Historia general de la C.M., hasta el año 1720 (25. Otras memorias más para el bien de los súbditos de la CM)

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Author: Claude Joseph Lacour, C.M. · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1731.

Fue escrita por el Sr. Claude Joseph Lacour quien murió siendo Superior de la casa de la Congregación de la Misión de Sens el 29 de junio de 1731 en el priorato de San Georges de Marolles, donde fue enterrado. El manuscrito de l’Histoire générale de la Congrégation de la Mission de Claude-Joseph LACOUR cm, (Notice, Annales CM. t. 62, p. 137), se conserva en los Archivos de la Congregación de París. Ha sido publicado por el Señor Alfred MILON en los Annales de la CM., tomos 62 a 67. El texto ha sido recuperado y numerado por John RYBOLT cm. y un equipo, 1999- 2001. Algunos pasajes delicados habían sido omitidos en la edición de los Anales. Se han vuelto a introducir en conformidad con el original.


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San Vicente de Paúl

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XXV. Otras memorias más para el bien de los súbditos de la CM

La confesión de los individuos de la CM pareció demasiado importante a la asamblea general de 1673, para no tomar resoluciones sobre este asunto. El sr. Jolly envió una memoria de él con los demás, que dice: Que quienes las oyen deben persuadirse de que el adelanto de los particulares en la virtud y el buen orden de las casas depende todavía más de sus buenos consejos y de su celo que del cuidado de los superiores, a quienes son conocidas solamente las faltas exteriores, que son a menudo menores; mientras que ellos mismos tienen conocimiento de las interiores y secretas. Deben pues procurar, entre otras cosas, ayudar a quienes escuchan a corregirse de los defectos notables, no omitir nada que pueda depender de ellos propio a hacerles crecer en su perfección, contribuir lo más posible a hacer observar las reglas de la obediencia y mantener las casas en el orden y la unión, que para ello, deben ser ellos mismos los más ejemplares, dar así fuerza a sus palabras y hacerles escuchar con respeto. Uniendo al ejemplo una continua comunicación con Dios, de donde obtendrán luces y harán brotar en ellos sentimientos de compunción para comunicárselos a los demás, destinados como ellos a dirigir al prójimo, no pasar a la ligera por las faltas notables. Si las oyen, como violar las reglas con escándalo, o desprecio, ser descuidado en la mayor parte de los ejercicios de piedad, murmurar con frecuencia de los superiores, resistirse a ellos, formar partidos, hacer ligas, romper la paz, etc, deben hacer ver su gravedad con energía, y prudencia, no ceder en la observancia de los votos, sobre todo de pobreza, impidiendo con todas sus fuerzas la propiedad; y que se introduzcan abusos en la CM, los que por falsa opinión estimen ligeras ciertas faltas hacen miserables a los particulares y a todo el cuerpo. No echar penitencias poco compatibles con la vida ordinaria, pero también que no sean siempre las mismas, o demasiado leves para las faltas que escuchan, obligar a quienes hubieren escandalizado a reparar los escándalos. Quien había ofendido a otro a reconciliarse, un negligente ser asiduo en los ejercicios, etc., y si alguien fuera incorregible usar entonces de todo el poder que Dios da a los confesores.

Y aunque fuera el superior, deben hablarle con una energía suave si necesario fuera, hacerle conocer con una libertad respetuosa la calidad, y las consecuencias de sus defectos, igualmente hacer ver a todos la obligación mutua del estado, de ser gentes de oración, separados del mundo, humildes, celosos por la gloria de Dios y la salvación del prójimo, mortificados, libres de muchos defectos, que se supondrían en personas del mundo. Hacer notar su progreso en la virtud, su fidelidad a la gracia de la vocación para contribuir al adelanto de rodos según su necesidad y poner remedio a la relajación, y a la decadencia de la que es trabajoso volver como lo muestra la experiencia, también observar si se acusa siempre de las mismas faltas, si es con espíritu de compunción, si no se siguen los consejos recibidos en las confesiones precedentes, si no se dedica a enmendarse, temor de que se desprecie este gran sacramento, y quizás que se lo profane, entregarse a conocer el fondo de las almas. Descubrir las pasiones dominantes, los defectos más peligrosos, los apegos demasiado fuertes a la salud, a los oficios, a las personas, a las comodidades, a los padres. Y también dar consejos y remedios propios para detener el mal en sus raíces, y a cortar por lo sano la multitud de los demás defectos, exhortar bien como dicen las reglas, en las que están encerrados los medios de la perfección. Ser fiel a las oraciones, examen de conciencia, preparaciones y acciones de gracias en la misa, lecturas espirituales, ejercicios de la presencia de Dios, práctica de penitencia, etc., y no dejar en cuanto se pueda que la falta de devoción y la sensualidad, fuentes de todos los pecados se deslicen entre los misioneros.

Fuera de esto fortalecerán a cada uno con caridad en las ten tentaciones peligrosas sobre todo contra la vocación añadiendo para esto a las exhortaciones mortificaciones y oraciones que atraen a estos particulares la gracia de vencer sus penas y perseverar. Conviene que se sepan ellos mismos las reglas, y tengan bien asimilado el espíritu para inspirar su estima a los demás, el amor y la observancia, la obediencia, el respeto a los superiores, la caridad para con los iguales, la mansedumbre y la ayuda para con los inferiores. Mantener la paz y la unión en las familias, oponiéndose al nacimiento de las amistades particulares que estorbarían la caridad común, y producirán las quejas, murmuraciones, maledicencias y otras faltas opuestas totalmente al espíritu de una comunidad. Reprender vivamente a los que se muestren libres en hablar, hallar algo en contra de las reglas, criticar a los superiores y sus intenciones, revelar las faltas del prójimo, y decir sin pensar cuanto les viene a la cabeza sin cuidarse de los malos efectos, que resultan con escándalos en las casas, indisposición de los espíritus, no hacer correcciones nunca demasiado largas sino en caso necesario, sino con una autoridad dulce, sirviéndose con frecuencia de algún pasaje de la escritura breve y bien aplicado. Éstos son excelentes consejos para los confesores de comunidad, y si los hubiere así, sólo tendrían maravillosas ventajas para provecho espiritual y la salvación de todos los particulares de las casas. Y con toda razón acaba esta memoria diciendo que estos consejos deben ser leídos de vez en cuando con atención, para que si los confesores se dan cuenta de que no han sido fieles, pidan perdón a Dios y la gracia de observarlos mejor en adelante.

Nos queda una sexta memoria elaborada por orden de la misma asamblea que contiene medios para los superiores para poner remedio a las faltas que los inferiores cometen de ordinario contra ciertas reglas. Convenía que los diputados hubieran observado ya algunas que les parezcan de consecuencias peligrosas para obligarles a pedir que se pusiese remedio, así por medios particulares. Se advirtió pues a los superiores que tuvieran en cuenta con frecuencia sus obligaciones esenciales, avisar y corregir de manera útil a los que no observan las reglas, proponiendo de vez en cuando como tema de conferencias espirituales las virtudes que en ellas se recomiendan, cuando observan relajamiento y haciendo hablar a alguno de la familia sobre cada asunto para una mayor persuasión de todos, y hablando ellos mismos con fuerza y unción, dedicándose igualmente a la instrucción bien para que resulte útil a la familia. Los ejercicios anuales que son uno de los principales medio para renovarse en la virtud y espíritu del propio estado. Asimismo hacer frecuente la práctica de que le avisen de sus defectos, avisando a los que sólo lo hacen raramente, rogando a los inferiores que les avisen ellos mismos por su admonitor. Deben sobre todo mantener la obediencia como el alma de las comunidades bien regladas, y dar ejemplo de ello mediante una sumisión perfecta al general y al visitador; trabajar de continuo en expresar en su vida las virtudes de Jesucristo, a cuya persona ellos representan, y especialmente su mansedumbre, su afabilidad. Además, en conocer las diversas disposiciones de los súbditos, demostrándoles bondad en cuanto se refiere a sus necesidades del alma y del cuerpo; darles una libertad honesta en sus empleos y vigilar tan sólo que los realicen bien, avisarlos cuando fallen, sin querer hacer, si no es en caso de necesidad, lo que es de su oficio. Se les recomienda mandar leer de vez en cuando, en la mesa, algún tratado de la obediencia, hacer reinar la Caridad fraterna en la casa, y desterrar de ella las aversiones, obligando a los culpables a reconciliarse lo antes posible obligando a los culpables, digo, estando muy atentos ellos mismos a no hablar de los defectos de sus inferiores, salvo a sus consejeros, en caso de necesidad, evitando al hacer alguna corrección dar a conocer a aquellos de quienes se puede haber conocido la falta. Alejarse de toda amistad particular con alguien de la casa y de toda singularidad en su modo de actuar del que los demás podrían sentirse mal. Ganarse en cuanto se pueda el afecto de cada uno para que todos los miembros estén unidos a su jefe, prevenir con todo lo que puedan la indevoción y la negligencia en el adelanto espiritual, como opuesto al fin del instituto y seguido de ordinario de un apego desreglado a las satisfacciones del cuerpo, y de cantidad de otros defectos, y por lo tanto tener un gran cuidado de quitar las ocasiones, cuidar de que cada uno asista con fidelidad a los ejercicios de piedad que mantienen la devoción, se ocupen útilmente sin tener demasiado tiempo libre para pensar en la salud, en la comunicación con los externos, o en buscar noticias del mundo. Mantener bien la observancia de la pobreza como uno de los mejores medios contra el relajamiento de las comunidades, y así cuidarse de que se pidan y entreguen con exactitud las necesidades, visitar alguna vez las habitaciones, quitando lo que es inútil y contra la regla. No permitir que los particulares manden hacer nada a los sastres, zapateros, ni a nadie más, que no compren ni den, ni reciban, aunque sea para su propio uso, o el de los demás sin permiso. Los superiores se servirán siempre de estos medios para salir al paso de las faltas que se deslicen (11º cuaderno) insensiblemente en las familias contra la práctica de las reglas.

Todas estas memorias diferentes fueron enviadas a las casas por el sr. Jolly, con la carta de la que hemos hablado, donde añade también que muchos desearon las reglas para algunos oficios domésticos: del prefecto de la biblioteca, del portero, etc. Tenía cuidado de que se formularan exactamente y fueran comunicadas luego en el primer momento libre. Envió algún tiempo después, una vez en poder de las reglas particulares de los oficios principales, como del superior, del asistente, procurador, y Consejero; que se obligó a transcribirlas en un libro expreso, para poder acudir a él en caso de necesidad, aparte de las copias que se entregaban a aquellos que se ocupan de estos oficios. Se había pedido el sentido de estas palabras de las reglas del superior cap. 5 & 2. No enviará a nadie de su casa afuera sin sus patentes. El sr. Jolly respondió que según el sentimiento de la asamblea se debe entender cuando el superior envía a alguien a un lugar alejado, o también más cercano si no es conocido suficientemente. Y si debe quedarse por algún tiempo, o formalizar para ello un modelo de patentes que se han seguido hasta ahora. A la vista de algunos cambios, o de faltas, que se habían deslizado en varias copias del Catecismo de la Misión, se resolvió examinarlo y corregirlo con cuidado con el resumen que hay al final para distribuirlo luego a las casas en impresos o copias corregidas, salvando así los cambios en lo sucesivo. De igual modo con las predicaciones de misión, en las que existían cambios o alteraciones al transcribirlas; la asamblea deseó que se proporcionara algunas sólidas y metódicas a los sacerdotes jóvenes, para su formación. Y el general confiesa con razón que sería útil entregar un curso completo de sermones para las misiones, prometiendo mandar trabajar en ello tan pronto como alguien tuviera tiempo; pero, dice que esta obra puede tardar mucho. No se la ha visto, en efecto, sino mucho más tarde. Mientras tanto, se pueden prestar a los jóvenes sacerdotes los mejores sermones que se tienen en las casas para sacar copias y estudiarlas.

Me encargan, continúa el sr. Jolly, que les recomiende que los formen tempranamente en la predicación y que los ejerciten en ella. Siendo difícil hacer ante el pueblo el sermón de la impureza, y los errores en que se puede incurrir en él, pueden dar ocasión a escándalo en los espíritus débiles, la asamblea ha pensado que se debía componer una pieza para enviarla a las casas. Lo que se hará lo antes posible, se preguntó si era costumbre que sólo el visitador sin el superior firmara las ordenanzas de la visita, y el general responde que sí. También si convenía permitir a los hermanos la lectura del nuevo Testamento, se han visto siempre dificultades por buenas razones, dice el sr. Jolly. Y se debe observar esto a menos que sea en casos raros, cuando estime el visitador que no hará daño a quien pide permiso, y que este ejemplo no sirva de precedente.

Se había observado que en ciertas casas había algunos que raramente pedían ser avisados en el capítulo. Esta práctica se abandona con facilidad. Dejándose llevar por naturaleza el espíritu del hombre a querer olvidar sus defectos, es bueno que cada uno sepa, dice el sr. Jolly, que la asamblea lo ha tenido por muy importante que se renueve su recomendación tras la cual os ruego de su parte que si alguno de los suyos se descuida en ello se le avise en particular. Y si no se da por enterado, escribir al visitador para poner remedio.

Quiere finalmente que el superior insista en dos cosas, en relación con lo temporal de las casas; a saber, que los archivos estuvieran provistos de títulos y papeles que se relacionan con cada familia; y que además, existan copias auténticas en los archivos de San Lázaro para servirse de ellos en casos de necesidad. A este efecto, hacer los inventarios sumarios, que contengan la naturaleza, fecha y firmas de cada pieza de lo que se hará un duplicado; uno para enviar a San Lázaro, el otro para guardarlo en la casa.

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