VIII. Lo temporal de las casas incómodos bajo la minoría del difunto rey.
Estos buenos éxitos que Dios daba a las misiones (de allá los muestra) templaron un poco el dolor que se tuvo en lo temporal que iba por mal camino por la desdicha de los tiempos. El sr. Almerás cumplió con las mismas obras que el sr. Vicente había hecho en parecidas ocasiones. Esto es lo que escribió a propósito a las casas de la CM en su carta ya citada del primero de febrero de 1664: Siendo el hambre tan grande en diversas provincias de los alrededores, hemos enviado a nuestros dos hermanos Alexandre (Véronne) y Jean Parre, uno al Berry y otro al Dunois, para distribuir las limosnas de las personas caritativas de París, y además uno de nuestros sacerdotes ha sido empleado para los mismos fines en el Gâtinais; asimismo en la casa de Richelieu, se han aliviado diversos barrios, etc. Es una gracia particular que Dios hace a la CM hace muchos años, emplearlo así en obras de de caridad que ha continuado estos dos años; debemos darle la máxima importancia como de una cosa muy preciosa y muy agradable a él; conviene pedir su continuación. Este caritativo superior se compadecía así de las miserias de los pueblos, a ejemplo del sr. Vicente, lleno de caridad y siempre desinteresado con respecto a su CM y a su Comunidad de San Lázaro en particular. Se vio obligado sin embargo a aliviar a ésta imponiendo algunas contribuciones a las demás casas en su favor; escribió sobre ello a la CM en estos términos el 26 de noviembre de 1664:
Ya conocen la pobreza de la casa de San Lázaro, sobrecargada de deudas, y no obstante con los gastos comunes de la CM más allá de lo que se puede pensar, para no hablar de las caridades particulares que hace para los ejercicios de los ordenandos, etc. Se ve amenazada al presente con una pérdida capaz de hundirla si Dios no nos echa una mano. Su Majestad reunió en la corona todos los dominios enajenados y la mayor parte de nuestros haberes tiene que ver sobre esta naturaleza de bienes, tanto por la naturaleza de las rentas que se van a percibir el primero de junio próximo como por las ayudas que el Rey vuelve a asumir. No se nos tratará mejor que a los demás, no admitiendo el Edicto general excepciones; así, según las apariencias humanas, la CM debería sucumbir, pero según las riquezas de Dios, hay motivo de esperar que los canales de la divina Providencia quedando cerrados por una parte se abrirán por la otra para ver el medio de continuar las buenas obras que se han comenzado. Este gran corazón esperaba siempre como el sr. Vicente, y su espera no fue en vano; las cosas volvieron a su cauce, pero se había creído oportuno aprovecharse de esta experiencia y sacar algo más tarde su renta de la casa de ciudad donde sin embargo se los volvió a colocar después, las casas de la CM no habrían sufrido como después de la muerte del rey bajo la regencia del Duque de Orléans, habiéndose embolsado todos los fondos en papeles, en lo que no se pensaba por entonces, sin saber si se podría sacar algo de ello.
El sr. Almerás añade que se veía por eso obligado a informar a la CM de estas molestas circunstancias como hacía el sr. Vicente, que enviaba a todas las casas los bienes que se habían conseguido en la CM, y las pérdidas y otras cosas desagradables que le sobrevenían, para obtener de la misericordia de Dios poder sufrirlas pacientemente y ponerse en la confianza en su misericordia, que no deja de proveer a las necesidades de sus servidores en el tiempo mismo que las cosas parecen más desesperadas, con tal de serle fieles en sus deberes y en sus oficios y en otra carta escrita el mismo año a las casas, el sr. Almerás señala que la de San Lázaro, habiendo aguantado durante casi treinta años un gasto considerable por un asunto común a toda la CM más propio para explicarlo de viva voz que por escrito, y en particular por la subsistencia de varias personas que trabajaban por el interés de todo el cuerpo, aparte de otros gastos indispensables para la educación y mantenimiento de una numerosa juventud, de donde salen los individuos para todas las casas cuando los necesitan. Lo que le había obligado a endeudarse considerablemente y la haría sucumbir finalmente, si se seguía así, por necesario que fuera a la CM, había pues que servirse, para aliviarla y evitar su ruina, conclusión a la que no se había llegado sino después de una madura deliberación, de los mismos medios que emplean (4º cuaderno) comunidades eclesiásticas y religiosas, en las que cada casa contribuye a tales gastos según sus posibilidades.
Añade que ello es justo y que además la casa de San Lázaro no dejará de soportar la mayor parte de sus gastos; que así él no duda de que todas las casas no permitan, como él lo proponía, que se retenga en San Lázaro, donde creerían tener una parte de sus rentas, alguna suma a fin de cada año, según el billete que había añadido a la carta. Esta tasa fue al principio módica para cada casa, pero aumentando las necesidades después, aunque las comunidades particulares no se hayan hecho más ricas, esta especie de contribuciones subieron a una suma muy grande, y se creyó en la CM que el difunto sr. Jolly, 3er general de la CM había tenido a bien que la mayor parte de las casas tuvieran su renta sobre el ayuntamiento de París, cuyo procurador general residente en San Lázaro retiene una parte cada año para tener más medios de pagarse así de esta tasa o contribución impuesta, no había previsto al parecer el peligro que había de que todos estos fondos pereciesen por la jugada del príncipe cuando sugería su estado demasiado incómodo y demasiado cargado de deudas.