XIV. Caducidad del sr. Almerás la fundación de Lyon
Hemos explicado aquí un poco extensamente los reglamentos que se dieron en la asamblea de 1668, ya que han servido después de modelo a las otras asambleas generales, siendo ésta la primera de todas en la que se dieron parecidos decretos y reglamentos. La muerte se había llevado un poco antes al sr. d’Horgny, que era uno de los asistentes y admonitor del general. La asamblea puso en su lugar al sr. Jolly, y era como el brazo derecho del sr. Almerás, reducido por sus enfermedades a la necesidad de guardar cama con frecuencia y casi siempre la habitación, lo que le había obligado a pedir con insistencia que le aceptaran la dimisión de su cargo en esta asamblea, que no aceptó su petición como la primera de todas se lo había negado al sr. Vicente. No dejaba de ser informado de todo y los hermanos de la casa con obreros habían fabricado un órgano muy adaptado, y un armario para guardar los tubos, en lo que había colaborado el procurador. Sacerdotes veteranos vinieron a ver al sr. Almerás para decirle que semejante adorno que se quería introducir en la iglesia era contrario a la sencillez tan recomendada por el sr. Vicente, las dos grandes figuras de ángeles estaban ya instaladas. El sr. Almerás habiéndose dado cuenta se fue y mandó bajarlas y con tono agradable, como si no estuviera enterado de nada y debiera enseguida aprobarlo todo, mandó al hermano que le explicara por orden cómo dispondría toda esta hermosa obra; cosa que le diría con todo gusto, como si el general le hubiera adivinado el pensamiento. Pero al final, el sr. Almerás se puso serio y ordenó a este hermano llevárselo todo, barrer bien el lugar ese mismo día, y deshacerse de su obra que fue vendida a la parroquia de Saint-Roch donde todavía se puede ver este hermoso órgano. El primer día de la asamblea, el sr. Almerás hizo humillarse al procurador delante de todo el mundo, teniéndole de rodillas bastante tiempo, y contando agradablemente a toda la familia el perjuicio que aquello podría causar a la obra de las misiones y demás, a donde no querrían permitir que fueran a aquellos que fueran destinados a la casa para tocar el órgano y preparar algún concierto, a ejemplo de cierta comunidad que decía haber visto antaño en Roma, teniendo por función de su instituto ir a ayudar a los agonizantes a bien morir; pero habiéndose introducido en la capilla de esta comunidad dar un saludo todas las tardes con un motete de música cantado por las personas de la casa, cuando querían enviar a algunos a los agonizantes se excusaban, o los otros por ellos, diciendo que era una pena estropear su concierto; lo que los Misioneros podrían también responder, decía el sr. Almerás, cuando quisieran enviar a misiones o a otra parte a los que se dedicaran al órgano.
Por más firme que fuera, no dejaba de tener una gran bondad, y temía que a los superiores les faltase esta cualidad en su conducta. Al enviar para superior de una casa a un sacerdote que pasaba por ser bueno, le recomendó entre otras cosas que no fuera demasiado bueno; pero por miedo de que este aviso obligara a este sacerdote a disminuir en algo su dulzura, le volvió a llamar a su habitación cuando iba a bajar al refectorio y después del refectorio otra vez antes de salir de casa para decirle que no diera importancia a lo que le había dicho sobre este asunto y que no podría ser demasiado bueno con sus inferiores. Tal era la conducta de este prudente general a quien todos sentían tanto ver aproximarse a su fin.
Tuvo también el consuelo antes de su muerte de ver la fundación de Lyon concluida y comenzada. Era ventajosa para la Co, pues es una gran ciudad, muy poblada, en la que se podía establecer un seminario interno que daría buenos súbditos, como en efecto así pasó: hasta entonces que no había habido otro seminario interno que el de San Lázaro. Además había que contentar al sr. Abate Chomel, rico eclesiástico, originario de esta ciudad, hasta entonces consejero en el Parlamento de París, que era uno de los alumnos del sr. Vicente en le colegio de los Bons-Enfants. Deseaba ardientemente ver una casa de la Congregación en su patria y ofrecía con generosidad una suma de dinero considerable para hacer la fundación sin obligar a los Misioneros a nada, ni siquiera a una misa, contentándose, decía él, con que desempeñaran allí sus funciones, y creyendo de esta manera prestar un servicio señalado a su patria. Fueron enviados allí algunos sacerdotes bajo la dirección del sr. Berthe, uno de los asistentes del general, a quien se creyó el más acertado para ser la piedra fundamental de esta casa. Al cabo de unos días de estancia en Lyon, negoció tan bien que unos Señores de la Comunidad de Saint-Michel, que estaban ya establecidos en esta ciudad para dar misiones en el campo, y entre los que había alguna gente de calidad poco acostumbrada a los trabajos de la misión, no encontrando fácilmente en otra parte obreros para ello, consintieron en unirse a una CM ya formada que tenía casi el mismo fin que ellos. Algunos operarios suyos intentaron esta unión, entre otros el sr. Blanc quien entró en la CM, donde prestó servicios señalados dirigiendo durante largo tiempo las misiones en la diócesis de Lyon.
La conclusión de este asunto agradó al sr. Almerás quien había pasado ya aviso a las casas de la CM de esta nueva fundación por carta del 26 de julio de 1669, en la que apunta que la pequeña Comunidad de Lyon había comenzado por fin en una casa de alquiler en el Garillan por el camino que lleva a la colina de Fourvière y poco distante de otro más espacioso donde se instalaron comprando propiedad al sr. Chomel, la casa y el gran cercado del sr. Mascerauny del Verrière. El sr. Almerás prosigue que los srs. Dubois y Grégoire, sacerdotes de la Misión estimados, fueron a unirse al sr. Berthe y en otra carta del 4 de marzo del año siguiente, quedando hecha la unión con estos Señores ya nombrados, dice lo siguiente con más detalle el sr. Almerás:
Les he comunicado de vez en cuando nuestra fundación de Lyon, y ahora voy a darles más amplio conocimiento de sus comienzos y su marcha. Dios quien es el autor, inspiró el primer movimiento al sr. Chomel, en otro tiempo consejero en el Parlamento, y sacerdote desde hace varios años, hombre de gran piedad y viejo amigo de la Co, para fundarnos en esta ciudad como en un puesto muy apropiado para procurar el avance de su gloria en varias provincias; mandó proponer su piadoso plan a Mons. el Arzobispo quien por entonces se hallaba en París para saber si estaba conforme con la ejecución. Lo estuvo, y de vuelta a Lyon, deseó que alguien de los nuestros fuera allá para diversas formalidades que se debían observar en este asunto, que la hacía más difícil que en otros tiempos, a causa de un edicto del rey sobre las nuevas fundaciones de las comunidades.
Enviamos al sr. Berthe para trabajar en ello, y una vez llegado, obtuvo el consentimiento del prelado y de la ciudad. Fue necesario luego tener patentes del rey para las cuales escribió Mons. el Arzobispo a la corte y las hicieron registrar en el Parlamento; lo que llevó algo de tiempo. Este prelado era por entonces el señor Camille de Neuville, de la casa de Villeroy, lugarteniente del rey en provincias, y todopoderoso en Lyon. Después se trató de tener una casa de compra o de alquiler, y habiendo existido dificultades que impedían hacer ante todo una adquisición, hubieron de contentarse con alquilar una, entre tanto, enviamos allá a los srs. Dubois, superior de la casa de Annecy, y Grégoire, director de nuestro seminario interno, con el sr. Bezeron, sacerdote de dicho seminario; para formar bien en el espíritu de la CM esta nueva fundación, de importancia por varias razones, dejamos allí al sr. Berthe para superior, necesitando esta casa en sus comienzos de un jefe experimentado e inteligente como lo es él, para responder a las expectativas del prelado y de cantidad de personas de autoridad y de piedad que hay en esta ciudad; así como de la disposición que se encontraba en algo de lo que vamos a hablar, y que pedía una persona capaz de tratarlo y llevarlo por buen camino. Se trata de la unión antedicha; ocasión , dice el sr. Almerás, que sólo Dios ha suscitado sin que nosotros pensáramos en ello en absoluto, lo cual constituye el principal asunto de esta carta.
Relata a continuación de forma extensa el origen de esta comunidad. Desde hace unos 25 años, dice, se formaron en Lyon dos comunidades de (7º cuaderno) sacerdotes que están dedicados a las misiones. A unos se les llama Misioneros de San José, de otra manera Cartenistas, por su fundador llamado sr. Cartenet, laico y cirujano de profesión, pero hombre de oración y muy celoso, que iba alguna vez a instruir a la gente del campo. Estos Señores son conocidos en Lyon tan sólo por el nombre de Misioneros de San José. La segunda comunidad era propiamente de los Misioneros de Mons. el Arzobispo, instituida por su autoridad y confirmada por cartas patentes del rey, verificadas en el Parlamento. Se les llamaba de ordinario Señores de Saint Michel por un curato de la ciudad que atendían, algunos de los cuales habían visto al sr. Berthe en Lyon con el fin de establecer allí una casa, y tuvieron poco después de su llegada el pensamiento de unir su comunidad a la nuestra; hablaron de ello a sus cohermanos y a algunos externos. El sr. Berthe los escuchó con respeto, y después de escribirnos le rogamos que no diera ningún paso en esa dirección, sino que les dejara actuar y a nosotros encomendarnos a la Providencia, cosa que hizo, para conformarnos a la santa práctica del difunto sr. Vicente, quien no se adelantaba nunca a las fundaciones ni a las ventajas temporales. Realizada la fundación, estos Señores que deseaban unirse a nosotros tuvieron a bien, antes de concluir, asistir a una de nuestras misiones, y habiendo trabajado en ella, regresaron tan contentos de los nuestros y de su modo de actuar que pidieron en seguida a Mons. el Arzobispo permiso para realizar la unión pronto, cosa que les concedió. Tuvieron varias conversaciones con el sr. Berthe para tratarlo, y habiendo convenido en las condiciones, aceptó el contrato firmado por ambas partes y homologado por el sr. Arzobispo dejando aparte el curato de Saint-Michel a instancias del sr. Berthe que alegó que habíamos tomado la resolución hacía varios años de no aceptar ninguna parroquia y que no podíamos desempeñar nuestras funciones afuera por prestar atención al prójimo en una ciudad episcopal como Lyon. A eso se atenían con toda exactitud por entonces; más tarde, se aceptaron algunas parroquias y ésta les resultaba cómoda a los Misioneros, que pudieron encontrar alojamiento cerca, en el más hermoso barrio de Lyon, que es Bellecour, y no se habían visto obligados en lo sucesivo a hacer gastos de importancia de unas cien mil libras para comprar la propiedad del Señor de la Verrière. Siendo la voluntad del Señor Arzobispo que esta parroquia fuera atendida por más de un solo párroco, y siendo abate d’Aynay, abadía vecina, de la que depende esta parroquia, buscó su secularización en Roma y entregó a los nuevos canónigos la atención de dicha parroquia.
El sr. Almerás dijo que había en ello un bien de importancia para esta casa naciente, que era muy débil por el número de los súbditos y la subsistencia, no disponiendo más que de mil libras de rentas para sostener a dos sacerdotes y a un hermano, sin que el sr. Chomel hubiera podido hacer más por el momento, aunque esta gran ciudad pidió algo más, diciendo que quería que tuviéramos al menos un pie en Lyon, y que si no hacía una fundación completa, deseaba un comienzo por el momento, esperando hacer algún día algo más, y que Dios podría realizar algún aumento por otros medios, sucedió, habiendo fortalecido Su Divina Majestad esta fundación en súbditos y en ingresos por la unión antedicha. Sin embargo estos Señores no se incorporaron a la CM; son libres, que viven y trabajan con los Misioneros mientras les parezca bien, y acomodándose a nuestras prácticas, que es todo lo que deseamos. Nos han cedido espontáneamente sus fundaciones, rentas, fondos y derechos temporales que tenían en común, de suerte que al morir o retirarse, para algún beneficio o empleo, colocaremos en su lugar a alguien de nuestra CM, y así, en unos años disfrutaremos de la renta que les era propia, y bastará para mantener a cinco sacerdotes, además de los dos fundados por el sr. Chomel.
Añade también: Los nuestros han dado ya cuatro misiones en la diócesis con bendiciones: 1º en un pequeño lugar como les habíamos encargado para honrar la humildad de N. S. y seguir de más cerca los pasos de N. Venerable Padre, luego, por una providencia especial de Dios, en la ciudad de Châtillon-les-Dombes, donde se encontraron estos Señores de Saint-Michel, y donde el sr. Vicente había logrado en otro tiempo tantos frutos con sus fervientes predicaciones y su buen ejemplo, cuyo recuerdo les dio a la vez un gran motivo de consuelo y un poderoso motivo para esforzarse en imitarle.
Desde la unión, han dado una misión de mayor importancia en un lugar muy poblado con varios de estos Señores, y Dios ha hecho ver, como en las precedentes, señales sensibles de la gracia particular que ha dado a la CM para este principal trabajo de nuestro Instituto. Os ruego que nos ayudéis a dar gracias a Dios por todos estos bienes, y en especial por esta unión, pidiéndole la plenitud de su espíritu para nuestros cohermanos de Lyon, que lo necesitan para servir de ejemplo a estos Señores con quienes nos hemos unido y para desempeñar nuestras funciones con la fidelidad y el fruto que son de desear. También tenemos toda la obligación de rezar por estos Señores y en particular por Mons. el Arzobispo, quien nos ha tratado paternalmente en esta ocasión.
Esta carta del superior general entra con todo detalle sobre esta fundación, lo que no parece se haya hecho por ninguna otra; por eso se tenía desde entonces a esta casa como muy importante. Sólo hubo uno de ellos, a saber el sr. Blanc, que entró en la CM. Se dio a los demás una pensión vitalicia de más de trescientas libras, aunque algunos de ellos tuviesen otros empleos en los que sacaban algún provecho con todo, el contrato suponía que trabajarían con los Misioneros, lo que dio alguna preocupación a superiores que siguieron; pero se tuvo por acertado por razón de continuarles la pensión. Los bienes de estos Señores podían ascender a unas 80 o 100 mil libras, suma bastante considerable para una posición desahogada de esta casa; sin embargo ha seguido siendo pobre por bastante tiempo, y ha sido preciso suplementar por otro lado la subsistencia de los siete sacerdotes de quienes se habla en la carta del sr. Almerás. El gasto que se hizo para la compra de la casa de que hemos hablado aquí le incomodó mucho, y aunque Lyon sea una buena ciudad donde las demás comunidades se las arreglan muy bien por la liberalidad de los burgueses bastante inclinados a donar a las iglesias, la casa de Lyon ha seguido siendo pobre por largo tiempo y endeudada hasta la extinción de las pensiones vitalicias de que estaba cargada y la unión del priorato de Mornant, beneficio de unas tres o cuatro mil libras de renta, con hermosos derechos, de los que se hablará más adelante.