XX. Muerte del sr. Almerás. El sr. Jolly su sucesor
Dios retiró del mundo al sr. Almerás después de probar su paciencia con un largo agotamiento, acompañado de hidropesía. Su fallecimiento llegó el dos de setiembre, fiesta de San Lázaro, 1672. Fue enterrado al lado derecho del sr. Vicente en medio del coro, y poco después se colocó una breve inscripción sobre la piedra que cubría la tumba: Aquí yace René Almerás, segundo superior general de la Congregación de la Misión muerto a los 60 años de edad y a los 12 de su superiorato; hacia el final de su vida se había servido del sr. Jolly para descargo de la mayor parte de los asuntos, y conociendo su virtud y su talento para la dirección, le nombró Vicario general durante la vacante y le señaló también en la asamblea como uno de los que juzgaba más aptos para esta dignidad, se ha visto más arriba los servicios que había prestado a la CM durante su permanencia en Roma.
Tenía por entonces algo más de 50 años, habiendo nacido el 24 de octubre de 162, de padres honrados, en Doue, parroquia de Brie, en la diócesis de Meaux. Después de las humanidades, estudió derecho, sobre todo para asuntos relacionados con la curia de Roma, y luego se vio indeciso por algún tiempo sobre el partido que tomar, se decidió entretanto a seguir al sr. conde de Fontenay de Mareuil, embajador de Francia en Roma, en calidad de gentilhombre con el nombre de sr. Dehaignon, y este ministro teniendo que enviar a una persona de confianza al rey de Francia a propósito de las aflicciones que producía el Papa Inocencio X a los cardenales Barberini, sobrino de su predecesor, Urbano VIII, cuya protección tomaba Francia, escogió al sr. Jolly quien agradó mucho a S(u) M(ajestad). A su regreso tuvo un puesto en la Dataría, y hasta fue bien recibido por el cardenal Datario, de suerte que se encontraba en camino de hacer alguna fortuna, pero se sintió fuertemente obligado a pensar en retirarse del mundo. La casa de la Misión de Roma se había fundado hacía dos o tres años y era poco conocida; quiso hacer en ella los ejercicios espirituales y tomó la resolución de entrar en la Congregación. Pero como no le iba muy bien en Roma, y que, además, no existía todavía el seminario interno, vino a París y fue recibido por el sr. Vicente el 13 de octubre de 1646.
Edificó en el seminario, hablando muy poco, y para humillarse, hizo un día al sr. Vicente, en presencia de su director y de sus cohermanos, una confesión general. Después de los 18 meses de seminario, el sr. Vicente le volvió a enviar a Roma, donde estudió y recibió las santas órdenes del sacerdocio, el 18 de mayo de 1649, luego fue nombrado procurador y poco después consejero de la casa, de la que el sr. Almerás era por entonces superior, quien en este oficio reconoció entonces en el sr. Jolly excelentes cualidades para la dirección; poco después, el sr. Blatiron le nombró visitador, le hizo confesor de la casa y el sr. Vicente le volvió a llamar a París para ser director del seminario interno en San Lázaro en 1651. Le dirigió maravillosamente bien en la vida interior. El sr. Berthe, sucesor del sr. Almerás en el Superiorato de Roma, al ser llamado de allí, se mandó al sr. Jolly a ocupar su lugar, donde logró que se aprobaran los votos, según se dijo antes. La peste desoló buena parte de Italia, y la ciudad de Roma entre otras, en el año 1656. El sr. Jolly fue atacado de ella; Dios lo preservó de la muerte. Pero este terrible mal le dejó hinchazones de piernas que le molestaron hasta su fallecimiento.
El sr. Vicente le nombró visitador de Italia, a pesar de todos los esfuerzos que hizo para librarse y, en este cargo, fundó un seminario interno en Roma, y poco después otro en Génova, para nutrir de súbditos a las misiones de Italia. No habíamos tenido en Roma, hasta 1659, más que una casa de alquiler, cosa que obligaba a desalojar a menudo con mucha incomodidad. El sr. Jolly compró, para establecerse de una vez, el palacio del cardenal Bagny, en el monte Citorio, donde se encuentran aún cómodamente situados.
El sr. Vicente conocía muy bien los méritos del sr. Jolly; y le tenía como sucesor suyo en lo sucesivo, lo que así se lo había contado a la Señora duquesa de Aiguillon, cuando éste sólo era entonces un clérigo en el seminario. Asistió a la asamblea de 1661, en la que se le declaró 3er (asistente) del sr. Almerás, luego a la de 1668. Fue enviado de nuevo a Roma después de la primera asamblea, según se ha dicho, y nombrado admonitor del general en la segunda, después de la muerte del sr. D’Horgny.
Este era el sr. Jolly, elegido tercer general de la Co, la víspera de la Epifanía, el 5 de enero de 1673, y toda la casa de San Lázaro experimentó un gozo extremo. Él, por su parte, al enterarse de su elección, hizo cuanto pudo por librarse, pero su confesor le retuvo. Le nombraron como asistentes a los srs. Berthe y Fournier. A este se le confió también la dirección del seminario interno de San Lázaro, siendo uno de los que han trabajado en ello con más bendición; la mayor parte de los seminaristas de su tiempo estaban llenos de fervor y exactos en las cosas más pequeñas.
El sr. Jolly informó a toda la CM de la noticia de su elección, con una carta que escribió inmediatamente después. Constituye no sólo un testimonio de su humildad y de su virtud que brillan en ella sensiblemente, sino también de su espíritu y de su talento para escribir cartas, talento raro y precioso que todos reconocieron en este digno superior, en un grado poco común. Hacía aparecer verdaderamente firmeza y constancia en sus cartas; con todo las acompañaba siempre con suavidad y dulzura, lo que las hacía agradables a todos a quienes se veía a veces obligado a pedir algo en sí molesto y contario a sus inclinaciones.
El secretario de esta asamblea fue el propio Thomas Berthe, como lo había sido de las precedentes; se le tenía en la CM como a uno de los más activos, y se reconocía en él más facilidad que en cualquier otro para elaborar actas, especialmente en latín, lo que le hacia el más apto para componer los Reglamentos de la asamblea.
El sr. Fournier falleció poco después, lo que causó un gran dolor al sr. Jolly, perdiendo con ello a un buen consejero y a un súbdito de grandes méritos, sustituyéndole el sr. René Thieulin en el oficio de asistente, quien se había mostrado hábil teólogo en los primeros años de su sacerdocio, enseñando con gran satisfacción en el seminario de Agen, y sobre todo con satisfacción de Mons. Claude Jolly, a la sazón obispo de esta ciudad, y se cree que tomó parte en la composición del catecismo de Agen, obra estimada en su género por la claridad y el método. Fue también querido y honrado de varios abates de calidad, siendo superior del seminario de los Bons-Enfants, donde mandó construir el edificio que se ve hoy todavía. El sr. Talec continuó por algún tiempo el oficio de procurador general, teniendo por sucesor, cuando se le encargó del oficio de asistente del superior general, a un hombre versado en los negocios, llamado sr. Maillard.