Al considerar la evolución del carisma vicentino, surge un problema metodológico: ¿Puede ser genuino el carisma vicentino fuera de Francia? La cuestión no es baladí, como veremos, aunque para San Vicente no era ningún problema, ya que durante su vida, la Congregación se estableció en Italia y en Polonia, y él envió a sus cohermanos a trabajar en otras naciones.
Uniformidad versus Adaptación
En los años que siguieron poco después al fallecimiento de San Vicente de Paúl, a los ideales de uniformidad dentro de la Congregación y adaptación a las circunstancias, había que darles una solución. René Almerás, por ejemplo, emitió una apremiante carta circular, que no se ha publicado, sobre las razones para cambiar la hora de la comida del mediodía, en San Lázaro, de las 10.30 a las 11 a.m.1 Él confiaba en que los cohermanos no se inquietarían demasiado y les invitó a considerar el cambio. En otra carta, sólo de mala gana, permitió a sus cohermanos llevar guantes de cuero en invierno, aún en Polonia, a pesar de que San Vicente no los usó.2
La uniformidad fue el ideal presentado con frecuencia en las cartas circulares de los superiores generales y en los decretos de las asambleas generales de la Congregación, pero en la practica fue aplicado con poca exactitud. Después de la Revolución y de la restauración de la Compañía en Francia, creció la presión por la centralización y la uniformidad. Los primeros superiores generales hicieron de la uniformidad parte de su programa, pero ninguno como Jean Baptiste Etienne. Él insistió una y otra vez, en que se mantuviese con rigor la uniformidad en los principios y en los usos, algo que no fue capaz de conseguir, como él mismo lo reconoció.
En sus visitas a otras provincias fuera de Francia, particularmente a Italia y a Irlanda, Etienne trabajó por mantener la uniformidad. Él sabía que los misioneros que estaban fuera de Europa, particularmente en China, en Etiopia y en los Estados Unidos de América, habían adaptado la vida vicentina a las costumbres locales. El ideal de Etienne eran grandes casas centrales con una vida comunitaria muy regulada, como se hacía en Francia, por eso apremió a los cohermanos chinos y a sus hermanos europeos a moverse en esa dirección. Él criticó públicamente a Justino de Jacobis, el primer vicentino canonizado después de San Vicente de Paúl, por no haber sido capaz de fundar una casa en Etiopia.3 Lo expresó de la siguiente forma: Justino no dejó ninguna fundación, ni trabajo, y aún diría ninguna huella de su paso por los dilatados territorios que cruzó, a no ser el buen olor de edificación que él nunca ceso de esparcir. Etienne supo también que muchos cohermanos americanos se veían obligados a vivir fuera de las casas de la Congregación, debido a necesidades pastorales. Además, en varios países, existían severas restricciones impuestas a los vicentinos que les impedían mantener cualquier contacto oficial con Francia. Nápoles, durante muchos años, manejó sus propios asuntos, como lo hizo Portugal y después Brasil, y también Lituania. El lugar en el que la Congregación estuvo más cerca de un cisma fue Italia y también España, debido a su manera de abordar el tema de la uniformidad impuesta por el centralismo de París. Para superar este problema, Etienne al principio ideó tener un único seminario interno (noviciado) para toda la Congregación, pero cuando vio que esto no era posible, deseó que al menos los directores de los seminarios internos pasasen algún tiempo en París. Pero nada de esto se llevó a efecto.
Este conflicto de ideales entre uniformidad y adaptación, entre poder central y administración local, ha sido un problema en la vida vicentina a lo largo de su historia. Las Constituciones de 1984 sacralizan, sin explicar el modo, la necesidad de adaptar los principios vicentinos a la cultura de los pueblos donde trabajamos, además de mantener el control en cada una de las provincias.
Alguien, por consiguiente, puede fácilmente sospechar de la autenticidad del carisma vicentino vivido en diferentes ámbitos culturales. Esa suspicacia afloró, sobre todo, durante las difíciles y acaloradas discusiones preparatorias a la asamblea general extraordinaria de 1968-1969 y a las siguientes asambleas. Como he participado en varias de esas discusiones, puedo atestiguar la falta de comprensión intelectual y de aprecio de las diferencias de visión, entre las Provincias. Algunos cohermanos parecía que querían decir que quien no aceptaba su forma de entender el tema no era auténtico vicentino. Esto se vio claramente al tratar el tema del fin de la Congregación. Los asambleístas de 1980 se esforzaron por presentar sus posturas, y gracias a una intervención, en el último minuto, se consensuó finalmente el texto que dice: El fin de la Congregación de la Misión es seguir a Cristo evangelizador de los pobres. A pesar de la afirmación de un único fin, la declaración oficial de la Iglesia propone dos fines y objetivos: La Congregación de la misión, fundada por San Vicente de Paúl, tiene como fin apostólico específico evangelizar a los pobres y promover la formación del clero.4 Por tanto, la dicotomía negociada con tanto cuidado y oración a lo largo de las asambleas, permanece.
La experiencia americana. Universidades, seminarios, misiones
En 1816, la Congregación de la Misión llegó a los recién independizados Estados Unidos de Norteamérica para dirigir un seminario en el oeste de la nueva nación, en Louisiana, comprada a Francia en 1803. Al mismo tiempo, los primeros cohermanos llegados de Europa, fieles al carisma vicentino, se dedicaron a predicar misiones parroquiales. Pero descubrieron que había muy pocas parroquias y que la Iglesia no necesitaba misiones parroquiales, sino párrocos, debido a que la nación crecía rápidamente por la inmigración. Además, no todos los que acudían a las parroquias eran católicos. En los comienzos de la República, católicos y protestantes acudían a menudo a las iglesias sólo por curiosidad, para oír algún sermón y para entenderse mejor con los vecinos.
Como consecuencia. los vicentinos americanos no se dedicaron a las misiones parroquiales. Apreciaron el problema y a veces hablaban de fundar y de apoyar nuevas parroquias como una forma de misión permanente, pero no era esto lo que San Vicente había ideado.
Además de los seminarios, los misioneros desempeñaron otros trabajos, descritos en varios estudios en la revista Vicenciana5 y en otras partes. Pero nuestra intención aquí, es concentrarnos en la educación superior a nivel de universidad y de seminarios y de misiones populares. La fundación de universidades católicas independientes es en muchos aspectos una empresa específicamente americana. La razón está en que en otras muchas naciones, el sistema de la educación universitaria, o está fuertemente controlada por el Estado o ha existido durante siglos, hasta tal punto, que la fundación de universidades auspiciadas por los católicos sería extraño y difícil. Los vicentinos americanos no empezaron con la idea de fundar universidades. Las tres universidades actualmente bajo la dirección de los vicentinos, empezaron como colegios de secundaria o como seminarios y sólo gradualmente se convirtieron en grandes instituciones,6 en respuesta a las llamadas de las Iglesias locales.
A lo largo de los años, por tanto, las tres universidades vicentinas crecieron en tamaño e importancia en la Iglesia de América. Las nuevas Constituciones, particularmente, el Estatuto 11, 1,3, ayudó a estas instituciones a enfocar su atención en la dimensión vicentina de la universidad: 1. Reconociendo la gran importancia de la educación tanto de jóvenes como de adultos, los nuestros asumirán la función docente y educativa donde sea necesario para conseguir el fin de la Congregación. 3. De acuerdo con las circunstancias locales, las escuelas, los colegios y las universidades, acojan a los pobres para contribuir a su promoción. Afirmando, pues, el valor de la educación cristiana incúlquese en los alumnos el sentido del pobre según el espíritu del Fundador. Esta declaración providencial surgió a raíz de una propuesta durante la asamblea de 1980, que si se aprobaba hubiese conducido al abandono de estas instituciones. Pero, los asambleístas se convencieron de la utilidad apostólica de estas y de parecidas instituciones para llevar a cabo la misión de la Congregación. Además, estadísticas que se han elaborado en Estados Unidos, han demostrado que uno de los medios más eficaces para romper el círculo de la pobreza es la educación universitaria.
Como consecuencia, estudiantes graduados en las universidades de Niagara, de Saint John y de De Paul, al mejorar su situación, se han imbuido de la sensibilidad vicentina hacia el pobre. En efecto, continuamente se elaboran en estas universidades, nuevos métodos para formar a los miembros de la Facultad universitaria y de la Administración, en el carisma vicentino, y, de hecho, existen muchos programas ya en marcha en cada institución para reclutar estudiantes pobres, en particular, a aquellos cuyas familias nunca recibieron una educación universitaria y también para ayudarles económicamente a lo largo de sus años de formación hasta su graduación y aún después. Los valores que forman el meollo de la educación vicentina han sido, en resumen, descritos de la siguiente manera: es una educación global, integradora, creativa, flexible, orientada hacia la persona, en colaboración y bien centrada.7
El profesorado vicentino de estas universidades también recibió una notable formación personal. Algunos se convirtieron en renombrados expertos en sus especialidades y en investigación, otros sirvieron a la Iglesia con su competencia en la administración. Muchos de ellos, además, vivieron una profunda conversión en aquel tiempo de grandes cambios y revisiones que siguió al Concilio Vaticano II y a la promulgación de las nuevas Constituciones de la Congregación.8
Junto a la evolución de las universidades católicas, que matriculan a muchos estudiantes no católicos y que tienen en sus claustros profesores y administradores no católicos y aún no cristianos, los vicentinos americanos han visto en los últimos años declinar su ministerio en los seminarios diocesanos. Surge fácilmente una pregunta: ¿Hemos abandonado los seminarios o los seminarios nos han abandonado? Es difícil responder a esta pregunta, ya que la situación histórica actual es compleja. En algunos casos, la Congregación sí ha dejado algún seminario, por la falta de vocaciones en alguna diócesis o porque la comunidad carecía de personal o de medios para continuar prestando ese servicio. En otros casos, ha sido el clero diocesano quien se ha hecho cargo, poco apoco, de sus instituciones. Las Provincias nunca decidieron abandonar los seminarios, como parte de una planificación provincial. Uno tras otro, o se cerraron o pasaron a manos de sacerdotes que habían sido formados, en gran parte, por los vicentinos.
Una pregunta parecida puede fácilmente formularse, pero difícilmente responderse, en relación con las parroquias o las misiones populares. ¿Abandonamos las misiones o las misiones nos abandonaron? La realidad es que, a pesar de los muchos intentos, a lo largo de los años, las misiones parroquiales en los Estados Unidos, nunca obtuvieron categoría superior en las Provincias de América. A períodos de avance, en los que muchos misioneros estaban dedicados a predicar varios estilos de misiones (principalmente novenas a la Inmaculada de la Medalla Milagrosa), siguieron otros de decadencia y de extinción. Aunque todavía se dan algunas misiones y éstas son apreciadas, las iglesias locales no invitan de forma continuada a la Congregación para desempeñar este ministerio. Y como la situación de las parroquias americanas es totalmente diferente de cómo eran las parroquias francesas en el siglo XVII, este hecho va en contra de los intentos de imponer las misiones tradicionales en nuestro escenario actual. Ha habido cambios de formato y de enfoque, pero las misiones no son consideradas por los obispos y los párrocos como algo esencial, sino como algo extrínseco.
El contexto americano
¿En qué sentido es diferente la situación de América? Nuestra nación está formada por inmigrantes, y la inmigración a Estados Unidos continúa en números record, tanto de inmigrantes con papeles o documentados (legales), como de sin papeles o indocumentados (ilegales), hasta alcanzar la cifra de un millón cada año, en los últimos diez o quince años. Este aumento de la inmigración está sucediendo tan rápidamente que nuestras parroquias y otros servicios encuentran dificultad en ajustarse a las nuevas culturas y gentes.
Por otra parte, los Estados Unidos nunca han experimentado períodos de persecución oficial contra la Iglesia. Aunque los católicos padecieron debido a prejuicios y a la marginación, la Iglesia nunca fue suprimida aquí como lo fue en otros muchos países. Además, desde 1812, ninguna guerra exterior se ha combatido en suelo americano, con las sequelas de refugiados y desplazados. Los Estados Unidos nunca han tenido una clase social de campesinos, como ha habido en otros países. Sin duda, los que trabajan en la actualidad la tierra son con frecuencia ricos y empresarios y sólo un pequeño porcentaje de americanos vive actualmente en el campo para producir alimentos u otros productos.
El progreso de la gran mayoría del pueblo americano se explica por su cultura, que pone el énfasis en la libertad, la igualdad, el trabajo duro y la iniciativa personal. Esta cultura rechaza la uniformidad sin preguntas. Estos ideales norteamericanos fueron refrendados por muchos documentos emitidos por el Concilio Vaticano II y por posteriores declaraciones y legislaciones. La Iglesia, en otras palabras, ha reconocido las diferencias culturales y la Congregación ha seguido el mismo camino.
Gracias al clima favorable geopolítico y económico, los Estados Unidos no han dejado de crecer en población (estimada en 300 millones), en riqueza e influencia. Para gran sorpresa de muchos, su población católica está entre la mejor formada, la más respetada y la más rica. Muchos católicos han entrado en política y están representados en el Congreso Federal, en las Asambleas legislativas y en la Judicatura. Otros son dirigentes de grandes empresas y universidades o están a la cabeza en sus respectivas profesiones.
De todas estas consideraciones, surge la pregunta de cómo debiera la Congregación de la Misión, ejercer su misión en esta nación. El servicio directo al pobre es siempre central en nuestras planificaciones,9 a pesar de que los pobres entre nosotros con frecuencia (aunque no exclusivamente) no son católicos. Otro hecho que diferencia la vida pastoral en América es que hay gentes sin iglesia, protestantes y miembros de religiones no cristianas. Precisamente por ello, esta realidad ha impulsado a las universidades y parroquias a dirigir su atención a estos grupos de personas. En primer lugar, en la actualidad, están los hispanos, principalmente los que han inmigrado recientemente. Muchos servicios vicentinos se mantienen para asistir a estos hermanos y hermanas nuestras, como: ayuda financiera directa, ayuda legal ante problemas con la Inmigración, ofrecimiento para que participen en comunidades eclesiales para el culto y la socialización, planificación y organización, acceso a servicios públicos de todas clases. Esta realidad, ha impulsado a muchos cohermanos de las Provincias americanas a aprender el español y otras lenguas para mejorar su ministerio. Además, los cohermanos, para multiplicar la eficacia de su entrega, trabajan asiduamente por implicar en este apostolado a los seglares, especialmente a líderes laicos que muestran gran deseo de actuar como voluntarios en trabajos vicentinos.
La contribución americana
Hablando en general, ¿qué han aportado los vicentinos americanos a la Congregación de la Misión? En primer lugar, «el principio de la democracia participativa», tan querida a nuestros conciudadanos. Es por esto, que se nos hace muy difícil a los vicentinos americanos concebir una Congregación cuyos miembros tienen poca o ninguna voz en la planificación y en el gobierno. Otro principio es el «actuar según las reglas del juego». Se ha visto muchas veces en las Asambleas Generales de la Congregación que la apreciación de las Constituciones y Estatutos no es uniforme. Para ciertas culturas, las Constituciones son un conjunto de ideales que uno se esfuerza por alcanzar algún día, pero para la mentalidad constitucional americana, las constituciones son fundamentales y obligatorias. Por este motivo, les es difícil a los norteamericanos comprender que se hagan cambios en las Constituciones y Estatutos para ajustarse a situaciones transitorias o que se las considere como meras exhortaciones. Una tercera contribución es «la generosidad emparejada con la apertura hacia los demás», manifestada en gran medida, por la ayuda financiera y personal a otras Provincias, sea a cohermanos en particular o a Provincias en general.
Además de principios, las Provincias americanas han contribuido también con dirigentes para la Congregación, en concreto, en los últimos años, con cuatro superiores generales: Los Padres Slattery, Richardson, Maloney y Gay. Han contribuido también con otros misioneros con capacidad y preparación para la organización y el liderazgo que han participado en varios proyectos de la Congregación. Recientemente, por ejemplo, el Vincentian Studies Institute, con sede en la universidad de De Paul que lo patrocina, se ha convertido en una fuente, a nivel internacional, de conocimientos e investigación vicentina. Los vicentinos americanos también han contribuido, a lo largo de los años, a la apertura de la Congregación a las naciones extranjeras, sobre todo a Panamá y a China. Tengo que añadir hoy, la misión de Kenia, con el acento puesto en la formación del clero nativo tan floreciente y en la atención a los pobres. Misión que se mantiene gustosamente y con gran esfuerzo por parte de la Congregación, en personal, dinero y organización, como suele ser común con las misiones.
Conclusión
Este estudio nació de una invitación que se me hizo de exponer la situación de la vivencia del carisma vicentino en Norteamérica. Estoy convencido de que se necesita entender la situación para analizar la evolución de la Congregación en los Estados Unidos, no sólo en sus obras sino también en los principios que las sustentan. Para conseguirlo, es necesario también estudiar el modelo de Congregación de la Misión, sea como rama de un único árbol, o como comunión de Provincias autónomas. Este artículo prueba que sí, que el genuino carisma vicentino se vive en Norteamérica, a pesar de que su materialización ha adquirido un distintivo estilo americano.
- Circular, 16 de marzo 1663 in ACMP, Alméras papeles (copia).
- Circular de Jolly, a nombre de Almerás, 28 de septiembre 1667, Archivos CM, Cracovia, Circulares, original.
- Alocución en la apertura de la Asamblea General, 27 de julio de 1861 «… sans laissez aucune institution, aucune œuvre et pour ainsi dire, d’autre trace de son passaage à travers les vastes contrèes qu, il a parcourues, que la bonne odeur d’édification quíl n’a cessé de repandre».
- Sagrado Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Decreto 19 de junio de 1984, Constitutiones, 1984. Edic. Ceme, p. 9.
- Ver en concreto Vincentiana 45:3 (2001), para varios artículos sobre este tema.
- Véase STAFFORD POOLE, «The Educational apostolote: Colleges, Universities, and Secondary Schools», en JOHN RYBOLT (ed.), The American Vincentians, New York, 1988, pp. 291-346.
- LOUISE SULLIVAN, The Core Vakues if Vincentian Edacation, Niágara University, 1997; reprinted Chicago, 1997, p. 43.
- DENNIS H. HOLTSCHNEIDER – EDGARD R. UDOVIC, The Vincentian Higher Education Appostolate in the United Status, Chicago, 2001.
- Vease «Ratio Missionum Congregationis Missionis», Vincentiana, 46:1 (2002) 7.