Reflexión del P. General
El P. General no ofreció una relación sobre el estado de la Congregación según el modelo seguido en las anteriores Asambleas. Ofreció «su reflexión», «su meditación» sobre el estado de la Congregación hoy, guiado por la oración tradicional en la Compañía, «Expectatio Israel». Es un texto que para ser «gustado» hay que leerlo atentamente y meditarlo. Se escribió pensando, no sólo en los miembros de la Asamblea, sino en toda la Congregación como una fuente de reflexión. El P. General omitió dar estadísticas y se contentó con remitir a los estudios y relaciones de los Consejeros Generales y Oficiales de la Curia.
Presento un resumen de la Reflexión y repito que, para «gustarla», hay que leerla atentamente y meditarla. Es mucho lo que sugiere y muchos los interrogantes que espontáneamente surgen.
Llamada a la santidad
En la Introducción, el P. General nos recuerda la celebración próxima de los 250 años de la canonización de San Vicente. Aprovecha la ocasión para hacer una llamada a la santidad y para poner de relieve que el espíritu de la Congregación es una participación del Espíritu de Cristo. Evoca los fines de las Asambleas a tenor de los art. 135 y 137,1 de las Constituciones, para valorar, desde esta perspectiva, la gracia que supone la celebración de la Asamblea.
Signos de esperanza
Bajo el subtítulo de «¡Oh Esperanza de Israel!», el P. General enumera algunos de los signos de esperanza que él ve hoy en la Congregación: mayor acercamiento a los pobres; deseo de ahondar en el vida y escritos de S. Vicente; un nuevo sentido de misión, unido a la importancia de vivir comunitariamente; la preocupación por la formación de los candidatos; la fidelidad a la vocación por aquellos que viven en situaciones políticas difíciles; la misma Asamblea puede ser un signo de esperanza, si se hace más consciente de la unidad a la luz del UNUM CORPUS …
La vitalidad de la Compañía
Menciona lo bueno y lo malo que ve en la Congregación, viña del Señor, pero se pregunta: ¿qué criterios son los que debemos usar para medir lo bueno y lo malo? La vitalidad de la Compañía está en su compromiso de seguir a Cristo evangelizador de los pobres, en la práctica de las cinco virtudes. Sin embargo, la Congregación siempre debe estar dispuesta a oir lo que el Señor dijo a la Iglesia de Efeso: «…has dejado el amor primero».
La Compañía crece en unos lugares, mientras que en otros sufre los efectos de la poda. Estadísticas elaboradas por el P. Baylach nos dan la prueba.
El valor de las visitas
No hay duda que el Señor visita su viña: «visita…vineam istam». Las visitas del Superior General y de los Consejeros Generales permiten reconocer las «visitas» del Señor.
La idea que nos ha guiado al hacer las visitas ha sido principalmente pastoral. En el Consejo General hemos visto que pudimos hacer más de lo que hicimos. El Superior General reconoció algunas limitaciones que sobre las visitas se habían dejado sentir. Pidió a los asambleístas sugerencias para hacer mejor las futuras visitas. En todos existe el convencimiento de que las visitas son uno de los medios para alcanzar el ideal de la unidad: UNUM CORPUS…
¿ Un sencillo Instituto de estudios vicencianos?
La aprobación de las Constituciones ha sido un hecho importante en la historia reciente de la Congregación. Para conocer la historia de la aprobación, el P. General remitió al trabajo del P. Flores. Ahora, la tarea es cómo conocer y asimilar el contenido de los textos constitucionales, cómo estudiarlo y cómo practicarlo. La revisión de las Normas Provinciales ha sido un medio para ello y otro los estudios programos por SIEV.
Una cuestión importante planteó el P. General: «¿,…será posible montar un pequeño Instituto que ofrezca un curso de espiritualidad vicenciana?
Las misiones
La frase: «messis quidem multa» dio pie para tratar de las misiones «ad Gentes». Remitió al informe del Consejero General encargado de este campo y, al mismo tiempo, planteó algunos problemas: la promoción vocacional, la formación de los candidatos, la inculturación, etc.
Las misiones «ad Populum» también tuvieron aquí su lugar para hablar de ellas. Se mencionó la reunión de Bogotá en 1983. El fruto mayor, según el P. General, ha sido la nueva conciencia que sobre las misiones populares se ha creado; la importancia que las misiones pueden tener cuando tantos movimientos sectarios pululan en el mundo y por la imagen que la Congregación puede ofrecer de sí misma a la juventud.
La formación del clero y de los laicos
El Superior General da a conocer las llamadas que a la Curia General habían llegado pidiendo ayuda para la formación del clero. Como casos más inmediatos citó el de Nicaragua y el de Mons. Zevaco, C.M., Obispo de Fort Dauphin en Madagascar.
Para conocer la situación de los Movimientos vicencianos laicales remitió a la relación del Consejero encargado de este campo. El P. General creyó oportuno formular las siguientes preguntas: ¿Se hace lo bastante para promover estos Movimientos vicencianos laicales? ¿Avanzan hacia la juventud o más bien se apartan de ella? ¿Por qué se asumen fácilmente movimientos que surgen en la Iglesia y cuesta tanto revitalizar los propios?
Comunión y subsidiariedad
La cuestión de la unidad la plantea el S. General cuando comenta la frase «domus tua haec». Y lo hace a la luz de la «Communio o Koinonia», nociones claves en el reciente Sínodo extraordinario. Sin duda, el lema: UNUM CORPUS, UNUS SPIRITUS IN CHRISTO, va en esa dirección, hacia la «communio», «cercenando el individualismo y cultivando más el trascenderse a sí mismo y superar las propias preferencias».
A nivel de estructuras se pregunta sobre el sentido de la subsidiariedad y sus relaciones con la unidad de la Compañía y con el oficio del Superior General, «centro de unidad y coordinación de las Provincias», según se establece en el art. 102 de las Constituciones.
El Sínodo ha pedido un estudio sobre el sentido y la aplicación del principio de subsidiariedad en la Iglesia. Tal principio viene del campo de la sociología, se asumió como criterio en la redacción del nuevo Código y para resolver algunas cuestiones eclesiales actuales. Posteriormente han surgido algunas dificultades y de ahí la petición de profundizar doctrinal y prácticamente en el contenido de este principio.
Irradiación espiritual vicenciana
El acondicionamiento de la Capilla en donde reposan los restos de San Vicente en Paris, dio también oportunidad al P. General para poner de manifiesto la colaboración de las Provincias en el aspecto material, pero también para manifestar el deseo de que la Capilla se convierta en un foco de irradiación espiritual vicenciana.
La «estabilidad» en la Congregación
«Non sit in ea lapis…» Fue el momento en el que el P. General aborda el problema de salidas. Citó el trabajo del P. Flores, basado en las estadísticas del P. Baylach. El título del artículo del P. Flores es: «El voto de estabilidad en la Congregación de la Misión». La finalidad del trabajo no es otra que poder reflexionar sobre el hecho de los abandonos de la Compañía. Dicho trabajo estuvo a disposición de los asambleístas, pero no ha sido publicado.
El P. Sheldon, Procurador General de la Congregación, dio un informe sobre la situación de los Padres que han pedido ser exonerados de las obligaciones sacerdotales.
El hecho de las salidas interpela a todos. La pregunta fundamental es a qué son debidas: ¿a la formación recibida? ¿al no haber acertado en ofrecerles el apostolado adecuado? ¿al no haberles ayudado oportunamente en sus dificultades, como mandan las Constituciones?.
La formación
La formación es una de los temas que más nos deben preocupar. Bajo el epígrafe: «Quos autem vocasti…» el P. General explica cómo se formuló la Ratio formationis para el Seminario Interno, según los deseos de la Asamblea General de 1980. Las Provincias han sido invitadas a concretarla a la luz de las propias circunstancias. La información que sobre este segundo paso existe en la Curia es más bien escasa. El problema de la formación quedó igualmente planteada en relación con el fenómeno de los muchos «admissi», pero de los menos «incorporati».
Atención especial mereció en la Reflexión del P. General la formación continuada o permanente. El Documento conclusivo de la Asamblea recoge en la nota 16 unos de los párrafos más interesantes sobre lo que significa la formación continuada o permanente.
Alude el P. General a la dificultad de cumplir otro deseo de la Asamblea General de 1980: la publicación de un libro de oraciones. Citó la obra de los PP. A. Orcajo y M.P. Flores.
Los Hermanos
La Asamblea General de 1980 pidió que hubiera una representación de los Hermanos en las Asamblea Generales. Se ha cumplido con este deseo, pero el P. General ha ido un poco más lejos. En su Reflexión, llama la atención sobre la situación de los Hermanos en la Congregación que consta de «ecclesiasticis et laicis», según se lee en las Reglas Comunes 1,2. ¿Se aprecia la vocación del Hermano? ¿Qué se hace por la promoción de las vocaciones de los Hermanos? También estuvó a disposición de los asambleístas otro trabajo del P. Flores sobre los Hermanos.
Misión y contemplación
Al final de la Reflexión: «Sanctifica eos in veritate…», el P. General volvió a insistir sobre la santidad y sobre las relaciones entre la misión y la contemplación. No puede existir dicotomía alguna entre misión y contemplación. La misión se apoya en la contemplación. Esta se enriquece de la misión. El art. 42 de las Constituciones dice: «Por la íntima unión entre oración y el apostolado, el misionero se hace contemplativo en la acción y apóstol en la oración».
El «Amén» y la unión de corazones
El «Amén» es considerado por el P. General como una oración que mira al pasado y al futuro: «Somos siervos inútiles que hicimos lo que fue nuestro deber». Somos siervos fieles porque queremos aceptar los que el Espíritu nos dicte.
El deseo de San Vicente de que los corazones de los misioneros se mantengan unidos, como bellamente lo escribe en una carta al P. Blatirón, fue el punto final de esta hermosa y sugerente Reflexión del P. General sobre el estado de la Congregación.
La elaboración del Documento por la Asamblea
Organizada la Asamblea, tarea no fácil según enseña la experiencia, las Comisiones empezaron a trabajar.
Las cuestiones, relacionadas con el Documento, fueron:
1a. Bases de trabajo:
La decisión final fue tomar como base del trabajo de la Asamblea el Documentum Laboris, la Reflexión del Superior General y las experiencias y saberes de los asambleístas.
2a. Meta de la Asamblea:
Una de las dificultades mayores fue aclarar qué es lo que se esperaba de esta Asamblea. Hubo una moción que, aunque se retiró posteriormente, hizo ver el problema y la confusión que sobre este punto reinaba. El autor de la moción confesó encontrarse como «un pez en medio del océano». La moción pedía que la Asamblea elaborase un plan pastoral para los seis próximos años.
La discusión de la moción se inició sobre los contenidos del plan. Algunos creyeron que era suficiente el Proyecto presentado por la CP. Otros sostenían que la moción era una cuestión nueva que debería ser estudiada más atentamente.
La Comisión Central debió explicar cuál era su pensamiento sobre la moción y vino a decir, mediante el Moderador de turno, que la meta de la Asamblea era la propuesta por la CP (y la moción), es decir, elaborar un Proyecto pastoral para los seis próximos años.
La cuestión no quedó resuelta hasta que la Comisión Central no concretó cómo iba a ser ese Proyecto. Este fue delineado así:
Introducción; tres apartados: evangelización de los pobres; comunidad para la misión; formación para la misión.
El contenido de cada uno de estos apartados sería: situación; principios de acción; líneas de acción.
Conclusión, con disposiciones concretas para la asimilación y evaluación del Proyecto.
El plan «Proyecto» fue aprobado por 109 votos en favor, 8 en contra y 7 abstenciones.
3º. Fases de estudio de cada parte:
- exposición de las experiencias positivas y negativas;
- elaboración del primer Documento sobre cada uno de los temas, aunque no siempre se fue fiel al orden establecido;
- debate en el aula después de la exposición de cada tema. Tampoco se fue siempre fiel a este paso. Según el Directorio había derecho a poner las mociones que se creyeran oportunas;
- aprobación por parte de la Asamblea de los Documentos presentados por las Comisiones. Todo este material pasaría a la Comisión de Redacción.
A mi juicio se pecó por exceso, es decir, por abundancia de material. La Comisión de Redacción se lamentó de no haber podido atender a tanto material como se la entregó.
La Comisión de Redacción
Estuvo compuesta por cuatro miembros: uno fue nombrado por la Comisión Central y los otros tres por las Comisiones respectivas: evangelización, comunidad y formación.
La Comisión para las cuestiones jurídicas no entró a formar parte. Dada lo peculiar de su cometido, ella misma trazó su camino con consentimiento de la Comisión Central y de la Asamblea.
Fue el mismo P. General quien, por diversas razones, decidió que el texto «oficial» fuera en español. Todos los componentes de la Comisión de Redacción sabían esta lengua, pero eran de nacionalidad diversa. Este detalle dificultó la redacción.
La Comisión de Redacción tuvo grandes dificultades en el cumplimiento de su cometido. Por una parte, el poco tiempo de que dispuso. Por otra, el inmenso material que tenía que estudiar. Presentó el primer Documento el 14 de julio, en la sesión XXVI. El Presidente de la Comisión expuso los criterios que habían seguido:
- fidelidad a los textos recibidos;
- flexibilidad en la redacción del texto;
- brevedad;
- rapidez;
- claridad, elegancia e inspiración.
Cada miembro de la Comisión de Redacción presentó la parte que le correspondía, aclarando lo que la Comisión había aceptado y rechazado y las razones de su comportamiento. Se daba lugar para poner las oportunas mociones, si alguno de los asambleístas lo deseaba.
Las exposiciones no fueron convincentes. Los mismos miembros de la Comisión declararon que no tuvieron ni tiempo, ni tranquilidad para estudiar todo el material.
Esta es la razón por la que algunos intentaron poner una moción para purificar más el texto. No se llegó a poner tal moción. Los interesados hablaron antes con la Comisión Central. Esta prefirió estudiar el intento. La decisión que tomó fue que el P. General y su Consejo se encargarían de buscar las personas adecuadas para dar la última mano a la redacción definitiva. Hecha esta labor, se enviaría cuanto antes el texto definitivo a los Visitadores.
Discurso de Juan Pablo II
En el Documento conclusivo de la Asamblea hay tres citas del saludo que Juan Pablo II tuvo a bien dirigir a los asambleístas, el 30 de junio de 1986. La alocución del Papa, muy acorde con los temas de la Asamblea, sirvió para algo más que tomar de ella unas citas.
Es justo resaltar que, esta vez, la conexión entre la Curia de la Congregación y la Curia Romana funcionó. El Papa, o el que le hiciera el discurso, estaba enterado de lo que ocupaba a los asambleístas.
Juan Pablo II dejó constancia de su sorpresa al ver la «voluntad unánime de avanzar juntos en las tres direcciones: evangelización de los pobres, comunidad para la misión y formación para la misión».
Evangelización de los pobres
El Papa se congratuló al ver a la Congregación sintonizada con el espíritu del Fundador, quien escribió: «Somos los sacerdotes de los pobres». Citó el Papa otra frase de San Vicente, calificada por el mismo Papa, de conmovedora: «A los pobres hay que ir como se va a apagar un fuego».
Aseguró que la Congregación estaba en la línea de la Gaudium et Spes y advirtió tener cuidado para no quedar desfasados. Las formas de pobreza han cambiado mucho desde el siglo XVII, pero no han desaparecido. Han aparecido, en cambio, otras nuevas. San Vicente «removería cielo y tierra para ir en ayuda de los pobres de hoy para evangelizarlos».
La consigna es clara: «Más que nunca, con audacia, humildad y competencia, buscad las causas de la pobreza y estimulad soluciones a corto y a largo plazo, soluciones concretas, flexibles, eficaces. Si actuáis así, cooperaréis a la credibilidad del Evangelio y de la Iglesia…».
Comunidad para la misión
Confiesa el Papa que también le ha llamado la atención la voluntad de relanzar la vida comunitaria. San Vicente no fue amigo ni de egoísmos ni de particularismos, asegura Juan Pablo II. El sentido comunitario de san Vicente se inspiró en el misterio de la Santísima Trinidad. El Papa se hace esta pregunta: «¿Qué diría hoy San Vicente si viera que surgen comunidades, signos claros de una necesidad de vida comunitaria en una sociedad anónima y fría?»
Aconseja hacer bien los Proyectos comunitarios y que los misioneros: «reserven un tiempo cada semana o cada quince días para profundizar en el misterio de la oración, para impregnarse de los escritos del Fundador, para revisar las actividades y la marcha de la vida fraterna».
Sobre la corresponsabilidad advierte que se entienda bien. No desea el Papa que la responsabilidad de los Superiores se reduzca exclusivamente a subscribir lo que diga la mayoría, aunque todos tienen que ayudarle a que mantenga la comunidad dentro de la fidelidad vicenciana.
Las Comunidades de la Congregación debieran ser, así lo desea Juan Pablo II, testigos de la sencillez, de la alegría, de la pobreza, de la comprensión de los problemas actuales y del fervor apostólico. Estimuló a que haya intercambios entre las Casas y las Provincias para ayudarse mutuamente.
Formación para la misión
Juan Pablo II invita a la Congregación a que trabaje en este campo de la formación. Según el Papa, San Vicente mantendría hoy «contra viento y marea» la intimidad con Dios y el sentido de Dios. Daría gran resonancia a los textos conciliares que señalan como raíz de la unidad entre vida y ministerio sacerdotal la unión con Cristo y su caridad pastoral.
San Vicente habría insistido en lo que establece el Decreto sobre la formación de los sacerdotes; sobre las misiones populares; sobre la adaptación del lenguaje y de los métodos. Por eso, el Papa apoya sin reserva alguna el plan para potenciar la formación de los miembros de la Congregación, Padres y Hermanos, en todos los aspectos, con la única condición de que sea una formación adaptada a la misión y a las exigencias del mundo de hoy.
La preocupación de la Asamblea por la formación de los formadores también fue compartida por Juan Pablo II. Sugirió que los jóvenes candidatos a misioneros se inserten temporalmente en un buen equipo sacerdotal, con el fin de alcanzar una mayor madurez y fortalecerse en la vocación.
El Centro de estudios vicencianos
En la información que se envió a la Curia Romana se hacía mención de este asunto. El Papa mostró su conformidad con esta idea y dijo: «Este Centro puede contribuir a la renovación de la unidad», según reza el lema de esta XXXVII Asamblea General.
Exhortación final
La exhortación final merece copiarse literalmente:
«Queridos hijos de San Vicente: La Iglesia de este tiempo espera mucho de vosotros. ¡Ella no quedará defraudada! Con esta esperanza invoco sobre la Congregación de la Misión, sus responsables y todos sus miembros, las más abundantes bendiciones divinas y la protección maternal de María Inmaculada, nuestra Señora de la Medalla Milagrosa»
Para algunos, el Proyecto pastoral deseado quedaba delineado en el discurso del Papa. A los veteranos de otras Asambleas les recordó aquella frase de Pablo VI, dicha a los asambleístas de 1974: «Sois la esperanza de los pobres»
Clausura de la Asamblea
Para el P. General, el discurso de clausura es como un «postscriptum» que viene después de millares de palabras pronunciadas durante la Asamblea. Si el «postscriptum » es la última palabra, en este caso no lo es. Evoca el P. General un pensamiento de San Juan de la Cruz: Para Dios la última es su Hijo «que es su Palabra y no tiene otra más que hablar». Para San Vicente la última palabra es también Cristo, «Regla de la Misión».
Finalidad del Documento
Después de la sabrosa introducción, el P. General se pregunta: ¿A dónde nos llevará el Documento que hemos escrito? La respuesta la da él mismo: A los pobres, sin duda, pero ¿sólo a los pobres? No, responde, sino también a Jesucristo, principio y fin de todo.
La misión significa «ida y vuelta»
El término misión ha sido una palabra clave en esta Asamblea, como lo fue en la experiencia de Jesús. No nos basta vivir con responsabilidad la dedicación a los pobres, es necesario también percibir el sentido de «misión». La misión es, como para Jesucristo, ida y vuelta:
Se trata de ir a predicar a los pobres y de sentirse enviado por Dios; reconocer que de El partimos.
La Comunidad es para la misión, pero se crea a partir de la misión.
La formación es para la misión, pero orientada por las exigencias de la misión.
Como la misión de Cristo fue obediencia al Padre, así también nuestra misión debe ser obediencia a la voz del Señor que nos habla por la Iglesia y por aquellos «en cuyas manos han sido puestas nuestras almas».
La misión y la evangelización tendrán profundidad si estamos unidos a Cristo en la oración, el único modo de no confundir evangelización con actividad.
El compromiso de los asambleístas
Toca ahora a los asambleístas esclarecer y explicar el contenido del Documento conclusivo de esta Asamblea. Pero teniendo en cuenta que una Asamblea es mucho más que un Documento.
En nuestros corazones han quedado escritas muchas más cosas, sin olvidar que la «gentileza y la humildad» en escucharnos mutuamente han sido una de las características de esta Asamblea. No importa que no hayamos escrito el mejor de los documentos. Tampoco Dios creó el mejor de los mundos.
Con lo que parece poco se puede hacer mucho
Al referirse al estudio del Documento, el P. General aprovechó la ocasión para formular unas cuantas e interesantes preguntas:
- ¿Qué sería de la Congregación si cada uno de sus miembros alimentara su ministerio celibatario con la dedicación de una hora diaria a la oración mental?
- ¿Qué sería de la Congregación si todos sus miembros dieran cabida en su corazón siquiera a un pobre más con el cual compartir el pan de la palabra de Dios?
- ¿Qué sería de la Congregación si cada uno de sus miembros encontrase a Jesucristo más a menudo y más regularmente en el Sacramento de la Reconciliación?
- ¿Qué sería de la Congregación si cada uno de sus miembros tratase de sumergirse más profundamente en la fuente y remontarse más hacia la cima de la evangelización, la Eucaristía?
- ¿Qué sería de la Congregación si cada uno de sus miembros decidiera aumentar un diez por ciento el tiempo que dedica a estar con la Comunidad?
- ¿Qué sería de la Congregación si cada uno de sus miembros fijase más profundamente su mirada en aquella a quien Pablo VI saludó como la «estrella de la evangelización»?
Después de una larga lista de personas a quienes el P. General agradece su colaboración al éxito de la Asamblea, termina con unas palabras de San Vicente, dirigidas al P. Planchamp, en julio de 1657. Le ruega siga trabajando para unirse más a Cristo y a su Superior, a fin de que viva en una gran dependencia de Dios y de las personas que le representan. Este es el medio de encontrar y aumentar la paz y de hacerse instrumento útil en manos del omnipotente Dios.
Las homilías
El ambiente de la homilía es propicio para templar los espíritus. La palabra de Dios, siempre fecunda, se reviste de una nueva encarnación en la palabra del P. General con el estilo que le es propio.
Tres fueron las homilías que pronunció durante el curso de la Asamblea: la de la Misa de apertura, el día 18 de junio; la de la Misa previa a la elección del Superior General y la del 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, en la Misa de clausura de la Asamblea.
En la primera hizo una llamada para que nos revistamos del espíritu de Cristo como el profeta Eliseo se revistió y heredó el espíritu de Elías.
Insistió en el sentido profético de la Congregación, idea que recoge el Documento de la Asamblea.
Terminó con una oración de San Vicente en la que pide al Señor conceda el espíritu a la Compañía a fin de que sea cada vez más agradable a sus ojos, para que cada uno de sus miembros se llene de celo y pueda decir lo que dijo San Pablo: «Vivo yo, mas no soy yo, es Cristo quien vive en mí».
En la celebración eucarística previa a la elección del Superior General la idea central es ver las cosas según las ve Dios, juzgarlas según los criterios del Espíritu y según la mente de Cristo.
El profeta Amós, que tanto luchó por la justicia en favor de los pobres, censuró también la abundancia y el bienestar. El P. General quería que se pensase como Superior General en «una persona que ‘impulsada por el Espíritu’ nos incomodase en nuestro biehestar social para ser auténticos profetas y hablar con la voz de los pobres y oprimidos».
La tercera homilía fue la de despedida. El Documento ya estaba hecho y aprobado en su contenido, aunque no definitivamente redactado. El Superior General tuvo la buena ocurrencia de considerar los temas tratados a la luz de María. La pregunta fue:
¿Qué tiene que decirnos la Madre de Dios sobre los temas que hemos discutido?
Ella fue en busca de los pobres cuando visitó a su prima Isabel.
Es significativo que, fuera del momento de la Anunciación, siempre se la ve acompañada, en comunidad, en la que, sin duda, experimentó las limitaciones humanas. En la comunidad de Nazaret vivió el Salvador.
* En el Cenáculo esperó el acontecimiento de Pentecostés, en unión con los Apóstoles, en espera del Espíritu Santo, el que debía «formarles» como heraldos del Reino.
* ¿Qué significado tendrían para María, Madre de Dios, las palabras: UNUM CORPUS, UNUS SPIRITUS IN CHRISTO? Por espacio de nueve meses aquellos cuerpos, el de la Madre y el del Hijo, existieron en la más íntima unión.
Después de la Resurrección, María pudo apercibirse de lo que significaría formar un solo CUERPO CON CRISTO y, de la misma manera, aumentaría la comprensión del UNUS SPIRITUS. Para María, «UN CUERPO y UN ESPIRITU EN CRISTO» fue adquiriendo nuevos significados al correr de su vida, a medida que veía cómo crecía el Cuerpo Místico de su Hijo.»
El Superior General no pudo menos de recordar las ternezas de María para con la Compañía.
El P. Alméras, primer sucesor de San Vicente, consagró la Compañía a la Virgen.
Las apariciones de 1830 han supuesto un hito mariano para la Congregación de importancia singular. Era justo agradecer a María tantas bendiciones como ha derramado sobre la Congregación de la Misión.
La homilía terminaba con la oración del P. Alméras a la Virgen:
«Implorad, benévola, de vuestro Hijo Jesucristo, para todos nosotros una gran caridad y una mutua unión, exactitud en la observancia de las Reglas y, finalmente, perseverancia en nuestra vocación, de suerte que habiendo servido en ella a vuestro Hijo, siguiéndole e imitándole fielmente, podamos alabarle por toda la eternidad. Amén.