Anales: Dirección del P. Mauricio Horcajada (1901-22)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la Misión, Historia de la Congregación de la Misión en EspañaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Luis Ircio, C.M. · Fuente: Anales españoles, 1968.
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Al P. Horcajada le conocieron todos los Padres que pasan un poco de los sesenta, incluido el cronista, que todavía le tuvo de profesor en el ultimo curso de su carrera. Su ficha nos dice que residió en la Casa Central toda su vida, desde su ingreso en 1880 hasta su muerte en 1932, con solo tres interrupciones: la primera, en 1894, en que fue destinado a Filipinas, pero de donde hubo de volver a los dos meses, por habérsele trastornado la cabeza. Pa­rece que se repuso pronto, pues al año siguiente ya era profesor de Moral e Historia Eclesiástica; en 1902 se le nombra subsistente de la Casa Central, y en 1903, consejero provincial. Había comenzando ya su actuación en ANALES. El Superior general, P. Vil­lette, en su visita a Madrid en 1915, parece que estuvo a punto de nombrarle Superior de la Casa, pero habiéndosele recordado lo de Filipinas, desistió de ello. La segunda salida, que llevó consigo el cese en la dirección de ANALES, fue en 1921, por haber sido nombrado Subdirector o Comisario de las Hermanas de la región Noroeste, con residencia nominal en Limpias, lo que le duró hasta 1927, en que fue llamado de nuevo a Madrid, y continuó ejerciendo el profesorado de Moral y Pastoral. Cuando no hubo ya estudian­tes en Madrid se le mandó a Cuenca, pero no resistió esta nueva salida, y pronto hubo de volver, enfermo, para morir poco después, en agosto de 1932. Fue un hombre muy trabajador y observante, sencillo, hasta rayar en infantil. Dirigió ANALES durante veinte años, lo mismo que haría mas adelante el P. Herrera.

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Los comienzos de la nueva dirección pronto se empiezan a no­tar en la mayor amplitud de las informaciones de España. Tal la primera, referente a la inauguración del Colegio de Limpias en su nuevo edificio, que llega a ocupar, a pesar de su título, tipográficamente bien pobre, y además disparatado: «En la villa de Lim­pias (Bilbao)», nada menos que diecinueve páginas. Y ya se atreve el cronista a poner su firma, aunque todavía escondida bajo las iniciales A. J., que, sin duda, quieren decir Aquilino Jaso.

En el tomo siguiente, que corresponde al año 1902, llama la atención la publicación, en apéndice, de una biografía del P. Almeràs, sucesor inmediato de San Vicente, de más de cien páginas. Tam­bién edifica encontrar en él, la mismo que en otros tomos poste­riores, la relación de numerosas gracias obtenidas en España, tan­to de la Medalla Milagrosa como de los Beatos de ambas familias vicencianas.

Continúa en el tomo undécimo aumentando el material español, casi doblado con el de las filiales de América y Filipinas, sobre todo con detalladas, crónicas de las misiones, como las de la provincia de Madrid, firmadas por el P. León Burgos; la crónica de las de Teruel, compuestas con cartas de varias PP. misioneros, especial­mente del P. Osaba, y las de Ávila, historiadas por el P. Arenzana.

El año 1904 (tomo 12) tiene efemérides más importantes. Co­menzando par dedicar el número primero a la Inmaculada, en el 50 aniversario de su definición dogmática, y rindiendo homenaje de acatamiento al Papa Pio X, recientemente elegido, anuncia la concesión por el mismo de la fiesta del Patrocinio de San Vicente, concesión que es largamente informada. Otra efemérides que hace resaltar es la del segundo Centenario del establecimiento de la Congregación de la Misión en España, que puede asignarse al 8 de julio de 1704, día en que el pequeño grupo de tres PP. Misioneros y un Hermano, coadjutor, venidos de Italia, se aposentaron en la casa que se les había preparado en Barcelona. ANALES conmemora la fecha centenaria publicando una bastante extensa biografía (72 paginas), firmada por el P. Mariano Torres, del que fue el instru­mento de esta fundación el muy ilustre serior y luego Padre Fran­cisco Sent-Just y Pagés, C. M. También se pone en este tomo un pequerio resumen de la historia de las Hijas de la Caridad en España, firmado, aunque sala con las iniciales, par el P. José Garcia Fernandez.

Pero el hecho mas saliente del año es, sin duda, la inauguracian y consagración de la iglesia de San Vicente de Paúl, aneja a la Casa Central de los Padres, llevada a cabo el día 23 de junio por el Nuncio de Su Santidad, Mons. Peinaldini, a la que siguió un Triduo solemnísimo, con Misa Pontifical diaria y con sermones mariana y tarde. Se dedican al hecho unas cincuenta páginas, fir­madas por el mismo Director, con ocho preciosas ilustraciones (no del acto, sino de la iglesia), fuera de texto y en pagel especial.

No podemos continuar en este plan, pues nos haríamos inter­minables. Sigamos la marcha más aprisa, anotando solo algunas cosas más importantes.

En el tomo 14 (1906) señalamos un vibrante articula de home­naje a siete Hijas de la Caridad que murieron en menos de un año —dos de ellas, hermanas carnales: mientras entierran a la mayor, de veintiocho arios, muere la menor, de veintitrés—, todas victimas de la caridad, en una especie de hospital de infecciosos instalado en el Cerro del Pimiento, junto a la Moncloa (Madrid). Al mismo tiempo que homenaje a las mártires de la caridad, el artículo es una vibrante protesta contra las autoridades sanitarias, responsables por no haber querido proporcionar al Establecimiento las más elementales medidas de higiene. Aunque el artículo lleva por la firma las iniciales J. M. S., es, sin duda, del P. Ignacio Martin.

En estos tomos se empieza a dar importancia a la sección canónica y litúrgica (concesión de privilegios, indulgencias, etc.), así coma a la bibliografía, al menos vicenciana.

En los tomos 15, 16 y 17 sobresale una historia de la fundación de la Casa de La Iglesuela del Cid (Teruel), escrita con mucha amenidad, especialmente en los graciosos subtítulos de los 24 párrafos a pequeños capitulas en que va dividida, que suman 104 pa­ginas. Aunque la firma sala dice «Un Paúl», es seguro que la escribió el mismo fundador y primer Superior de la Casa. P. Blas Garcés.

En el tomo 18 se relata la inauguración y consagración, el 28 de abril de 1910, de la iglesia del Noviciado de las Hijas de la Ca­ridad, con una descripción bien detallada de la misma, acompa­ñada de abundantes ilustraciones. Se continúa en el tomo 19 con resúmenes de los sermones predicados en el Triduo con que se solemniza dicha inauguración. En este mismo tomo hay asimismo una pequeña relación de la inauguración de la iglesia que forma parte de la Casa Central de la otra Provincia, en la calle de Martínez Campos, relación mandada a los ANALES par la Visitadora Sor Massot, coma allí se hace observar.

No deja de ser curioso que por aquellas mismas fechas —unos meses antes de la fecha anteriormente señalada— tuviera asimis­mo lugar la inauguración de la Casa que años más tarde, tras la destrucción del antiguo Noviciado de la calle de Jesús, había de ser la nueva Casa Central de las Hermanas, como lo sigue siendo ahora de la Provincia de San Vicente, y, sin embargo, en los ANA­LES de esos años no se encuentra ni la mas mínima alusión a ese hecho. Y mas curioso aun que el primer elogio de esa admirable fundación que fue el Asilo de Convalecientes de San Nicolás, cos­teado y dotado par la Marquesa Viuda de Vallejo, tuviera que ve­nir a los ANALES mas de diez años  después por la pluma de un redactor del periódico «La Prensa», de Buenos Aires, quien, ha­biendo tenido allí noticia de esta fundación, aprovechó un viaje a España para visitar la benéfica Institución y describirla con admiración para los lectores de «La Prensa», y también para los de ANALES. Esta admiración decidió al P. Hilario Orzanco, que ac­tuaba hacia años como capellán y misionero del Establecimiento, a escribir una reseria mas completa de todo el proceso de la fundación de la Casa, la cual apareció en los números 2 y 3 del año 1921, cuando había pasado ya casi una docena de años, pues la inauguración se había celebrado con mucha solemnidad y, según se dice allí, con mucha repercusión en la Prensa, tanto española coma extranjera, el día 25 de noviembre de 1909.

En estos mismos tomos se van historiando sucesivamente, con mas o menas extensión, los orígenes de las diversas Casas de los Padres, y algunas de las Hermanas, no solo por el P. Director de ANALES, sino par otros varias, como los PP. Ponciano Nieto y Pe­dro Vargas, a quienes seguirán luego otros verdaderos aficionados a la investigación, cualidad que hoy parece estar casi completa­mente extinguida en la Provincia.

En 1941, estando él en Méjico, se publicó en Madrid su «Vida de la Venerable Luisa de Marillac, fundadora de las Hijas de la Caridad», que, como la anteriormente dicha de San Vicente, eleva también en el prólogo un estudio crítico de los otros biógrafos de la misma. Al ser beatificada publicó otra edición con el nuevo titulo, y mas tarde, en 1926, la en la que amplia el prólogo alos nuevos biógrafos y, sobre todo, refuta, diríamos que airada­mente, algunas aserciones de uno de ellos, el P. Daydi, especial­mente la de que la Madre Fundadora no fue nunca verdadera Hija de la Caridad.

El mismo año de su regreso definitivo a Espafla, 1920, publicaba aquí su «Historia de la Congregación de la Misión en Méjico».

En 1932 publicaba la mas importante de sus obras: «Historia de las Hijas de la Caridad», en dos tomos de mas de 400 paginas cada uno. Al mismo tiempo, un tratadito de Apologética popular titulado «La Gran Cuestión», que en 1935 llegaba a la sexta edición.

En 1933 salía a la luz «La Beata Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa», que se reditó mas tarde con ocasión de su canonización.

Sus últimos libros son: «Introducción al estudio de la Sagra­da Escritura» y «Santa Teresa de Jesús, confirmación evidente de la verdad del Cristianismo».

Como se ve, es uno de nuestros más fecundos escritores. Y para que se vea que no quería ser un «erudito a la violeta», coma se decía el siglo pasado, diremos que, apenas se le encargó la dirección de ANALES, lo primero que pidió, y obtuvo, fue ir a Paris, acompañado del F. Paradela, recientemente nombrado primer archivero de la Provincia, para investigar en los archivos de Pa­ris todo lo que allí pudiera haber relativo a la historia de nues­tra provincia. Fue un trabajo ímprobo de copia, especialmente de las cartas de los PP. Visitadores sucesivos a los PP. Generales, con lo que se duplica el todavía pobre archivo de Madrid. Mas su salud no pudo resistir y hacia el 10 de septiembre se tuvo que volver, dejando solo al P. Paradela.

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Lo primero que hizo el P. Nieto al encargarse de la dirección de ANALES fue mejorar un poco la calidad del papel, que era bastante deficiente. Introduce también, desde el primer mimera, la sección, que ya se mantendrá siempre, de la crónica de la Provincia en cada número. En el primero recuerda el P. Antón que ANALES está cumpliendo los treinta años, y con esta ocasión hace de ellos una pequeña historia, al estilo de la presente. La noticia mas importante de este tiempo es, sin duda, la ida de los Padres y Hermanos a la Misión de Cuttack, y por parte de las Hermanas, la de su instalación, aunque realizada a últimos del año anterior, en los Hospitales de Marruecos.

El año siguiente, 1923, y al parecer sin previo aviso, la revista se convierte en mensual, aunque en realidad el tomo formado con los 12 números del año apenas se diferencia en número de pa­ginas, algo mas de 600, de los anteriores, formados con sólo cuatro números. Lo que si crece extraordinariamente en este tomo es la información española (siempre incluida la de América y Filipi­nas) y, especialmente, respecto de las Hermanas, quedando redu­cido a casi nada lo que toma de los Anales Franceses.

Lo más importante del año 1924 fue la visita del M. R. P. Ver­dier, Superior General. en el mes de octubre. Se le dedican dos crónicas: la primera, a su llegada y estancia en Madrid, que abar­ca 16 paginas, con 3 ilustraciones en papel especial, una de ellas rodeado de algunos Padres y muchas Hermanas y, en medio, la Reina Madre, en San Sebastián, y la otra, del resto de su visita por Andalucía, Valencia, Aragón y Catalufla. No demasiado, cier­tamente, sobre todo viendo que en los «Anales» de Paris se la describe con mas amplitud, aunque esto se puede explicar sabien­do que esta crónica esta hecha por el P. Carmelo Ballester, recien­temente nombrado Director de las Hermanas de corneta, el cual acompañó al M. R. P. General desde que salió de Paris hasta que regresó allá, mientras que el P. Nieto no salió de Madrid y tuvo que valerse, para lo demás, de otros corresponsales. Cierto que al fin las dos crónicas no resultan muy desiguales, pues la del Padre Ballester, inexplicablemente, deja al P. General en Alican­te, y, aunque anuncia que continuara, no apareció dicha continuación. Por otro lado, impresiona gratamente que en este periodo, en dichos «Anales» de Paris, se hacen en cada mimera resúmenes, aunque en estilo casi telegráfico, bastante completos no seilo de los ANALES españoles, sino también de las otras revistas nuestras.

En el año 1925 se hace resaltar el III Centenario de la fundación de la Misión, de la que publica el Director una reducida historia, profusamente ilustrada, de 40 paginas en papel espe­cial, completada con una preciosa poesía sobre el mismo asunto firmada por el R. P. Vicente Franco. Hay también una pequeña crónica de la celebraciôn de dicho Centenario en la Casa Madre, escrita allí por el R. P. José Maria Fernandez, que había coinci­dido allí al regresar de la Asamblea Provincial de Madrid, a la que había asistido, camino de nuevo de la India. Y es curioso que de esa Asamblea no se diga nada en ANALES, aunque si se pone una foto de los Asambleístas, y de la general de Paris, ni eso.

En los años 26 y 27 comienza ya a predominar en ANALES la firma del P. Paradela, hasta que en marzo de 1928 aparece ya una sencilla despedida del P. Nieto y anuncia que ha sido des­tinado a Canarias. ¿Otra vez motivas de salud? Eso es lo que se insinúa en la despedida, aunque no hemos podido comprobarlo a causa de que todos sus papeles hace años que no están en el archivo, sino en poder del Vicepostulador de las causas de nues­tros mártires, uno de los cuales es el P. Nieto. Vuelto muy pronto a Madrid, reanudó en la Casa Central y en la Casa de los Ca­pellanes del Real Noviciado sus fecundos trabajos literarios hasta la revolución de 1936, que, a los dos meses, le procura la palma del martirio. Dios haga que le veamos en los altares.

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