La época en que a Vicente le toca entrar en escena se ha manifestado como una época dura; un período lleno de convulsiones que reclama hombres a la vez templados y apasionados que sepan encauzar tan fuertes corrientes. Se había llegado a tales extremos, se habían habituado los hombres a tantas miserias, que los corazones no buscaban sino despojar toda compasión de sus entrañas y luchar por la supervivencia. Pero surge entonces Vicente de Paúl como la mano que ese mismo Dios tendía a los más necesitados. Y ello no sólo porque lo creyera un deber de la caridad cristiana, sino porque se sabía instrumento de la justicia de Dios.
Hombre preocupado por la justicia
Con frecuencia se ve a san Vicente como ese formidable campeón de la caridad , preocupado por llevar el amor de Dios hasta la última creatura. Y esta imagen es cierta. Pero no es menos cierto el hecho de que Vicente tenía una clara conciencia de la situación injusta de aquellos hombres. Sabía que estos pobres estaban sosteniendo con su trabajo a toda la sociedad, y quería de alguna manera reparar ese mal. Así, ya en 1616 -año por tanto anterior a su «conversión», de la que después hablaremos; cuando tiene que predicar sobre el catecismo a los siervos del Sr. Gondí les advierte:
«Subo al púlpito para deciros algo sobre el catecismo, porque el Sr. Conde (de Gondí) así lo desea… sabiendo que Dios no ha establecido sólo a los señores para cobrar los impuestos de sus súbditos, sino para administrarles justicia, mantener la religión y hacerles amar, servir y honrar a Dios, y practicar su santa voluntad» . (S.V.P. XIII/25)
Puede que hoy nos parezca débil esta intervención de san Vicente. Pero hemos de tener en cuenta que en 1616, cuando la sociedad estamental estaba en pleno apogeo, cuando los nobles poseían gran parte de la tierra y el dominio sobre los siervos, cuando lo único que les interesaba era aumentar sus rentas, advertir que han de administrar justicia y hacer que los pobres amen a Dios es una gran osadía. Pero el santo va todavía más lejos. Hasta tal punto le preocupa este aspecto que pone en cuestión incluso el pedazo de pan que va a comer:
«Vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de la pobre gente. Debiéramos siempre pensar cuando vamos al refectorio, ¿he ganado el alimento que voy a tomar?. Yo tengo con frecuencia este pensamiento que me pone en confusión: Miserable, ¿has ganado el pan que vas a comer, ese pan que te llega del trabajo de los pobres?» (Delarue, p.173)
No se trata, por tanto, tan sólo de un corazón dulce que se conmueve «cristianamente» de la miseria social. Vicente de Paúl apunta al centro mismo de esa sociedad
edificada sobre bases injustas, y le cuestiona lo más básico: el pan que come. El hambre, la enfermedad, la opresión de muchos por unos pocos privilegiados llegan a imponerse obsesivamente a la conciencia de Vicente, que ve en la miseria de aquellos hombres no sólo la figura de Jesucristo, sino la propia justicia de Dios que nos grita su cólera:
«Sí, dice el santo en el magnífico texto de Anouilh, son terribles como la justicia de Dios que proclaman implacablemente. Nos engañamos con nuestras ropas decentes y nuestros rostros atildados; pero esos harapos, ese olor, esas enfermedades, esa desnutrición, tras de las que se asoman miradas de lobos… ¡son hombres!. Jueces duros e injustos, pero a los que es preciso servir como a nuestros dueños y ¡amarlos!» (Anoulh, p.27)
La preocupación de san Vicente hay que verla, pues, en esta doble tensión de Caridad-Justicia, so pena de perder uno de los aspectos esenciales. Como dice Redier, «Vicente llevó la caridad a cimas en las que se confunde con la justicia. De lo que los hombres están ávidos no es de que se les acaricie, sino de que se sea justo para con ellos».
Hombre que busca su realización personal
A Vicente de Paúl le costó, sin embargo, asumir esta decisión radical. Desde el año 1600, fecha en que fue ordenado sacerdote por Monseñor de Bourdeilles, obispo de Périgueux, hasta 1617, fecha de su huída de casa de los Gondi a Chatillon-les-Dombes, la preocupación de Monsieur Vincent es obtener un beneficio que pueda permitirle un retiro holgado de por vida.
Nacido en 1581 en un pequeño pueblo de Las Landas cerca de Dax, pronto pareció encaminar su vida en esa dirección. De la mano del Sr. de Comet se introduce en los estudios eclesiásticos y, ya antes de terminarlos, es ordenado de subdiácono y diácono en Tarbes (1598) y de sacerdote en Chateau l’Evêque con tan sólo diecinueve años y contra las disposiciones del Concilio de Trento.
Pronto ha alcanzado Vicente la meta de su primera juventud: ser sacerdote. Una meta que se nos antoja demasiado interesada a juzgar por los interrogantes que plantea: ¿por qué no se ordenó en Dax ó en Toulouse siendo esos los lugares a los que estaba vinculado?, ¿por qué ese largo y costoso viaje a Perigueux para ser ordenado por un obispo de edad avanzada?, ¿no habría detrás de ese hecho una decisión personal de conseguir un rápido acomodo en las estructuras sociales?. El mismo santo parece referirse a esas segundas intenciones que hubo en su ordenación, cuando años más tarde se lamenta de la ligereza con que tomó tan importante decisión:
Si hubiera sabido lo que era (el sacerdocio) cuando tuve la temeridad de entrar en este estado, como lo supe más tarde, hubiera preferido quedarme a labrar la tierra antes que comprometerme con este estado» . (S.V.P. V/540)
Es cierto que la posesión de un beneficio era, a partir del Papa Telesforo, una condición necesaria para el sustento del sacerdote ; y que en Francia, en estos años, nadie era ordenado sacerdote si no tenía un medio de vida . Pero es cierto también que la tenacidad puesta por el Sr. de Paúl para conseguir el beneficio manifiesta un excesivo anhelo de ascenso en la escala social.
Nada más ordenarse, marcha a Roma en busca de fortuna. Cinco años más tarde, en 1605, se dirige a Burdeos para «un asunto que su temeridad no le permite nombrar» . A su regreso se encuentra con un testamento a su favor y corre a Marsella a cobrar la herencia. Durante dos años desaparece de la escena de este mundo y sale otra vez a la luz a su vuelta de un segundo viaje a Roma en 1608 . Desde Roma precisamente le había escrito una carta al Sr. de Comet explicándole estos asuntos . El fruto de todo este trasiego se puede advertir en la serie de nombramientos buscados, conseguidos y fallados que se suceden en estos años: Recién ordenado sacerdote es nombrado párroco de Tilh por el Vicario General de la diócesis de Dax . Este primer beneficio, sin embargo, quedaría frustrado, ya que existía otro párroco en este lugar y Vicente, además, no habiendo acabado los estudios en Toulouse, no podía residir en el lugar de su nombramiento tal y como prescribía el Sínodo Diocesano. Hacia 1608 intenta en Roma obtener un beneficio, tal y como lo refiere en una carta a su madre:
«Confío en la gracia de Dios, que beneficiará mi trabajo y me otorgará pronto un medio de hacer un honroso retiro a fin de emplear el resto de mis días cerca de vos …» . (S.V.P. XIII/25).
Hombre que se encuentra en el servicio
Su llegada a París en 1610 marcará un punto de inflexión en su vida. Aunque es nombrado ese mismo año capellán-limosnero de la Reina Margarita de Valois y abad comendatario de la abadía cisterciense de san Leonardo de Chaume, su posición sigue siendo humilde y ha de compartir habitación con un paisano. La estancia en la capital de Francia irá, sin embargo, alargándose y entrará en contacto Vicente de Paúl con una serie de personas y sucesos que cambiarán su vida:
Relación con Pedro Bérulle
Decisivo será su encuentro con Pedro Bérulle (1575-1629), un hombre de Dios que orienta su búsqueda y su camino desde una perspectiva distinta a la mundana: la perspectiva cristocéntrica. Ordenado Berulle en 1599 trabajó en la difusión de la reforma teresiana en Francia. Se dedicó sobre todo a la tarea de promover el sacerdocio católico, tratando de elevar el nivel del clero mediante el estudio y la piedad. Inspirándose en la obra de Felipe Neri, fundó en París el Oratorio (1611). Esta obra atraería a laicos y sacerdotes como a Vicente de Paúl. Por unos años, cada vez que Vicente haya de tomar una decisión (la parroquia de Clichy, la preceptoria en casa de los Gondi, la retirada de Châtillon-les-Dombes, el regreso con los Gondi) la consulta y el consejo de Bérulle serán definitivos.
Párroco de Clichy
En 1612 es nombrado párroco de Clichy y acomete con ilusión la labor pastoral en ese pueblo. Funda una escuela presbiteral de la que saldrá su fiel amigo y colaborador Antonio Portail. Este será el primer discípulo de san Vicente y el más permanente de sus colaboradores desde la fundación de la Congregación de la Misión hasta el mismo año de la muerte, que le acaeció con sólo siete meses de diferencia. De tal manera se entrega al ministerio que llegará a decirle al obispo:
«Tengo un pueblo tan bueno y tan obediente que me digo a mi mismo que ni el Papa ni vuecencia son tan dichosos como yo…» . (S.V.P. IX/580)
Folleville
Quizá el hecho que más marcó en este tiempo a san Vicente fue el famoso sermón de Folleville el 25 de Enero de 1617 . Sabedora la sra. de Gondi por las palabras de un campesino de la situación de ignorancia y de pecado en que vivían las gentes de sus aldeas, pidió a san Vicente que «hiciera una predicación en la iglesia de Folleville para exhortar a sus habitantes a la confesión general» . Era el 25 de enero, fiesta de la conversión de san Pablo; y tantos fueron los campesinos que acudieron a la confesión que nuestro santo hubo de pedir ayuda a otro sacerdote y a los jesuitas de Amiens.
Vicente llegó a comprender con el tiempo que no era éste un hecho casual, sino un encuentro con la Providencia que le manifestaba el proyecto sobre su vida. De ahí que considerara siempre este hecho como el primer sermón de la misión.
Párroco de Chatillon-les-Dombes
A Pedro de Berulle le solicita en el mismo año de 1617 el señor de Chatillon un sacerdote que «sin buscar sus propios beneficios busque a Jesucristo» . No es otro sino Vicente de Paúl, preceptor entonces en el palacio de los Gondi, el designado para atender aquella parroquia abandonada a la miseria humana (la peste) y espiritual (más de 40 años sin sacerdote). Su acción de cara a los sacerdotes de aquel lugar, y especialmente su establecimiento de la primera cofradía de la Caridad, hicieron de esta corta experiencia de Chatillon algo decisivo.
Vista, pues, la necesidad. Palpada la miseria del pueblo tanto en lo material (Chatillon) como en lo espiritual (Folleville). Comprobada la dejadez de tantos sacerdotes en el desempeño de su ministerio, comprendió san Vicente el sentido de su vocación: «instruir al pobre pueblo del campo e instruir al clero en las exigencias básicas de su estado y condición».
«El pobre pueblo se muere de hambre y se condena», repetirá muchas veces después nuestro santo, y ya toda su vida será un continuo servir a los pobres desde la caridad y desde la misión. Atizado por ese fuego, se mostrará en adelante emprendedor y creativo en el servicio de los pobres y surgirán de su celo una serie de obras que han perdurado hasta nosotros: Cofradías de la Caridad, Congregación de la Misión (1625), Hijas de la Caridad (1633)… No puede extrañarnos que, después de una vida tan intensa, la muerte le iluminara el 27 de Septiembre de 1660. «Al expirar, nos dice un testigo, entregó en manos de nuestro Señor su hermosa alma y permaneció sentado…más majestuoso y venerable que nunca» . (S.V.P. X/232)