Obrero de la primera hora: Padre Portail en mosaico (III)

Francisco Javier Fernández ChentoEn tiempos de Vicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Vinícius Augusto Ribeiro Teixeira, C.M. .
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3. Primer Director de las Hijas de la Caridad

Después de 1640, el Padre Portail se convierte en el primer Director de las Hijas da Caridad (cf. SV IX,507), oficio que ocupará hasta el fin de sus días, conciliándolo con la acción misionera al lado de los pobres y con el ejercicio de otras funciones en el interior de la Congregación (cf. SV IV,391). En el desempeño de su función de Director, aprovechaba las visitas que hacía a los Misioneros repartidos por Francia, en calidad de Asistente del Superior General, para visitar las Casas de Hermanas (cf. SL C.144,149). Así lo hizo en Le Mans, Angers, Richelieu, Marsella, Brienne, Sedan, Montmirail, Nanteuil, etc., llevando a cada Casa las instrucciones y avisos de los fundadores. Antes de iniciar una visita, escribe a Luisa: «Trataré de transmitir y practicar los buenos avisos dados en vuestras instrucciones» (Doc.394). A las Hermanas de Angers, transmite las 23 recomendaciones prácticas enviadas por San Vicente, en 1646 (cf. Doc.408). En esas visitas, Portail realizaba un juicioso trabajo de animación vocacional entre las jóvenes que encontraba, animando algunas que parecían tener las aptitudes requeridas por el servicio de los pobres en la Compañía (cf. SL C.141) y disuadiendo otras que, aunque interesadas, no se mostraban dispuestas a asumir las exigencias intrínsecas a la vocación (cf. SL C.149). Una vez, le escribió Luisa de Marillac: «Si encontráis algunas jóvenes, personas de bien, presentadas por vuestros Padres, os pido el favor de hacerlas comprender lo que es la Compañía. Verificareis se son apropiadas para nosotras» (SL C.141). Portail se mostraba convencido de que la transparencia, la lealtad y la firmeza tendrían que favorecer el discernimiento de las jóvenes vocacionadas. Fue lo que recomendó, escribiendo a la Hermana Bárbara Angiboust, empeñada en el cuidado de los enfermos y en la educación de las niñas pobres, en Bernay (Normandie): «Y en lo referente a esas postulantes, procurad probadlas bastante y nada les escondáis. Si, después de eso, perseveran en su deseo, les diréis, por favor, que serán bienvenidas, pero con la condición de que, si no fueren encontradas adecuadas, después de experimentadas durante algunas semanas en la Casa, concuerden en volver a sus expensas. Por tanto, que ellas piensen bastante antes de venir» (Doc.625).

En el tiempo de los fundadores, el acompañamiento de las Hijas de la Caridad no constituía un ministerio exclusivo de algunos miembros de la Congregación de la Misión. Sin duda, el reducido número de Hermanas y la concentración de la mayoría de sus Casas en Paris facilitaban la conciliación de ese servicio con otras actividades apostólicas, así como la interacción de un mayor número de Padres en la asistencia a las hermanas. En una de sus cartas, Santa Luisa da noticias de la contribución ofrecida por un Cohermano: «El Padre Lambert nos hizo hoy la caridad de comenzar la explicación del Catecismo» (SL C.141). Y Portail, de paso por Le Mans, responde: «Alabo a Dios también por las instrucciones del Padre Lambert» (Doc.394). En las regiones más longincuas, cuando parecía oportuno, Misioneros cuidadosamente escogidos eran encargados de visitar las Hermanas en sus Casas y orientarlas espiritualmente, como le ocurrió al Padre Jean Dehorgny, enviado por San Vicente a visitar las Hermanas do Hospital de Angers (cf. Doc.761).

Como Director, Portail participaba de los coloquios de San Vicente con las Hermanas (cf. SV IX,539; X,605), asumiendo, ocasionalmente, la presidencia de los mismos (cf. SV IX,58; 504). En cierta ocasión, una urgencia obligó al Padre Vicente a interrumpir una conferencia. Correspondió a Portail llevar adelante el diálogo. De él, recordamos la siguiente comparación: «La Hija de la Caridad que deja su vocación es como pez fuera del agua, muere inmediatamente. ¿Por qué? Porque el agua es su elemento. Del mismo modo, la Comunidad es el elemento de las Hijas de la Caridad que a ella fueron llamadas» (SV IX,505). En términos simples y prácticos, el Padre Portail habla a las Hermanas de la necesidad de conformarse siempre más a la llamada recibida de Dios, descubriendo ahí el principio fundamental de la realización por la cual anhela todo ser humano. En otra ocasión, escribiendo a una Hermana Sirviente, así se expresó: «Os aseguro que jamás tendréis una verdadera alegría en vuestra alma, sino es mediante una verdadera conformidad con la voluntad de Dios en todas las cosas» (Doc.761). Volviendo a la misma conferencia, encontramos un precioso consejo de Portail, haciéndose eco de la intervención de Santa Luisa de que, conforme a las Reglas, no era permitido a las Hijas de la Caridad «prestar servicio a las personas ricas que tienen medios de hacerse servir por otros». He aquí lo que anotó la copista, después: «A respecto de eso, el Padre Portail dio por consejo disculparse delicadamente, alegando el peligro en que podrían caer los pobres, por falta de alimentos y medicinas en las horas debidas» (SV IX,509). Portail había asimilado el significado y el alcance de la destinación a los pobres en las fundaciones vicentinas y quería que sus Hermanas estuviesen compenetradas con el mismo espíritu. Asistía también a las reuniones del Consejo, respetando las decisiones e interviniendo cuando fuese necesario (cf. SV IV,187; XIII,589; Doc. 622.675).

Con frecuencia, Portail colaboraba con Vicente y Luisa en los encaminamientos de la Compañía, desde las cuestiones burocráticas hasta las más cotidianas (cf. SL C.117.138.559.632). Merece destacarse su empeño en enviar las Hijas de la Caridad al hospital de Le Mans, haciéndose portavoz de la insistencia de los administradores locales y de las necesidades de los enfermos y de los niños abandonados (cf. Doc.394.397). Menos de diez años después, en 1655, otras circunstancias lo obligaron a concordar con la retirada de las Hermanas del hospital de Nantes (cf. Doc.622). Como si no bastase, visitaba y reconfortaba a las familias de las Hijas da Caridad (cf. Doc.405), dirigía circulares y cartas particulares a las Hermanas y mantenía asidua correspondencia con la fundadora, con quien compartía una profunda y bella amistad, basada en la transparencia y en la confianza mutua (cf. SL C.262.493.708). Una vez, Luisa le escribió: «Sé, Padre Portail, que vuestro corazón, transbordante de caridad, recibirá los más humildes agradecimientos de nuestras Hermanas y los que os presento por los santos consejos y testimonio de benevolencia que nos distes en la carta colectiva a las Hermanas y, en particular, a mí. Ambas nos causaron gran alegría y consuelo. Nosotras las leímos mientras esperábamos la conferencia y, Dios sabe, Padre, que no fue sin lágrimas, aunque suavizadas por la esperanza de tenerlo en breve aquí» (SL C.287). Además de eso, era también consultado cuando las Hermanas pedían emitir los Votos (cf. SV V,354; VI,61; SL C.554.710), conforme esta información contenida en una carta de Luisa a San Vicente, de 1656: «Pienso que el Padre Portail os habrá hablado de las Hermanas que van a renovar los Votos, porque las cuatro se presentan con la aprobación de él» (SL C.547).

La rectitud y la sensatez de Portail enseguida le rindieron la admiración y el afecto de Luisa de Marillac y de las Hermanas, como se puede observar en muchas de las numerosas cartas enviadas por la fundadora al Padre Director (cf. SL C.141). Una, sin embargo, nos parece particularmente ilustrativa: «Hacednos el favor de darnos, de vez en cuando, vuestras queridas noticias, de cualquier lugar donde estuviere. En verdad, debo deciros que toda la Compañía siente mucho vuestra ausencia. ¡Cada día la sentimos más! (…) Todas las Hermanas, vuestras hijas queridas, experimentan gran alegría al saber que os acordáis de ellas. Todas os saludan afectuosamente, asegurándoos que piden a Dios por usted. Su Hermana Sirviente sería muy ingrata si dejase de hacerlo» (SL C. 149). Portail, a su vez, manifestaba gran solicitud con Luisa y se preocupaba con su bienestar: «Hasta que por fin, tuvimos la buena noticia de vuestro restablecimiento esperado ardientemente: ¡temíamos que vuestras hijas quedasen huérfanas!» (Doc. 454). Pero había también, entre ambos, humanas divergencias, que en nada oscurecían la caridad y la confianza mutuas que los unían en el Señor, como testimonia el propio Portail, en una humilde iniciativa de reconciliación: «Sabéis, Mademoiselle, que la santidad no es incompatible con los sentimientos contrarios (…). La santidad de vuestra vida no dejará de subsistir con todas las oposiciones que tenéis por los sentimientos de un hombre malo, como yo. Si falté al respeto y a la discreción, expresándoos mis pensamientos, os pido humildemente perdón por eso, aunque me parezca haberlo hecho con la aprobación de Dios y para su mayor gloria» (Doc.638). Así, Antonio Portail nos enseña que cuanto más sepamos cultivar nuestra sensibilidad humana, expresada en la comprensión, en la acogida y en el perdón, venciendo cotidianamente nuestras contradicciones y ambigüedades, más generosamente corresponderemos a la llamada a la santidad que la Trinidad dirige a todos.

No demoró mucho para que las Hermanas descubriesen en la simplicidad del buen Padre Portail el hombre providencial con el cual siempre podrían contar para mantener encendida y crepitante la llama del carisma. En el año 1647, estando de visita a los Cohermanos da Italia, Portail recibió de Luisa una singular manifestación del aprecio que toda la Comunidad sentía por él: «Estoy convencida de que la perfección pedida por Dios a toda la Compañía requiere vuestra dirección y vuestras caritativas advertencias» (SL C.197). En el año siguiente, circuló entre las Hermanas el rumor de que Portail había fallecido en Roma. Sólo en septiembre, Luisa recibió una carta del Padre Director, anunciando su futuro regreso a Paris pero sin determinar la fecha de su llegada, una vez que aún tendría que pasar por Marsella. Quien nos informa sobre eso es la propia Luisa de Marillac, en respuesta al Padre Portail: «No sabría expresaros la alegría de todas las Hermanas, después de la tristeza que algunas experimentaron delante del rumor de que habíais muerto. Bendito sea Dios, Padre, por haberos conservado en medio de tantos peligros y se digne esta misma Bondad en traerlo de vuelta en breve» (SL C.262). Constante también era la preocupación de Luisa con la salud del buen Director que no medía esfuerzos para cumplir sus deberes con puntualidad y exactitud (cf. SL C.553.602): «No deje de cuidar de usted en sus trabajos para así poder cumplir durante más tiempo, en este mundo, la santa y adorable voluntad de Dios» (SL C.506).

Ciertamente, el buen éxito do trabajo realizado por Portail como Director de las Hijas da Caridad contribuyó para que el Padre Vicente incluyese este oficio entre los ministerios propios de la Comunidad (cf. RC XI,11). Y, hasta hoy, ese vínculo entre la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad permanece inviolable, prolongando en el tiempo y en el espacio la profundidad, la belleza y la vitalidad del carisma que nos une alrededor de la misión de evangelizar y servir a los pobres.

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