Hoy, 16 de noviembre de 16591
Señor:
El señor Dehorgny2 me ha consolado mucho en el dolor que tenía por pensar que mis miserias eran la causa del justo castigo que nuestras Hermanas han merecido de verse abandonadas de su caridad. Me ha dicho que ha tenido usted la bondad de prometerle, por amor de Dios, continuar su caritativa ayuda, en tanto se lo permitan sus ocupaciones más importantes. Le doy por ello, señor, humildemente las gracias, no pudiendo expresarle el daño que preveía si esta ayuda llegaba a faltarles. ¡Dios sea por ello eternamente bendito! y por la gloria que sus divinos designios preparan a las almas que trabajan en la salvación de las demás, rescatadas con la Sangre de Jesucristo, en el que soy, con todo respeto y sumisión, señor, su muy humilde hija y obediente servidora.