,26 «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? Pues, ¿de dónde sacará con qué rescatar su propia persona?
- Marcos 6, 31 «Entonces él les dijo: «Vamos aparte a un lugar tranquilo para descansar un poco». Porque eran tantos que nos les quedaba tiempo ni para comer».
- Lucas 4, 18-19 «El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto a ver, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor».
- Mateo 16, 27 «Sepan que el Hijo del Hombre vendrá con la gloria de su Padre.»
- Marcos 3, 2 «Pero algunos lo observaban: ¿Lo sanaría en ese día sábado? Ellos estaban dispuestos a denunciarlo».
- Juan 17, 3 «Pues ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesús, el Cristo».
- Hebreos 4, 15 «Nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, por haber sido sometido a las mismas pruebas que nosotros, pero que a él no lo llevaron al pecado».
- Marcos 3, 13-15 «Entonces Jesús subió al cerro y llamó a los que él quiso, y vinieron a él. Así constituyo a los Doce, para estuvieran con él y para enviarlos a predicar, dándoles poder para echar a los demonios».
- Del 17 de abril de 1625 al mes de septiembre de 1628.
- Gálatas 4,4 «Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, el cual nació de mujer y fue sometido a la ley».
- Mateo 18, 18 «Yo les digo: Todo lo que aten en la tierra, el Cielo lo tendrá por atado, y todo lo que desaten en la tierra, el Cielo lo tendrá por desatado.
- Isaias 1, 13 «Déjense de traerme ofrendas inútiles, ¡el incienso me causa horror!».
- Salmo 18, 5 «mas por todo el orbe resalta su ritmo, sus palabras llegan hasta el fin del mundo».
- Juan 20, 21 «El les volvió a decir: La paz esté con ustedes. Así como el Padre me envió a mí, así los envío a ustedes».
- Lucas 8, 1-3 «Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres a las que había sanado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos».
- Mateo 25, 34-36 «Entonces el rey dirá a los que están a la derecha: ¡Vengan, los bendecidos por mi Padre! Tomen posesión del reino, porque tuve hambre y ustedes me alimentaron, tuve sed y ustedes me dieron de beber. Pasé como forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estaba enfermo o en la cárcel y ustedes me fueron a ver».
- Marcos 1, 34 «Jesús sanó a muchos enfermos con dolencias de toda clase; también echó a muchos demonios, pero no los dejaba hablar, porque sabían quién era».
- Marcos 3, 21 «Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a hacerse cargo de él, porque algunos incluso decían: Se ha vuelto loco».
- Marcos 10, 14 «Dejen que los niños venga a mí. ¿Por qué se lo impiden?»
- Mateo 18, 3 «Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos».
- Isaías 49, 15 «Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, ¡yo nunca me olvidaría de ti!».
- Lucas 4, 18 «Evangelizar a los pobres».
- Deuteronomio 31, 29 «Porque sé que después de mi muerte obrarán perversamente y se apartarán del camino que les he señalado, y la desgracia vendrá sobre ustedes en el futuro por haber hecho lo que es malo a los ojos de Yavé, enojándolo con sus obras».
- Juan 16, 16 «Dentro de poco tiempo ya no me verán. Pero en un poco tiempo más me volverán a ver».
- Mateo 24, 11 «Aparecerán falsos profetas, que engañarán a muchos».
- Lucas 21,8 «Jesús contestó: Tengan cuidado y no se dejan engañar, porque muchos vendrán en mi lugar».
- Después de mi decisión.
- Hechos 20,29 «Yo sé que después de mi partida se meterán entre ustedes lobos voraces que no perdonarán al rebaño.»
- 1 Corintios 3, 23 «Todo lo que existe es de ustedes y ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios».