VI. Las Hijas de la Caridad en Cahors.
El celo y la caridad inagotable de Mons. de Solminihac dieron pronto al Sr. Cuissot el consuelo de ver llegar a Cahors a las Hijas de su venerado Padre. Tomamos del P. Chastenet la historia de esta fundación. –El 20 de julio de 1654, Mons. Alain de Solminihac fundó en Cahors una casa de las jóvenes huérfanas de San José, y dio como dotación la suma de 50.000 libras, sin incluir lo que entregado para las edificaciones. Para comenzar la ejecución de esta obra, hizo reunirse a algunas huérfanas, a las que alojó en la misma casa en que habían vivido sus canónigos regulares; y para dar alguna forma a esta nueva comunidad, llamó a una virtuosa viuda de Limoges, conocida como Sra. Germain, a quien nombró superiora, y ella enarboló la cruz en el dintel de la puerta de esta casa de alquiler, y comenzó por hacer observar las órdenes acostumbradas en semejantes casas Habiéndose visto obligada esta buena viuda a regresar a Limoges, por la orden de su obispo, para cuidar de una casa de la Providencia, para cuyo establecimiento Dios se había servido de ella, nuestro prelado mandó venir de París a jóvenes de la cofradía de la Caridad, instituida por el difunto Sr. Vicente, Superior General de la Misión, las cuales han tenido desde entonces el cuidado de la instrucción y educación de estas pobres inocentes».
Fue en 1658 cuando las primeras hijas de la Caridad hicieron su aparición en Cahors. Nos lo dicen dos cartas de san Vicente, una de las cuales va dirigida al Sr. Cuissot, y la otra al Sr. de Fonteneil, arcediano y gran Vicario de Burdeos. San Vicente escribía pues al Sr. Cuissot, el 30 de octubre de 1658:
«Señor,
Cuando habíamos perdido toda la esperanza de acabar con el asunto de Gintrac, a causa del gran poder de vuestro partido adverso y del informador que ha obtenido, que es todo para él, Dios ha suscitado un alma de gran piedad, que ha hecho ver al Sr. de Lamargrie del perjuicio que causaba al clero de la diócesis de Cahors, al querer quitarle un beneficio destinado a su adelanto espiritual, y ha hecho tanto que ha resuelto dejarlo al seminario, permitirles a ustedes disfrutar de él pacíficamente, mediante 1.500 libras de pensión a favor del Sr. Le Camus, que os informará de sus derechos. Os confieso que esta disposición me parece no sólo ventajosa para ustedes, sino como milagrosa en la conjetura presente, en que nosotros dábamos por perdido el asunto, después de experimentar tantas veces el gran crédito de este hombre. Que ha impedido el juicio del proceso durante el semestre pasado, a causa de que nosotros teníamos un buen ponente, y que ha hecho encargarse a otro a su gusto, no obstante la poderosa recomendación de la Sra. Fouquet, que pedía a uno que nos resultara menos sospechoso. Hemos de dar gracias a Dios pues por el medio que os presenta de conservar dicho beneficio y la mitad de los frutos de los años vencidos, habiendo convenido que fueran así repartidos. Pero nada se ha concluido. Nos enviaréis sin embargo una procuración en blanco, por la que daréis poder a vuestro procurador de tratar de dicho título y del posesor de dicho arciprestazgo con dicho señor Le Camus y todos los demás que pueden o pretenden tener interés, en tales cláusulas y condiciones que juzgue convenientes. Os ruego pues, Señor, que me lo mandéis lo antes posible. Espero que el Sr. de Cahors esté conforme, y temo que el retraso nos haga perder la ocasión; ya que el arreglo no está concluido, sino solamente esbozado, el Sr. de Lamargrie puede cambiar de voluntad. Que recen mucho a Dios para el éxito de este asunto.
«Nosotros mandaremos salir a las hijas de la Caridad dentro de cinco días: ya tienen reservado en el coche. He recibido vuestra carta del 4 de octubre y un escrito que habla de Saint-Barthélemy que no he podido analizar todavía; pero no he hallado nada en vuestro envío sobre lo que el Sr. párroco de Caussade ha dicho de vuestro seminario, de lo cual deseáis justificaros.»
Veamos por otra parte la carta que san Vicente dirigía al Sr. de Fonteneil para recomendarle las Hijas de la Caridad que debían pasar por Burdeos:
«Señor,
París, 6 de noviembre de 1658.
«Os renuevo las ofertas de mi obediencia, con toda la humildad y el afecto que puedo. Os ruego que lo aceptéis, como también, Señor, la recomendación que os hago de dos Hijas, sirvientas de los pobres enfermos, de la Caridad, enviamos a Monseñor de Cahors, por las vía de Burdeos y de Agen, por causa de la comodidad de la carroza y del río. Ellas tendrán la confianza de dirigirse a vos, Señor, como lo hago yo, para suplicaros muy humildemente que les ayudéis a encontrar un barco que las lleve a Agen (dicen que sale de ahí dos veces por semana regularmente, que lo llaman de postas), y que añadáis a esta gracia la de recomendarlas a las personas más honradas que se embarquen con ellas.
Siento vergüenza en importunaros con estas cosas, pero me veo obligado a ello por no tener conocimiento en vuestra ciudad más que de vos, Señor, de quien soy en el amor de Nuestro Señor, vuestro…
«P.S. Si estas buenas jóvenes, por cualquier casualidad, tuvieran necesidad de dinero, os suplico que se lo deis para que puedan concluir su viaje. Yo os lo devolveré por el dueño del coche, una vez que me lo digáis. Enviaremos con ellas a uno de nuestros seminaristas al seminario de Agen».
El mismo día escribía san Vicente al superior de la casa de Agen: «Enviamos con el hermano que os va destinado a dos Hermanas de la Caridad a Monseñor de Cahors, a causa de la comodidad de la carroza de Burdeos y del río que podrán tomar ahí hasta Agen, donde una vez llegadas, os ruego que las alojéis en casa de alguna buena viuda, o en alguna casa conocida, y que os encarguéis de conducirlas a Cahors en caballos de alquiler, o mediante uno de nuestros hermanos o alguna otra persona de confianza».
San Vicente nos ha conservado incluso el nombre de estas dos primeras hermanas de la casa de Cahors. Dos de nuestras hermanas, escribe a otra de sus hijas, la hermana Adrienne y la hermana Louise, han ido a Cahors, es decir a más de ciento cincuenta leguas de lejos .
Recomendadas de esta manera, las hijas de la caridad no podían por menos que llegar a buen puerto. Desde su llegada se entregaron con ardor a las funciones para las cuales las habían llamado, y el obispo les compró un cercado delante del convento de Santa Úrsula, donde mandó construir un alojamiento espacioso, cuya primera piedra colocó él el 2 del mes de marzo del año de 1659… y los trabajos fueron a tal ritmo que pudieron alojarse en él un año después.
En esta época el Sr. Cuissot recibió en Cahors a un colaborador bien afecto a la persona del Sr. François Fournier. Hemos dicho, en la noticia dedicada a este excelente misionero que estuvo en Cahors hasta la muerte de san Vicente, y el Sr. Alméras le llamó entonces a París para hacerle secretario general de la Congregación. El Sr. Cuissot, a quien los deberes de su cargo obligaban a viajes frecuentes, encontró, en este cohermano, dotado de una gran sabiduría y de una prudencia tan rara, un auxiliar precioso en la dirección de las Hijas de la Caridad. como ejemplo de las ausencias que debía hacer el Sr Cuissot, señalaremos dos que san Vicente nos hace conocer en su carta del 13 de noviembre al Sr. Barry, superior de Notre Dame de Lorni, después de ser trasladado allí el seminario de Montech, en julio de 1656. Ésta es la carta:
» Señor,
La última carta vuestra que he recibido es del 13 de octubre. Hace largo tiempo que no os he escrito. Loado sea Dios por el consuelo que os ha producido el Sr. Cuissot con su visita y con nuestras reglas. No dudo que esta pequeña familia prevalezca para unirse más a Dios y en sí misma.
«Me consuela mucho que el seminario se multiplique. Si se trasladara a Montauban, mucho mejor. Dios mío, Señor, ¿acaso no hay modo de que se haga y que nos veamos libres de las parroquias?
«Escribo al Sr. Cuissot para que vaya a ver a Mons. de Montauban y se entere de su última resolución, pues no nos conviene que las cosas sigan más como están».
Resulta por esta carta que el Sr. Cuissot, hacia finales de 1658, se fue a Notre Dame de Lorni a hacer la visita de esta casa, y que entregó a los cohermanos los ejemplares de las constituciones que san Vicente había distribuido él mismo en San Lázaro el 17 de mayo anterior. En cuanto a las negociaciones de las se encargaba el Sr. Cuissot ante el obispo de Montauban para el traslado del seminario a esta ciudad, no fueron infructuosas, pues el traslado tuvo lugar el 3 de septiembre de 1660.
Sin embargo san Vicente, al encargar al Sr Fournier de la dirección de las Hijas de la Caridad, no quería que su ministerio entre ellas escapara al control del Sr Cuissot. Es lo que él mismo nos dice por su carta del 4 de febrero de 1660 dirigida al Sr. se Horgny, entonces de paso en Cahors.
«Señor,
«Al no poder el Sr, Cuissot entregarse a la dirección de las Hijas de la Caridad de Cahors por los frecuentes viajes que se ve obligado a hacer y demás molestias de la superioridad, ha pedido al Sr Fournier hace algún tiempo que les preste los, cuando falte, los pequeños servicios que pueda, ante lo cual el Sr. Fournier habiéndome expresado que estaba muy ocupado con estos Señores del seminario, y que se creía poco preparado para la asistencia de estas hermanas, yo le he escrito una carta para animarle a este nuevo empleo menor, con el fin de aliviar al Sr. Cuissot. Digo aliviar, y no descargar, creyendo que debe siempre, como superior de los misioneros, tener la misma visión sobre estas hermanas que tiene sobre los seminaristas, y que los que los instruyen, confiesan y dirigen lo hagan según sus –de él- consejos y no independiente de él. Sin embargo el Sr. Cuissot no ha querido tomar parte en esto una vez que ha visto que yo había escrito al Sr. Fournier, pensando que yo le daba la dirección entera, cosa que no es cierta; he pretendido tan sólo unir mi petición a la que el Sr. Cuissot le ha hecho de prestar a estas jóvenes las pequeñas ayudas que él mismo no podrá prestarles. Os ruego, Señor, que comuniquéis a uno y al otro mi intención; y si el Sr. Fournier está demasiado ocupado en muchas cosas, como me dice, que mire a ver si el Sr. Bonichon pude oír y ayudar a estas pobres hermanas, cuando el mismo Sr. Cuissot no pueda hacerlo».
VII. Muerte del venerable Alain de Solminihac y de san Vicente.
El 31 de diciembre de 1659, Mons. de Solminihac, gastado por las austeridades de su vida y por las fatigas incesantes de su ministerio, había ido a recibir, a la edad de sesenta y siete años, la recompensa de sus virtudes. Fue una gran pérdida para la diócesis, y en particular para los sacerdotes de la Misión, cuyas funciones tanto apreciaba. Entretanto el santo prelado, desde hacía varios años y como ya lo hemos dicho, había tomado la mejor de las precauciones para que su muerte no resultara perjudicial a sus obras. Se había escogido y, gracias a la ayuda que le dio para ello nuestro santo fundador, había obtenido un digno heredero de su celo apostólico. El Sr. Nicolás de Sevin, nacido en París, abate de Saint-Vulmer, en la diócesis de Boulogne, antes de ser obispo de Sarlat, era «el alumno y el discípulo querido de bienaventurado Vicente de Paúl», dice el canónigo de Haute-Serre en su Descripción e historia (manuscrita) de Cahors, de 1662 a 1742. Se mostró digno de un tal maestro. Continuó obispo de Sarlat hasta la muerte del venerable Alain, él no esperó a ser obispo de Cahors para testimoniar su buena voluntad hacia los hijos de aquél a quien honraba como a un padre. Ya hemos encontrado una prueba en una carta de san Vicente al Sr. Bonichon. Otra carta del Santo (20 de septiembre de 1658) habla del beneficio de Chavagnac, en la diócesis de Sarlat, dado a los misioneros. Convertido, por la muerte de Mons. Alain, en obispo de Cahors, fuera de las sumas que dio para la conclusión del seminario, unió a dicho seminario, el 23 de septiembre de 1665, el arciprestazgo de Gignac, a condición: 1º de que se añadirían ocho sacerdotes a los cuatro que se requerían por la primera fundación; tres de estos sacerdotes debían, en lo posible, entender la lengua de la región; 2ª se darían misiones en la diócesis durante seis meses del año, y una cada diez años en Gignac, 3º se recibiría gratuitamente en retiro, durante ocho días, a cuarenta eclesiásticos cada año, etc. Se ve cómo estas condiciones entraban en las vistas de san Vicente. Este virtuoso prelado habiendo muerto en París adonde le habían llamado los asuntos de su diócesis (1678), quiso ser enterrado en nuestra iglesia de San Lázaro. Por su testamento daba al seminario su biblioteca y seis mil libras para terminar los edificios, mas tres mil libras al Sr. Cuissot para que las empleara en una obra que él conocía en secreto.
Se comprende que con un obispo tan dispuesto, el seminario no tuvo que resentirse por la pérdida de su primer fundador. Con todo un duelo inmensa acababa de sacudir a la pequeña Compañía; el 27 de septiembre de 1660, su bien amado Padre y fundador había entregado a Dios su hermosa alma adornada con toda clase de virtudes y de méritos. Designado por san Vicente mismo, según la regla siempre conservada después por los Superiores generales, para ser vicario general durante la vacancia, el Sr. Alméras convocó la Asamblea general de 1661 al efecto de proceder a la elección del sucesor de san Vicente. El Sr. Cuissot asistió a esta asamblea como visitador de la provincia de Aquitania. La asamblea se abrió el 15 de enero de 1661. Según dice el autor de la historia manuscrita de la Congregación, algunos particulares no creían conveniente que se pusieran los ojos en el Sr. Alméras para hacerle general a causa de que estaba enfermo y era de salud quebrantada. Las cosas fueron tan bien que uno de estos particulares, hombre por otra parte de buen sentido, celoso y estimado en la Compañía, no quiso consentir en absoluto, hasta que, según lo que se ha venido sabiendo en la Congregación, el Sr. Vicente se le apareció para hacerle condescender , dirigiéndole estas palabras de la madre de Jacob a su hijo, cuando le apremiaba a ir al lecho de su padre para conseguir su bendición, en lugar de Esaú su hermano mayor, y que temía por el contrario la maldición y maltrato, si llegaba a enterarse de lo que pasaba: In me sit ista meledictio, fili mi (Caiga sobre mí…).
No sólo el Sr. Cuissot dio testimonio de viva voz de la verdad de este hecho extraordinario; sino que, por miedo a que se perdiera para la gloria de nuestro bienaventurado Padre, y no fuera suficiente a la posteridad, tuvo cuidado de asentarlo por escrito, formarlo, y ponerle el sello, el 27 de marzo de 1678, el año mismo de su muerte. Ésta es la copia exacta de aquella acta, de la que aún conservamos el precioso autógrafo:
«Yo el abajo firmante, sacerdote de la Congregación de la misión y superior de los sacerdotes de dicha Congregación del seminario de Cahors, certifico para todos aquellos a quienes pertenezca que en el año de 1661, el 17 de enero, hallándome, en calidad de visitador de la provincia de Aquitania, en la asamblea general de dicha Congregación, celebrada en San Lázaro-lez-Paris, con ocasión de la elección del sucesor de nuestro venerable Padre y fundador Sr. Vicente de Paúl, que se debía hacer dicho día me encontraba lleno de dudas sobre si dar mi voto al Sr. René Alméras, porque, por un lado, yo veía en la constitución hecha por este fundador, donde señalas muchas cualidades que son de desear en un superior general, que puso en él entre otras ésta: Habeat coprus sanum et bene compositum; y por otra, que a pesar de esta condición, había nombrado sin embargo él mismo en el escrito de su mano, para la elección de su sucesor, al dicho Sr. Alméras para ser propuesto después de su muerte a dicha asamblea para ser elegido a dicho cargo, aunque enfermo; y lo que aumentaba mi irresolución, es que había decaído mucho después de algunos meses, y en un estado que había motivos para dudar que se recuperaría algún día para redoblar las fuerzas suficientes para el gobierno de la Congregación. No obstante creyéndome obligado a seguir el sentimiento del Se. Vicente, pensando que Dios le había dado en esto otras visiones que lo que mostraban los achaques del Sr. Alméras, y dándole vueltas ante Dios al pro y al contra como mejor podía; de pronto me dijeron o interiormente indicaron Escuche, toda la Iglesia, por elección del cielo, ¿no fue puesta bajo la dirección del gran San Gregorio, y tan felizmente aumentada y conducida, a pesar de que fuera un hombre con achaques corporales? La Congregación es bastante menos que la Iglesia universal». Y cuando me tocó a mí escribir el sufragio, pidiendo una vez más el auxilio de Dios, puse mis pensamientos en los de nuestro honorable padre el Sr. Vicente, y levantando al mismo tiempo los ojos al cielo hasta lo alto del techado, se me apareció llevando sombrero, con su abrigo, rostro grave y tranquilo, con los mismos rasgos y delineamientos que tenía en su vida cuando gozaba de una salud perfecta, y no de tanta edad como se ve en el cuadro, de un color de verdad blanco, procedente de la luz del mismo rostro, pero sin rayo alrededor que hubiera podido ver en este espacio, que me decía con voz clara e interior casi al mismo tiempo
Si crimea, in nie converteferrum;
Si culpa, mea est ….
Noli timere; in me sit ista maledictio, fili mi.
«Esto hizo que yo diera mi voto con tanta seguridad como perplejo me había sentido, tan sólo por los achaques corporales del Sr. Alméras.
«A la hora del juramento, el interior de las virtudes del Sr. Alméras me pareció tan claro y con tanta luz como es dable en esta vida; al menos me parece que no se podía hacer una expresión más distinta y súbita, tanto que me parecía tener que ver con la locución que se dice de los ángeles.
«En fe de todo lo dicho, he firmado la presente declaración de mi mano, y afirmo en mi alma verdadero lo que contiene. Dado en Cahors, bajo el sello de nuestra oficina, el veintisiete del mes de marzo de mil seiscientos setenta y ocho.
Firmado: G. Cuissot y sellado con el sello del visitador de la provincia de Aquitania.
VIII. Últimos años y muerte del Sr. Cuissot. – Algunas palabras sobre el seminario de Cahors después de él hasta la Revolución.
El Sr. Cuissot vivió todavía veintitrés años después de la asamblea de 1661. Este largo período de su vida no fue sin duda el menos laborioso ni el menos fecundo en resultados venturosos. Pero ignoramos los detalles de sus trabajos. Hasta ahora hemos encontrado entre lo que nos queda de las cartas de san Vicente, y en los documentos conservados en Cahors para la beatificación del venerable Alain de Solminihac, indicaciones numerosas sobre el Sr.Cuissot y sobre la casa en la que pasó la mayor parte de su vida. En adelante estos preciosos documentos nos faltan: de manera que bien poca cosa sabemos de estos veintitrés últimos años de la vida del Sr. Cuissot. De 1662 a 1671(¿) fue superior de nuestra casa de Richelieu. Asistió en calidad de visitador de la provincia de Provenza a la asamblea general que se abrió el 15 de julio de 1668 y se terminó el 1 de septiembre, después de treinta sesiones, y donde se elaboraron los consejos y resoluciones tocantes a las misiones y a los seminarios enviados luego a todas las casa de la Compañía. En este mismo año, 1668, el Sr. Cuissot volvió a dirigir nuestras obras en Cahors. Le encontramos una vez más en París para tomar parte en el nombramiento del sucesor del Sr. Alméras, en calidad de visitador de la provincia de Aquitania. La asamblea se abrió el 2 de enero de 1673, y la bendición de Dios fue tal, para bendecir los corazones e iluminarlos sobre esta elección, que el Sr. E. Jolly fue elegido el mismo día. La asamblea puso fin a sus sesiones el 26 del mismo mes, tras veintitrés sesiones.
El Sr Cuissot regresó en seguida a Cahors hasta 1648, en que entregó su alma a Dios, después de una larga y fructuosa existencia, entregada totalmente a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. La obra a la que había dedicado gran parte de su vida continuó prosperando. La casa debía de estar compuesta por entonces, gracias a las liberalidades del Mons. de Sevin, de doce sacerdotes. Aparte del seminario y de la parroquia, confiados a la Congregación por el venerable Alain, estaban también las misiones y los retiros de los eclesiásticos y laicos fundados por su sucesor. El clero y los fieles, siguiendo los ejemplos dados por sus primeros pastores, hicieron nuevas fundaciones, y fue posible multiplicar también las obras. En el año que siguió a la muerte del Sr. Cuissot, la cuarta asamblea general (1685) emitía el voto de que se creara un seminario interno en la provincia de Aquitania, y que el ensayo fuera en Notre Dame dicha de Montuzet. No sabemos si esta prueba tuvo lugar o si fracasó. De todas formas, sabemos que, cuatro años después, en 1689, el seminario interno se estableció en Cahors. Al seminario interno se añadió un seminario menor. Un prior y párroco de Gazais, Pierre Ternonis, dio mediante acta del 12 de septiembre de 1702, con aprobación de Mons. de La Luzerne, obispo de Cahors, y aceptaciones de los Srs. Pierron y Watel, superiores generales, una suma de treinta mil libras para establecer, después de su muerte, un seminario menor . Y si alguna podía existir por el sentido de esta interpelación, encontramos en el manuscrito citado antes del canónigo Haute-Serre, la prueba de que es un verdadero seminario menor, que había sido anexionado al mayor. El autor cuenta en primer lugar que Mons. Henri de Briqueville de La Luzerne, que gobernó la diócesis de Cahors de 1693 a 1741. «testimonió una estima y una predilección particular por los sacerdotes de la Congregación de San Vicente-de-Paúl, que unió a su seminario un rico beneficio…, para educar desde la infancia a doce jóvenes eclesiásticos, y garantizarles desde sus tiernos años frente a la corrupción del siglo…»y que pagaba además de eso la pensión de varios pobres eclesiásticos del seminario.
Haciendo a continuación la descripción de la ciudad y de los establecimientos de Cahors, añade: » tenemos un seminario mayor bien dotado, cuya dirección llevan los sacerdotes de San Lázaro. Este seminario contiene tres clases de alumnos. Están los eclesiásticos de la diócesis que aspiran a las órdenes, que son de ordinario cuarenta o cincuenta. Hay jóvenes clérigos a quienes se forma desde la infancia en las virtudes y en las funciones eclesiásticas. Hay además la institución o noviciado de los jóvenes que son recibidos en la Congregación de la Misión de San Lázaro. T estas tres clases están separadas y tienen sus ejercicios particulares. Los edificios de esta casa están sólidamente construidos y acompañados de vastos jardines».
Sabemos por fin que el Sr. François Erar, cuyo le Petit Pre espiritual (t. II, p. 65) nos ha dado a conocer las asombrosas mortificaciones, estaba encargado del seminario menor, cuyos jóvenes escolares cuidaba con esmero.
Para terminar este vistazo a la casa de Cahors antes de la Revolución, digamos que compartió, en cierto modo, con la de San Lázaro el honor de recibir los primeros golpes dirigidos a los establecimientos eclesiásticos por la impiedad revolucionaria. El Sr. Collot, superior del seminario de Cahors y visitador de la provincia de Aquitania, transmitiendo a las casas de su provincia el relato del pillaje de San Lázaro, añadía a circular del 24 de julio de 1789 la carta siguiente, que creemos deber reproducir entera:
Señores y muy queridos cohermanos,. La gracia de Nuestro Señor sea siempre con ustedes!
» Yo no añado nada a este detalle espantoso, cuya simple exposición me ahoga el corazón de dolor. Hay pocas casas nuestras que no se encuentren en el caso de ser víctimas del pillaje, teniendo, en esta época desastrosa, en la procura general fondos, reembolsos o al menos intereses de las rentas percibidas por el Sr. procurador general, que no es responsable. Nuestra casa de Cahors se encuentra por desgracia en este caso por una suma bastante considerable.
«Habría experimentado, el 3 de julio, los mismos horrores que la de San Lázaro, si los habitantes de la -Barrel no hubieran detenido el furor de una caterva de bandidos: no han tenido más que el tiempo de romper a hachazos nuestra puerta de entrada y otras veinte en el pasillo del primer piso. Se han dado a la fuga sin más daños, aunque sus intenciones eran de saquear e incendiar la casa.
Quedo de ustedes el más respetuoso, Señores y muy queridos hermanos, vuestro, etc.
Cahors, 9 de agosto de 1789″.
Dos años más tarde, 1791, la violencia de la persecución dispersó a los misioneros, el seminario se convirtió en prisión de los sacerdotes no juramentados. Varios fueron de allí a recibir la recompensa de su fidelidad, otros pudieron escaparse, otros por último esperaron allí el final de la tormenta. Entre los prisioneros se encontró uno de los misioneros, François Bergon, natural del priorato de Balguier, que el venerable Alain había unido al seminario desde su fundación. Refugiado en su parroquia natal, el Sr. Bergon, en lugar de esconderse allí, ejercía el celo más activo a favor de sus compatriotas. Apresado y en prisión en el seminario, se evadió, regresó a Balaguier y se entregó de nuevo al ardor de su celo. Pero fue apresado por segunda vez y condenado a muerte. Quiso ir al cadalso descalzo, como Nuestro Señor al calvario. Consumó su sacrificio a la edad de 37 años, el 17 de mayo de 1794.
Por la gloria de este mártir se acaba la historia de la casa de Cahors antes de la Revolución.