LXV. Preguntas de la asamblea y respuestas
Se dejó como de costumbre otras preguntas en esta asamblea para ser resueltas por el general. A ellas dio respuesta poco después. Se deseó pues que se viera imprimir el segundo tomo de las Ceremonias prometido tantas veces. Se reguló el gasto de los enfermos, quién debía soportarlo cuando por imposibilidad de trabajar, y por cambiar de aire y marchar a otra parte, abandonan la casa. Que sin hacer nuevos decretos, se escribió a todas las casas una carta razonada y sólida, para preservar a los jóvenes sacerdotes del mal gusto de la novedad en materia de doctrina, de moral y de disciplina; que se formara mejor a los jóvenes en la predicación, en la educación y otras funciones de la CM; existiendo diversas quejas de que en algunos lugares se había destinado a gente poco preparada; que los superiores surtiesen buenamente y con gracia las necesidades de los que salen de su casa para ir a trabajar a otra parte, sin mostrar avaricia ni disgusto; que se permita según el deseo de varios misioneros cantar cánticos en misiones, demostrando la experiencia su necesidad, o al menos su utilidad aparte de que los obispos y los párrocos deseen que se introduzca su costumbre, aunque parezca que se ha negado varias veces. De igual forma permiso para los misioneros de llevar cortinas en misión, por razón de varios inconvenientes. En qué tiempo más conveniente se habían de leer los decretos de las asambleas, respuestas de los Generales y cartas circulares. Cómo de había de poner remedio a los pequeños excesos de delicadezas que se introducen en la comida, y colaciones de algunos educadores en la quincena de sus vacaciones en el campo; y cómo hacerles guardar la uniformidad, si convenía dirigir a los visitadores a sellar en destino(?) las cartas que se escribían a un superior que tiene una casa en la misma ciudad. Éstas son todas las preguntas que hizo esta asamblea para que resolviera el general, y éstas las respuestas que envió a las casas según costumbre:
Se releerá sin demora el tomo segundo de las Ceremonias y se le comunicará a algunos hábiles externos, después, si no se encuentran inconvenientes se mandará imprimir. En efecto, el total apareció en dos tomos; se corrigió el primero, su francés es puro, la impresión hermosa y, en el segundo aparte de las ceremonias que tratan de las distintas fiestas del año, se ha reducido a diferentes artículos lo que cada oficial debe hacer en el oficio solemne, y se han hecho incluso cuadernos impresos aparte de las ceremonias de cada oficio para facilitárselas a los que se quiere formar, hallándose todo ello reunido en el libro entre las manos del maestro de ceremonias. Se enviaron estos dos volúmenes a cada casa hacia finales del año 1717. No se reguló nada fijo tocante al gasto de los enfermos en el caso propuesto, se dijo simplemente que correspondía al superior general regularlo y en caso de discusión que había que atenerse al antiguo uso de la CM, a saber que la casa en que alguien cae enfermo por caducidad o incapacidad de trabajar, le satisfaga sus necesidades el lugar donde el general crea conveniente colocarlo. Que habiendo dado un decreto la asamblea para la residencia de los asistentes del superior general era inútil reglar quién los visitaría si fueran superiores en una casa; con todo si ocurriese, el general mandaría hacer la visita como le pareciera. Se entregará lo antes posible la carta doctrinal que se desea, y en efecto no tardó mucho en llegar: ya hablaremos luego. Hasta ahora se ha hecho lo que se ha podido para formar en los empleos a los jóvenes, que no se puede esperar sean tan hábiles al salir de sus estudios como después de trabajar por algún tiempo; no se dejará, para contentar a la asamblea, de ejercitar a los estudiantes y a los jóvenes sacerdotes hacia el fanal de su tercer año de teología en las funciones ordinarias, después de lo cual, cada superior vigilará para que se perfeccionen en ellas, y de igual forma atenderán a sus necesidades a los que salen de sus casa, en lo que los visitadores deben ser fuertes también, si se falta en ello, el general proveerá.
En cuanto se pueda, se ha de combinar el antiguo uso de no cantar otra cosa en misión que los mandamientos de Dios, y las letanías de la Sma.-Virgen. Lo demás disipa el espíritu de compunción que sin embargo constituye el fondo del espíritu de penitencia, como la experiencia lo demuestra, se podría con todo tolerar el canto de los cánticos antes y después del catecismo, pero no antes y después del sermón. Y si los obispos por propia iniciativa y sin ninguna petición por parte de los misioneros que harán sus propias observaciones ordenaran que se cantasen, habría que obedecerlos conviniendo entre los dos cuáles serán los más útiles. Asimismo no conviene introducir contra el primer uso de la CM las cortinajes de cama en misión, sino seguir las reglas que piden que las camas en la misión sean conformes a la pobreza de la que se ha hecho profesión, y que en misión se contenten con los pobres muebles que allí se hallan, y que se prestan por caridad. No obstante si se debiera dormir varios en una misma habitación parece bien separar a unos de otros con telones o telas tendidas como se hacía en el seminario interno. En cuanto a los decretos y demás, se pueden leer en las casas pequeñas donde el capítulo dura poco, hasta las 5, y luego el asunto de la meditación; en los otros lugares el superior espera un tiempo propio para ello, antes o después del curso de las Misiones, cuando todo el mundo se encuentra en la casa, como a la una después del mediodía los días de obediencia.
En cuanto a las vacaciones de los educadores, leerles antes de partir el reglamento del difunto sr. Pierron, distribuido en las casas por los visitadores, y mostrarse firmes en ello, no habiendo otra cosa que desear, y para los consejos ninguno otro que los que se han dado sobre esta materia en la asamblea general de 1668. Si alguien no tuviera las reglas de los educadores de filosofía y de teología preparadas en San Lázaro por el sr. Almoras, se les enviarán cuando las pidan. Es la antigua costumbre de los misioneros confirmada por las respuestas de los señores Almoras y Jolly, de dirigir por correo urgente (?) a los visitadores cartas que se escriben a alguno en la misma ciudad, y él puede leerlas.