Capítulo II: Berbería (cont.)
Artículo III. Misión de Argel desde la muerte de san Vicente de Paúl.
I. Expedición del duque de Beaufort. –Juan Le Vacher en Argel.
Vicente murió con el dolor de no haber visto castigada la piratería, vengados la sangre de los mártires y el honor francés, pero con el consuelo de haber librado a sus hijos.
El año siguiente a su muerte, Barreau y F. Le Vacher se volvían a Francia, y eran remplazados en Argel por el hermano du Bourdieu, que debía ejercer allí el consulado, y por Huguier, aquel antiguo cónsul de Túnez quien, llegado a sacerdote más tarde, partía en calidad de misionero apostólico. Desde 1658, Vicente había pensado en enviarle a ese puesto, para poner en claro el asunto de Barreau, e impedir la vuelta a semejantes líos pecuniarios. Pero el encarcelamiento del cónsul de Constantinopla suspendió su viaje, a la espera de lo que hiciera el rey1. Como se ha dicho ya, el ministerio de Huguier fue bien breve, ya que murió de la peste el mes de abril de 1663. desde entonces, y durante unos cinco años, la Misión no tuvo otro representante en Argel que al hermano du Bourdieu.
La guerra que estalló entre Francia y Argelia impidió por sí sola dar un sustituto a Huguier. Mandar salir entonces a un sacerdote francés para Argel hubiera sido enviarle a un martirio inevitable.
Desde 1663, el duque de Beaufort había lanzado la caza de los corsarios con barcos en los que Tourville hizo sus primeras armas. El rey de las Halles ponía por fin su brillante carrera al servicio de una empresa útil a su país. En 1664, emprendió la conquista de Djigelly y, si fue un fracaso, pudo volver a tomar el mar el año siguiente y batir dos veces a la flota argelina a la altura de Túnez. Estos éxitos trajeron negociaciones entre Francia y Argel. El dey escribió «al más grande de los piratas de la fe de Jesús, que es la columna y el apoyo de los reyes cristianos, el rey de Francia Luis XIV;» y Luis XIV por su parte, respondió a los «ilustres y magníficos señores» de Argel, para ratificar los artículos de un tratado de paz negociado entre la Regencia y Trubert, comisario de la marina, ayudado del cónsul Du Bourdieu, y estipulando la libertad del comercio, la seguridad de la navegación y sobre todo la liberación de los esclavos.
Este tratado, a pesar del los esfuerzos del cónsul inglés, que prodigaba el dinero con el fin de obtener su ruptura, tuvo primero felices resultados y, en 1668, Alméras, primer sucesor de Vicente de Paúl, mandó partir para Argel a Juan Le Vacher, el ex cónsul de Túnez. Juan Le Vacher abandonó sin dolor su dulce retiro en San Lázaro. Decía: «Si viera por una parte el camino del cielo abierto, y por otra el camino de Argel, yo tomaría éste que es el de la caridad.» A su salida, Alméras le dio sabios consejos para él y para Du Bourdieu, renovados con los ya recibidos de Vicente a Nouel y al hermano Barreaui. La dirección de la obra general se confió a Le Vacher, de quien Du Bourdieu debía recibir consejo incluso en el ejercicio del consulado.
Le Vacher llegó a Argel el 9 de junio de 1668. Durante los cinco años de ausencia de sacerdotes de la Misión, la cristiandad no había dejado de ser atendida con los auxilios religiosos. Además de los sacerdotes esclavos, había tenido a aquel Pedro de la Concepción de quien ya se ha hablado, y de quien el comisario Trubert escribía a Colbert, el 22 de junio de 1667, al día siguiente de su martirio: «Puedo decir, Señor, que he visto casi toda Europa, y no he encintrado a otro apóstol como él2.»él se encontraba con un segundo en la persona del recién llegado. Juan Le Vacher fue acogido con una alegría que no se puede describir, de todos los esclavos, que reclamaban a sus buenos Misioneros. Además, muchos de ellos, sin duda, transferidos de Túnez a Argel, le habían visto trabajando en su primer apostolado. Fue también recibido favorablemente del pachá, cuyas buenas disposiciones aprovechó muy pronto. Habiendo obtenido permiso para el traje eclesiástico, vistió a sus expensas a los sacerdotes y religiosos esclavos, a cada uno según su dignidad y su orden. Restableció el culto divino en las capillas del consulado y de las mazmorras. Hizo de su casa que era también la casa consular, la residencia de todos los pobres, el hospital de todos los enfermos que no tenían otro asilo. Multiplicó su celo y su caridad durante la peste y, afectado él mismo, no interrumpió en nada su santo ministerio. Para hacer frente a tantos gastos, se puso en relación con los sacerdotes de las Conferencias de los Martes en San Lázaro, con las Damas de la Caridad de París, y consiguió siempre limosnas suficientes para tantas necesidades. Vicario apostólico de Túnez como de Argel, dio a los sacerdotes sabios reglamentos, dispuso en el mejor orden todo lo relacionado con el servicio divino, estableció entre los esclavos devociones conmovedoras, entre otras la devoción por la liberación de las almas del purgatorio: sublime trato entre los cautivos de la Iglesia militante y de la Iglesia sufriente, aspirando a la común libertad de los hijos de Dios.
Así trabajó hasta 1574. Habiendo sido entonces expulsado Du Bourdieu por el dey, porque no cesaba de oponerse a las infracciones del tratado de 1666, y los ministros del rey, para evitar un mayor mal, no queriendo insistir para su reintegración, Jolly, superior general de la Misión, presentó a Luis XIV y a Colbert al caballero de Arvieux, que fue aprobado como cónsul en Argel3. Pero s’Arvieu no se pudo mantener y, el 21 de febrero de 1676, Le Vacher escribía a Colbert, en nombre del Pachá y del dey, «que si el rey veía con buenos ojos despedir a Du Bourdieu, que había ejercido el consulado con satisfacción, consuelo y edificación de todos, ellos le recibirían de buena gana4.» Du Bourdieu no fue despedido, y fie Le Vacher mismo quien, en Argel, como en otro tiempo en Túnez, debió reunir el cargo de cónsul a sus funciones de vicario apostólico. En vano se resistió; en vano; anciano y enfermo, suplicó en varias ocasiones a Colbert que le enviara un sustituto o tuviera a bien que su superior le enviara uno con el pláceme del rey5: él debía morir en su puesto.
Puesto siempre difícil en sí, y a causa de las infracciones continuas de los tratados. Tourville acababa de obtener una ratificación por la amenaza del cañón (30 de mayo de 1679); pero, al día siguiente, había nuevos actos de piratería; el mes de febrero de 1681, una negociación llevada por un tal Hayet, comisario deputado por Colbert, y Juan Le Vacher, a quien Hayet tributó en esta circunstancia el más honroso testimonio, pareció también haber rehusado; y no obstante, el 20 de noviembre de ese año, Le Vacher debía dar a conocer a Dussault, gobernador del Bastión, que los Argelinos acababan de declarar la guerra. Pero Duquesne y Tourville habiendo destruido, ese mismo año, la flota de Túnez y de Trípoli, y obtenido la puesta en libertad de los esclavos cristianos detenidos en esas dos ciudades, se pensó en una expedición parecida contra Argel. El capitán de Beaujeu fue enviado para hacer un reconocimiento. Desgraciadamente fue capturado. » Yo no podría haceros ver bien, escribía entonces, la miseria que sufren aquí los pobres esclavos, y en particular los Franceses: se les obliga a bastonazos a prometer sumad inmensas para su rescate; y hace poco, tres o cuatro de mi gente, forzados por el dolor, han hecho, para verse libres, billetes de mil y mil quinientos escudos6.»
Lo que llegaba al colmo de la insolencia de los Argelinos era el tratado que acababan de concluir con los Ingleses; tratado deshonroso para éstos, ya que se comprometían a proporcionar a los Berberiscos municiones de guerra, lo que Hayet había rechazado con indignación en nombre de Luis XIV, y ellos no habían estipulado para sí ninguna ventaja, ni siquiera la libertad de sus nacionales en tan gran número en Argel. El solo objetivo de los Ingleses era apartar a Francia, sustituirnos en La Calle y en nuestras demás posiciones.
II. Expediciones de Duquesne y de d’Estrées. –Martirio de J. Le Vacher y de Montmasson.
Sin embargo Renaud d’Eliçagarray, más conocido con el nombre de Pequeño-Renaud, acababa de inventar las galiotas –galeritas- con bombas, y Duquesne hizo un primer ensayo con ellas contra Argel el mes de junio de 1682. Asustados con el bombardeo, los Argelinos enviaron a Le Vacher a Duquesne, quien no aceptó sus condiciones. Pero la estación demasiado avanzada forzó a la flota francesa a regresar a Toulon. Que mañana sería otro día.
Entre tanto, Dussault abrió negociaciones que no llegaron a nada. El terror ya grande en Argel llegó al colmo cuando la flota francesa apareció a la vista de sus costas. El bombardeo fue terrible. Le Vacher y el comandante de Beaujeu fueron enviados de nuevo a Duquesne. Es penoso decir que Duquesne no respetó en el viejo Misionero ni la majestad de la edad y del sacerdocio, ni el carácter de representante de Francia. Duquesne era protestante y protestante obstinado, ya que resistió a todos los esfuerzos que hacía entonces Luis XIV por lograr la unidad religiosa en Francia, y murió en la herejía. Ello fue un obstáculo para la paz. Llenos de confianza en Le Vacher, el dey y el diván desconfiaron de Duquesne. «El no es de la religión de vuestro rey, decían a Dussault, la vuestra es de mantener la palabra, la suya es un horror entre vosotros.»
Duquesne recibió sin ningún honor a Le Vacher a bordo, y se contentó con exigir, como condición previa, la puesta en libertad de todos los súbditos del rey y de todos los extranjeros capturados bajo pabellón francés. Al día siguiente, Le Vacher regresaba ante Duquesne con más de quinientos esclavos y acompañado del almirante argelino Mezzo-Morte, que debía servir de rehén. Duquesne no ofreció como asiento a Le Vacher más que la culata de un cañón, y encolerizado le dijo: «Vos sois más Turco que cristiano.» –»Yo soy sacerdote» respondió sencillamente Le Vacher, y regresó a la ciudad indignado y perseguido por las injurias de varios oficiales que imitaban en esto a su general.
Le Vacher era sacerdote; era también cónsul, y la larga experiencia que el ejercicio del consulado le había concedido sobre el carácter y los asuntos de los Argelinos, le hacía desear en interés de la paz, de la religión y de Francia, que Duquesne no llevara las cosas al extremo. Por eso, sin duda, Duquesne le llamaba Turco. Pero, por el orgullo de sus armas, Duquesne no perdonó nada, ni siquiera a los rehenes que tenía a bordo, y acabó por pedir una indemnización de 1,500,000 libras. El dey Baba-Hassan, que quería la paz a todo precio, hubiera suscrito tal vez esta dura condición, cuando la ciudad se levantó contra él. En esta circunstancia, Mezzo-Morte, que desde hacía mucho tiempo ansiaba su puesto, va a ver a Duquesne y le dice que si él estuviera en Argel, avanzaría más en una hora que Baba-Hassan en quince días. Duquesne le despide, pero, apenas en Argel, Mezzo-Morte manda asesinar a Baba-Hassan, toma el título de dey, enarbola el pabellón rojo, dispara sobre nosotros, y declara al rehén francés, Hayet, devolviéndosele a Duquesne, que si continúa el bombardeo, pondrá a los cristianos a la boca del cañón. El bárbaro mantuvo la palabra con Le Vacher y veintidós cristianos franceses. Le Vacher fue colocado en la boca del cañón, llamado consular, que se ve hoy en el patio de honor de los Inválidos. «Y de su seno homicida, ha dicho Mons. Dupuch, se lanzó a los cielos7,»
Duquesne continuó bombardeando la ciudad, sin poder reducir a Mezzo-Morte. Al final las bombas se agotan, y las galeras deben regresar a Toulon. Pero Tourville se queda en crucero, como una amenaza viva del próximo regreso de la flota incendiaria. En efecto, el año siguiente Tourville, que ha recibido refuerzos, se presenta frente a Argel. El dey se da prisa en escribir «al general del ejército de Francia, el señor caballero de Tourville, que es el ejemplo de los grandes de los cristianos, y le sostén de la gloria del Señor de la religión de Jesús» y, el 23 de abril de 1684, se concluye un tratado con unas condiciones, verdad es, poco duras, pero que eran las mismas condiciones puestas por Francia.
Fue entonces en medio de esta guerra y de estas negociaciones, cuando Bossuet, predicando en Saint-Denis, el 1º de setiembre de 1583, la oración fúnebre de María Teresa de Austria, y tomando su elogio del elogio de Luis XIV, exclamó: «Tú cederás o tu caerás bajo este vencedor, Argel, rica en despojos de la cristiandad. Tú decías en tu corazón avaro: Yo tengo el mar bajo mis leyes y las naciones son mi presa. La ligereza de tus barcos te daba confianza; pero tú te verás atacada en tus murallas, como un pájaro encantador al que se fuera a buscar entre sus rocas y en su nido donde reparte su botín a sus pequeños. Tú devuelves ya a tus esclavos. Luis ha roto los hierros con los que abrumabas a sus súbditos que nacieron para ser libres bajo su glorioso imperio. Tus casas no son ya más que un montón de piedras. En tu brutal furor, te vuelves contra ti misma, y no sabes cómo rebajar tu rabia impotente. Pero nosotros veremos el fin de tus bandidajes. Tus pilotos admirados exclaman de antemano: ‘¿Quién había que fuera como Tiro, ahora silenciosa en medio del mar? (Ez. XXVII, 32); y la navegación va a quedar asegurada por las armas de Luis8.»
Esta prosopopeya profética no debía tener su cumplimiento hasta el último rey de Francia descendiente de Luis XIV. En efecto, a pesar de un tratado tan solemne, a pesar del envío a Versalles de un embajador argelino, más sorprendido de verse allí que, algunos años antes el dogo de Génova; en los años siguientes Tourville iba a pedir cuentas por nuevas infracciones, y pérdidas infligidas al comercio de Francia, de España y de Italia. Lo que agravaba la situación de los cristianos de Argel, era que Piolle, sucesor de Le Vacher en el consulado, para cobrarse las 1,500 libras que pagaba a Francia y satisfacer su avidez, explotaba a los pobres esclavos, cargaba de derechos a los comerciantes y los arruinaba con usuras. Su sucesor Mercadei, pariente próximo de un renegado, siguió una conducta más indigna todavía.
La guerra se hacía inminente. El mariscal d’Estrées comenzó por bombardear Túnez y Trípoli y, en 1688, se presentó delante de Argel para infligirle el mismo castigo. Por segunda vez, Mezzo-Morte amenazó con poner a ochenta esclavos franceses en la boca del cañón, comenzando por el cónsul y el vicario apostólico; por segunda vez mantuvo la palabra y, aparte de los cuarenta Franceses y del cónsul que no merecía una mejor suerte, puso en la boca del cañón al hermano François Francillon, que estaba en Berbería hacía cuarenta y cuatro años, y al vicario apostólico Montmasson, que había dejado la parroquia de Versalles para venir a buscar en Argel los sufrimientos y el martirio9.
Entretanto diez mil bombas habían sido lanzadas sobre Argel, que no era más que un montón de ruinas humeantes. Un nuevo tratado de paz se firma en la República en setiembre de 1689. Este pueblo reconocía por fin la inanidad de las promesas que le hacían los cónsules de la Inglaterra y de la Holanda protestantes, de defenderlas frente a la potencia invencible de nuestras armas: «Los hijos de nuestros hijos, repetía, se acordarán que no conviene chocar con el pabellón de Francia10.»
III. Argelia y la Misión durante el siglo XVIII. –Revolución.
En efecto, a partir del tratado de 1689, renovado muchas veces a causa de las infracciones, y hasta la Revolución, Francia estuvo casi siempre perdonada por los piratas, que dirigieron su bandidaje contra las demás potencias. Durante todo el siglo XVIII, España se agotó en esfuerzos con mucha frecuencia inútiles, y perdió poco a poco todas sus posesiones africanas. Orán resistió más tiempo. Tomada la primera vez por en 1708, por Bouchelarem, bey de Mascara, que confió sus llaves al dey de Argel, fue retomada en 1732. El año 1735 vio una gran expedición contra Argel, último esfuerzo de la España debilitada; en 1785, compró una paz sin dignidad; por fin, en 1792, cedió definitivamente Orán al dey de Argel y evacuó para siempre la Berbería. las demás naciones se contentaban con la compra con buen dinero al contado la semilibertad de su comercio.
A pesar de la persecución y la muerte, que no hacían sino levantar su valor, los hijos de Vicente de Paúl no abandonaron en Argel la obra de su padre. Sostuvieron siempre allí a un vicario apostólico, y con él, cuatro sacerdotes, dos hermanos y dos esclavos contratados de quienes se respondía a los patronos. Su casa de Misión estuvo siempre alquilada a un Turco. Allí tenían una capilla decente, en la que el culto era público y libre. La predicación se hacía en francés y en italiano. Todos los domingos y días de fiesta , se oía el canto del Exaudiat, y se tenían oraciones por Francia y por los bienhechores, casi todos Franceses.
Los Lazaristas servían también las cuatro capillas de las mazmorras, sostenidas por la caridad de todos, incluso de los pobres esclavos. Servían de intérpretes, de corresponsales y de carteros para el comercio y sus familias, se hacían hermanos postulantes para recoger el precio de los rescates, y acogían en casa a los libertados hasta la partida para la patria. Ocupaban sus escasos tiempos libres en estudios de geografía, astronomía, arqueología, historia natural: el doctor Shars, en su Viaje por Berbería, menciona las observaciones que había recibido de los Misioneros11.
Adjuntando a estos detalles todo lo que se ha dicho anteriormente sobre los trabajos de los primeros Misioneros, se formará una idea de la situación y de las obras de sus sucesores durante más de un siglo. Y todo ello sin provecho, si no son las muchas injurias, malos tratos, persecuciones por parte de los Turcos y de los renegados, por la parte incluso de los comerciantes y de los esclavos, muchas exacciones por parte del deylick y de los grandes. No hablemos de la muerte, que era su verdadera ganancia: más de una tercera parte murieron de la peste, sin contar a los que perecieron de muerte violenta.
A Montmasson sucedió, como vicario apostólico, Gianola, que fue remplazado a su vez por Lorente, cuyo vicariato transcurrió entre dificultades con los Trinitarios administradores del hospital, que no querían reconocer la jurisdicción apostólica, y se negaban a pagar los anticipos que había hecho Gianola para el rescate de los cautivos Españoles. Desagrada contar que estos religiosos, a veces muy ignorantes, intrigaban con los Ingleses ante el dey y el diván.
El más ilustre de los sucesores de Lorente fue Duchêne, quien pasó treinta y ocho años en Argel, y ejerció durante treinta y tres años, con vicisitudes de calma y tempestad (1705-1738), el vicariato apostólico. es Duchêne quien fue un día a pedir al dey la liberación de un esclavo «en nombre de Dios,» y la obtuvo del bárbaro sorprendido de esta extraordinaria petición.
Una mención se debe al vicariato de Bossu, quien fue al mismo tiempo cónsul. Bossu se encontró solo en Argel en 1755, mientras que su cohermano Groiselle estaba en Francia, para recoger limosnas con destino a la construcción de una capilla en una nueva mazmorra en sustitución de la que acababa de ser destruida con la prisión del deylick. Groiselle obtuvo mandamiento de los obispos en favor de su obra; se dirigió a los Misioneros de toda la cristiandad, en nombre de los esclavos de todas las regiones de Europa que se hallaban entonces en Argel. En 1756 se construyó la iglesia.
Dos años después, descargaron a Bossu del consulado, y llamado a Francia, fue reemplazado por Groiselle, que reunió de esta forma las funciones de cónsul y de vicario apostólico. Entonces se rindió un homenaje bien merecido a Bossu. Habiendo resuelto la curia de Roma enviar a Asia a un nuevo vicario apostólico, el cardenal Spinelli dijo al papa: «Conozco al hombre que necesitamos enviar. No está ni en Roma ni en Italia; está en París en la casa de San Lázaro;» y, una vez nombrado, añadió: «Vuestra Santidad no tiene más que pedírselo al superior general.» Tissot, encargado entonces de los asuntos de la Congregación en Roma, pasó el aviso al superior, quien puso vanas objeciones para oponerse a los deseos del papa y a la diligencia apostólica de Bossu.
Sería prolijo enumerar las persecuciones, las prisiones, las afrentas que tenían que sufrir de continuo los Misioneros. En 1764, la persecución se hizo más violenta, con ocasión de una tartana argelina apresada por un barco francés. El dey mandó detener al cónsul y al vicario apostólico, que era entonces La Pie de Sévigny, como a todos sus cohermanos y a todos los Franceses. El cónsul y el vicario encadenados juntos, fueron encerrados en la prisión de La Regencia. La Pie besabas sus cadenas y consolaba a sus compañeros de esclavitud. Al día siguiente eran expuestos en público a los ultrajes de la multitud; luego atados de dos en dos a una carreta, eran condenados a arrastrar piedras. El cónsul y La Pie, siempre encadenados, fueron devueltos a la casa consular, donde estuvieron más de un mes, hasta ser puestos en libertad ante la reclamación del rey de Francia.
En 1771, al ser bombardeada Argel por los Daneses, todos los Franceses, todos los sacerdotes huyeron, con la excepción de los Misioneros, que se encerraron en las prisiones para socorrer a los esclavos.
En 1775 y 1776, los Argelinos atacados por los Españoles temieron una revuelta de los esclavos, alejaron de allí a novecientos, que fueron conducidos a Medeak durante los calores de junio. Los Misioneros los siguieron y compartieron sus sufrimientos.
El año 1785 estuvo señalado por un gran rescate de cautivos franceses. Se pasearon en procesión por París y en las principales ciudades de Francia. Existe un escrito curioso, con este título: «El orden y la marcha de la procesión de los cautivos franceses rescatados en el reino de Argel en 1785;» in-4º de 8 páginas; especie de programa de la fiesta, con los nombres de los esclavos, 315 en número. A pesar e la liberación de sus compatriotas, los Misioneros se quedaron en Argel, para aliviar a los esclavos de otras naciones.
Menos feliz fue el años 1787. Una peste espantosa desoló Argel. Todos los Misioneros fueron atacados; un sacerdote y dos hermanos sucumbieron. Hay que ver en el diario fúnebre de San Lázaro los rasgos de su heroica caridad.
La peste revolucionaria fue más fatal todavía para la Misión. Le robó sus bienes, que importaban una renta de 9.361 libras, provenientes de las donaciones del rey y de la duquesa de Aiguillon. En vano los esclavos de Argel dirigieron, en 1772, una petición a la Asamblea nacional para que se le hiciera restitución de sus fundaciones: no solamente no se le devolvió nada, sino que, en 1798, el cónsul republicano retiró la protección de su gobierno a los Misioneros, que se quedaron desde entonces abandonados a todos los caprichos del dey. Incluso se les dio orden de retirarse; sobrevino la peste, y entonces ya se quiso tolerarlos junto a sus pobres esclavos.
IV. Argelia y Bonaparte. –La Misión de Argel hasta el momento presente.
Aquel mismo año, durante la expedición a Egipto, Bonaparte había pensado un instante en llevar las armas a Argelia; pero su brusco regreso a Francia tranquilizó a los Argelinos, que tomaron la delantera, nos declararon ellos mismos la guerra y se apoderaron de La Calle. Los Lazaristas debieron abandonar su puesto. Se retiraron primero a España donde sus cohermanos de Barcelona. Luego volvieron a Francia. Solo uno se quedó en España, para estar más al alcance de pasar de nuevo con sus queridos esclavos; era Joussouy, quien había vendido de Argel en 1780, y había escapado de la peste de 1787.
Debía esperar varios años. Con ocasión de la paz con la Puerta, en 1801, se habían abierto negociaciones con Argel, de las que había salido un tratado; pero fue pronto violado por los piratas, y le primer cónsul envió ante el dey Hassan II a un adjunto de su palacio para reclamar las capturas, el respeto de su pabellón y exigir una reparación clamorosa. «Dios ha decidido, le escribía, que todos los que fueran injustos para conmigo serían castigados.» Algunos días después, le dirigía a otro oficial con la carta siguiente, que ha escapado a los coleccionistas de su correspondencia:
«Grande y magnífico Dey,
Un ayudante de mi palacio debe, a esta hora, haberse presentado ante vos para llevaros las quejas que tengo y pediros reparación por los diferentes ultrajes hechos a mi pabellón. Hoy despacho un nuevo oficial, portador de esta carta, no queriendo, antes de romper con vos, haberos puesto en condiciones de reflexionar maduramente lo que tenéis que hacer.
Os pido pues reparación fulgurante por las ofensas de las que me he quejado en mi última carta; os pido asimismo contra el gobernador de Bone, que se ha permitido detener una góndola provista de mi pasaporte, e impedir la pesca del coral, de conformidad con nuestros tratados y la costumbre inmemorial que ha existido en todo tiempo.
Os doy igualmente a saber mi indignación por la demanda que vuestros ministros han osado hacer, que yo pague 200.000 piastras. Yo no he pagado nunca nada a nadie y, gracias a Dios, he impuesto la ley a todos mis enemigos. He destruido el imperio de los mamelucos, porque después de ultrajar el pabellón francés, se atrevían a pedir dinero para la satisfacción que tenía derecho a esperar. Tened miedo de esa misma suerte; y, si Dios no os ha cegado para conduciros a vuestra perdición, sabed lo que soy y lo que puedo.
Antes de poner en marcha contra vos un ejército de tierra y de mar, he instruido al embajador de la sublime Puerta, con quien acabo de renovar la antigua alianza. Os lo he dicho y os lo repito: yo quiero vivir en buena amistad con vos, y no tengo ninguna aspiración ambiciosa; no necesito vuestros Estados para estar en primera línea de las potencias. Pero, si os negáis a darme satisfacción, y si no reprimía las licencias de vuestros ministros, que se atreven a insultar a mis agentes, y de vuestros bastimentos, que osan insultar a mi pabellón, desembarcaré a ochenta mil hombres en vuestras costas y destruiré vuestra Regencia. Ya que, y termino, no permitiré que tratéis a mi pabellón como tratáis al de las pequeñas potencias del Norte y de las pequeñas potencias de Italia. Que vos y vuestro consejo reflexionen pues bien sobre el contenido de esta carta, pues mi resolución es inmutable. Deseo que Dios y vuestro buen genio os iluminen, y que vos entréis en los sentimientos que han existido habitualmente entre Francia y Argel.
En París, el 8 de thermidor año x (27 de junio de 1802).
Firmado BONAPARTE.»
Un nuevo tratado se firmó entre Francia y Argel en 1805. A favor de la paz, Joussouy reemprendió la ruta de Argelia. Para subvenir a las necesidades de la Misión y del hospital, vendió su patrimonio; y como había encontrado su casa convertida en harén, se retiró primero a una habitación del presidio de la Regencia. Habiendo recobrado su casa por medio del cónsul de Francia Dubois-Thainville, vivió con dos hermanos de los restos del patrimonio, de empréstitos y de algunas limosnas. Recibió también algún socorro del rey de España, quien le ofrecía encargarse de todo, si quería ponerse bajo su protección. Pero Joussouy quiso seguir siendo Francés. Por dos veces, le envió el emperador una gratificación de 3.000 frs., con que pudo pagar todas sus deudas y reemprender todas las obras de la Misión. Una de esas retribuciones estaba fechada en el campo imperial de Posen, 12 de diciembre de 1806. Se había obtenido por un informe de las necesidades de la Misión dirigido al ministro de relaciones exteriores por el cónsul Dubois-Thainville. La misma suma se concedía también a la Misión de Constantinopla, y el superior general de la Congregación, encargado de recibir los fondos, debía justificar el empleo de una y de la otra. Fuera de esto, el emperador asignó a la Misión de Argel una suma anual de 3.000 fr. por el ministerio de los cultos. No era la tercera parte de la renta del expolio causado por la Revolución. También Hanon, vicario general de los Lazaristas, dirigió, en 1808, la memoria ya citada al cardenal de Pesch, con destino a asegurar a la Misión de Argel, por la intervención de Su Eminencia, una existencia conveniente. La primera respuesta del emperador, fechada en el campo imperial de Astorga, 3 de enero de 1809, fue una nueva donación de 3.000 fr. Luego, el 7 de setiembre de 1811, consecuentemente, sin duda, a la memoria de 1808, el ministro de los cultos, Bigot de Préameneu, después de hacer el histórico y el elogio de la Misión de Argel, el elogio también de Joussouy, propuso es sostenimiento de la ayuda anual de 3.000 fr., el pago de las deudas de Joussouy, y la conservación de la capilla consular y del hospicio francés. El abandono de esta iglesia, decía él, que está en Argel como la parroquia europea, produciría un mal efecto en el país.
Además es necesaria a los negociantes que residen en Argel y a los marineros de paso; necesaria también al consulado para el canto del Te Deum y la celebración de las fiestas imperiales. Este informe iba revestido con la aprobación del emperador en Compiègne, el 10 de setiembre de 1811..
Tres años después, 5 de enero de 1814, Joussouy moría en Argel y el cónsul Dubois Thainville escribía su elogio al ministro de los cultos. «Hemos perdido a nuestro padre, exclamaban los esclavos en medio de sus funerales; hemos perdido a quien nos sostenía en nuestros trabajos y nos aliviaba en nuestra miseria12.»
Ese mismo año, las potencias reunidas en Viena retomaron contra Argel un proyecto de expedición que Napoleón ya había mandado estudiar por el jefe de batallón del genio Boutín. Pero este proyecto fu obstaculizado por Inglaterra, que nos había quitado en provecho propio casi todos nuestros privilegios. A pesar de las expediciones de los Estados Unidos en 1819 y de lord Exmouth en 1816, a pesar del crucero anglo-francés en 1819 y el crucero de sir Henry Neal en 1824; a pesar incluso de los tratados que estipulaban siempre la abolición de la esclavitud, hubo todavía en Argel, ciudad y arrabales, una media de ocho a diez mil esclavos, hasta 1830. era el número al que comúnmente estaban reducidos desde las expediciones de Luis XIV.
La muerte de Joussouy les había dejado casi sin auxilios religiosos. En 1625 solamente, se reinició la Misión, y el Sr Chossat llegó a Argel en calidad de vicario apostólico. el mismo año fue reemplazado por dos Misioneros, que también ellos debieron abandonar su puesto de 1827 a 1830.
Aunque nuestra conquista hubiera abierto a la religión las puertas de Argelia, los Lazaristas no volvieron hasta 1842. vinieron a encargarse de las Hijas de la Caridad, y fundaron una Misión. Más tarde fueron también encargados del seminario mayor, de las parroquias de Mustafá superior y de Laghouat, que se convirtieron también en centros de misiones . su obra es de aquí en adelante algo diferente de lo que fue durante dos siglos. Pero, a falta de esclavos, hay siempre misiones que dar, huérfanos que cuidar, presos que visitar, enfermos, ancianos que socorrer a domicilio y en los hospitales; es pues siempre el conjunto de las obras de caridad de Vicente de Paúl que practican en Argelia sus hijos y sus hijas. Y si esta tierra, por demasiado tiempo maldita, vuelve alguna vez a los hermosos tiempos de los Cipriano, y de los Agustín, a ellos principalmente pertenecerá el mérito ante Dios y la gloria ante los hombres. Sembrada de alguna manera por los sudores y las oraciones de su padre, cultivada durante dos siglos por sus cuidados y fecunda con su sangre, ella no puede producir una cosecha que ellos no tengan derecho a reclmar como herencia.
Documentos justificativos
Nº 1. Reglamento para los hombres que sean recibidos en la Asociación de la Caridad, y en primer lugar del fin de su recepción.
Los hombres serán recibidos en la asociación de la Caridad, establecida por la autoridad de Monseñor el reverendísimo obispo de Amiens, en el pueblo de Folleville, Paillart y Fresneville, con el fin de asistir a los pobres capaces de uno y otro sexo habitantes de dichos lugares, y tener motivo de practicar y de hacer practicar a los pobres los ejercicios de piedad aquí contenidos, los cuales dicha asociación ha tenido costumbre de practicar para honrar a Nuestro Señor Jesús, patrón de la misma, y a su Madre, y cumplir el gran deseo que tienen que nos amemos unos a otros como él nos ha amado.
Del modo de proveer a los pobres capaces en sus necesidades.
Los niños serán colocados en oficio tan pronto como tengan edad competente. Se distribuirá por semana a los pobres discapacitados ya gentes que no puedan trabajar, lo que les sea necesario para vivir; y en cuanto a los que no ganan más que una porción de lo necesario, la asociación les proporcionará el resto.
Se tendrán ovejas, que se distribuirán a los asociados, que tendrán la caridad de alimentarlos en provecho de dicha asociación, quien más quien menos, según sus posibles, y los frutos provenientes de dichas ovejas, serán vendidos todos los años, en los alrededores en la fiesta de san Juan por el visitante, según la orden que le sea dada por los directores de dicha asociación, y el dinero conseguido será puesto en manos del tesorero, en la presencia del comendador o del rector, y serán marcadas las ovejas con la marca de la asociación y renovadas cada cinco años.
De los Oficios en general
Los hombres asociados, que se llamarán servidores de los pobres, elegirán a doce de ellos que se llamarán asistentes de la Caridad, los cuales, para perpetuar más esta asociación, harán todos buen propósito, en la forma aquí transcrita, que renovarán todos los años, de observar el presente reglamento y de procurar la conservación y el crecimiento de dicha asociación; y estos doce elegirán a otros tres de entre ellos, cada dos años, al día siguiente de Pentecostés, de los cuales uno será comendador, el otro tesorero y el otro visitador, los cuales, con el rector de dicha asociación, que es una eclesiástico, tendrán la completa dirección de lo que se refiere a los pobres capaces solamente y ocurriendo la muerte de uno de dichos asistentes, los asociados en corporación nombrarán a otro.
Del Comendador.
El comendador presidirá en la asamblea con dicho rector; quienes procurarán de consuno que el presente reglamento y todas las resoluciones que se tomen en la asamblea se observen y ejecuten con fidelidad, caridad y diligencia.
Del Tesorero.
El tesorero representará y tendrá la autoridad de dicho comendador en su ausencia, recibirá y guardará el dinero en un cofre de dos llaves, una tendrá el comendador y él la otra, sin que pueda tener en su poder más que lo tenga que distribuir en un mes a los pobres capaces, ni abrir dicho cofre sino en presencia del comendador o rector, empleará el dinero según lo ordenado por dichos directores, y rendirá cuentas de ello el día que le fuere señalado en presencia de los directores, de los asistentes, del juez y procurador fiscal del lugar, y además escribirá las resoluciones de las asambleas en el registro que guardará a este efecto.
Del Visitador.
El visitador se informará de los pobres vergonzantes, viudas, huérfanos, presos y demás personas afligidas para ir a visitarlas y consolarlas, y para informar a las asambleas, con el fin de socorrerlas como se le ordene, pero en caso urgente, se lo comunicará al rector o comendador, y seguirá el aviso que le den. Tendrá parecido cuidado de que todos los pobres asistan a los catecismos, que dicho rector dé o mande dar cada domingo, y de quince en quince días, y que los que tengan edad comulguen.
De las Asambleas.
Los directores se reunirán de ordinario el primer domingo después de vísperas, y con mayor frecuencia si conviene; propondrán la necesidades temporales y espirituales de la asociación, las resolverán por mayoría de votos, que serán recogidos por el rector y, en su ausencia, por el comendador, sin que sea lícito a nadie, cuando haya emitido su voto, replicar a aquel que le contradijo y sea de otro parecer; y en el caso que dichos directores estén divididos en su opinión, los demás nueve asistentes o parte de ellos, que se puedan hallar con comodidad, hasta cinco, determinarán el diferendo por mayoría de votos que se recogerán por el más antiguo de ellos..
De la Misa, Comunión, Letanías, Exhortaciones y Lectura del presente Reglamento, que se deben hacer los primeros domingos de los meses.
A fin de que los servidores de los pobres aprovechen y se confirmen más y más en el espíritu de Caridad, se reunirán los primeros domingos de los meses en la capilla de la Caridad, donde oirán la misa por la mañana, y los que tengan devoción de confesarse y de comulgar, como se han exhortado a ello todos, se confesarán y comulgarán; y por la tarde asistirán a las letanías de Nuestro Señor o de la Virgen, al final de las cuales les será hecha una breve exhortación o bien una lectura del reglamento.
Los directores consultarán juntos los asuntos de la asociación.
Del amor a N. Sr. Jesús, patrón de la Asociación y a su santa Madre.
Siendo uno de los principales puntos que requiere esta asociación honrar a Nuestro Señor Jesucristo y a su santa Madre, los servidores de los pobres serán exhortados a darles un gran honor y reverencia en el interior, y a decir a este efecto cada día cinco veces Pater y cinco veces Ave María..
De la mutua caridad que os servidores de los pobres tendrán unos con otros.
Los servidores de los pobres tendrán una gran caridad unos con otros, se visitarán mutuamente y se consolarán en sus aflicciones, darán orden de que se les administren los santos sacramentos en tiempo y en lugar, harán oraciones comunes y particulares para que nadie hable de este mundo más que de buenas maneras, y asistirán en grupo tanto a la administración de los santos sacramentos como al entierro de dichos servidores y servidoras de los pobres, por cuyas almas se hará celebrar una misa, y cada particular dirá a su intención el rosario a su comodidad, y es de notar que esta observación, así como todas las demás que pertenecen al presente reglamento, son voluntarias y sin ninguna obligación de pecado mortal ni venial.
Del celo que los servidores de los pobres tendrán a la conservación de la Asociación de las mujeres así como de la suya.
Y siendo la asociación de los hombres y la de las mujeres una misma asociación, con el mismo patrón, mismo fin y mismos ejercicios espirituales, y que tan sólo los ministerios están divididos, perteneciendo el cuidado de los capaces a los hombres, y el de los discapacitados a las mujeres, y que Nuestro Señor no recibe menos gloria del ministerio de las mujeres que del de los hombres, hasta tal punto que el cuidado de los enfermos parece preferible al de los sanos; por ello, los servidores de los pobres tendrán el mismo cuidado por la conservación y crecimiento de la asociación de las mujeres que de la suya; y, a este efecto, pondrán la 4ª parte de su renta anual, y más si es necesario, en manos de la tesorera que guarda el dinero de las mujeres, en caso que lo recogido en las colectas que hacen las mujeres no baste; lo que se podrá saber por el rector, superior de una y de otra asociación. A fin de que dichos directores conozcan la situación de los asuntos de la asociación de las mujeres, asistirán a la entrega de sus cuentas al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos.
Formulario del buen propósito de los servidores de los pobres.
Los asistentes, como dicho queda, con el fin de hacerla más duradera, harán y pronunciarán el buen propósito siguiente, en la presencia del rector, después de vísperas, en la capilla de la Caridad, el día de Pentecostés o el día siguiente, y lo harán en la forma que sigue:
Yo….servidor de los pobres de la Asociación de la Caridad, elegido asistente de la misma, hago propósito firme, en la presencia del señor rector de dicha asociación de observar el reglamento de ésta y de procuran con todo mi poderse conservación y crecimiento, mediante la gracia de Dios que para ello le pido. En … el…
Nº 2. Reglamento de la Caridad en la Parroquia de «San Salvador», París.
«Antes de que las Damas vayan a ver a los enfermos, el médico, que es el Sr Levêque, médico de la Facultad de París, va verlas y les ordena lo que es necesario tanto en cuanto a medicinas como sangrías y llevan dichas ordenanzas a la superiora para firmarlas y admitir a dichos enfermos en la cofradía, si reconoce, por la información que recibe, que son de la calidad requerida.
Que hace tres meses al menos que residen en dicha parroquia, y que no se trate de enfermedades demasiado largas, ya que las hay que se duran 7 u 8 meses y más, lo que causaría por la duración del mal que no podría ayudar a otros más. –Dicho médico envía por escrito a dicha superiora certificado si las damas pueden ir sin riesgo o, si todavía no ha tenido el conocimiento por existir males ocultos, da otro billete para enviarles alimentos que crea necesarios. –Y todo esto, con el fin que las damas no se pongan en peligro y que dicha cofradía subsista siempre.- El hombre de Iglesia que hace esta caridad es necesario que vea a estos enfermos todos los días, porque suceden muchos accidentes a los enfermos. –Se eligen tres damas para cuidar dicha cofradía, que se llaman la superiora, la tesorera y la cuidadora de los muebles de dicha cofradía. –Esta elección hecha por los votos de varias personas reunidas para la institución de dicha Cofradía, a cada una de las cuales se les da un cargo. La superiora se encarga de todos los enfermos a los que puede ir a ver por encargo del médico. Los debe visitar dos veces a la semana con una de sus compañeras, y no deben ir solas ni antes de comer. –La tesorera guarda el dinero. –Y para tenerlo, se pide en la iglesia todos los domingos para los pobres enfermos del lugar, cuya cuestación la hacen las mujeres no las jóvenes. –Las damas superiores no pueden hacer nada sin el consejo una de la otra. –La guarda muebles tendrá cuidado de los colchones, sábanas, mantas, camisas y otros utensilios necesarios a los enfermos, por eso es tan necesario que haya una cuidadora de muebles. –Se podría decir, antes de que una cofradía de la Caridad sea erigida: no tenemos muebles para los pobres; pero cuando se celebra la asamblea después de una elección, se pide a todas las damas que se han registrado lo que quieren dar; una dirá: yo doy dos, tres sábanas, y las otras camisas, y así sucesivamente, y al mismo tiempo se escribe para que no se olvide, y de este modo se amueblan para los pobres enfermos. –Y de esos muebles, la dama que los guarda, se preocupa por el amor de Dios de prestárselos a los enfermos, y los guarda para que nada se pierda. –Las damas de esta cofradía deben tener la caridad de visitarse mientras están enfermas o afligidas y ayudarse en sus males, y mandar decir una misa una por la otra después del fallecimiento, y comulgar a su intención». –Los reglamentos de las demás parroquias, en particular de la parroquia de San Lorenzo, son en el fondo los mismos que éste, con algunos aportes del reglamento de Châtillon.
Nº 3: Reglamento de la Compañía de la Caridad.
«La Compañía de la Caridad será instituida en la ciudad de … para asistir corporal y espiritualmente a los pobres de dicha ciudad y pueblos adyacentes: espiritualmente, haciéndoles enseñar la doctrina y piedad cristianas; y corporalmente, haciendo aprender oficios y ganarse la vida a quienes no puedan trabajar, y proporcionando medios de vivir a los demás. Es también para visitar a los enfermos de dicha ciudad, según la orden de la asociación de la Caridad establecida en el dicho… que estará por este medio unida a la dicha compañía; de modo que, a fin de evitar la confusión, el ministerio estará dividido; perteneciendo el cuidado de los sanos a los hombres, y el de los enfermos y todo cuanto de ella depende, a las mujeres, sin que los oficiales de dicha compañía como tales no puedan tener ningún conocimiento de lo que depende de dicha asociación, cuya dirección temporal pertenece y pertenecerá al rector y oficiales de dicha asociación, como se ha hecho hasta ahora según el reglamento que se transcribe abajo: cuya unión no es otra cosa que tener el mismo patrón y los mismos ejercicios espirituales, los primeros domingos de los meses según el reglamento de la asociación: cumpliendo con ello el mandamiento que Dios nos dio en el capítulo quince del Deuteronomio 91, de hacer de manera que no tengamos mendigos que mendiguen entre nosotros, y el deseo que tiene que nos amemos y procuremos la salvación espiritual y corporal unos de otros, como su Hijo Jesús nos ha amado y procura incesantemente la nuestra.
Su Patron. El patrón de esta compañía será Nuestro Señor Jesucristo, que es la caridad misma.
De las personas de que se compondrá. Estará compuesta de hombres y de mujeres, que serán de virtud y de probidad conocidas, que se llamarán servidores y servidoras de los pobres, de los cuales éstas no serán recibidas sino con el consentimiento de sus maridos, padres y madres y, para evitar la confusión se verán reducidos unos y otras a un cierto número.
De los Oficios, y en primer lugar del Comendador. Él elegirá en primer lugar a un comendador que presidirá en las asambleas con el Sr. párroco, los cuales harán juntos que el presente reglamento y las ordenanzas que se den en las asambleas se observen y se ejecuten con fidelidad, caridad y diligencia.
De los Asistentes o Consejeros. Se elegirán además a dos de la compañía para ser consejeros de dichos señores prior, párroco y comendador, uno ce los cuales representará a dicho señor comendador en su ausencia y hará su oficio.
Del Tesorero. La compañía elegirá también a un tesorero que recibirá y guardará el dinero de dicha compañía, y lo empleará según órdenes de ésta , y dará cuenta de ello cada año; y además, escribirá las resoluciones de dicha compañía en un registro que guardará a este efecto.
Del Visitador. Se elegirá finalmente a un visitador, que se cuidará de informar de los pobres vergonzosos, viudas, huérfanos, prisioneros civiles pobres y criminales, y de toda clase personas afligidas, para visitarlas y consolarlas, y socorrerlas según lo requiera el caso, y la asamblea lo ordene; cuidará asimismo de hacer de forma que todos los pobres vayan al catecismo y comulguen los primeros domingos del mes.
De la elección de dichos Oficiales. Éstos serán elegido por dicha compañía, con mayoría de votos, y estarán en el cargo dos años solamente.
Del deber de los servidores de los pobres. Los servidores de los pobres visitarán cada uno en su día, por orden, la manufactura preparada a favor de los pobres, vigilarán para que los pobres cumplan con su deber, y todo ande según el reglamento, advirtiendo a dichos señores prior y comendador de la que haga falta, a fin de poner orden, pedirán los domingos y fiestas, por turnos, y practicarán los ejercicios espirituales que se anotan aquí.
Del modo de proveer a las necesidades de los pobres y de hacer que se ganen la vida. Todos los pobres son: o pequeños de cuatro a siete u ocho años, o muchachos de ocho a quince o veinte años; o de edad perfecta, pero incapaces o ancianos que no pueden ganar más que una parte de su vida, o decrépitos que no pueden hacer nada. Se dará a los pequeños, a los incapaces y a los decrépitos lo que necesiten para vivir a la semana; a los que ganen una parte de su vida, la compañía les dará la restante; y en cuanto a los muchachos, se los colocará en algún taller, como tejedor, que no cuesta más que tres o cuatro escudos por cada aprendiz; o bien se les montará alguna manufactura de obra fácil, como medias de estaño, o así: se reunirá a todos los jóvenes en una casa de alquiler, limpia, en la que vivirán y trabajarán, bajo la dirección de un eclesiástico, y la marcha de un maestro obrero, según el presente reglamento.
Oficio del eclesiástico de la manufactura. Será enseñar a los aprendices y demás pobres la doctrina y piedad cristianas, a saber, los días de fiesta, después de vísperas, en la iglesia, y el martes y el viernes en la manufactura a la una de la tarde; a lo que dedicará una media hora por lo menos; llevar a dichos aprendices en orden de dos en dos a la misa y a vísperas, las fiestas y domingos y, los sábados y vigilias de las grandes fiestas a víspera solamente, y traerlos igual; hacer confesar y comulgar a los aprendices y demás pobres de la limosna todos los primeros domingos de mes y fiestas solemnes; asistir a la comida y cena de los aprendices, sin que les sea permitido ir a los campos ni recibir a ningún pobres de la manufactura más que con consentimiento de os oficiales de la caridad.
Del deber del maestro obrero de la manufactura. Será enseñar su oficio a los muchachos que los oficiales de la Caridad pondrán en la manufactura, según el orden aquí expuesto, sin que le sea permitido tomar ni despedir a ningún aprendiz por la razón que sea , sino por orden de los oficiales de la Caridad, a los que pertenece por competo la dirección de la manufactura.
De los aprendices de la manufactura. Los pobres aprendices con sus padres y madres, están obligados de palabra, con juramento, a enseñar gratis su oficio a los muchachos pobres de la ciudad, cuando los oficiales de dicha Caridad lo ordenen, al cargo que los aprendices a quienes enseñen estén alimentados por dicha compañía.
Empleo del día de la manufactura. Dichos aprendices se levantarán a as cuatro de la mañana, se habrán vestido para las cuatro y media, rogarán a Dios hasta las cinco, trabajarán hasta que toquen la primera misa, la que irán a oír en orden de dos en dos., regresarán de la misma forma, desayunarán a las ocho, comerán con silencio y la lectura a mediodía, merendarán a las tres y media, cenarán a las siete, se recrearán hasta las siete tres cuarto, harán su oración y el examen de conciencia, y luego se acostarán a las ocho.
Del ejercicio del primer domingo de mes. Dichos servidores y sirvientas de los pobres, para adquirir más y más el verdadero espíritu de caridad, se reunirán los rimeros domingos de mes en la capilla de la Caridad para oír la santa misa que se dirá por dicha compañía, tras las laudes, se confesarán y comulgarán, si sus asuntos se lo permiten, y asistirán después de las vísperas a las letanías de Jesús o de la Virgen, con un cirio encendido en la mano y escucharán la exhortación que les hagan; todos los oficiales tratarán juntos de las necesidades espirituales y temporales de los pobres y de la manufactura, dando cada uno informe de lo que haya hecho en razón de su oficio y consultarán todos juntos sobre los medios de remediarlas por mayoría de votos que serán recogidos por el dicho señor prior párroco; o en su ausencia, por el comendador, sin que le sea permitido, una vez emitido su voto, discutir con quienes hayan sido de parecer contrario.
Del ejercicio de cada día y de la caridad mutua de los servidores y de las sirvientas de los pobres. Todos honrarán a N. S, J. y a su santa Madre y, para conseguir sus bendiciones sobre la obra, dirán cada día cinco veces Pater noster y cinco veces el Ave Maria, y además, para alimentar un amor mutuo y conservar el espíritu de Jesús entre ellos, se visitarán estando enfermos, se confortarán en la aflicción, se ayudarán en la administración de los santos sacramentos y en el entierro, y se dirá un servicio por cada servidor y sirvienta de los pobres que fallezca, el todo sin embargo sin obligación de pecado mortal ni venial.
Del medio de mantener este gasto. El manteniendo de este gasto se funda en parte sobre la renta anual del hospital, en parte sobre las colectas que los servidores de los pobres en iglesias las fiestas y domingos cuando les toca, y parte sobre los cepillos que se colocan en las posadas donde, las azafatas tienen la caridad de pedir algo a los van a alojarse. De cualquier forma, la bondad de Dios ha provisto tan bien hasta ahora que nada ha faltado al mantenimiento de la obra, por lo que es signo de que le demos gracias y alabanzas por los siglos de los siglos, ya que así se cumple el deseo que tiene de que nos ocupemos de los pobres, que los ricos adquieren un millón de bendiciones en este mundo y la vida eterna en el otro, que los pobres son instruidos en el temor de Dios, se les enseña a ganarse la vida y se les ayuda en sus necesidades, y finalmente las ciudades se ven libres de muchos vagabundos viciosos, mejorados por el trato de las obras de los pobres.»
- Carta a Get, 20 de setiembre de 1658.
- Archivos de la Misión.
- Circulares de Jolly, del 28 de febrero de 1674.
- Archivos de la Misión.
- Carta del 30 de mayo de 1679, ibid.
- Archivos de la Misión.
- Véase la Vida mans. de Le Vacher, y también doce de sus cartas inéditas, en las que da detalles sobre el bombardeo de Argel por Duquesne, y su misión ante él. –Archivos de la Misión.
- OEuvres, tom. XVII, p. 389.
- Véase su Vida mss. y su elogio según los sermones de Collet.
- Ver sobre todo lo que precede las interesantes memorias de Dussault, dirigidas al ministro de la marina en 1684 y 1691. –Archivos de la Misión.
- Véase una memoria mss. presentada al cardenal Pesch, en 1808, por Hanon, vicario general de la congregación de la Misión. –Archivos de la Misión.
- Véase, sobre todo lo que precede, la memoria citada al cardenal Pesch, las circulares de los superiores generales de la Misión, y los relatos de los Misioneros. –Archivos de la Misión