Formación del clero diocesano y del laicado

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Aurelio Londoño G, C.M. · Año publicación original: 1996 · Fuente: Vincentiana.
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1. El proceso de inculturación en la Iglesia.

El tema de la INCULTURACION se ha acentuado con el proyecto de la Nueva Evangelización. Sin embargo, en Gaudium et Spes (No. 58) ya está explícito e irriga todos los documentos conciliares que miran a las nuevas condiciones y formas de la vida de la Iglesia.

El Papa Pablo VI en Evangelii Nuntiandi enseña la necesidad de asimilar el mensaje evangélico, de trasvasarlo… al lenguaje que los hombres comprendan y de anunciarlo en ese mismo lenguaje » (E.N. 63). Las iglesias de los distintos continentes hacen esfuerzos de inculturación, tanto práctica como teórica. (Cfr. Puebla Nos. 385 ss y Santo Domingo Nos. 228 ss).

La búsqueda de procesos adecuados de inculturación es muy exigente en cuanto a conocimientos de cultura ambiental, tradiciones políticas, sociales, religiosas, instituciones y la antropología que soporta la vida de las comunidades. La reflexión que parte de las bases y llega a los centros de decisión requiere mucha perspicacia y dedicación para llegar a conclusiones válidas para la evangelización.

La formación del clero y de los laicos recibe un impulso innovador muy importante para esta segunda mitad del siglo XX.

Las actuales condiciones de la iglesia y del mundo reclaman un apostolado seglar mucho más intenso y abierto para poder atender la creciente autonomía de muchos sectores de la vida humana: todo el pueblo de Dios, por el bautismo, está comprometido en la misión (A.A.3).

2. El carisma Vicentino y la formación del clero y de los laicos.

Los biógrafos de San Vicente y los historiadores de la Congregación han tratado bien el tema; en Vincentiana, Clapvi Anales han aparecido artículos muy enjundiosos para ilustrarlo.

El afán misionero de Vicente lo llevó a conocer la situación lamentable de la Iglesia de Francia, caracterizada por la pobreza, la ignorancia, las divisiones, las guerras, la falta de celo de pastores y sacerdotes.

Siendo todavía joven, Vicente se entrega con ardor al ministerio parroquial en Clichy y en Chatillon-les-Dombes. El contacto con las buenas gentes lo lleva descubrir caminos para aliviar las miserias de la enfermedad, la pobreza y el pecado.

Para atenderlas encontró en el camino a las gentes con quienes trabajaba, a quienes llamó, formó y organizó. Con los laicos emprendió la fundación de obras que han perdurado hasta hoy, con mucha vitalidad.

En 1617 nacen las Caridades en Chatillon y pocos meses después la asociación se consolida con la aprobación dada por el arzobispo de Lyon. La primera Caridad era exclusivamente femenina y tiene autonomía para administrar sus bienes. Quiso que los misioneros las fundaran donde quiera que fueran a hacer catequesis o a predicar la misión. Se multiplicaron muchísimo.

Junto a ellas nacieron las Hijas de la Caridad, que no eran religiosas, sino mujeres entregadas a Dios, para el servicio de los pobres, viviendo en comunidad.

Vicente fue un buscador de caminos para aliviar tantas necesidades, cuya causa estaba, según él, en los sacerdotes:

«… es demasiado cierto que la depravación del estado eclesiástico es la causa principal de la ruina de la Iglesia de Dios. Sí, son los sacerdotes, somos nosotros, la causa de esa desolación que arruina a la Iglesia, de ese deplorable retroceso que ha sufrido en muchos lugares. « (SVP sept 1655, Conf. a los Misioneros, CEME, pag 207).

Esta conciencia lo llevó a poner los remedios más oportunos:

  • Las misiones, además de la conversión de los pueblos buscaban llegar a los eclesiásticos para animarlos a cambiar su vida. «El Sr. Vicente quería que, durante el tiempo de la misión, sus misioneros se emplearan , como lo hicieron, en prestar todos los servicios posibles a los eclesiásticos de los lugares en que trabajaban..» (Abelly, 1, 2o. p.15).
  • Los retiros a los ordenados fueron el segundo remedio a los males del clero. Quería llegar a los más jóvenes, con metodología nueva y en ambiente favorable. Eran una especie de cursillo intensivo, espiritual y profesional, sobre las virtudes que debían practicar y sobre los más necesarios conocimientos de moral, liturgia y teología. Eran gratuitos y con participantes cuidadosamente seleccionados para producir un efecto permanente en la vida de muchos sacerdotes.
  • Las conferencias de los martes llegaron a ser una experiencia de formación permanente que brotó del deseo de reunirse de algunos sacerdotes que habían pasado por los retiros de los ordenados. Vicente la recibió a través de Luis Abelly y la apoyó con mucho entusiasmo. Fueron encuentros de tipo espiritual, periódicos, que buscaban la promoción pastoral y el servicio de los pobres.
  • Los seminarios fueron, al decir de Abelly, » después de los retiros a los ordenados y las conferencias de los martes, el camino para asegurar la formación de un clero virtuoso y competente, como lo pedía el Cardenal Richelieu. Se organizaron para aquellos que ya habían entrado o estaban en disposición próxima de entrar en las órdenes sagradas; para que se ejercitasen en ellos, durante un año o dos, en la virtud, la oración, el servicio divino, las ceremonias, el canto, la administración de los sacramentos, el catecismo y los otros ministerios eclesiásticos, así como para aprender en ellos los casos de conciencia y las otras partes más necesarias de la teología; en una palabra, para capacitarse no solo para trabajar en su perfección individual, sino también, para conducir a las almas en los caminos de la justicia y la salvación » Chalumeau Raymond, San Vicente de Paúl y la obra de los seminarios, en San Vicente de Paúl, evangelizador de los pobres, CEME, 1973. pag. 109.
  • Los retiros para sacerdotes nacieron al tiempo con los retiros a los ordenados y los seminarios y como una obra propia de la Congregación según la Bula «Salvatoris Nostri».
  • Su presencia en el Consejo de Conciencia sirvió para orientar el nombramiento de obispos que apoyaran la reforma de la Iglesia y prestaran más atención a los sacerdotes y cuidaran la elección de los candidatos a las órdenes.

Cada una de estas obras y presencias de Vicente, tenía características propias: conversión a la vida del evangelio, a las virtudes de la sencillez, la humildad y la caridad; la creación de ambiente de comunidad y el esclarecimiento de conocimientos doctrinales mediante una visión práctica de la vida cristiana y del ministerio sacerdotal.

3. La formación del clero de San Vicente a nuestro tiempo.

El período que siguió a la muerte del Fundador fue el de mayor actividad en la creación de seminarios. El padre Cid reparte en tres capítulos ese estudio.

Cap. I. Hasta la revolucion francesa la Congregación dirige 106 seminarios en Europa y de a uno en Goa, Macao y Pekin.

Cap. II. Durante el siglo xix se establecen los seminarios en América, Africa, Medio Oriente, Filipinas y China.

Cap. III. El Siglo xx es un período de expansión hasta 1950, cuando empieza la crisis de la institución de los seminarios.

El P. Cid al hacer el resumen final de su artículo «Séminaires diocésains dirigés par la Congrégation de la Mission» en Vicentiana (2) 1979 pags 101-113, ofrece la siguiente reflexión acerca de las razones para dirigir seminarios:

  • Los valores que los obispos veían en la Congregación.
  • las virtudes y defectos, crisis y renacimientos de nuestros seminarios.
  • Las peticiones de iglesias particulares.

Aunque son observaciones muy generales, es conveniente retomarlas y hacer un análisis más profundo de las causas que han motivado la situación actual. Por qué no aprovechar la coyuntura eclesial para volver a este ministerio ?

El Padre Sylvestre nos ofrece en el último número de Vincentiana un interesante artículo: Sacerdote de la Misión.

¿ Para qué ? Presenta la evolución de las provincias de Francia desde 1810 hasta 1960.

Cuadro de entradas y salidas en San Lázaro y Dax 1840-1960

Analiza estas cifras y busca las causas que produjeron tanto el crecimiento como el decrecimiento.

Causas de crecimiento:

  • La comunidad se integra al impulso de renovación de la Iglesia del siglo XIX: estuvo presente en los procesos de reorganización y evangelización de la cristiandad, en la formación del clero y en la apertura a misiones lejanas. Muchos sacerdotes diocesanos entran a la comunidad.
  • La Congregación aparece con una clara identificación: tiene objetivos y ministerios muy definidos y acordes con las necesidades de la iglesia. Cuenta con misioneros en la vanguardia de la investigación intelectual.
  • Las escuelas apostólicas aseguran un número significativo de candidatos al seminario interno.

Causas del decrecimiento:

  • Después de la crisis causada por la separación de la Iglesia y el Estado a comienzos del siglo, los misioneros regresan a Francia en 1919 y se reintegran a sus antiguas obras, pero, les faltó renovar contenidos y métodos en la dirección de los seminarios y las misiones.
  • La Compañía se aisla, lleva vida aparte, no participa, ni colabora en el nacimiento de ninguno de los grandes movimientos apostólicos o caritativos que distinguen a la Iglesia de Francia entre 1920 y 1970.
  • La entrega de los seminarios trae «una gran pérdida de materia gris».
  • Se reciben parroquias urbanas, sin estar preparados para ello y muchos misioneros abandonan la Compañía.
  • Disminuyen las misiones extranjeras y con ellas el atractivo misionero.

Estos dos estudios, recientes y atinados nos plantean serios interrogantes acerca del actual comportamiento de la Compañía en relación con la formación del clero: todavía viven muchos misioneros que participaron en el trabajo de los seminarios: qué nos pueden decir ellos acerca de su vida misionera en este ministerio ? Los jóvenes no han sido formados, explícitamente, con la perspectiva de ser misioneros en los seminarios: por qué se pone tan poco énfasis en este ministerio?

En cuanto a la historia de los Laicos Vicentinos, especialmente las Cofradías de la Caridad, anota el P. José María Román, C.M. «que se difundieron ya en vida de San Vicente: en la documentación vicenciana se conservan referencias a unas sesenta caridades parroquiales. Fueron muchas más. Una verdadera red de caridades cubrió casi toda Francia. Abelly, el primer biógrafo del santo dice que la cofradía » se fundó en tantos lugares, que no se sabe su número» » (José María Román, La Familia Vicenciana, una renovación incesante, en Vincentiana, Año 39, No. 4-5 pag 229-230 ) Del siglo y medio que siguió a la muerte de San Vicente se tiene muy poca información acerca de las Cofradías de la Caridad, aunque se sabe que se siguieron fundando más allá de las fronteras de Francia, gracias a las Hijas de la Caridad y a los sacerdotes de la Misión.

En el siglo XIX, pasada la revolución Francesa, las cofradías de la caridad cobraron fuerza.

En 1971 «las asociaciones de los distintos países , decidieron, en coherencia con las enseñanzas de Vicente, cambiar los métodos y las estructuras, dándose un Estatuto Internacional, conforme a las exigencias de los tiempos». Adoptaron entonces el nombre de A.I.C (Asociación Internacional de Caridades). Con el lema «Contra las pobrezas actuar juntas» la A.I.C. se convierte en una red de proyectos a través del mundo, inserta en la vida de los grandes organizamos internacionales, con particular atención a los problemas de las mujeres.

El 23 de abril de 1833 nacio la Sociedad de San Vicente de Paúl, dirigida por Emmanuel Bailly, agrupaba otros seis estudiantes, entre ellos Federico Ozanan, que acababa de cumplir 20 años. La conferencia nació y se desarrolló muy cerca de la Casa de la Misión en París y recibió la influencia vicentina de la insigne Hija de la Caridad, sor Rosalía Rendu.

La Sociedad de San Vicente de Paúl ha tenido un crecimiento rápido y universal, por cuanto ha llegado a 106 países, con 875.000 miembros, repartidos en 46.000 equipos o conferencias.

Siguiendo el derrotero de sus fundadores la Sociedad se ha afirmado como un movimiento de apostolado caritativo y de acción social, apoyado por una fuerte espiritualidad. Siempre ha conservado su carácter laical.

Otras formas laicales del carisma vicentino las constituyen los Hijos e Hijas de María y la Asociación de la Medalla Milagrosa, movimientos que nacieron en la primera mitad del siglo pasado, inspirados en el carisma de San Vicente y centrados en las apariciones y la devoción a la Medalla Milagrosa. Ambos se orientan hacia la formación cristiana de los jóvenes y hacia el servicio de los necesitados. Los hijos e Hijas de María hoy viven como Juventudes Marianas.

En algunos países ha surgido el Voluntariado Juvenil Vicentino (Voljuvi) cuyo objetivo es la realización de la vocación cristiana de los jóvenes mediante un trabajo de promoción integral de los necesitados, particularmente de los ancianos.

4. Pistas hacer procesos de inculturacion en la formacion del clero.

4.1. Afirmar con San Vicente que la formación del clero pertenece a la vocación de la Compañía: » cuando llegó la plenitud de los tiempos, nos llamó para que contribuyéramos a formar buenos sacerdotes, a dar pastores a las parroquias y a enseñarles lo que tienen que saber y practicar. Qué tarea tan importante ! Qué sublime ! Cuán por encima de nosotros ! »

Las Constituciones mantienen vivo, con la misma expresión de San Vicente, este fin de la Congregación. Las Asambleas Generales, a partir de 1974, han venido insistiendo en este fin.

Qué hacer para vivificar este ministerio ? Sorprende el crecimiento de obras parroquiales, en provincias donde antes florecían los seminarios, sin que el dinamismo misionero haya crecido como sería de esperar. No habrá llegado el momento de promover la vuelta a la formación del clero, como se está volviendo a las misiones ad gentes ?

4.2. Para reactivar nuestro servicio al clero, comencemos con una inserción vital en los presbiterios diocesanos a través de las obras que nos comprometen pastoralmente con ellos,

  • afirmando nuestra identidad como seguidores de Cristo evangelizador de los pobres, con sencillez, humildad, mansedumbre, mortificación y celo apostólico, trabajando en comunidad;
  • asumiendo actitudes de liderazgo pastoral, y de renovación de la vitalidad misionera;
  • presentándonos como apóstoles organizados, capacitados para elaborar, ejecutar y evaluar planes pastorales, en equipo. Esto nos pide ser hombres de ciencia, de estudio, de reflexión. Ni la identidad, ni el liderazgo, ni la organización se improvisan: reclaman bases doctrinales y metodológicas serias.
  • asumiendo los procesos de formación permanente y de acompañamiento de los sacerdotes jóvenes, de suerte que estemos disponibles para orientar encuentros, hacer conferencias, oír confesiones, recibir en dirección espiritual y para crear un ambiente de amistad y de acogida en nuestras casas y parroquias.

4.3. Los Seminarios Mayores nos piden renovar la metodología de formación. Un camino es organizar la comunidad formativa del seminario con la participación del obispo, el presbiterio, los formadores, los profesores, el personal administrativo y auxiliares, los padres de familia, en cuanto son los naturales e insustituibles educadores de sus hijos y los alumnos, responsables y verdaderos protagonistas del proceso de formación al ministerio ordenado. La comunidad formativa crea un ambiente de comunión y participación, de pequeña comunidad, que fomenta la adhesión a Cristo, que testimonia una vida más evangélica en el pueblo de Dios, que interpela las raíces egoístas y consumistas de la sociedad y hace más explícita la vocación de comunión con Dios y con los hermanos. (Cf. Puebla No. 642 ss.)

4.4. El Planeamiento del Seminario, comunidad educativa en camino, como proceso educativo tanto de las personas y del grupo, como de la comunidad, es un instrumento privilegiado para llevar a cabo la misión del seminario; para prepararlo a trabajar en equipo, a tener en cuenta las realidades humanas y las necesidades de la evangelización, aprovechando el potencial humano, tanto individual como comunitario.

El Planeamiento crea un proceso que integra las distintas dimensiones de la formación sacerdotal: humano- afectiva, espiritual, intelectual, comunitaria y pastoral; es un movimiento progresivo, armónico y dinámico hacia la madurez de la persona, que evita una formación fragmentaria, parcial e improvisada. En la elaboración, ejecución y evaluación del mismo, se hace el discernimiento de la voluntad de Dios, se busca el rostro de Iglesia evangelizadora, del presbítero y del tipo de formación que queremos promover.

La experiencia nos ha enseñado que el Planeamiento crea relaciones más fraternales entre formadores y alumnos y favorece los procesos de solidaridad y subsidiaridad que necesita la iglesia – comunión del Vaticano II: » establecer una muy estrecha unión de espíritu y de acción y formar entre si (rector y formadores) y con los alumnos, una familia y fomentar en los alumnos el gozo por su propia vocación (O.T.5).

4.5. El acompañamiento de los seminaristas durante la formación ha sido una de las características de nuestro método de formación. Es interesante leer el Directorio de los Seminarios Mayores, del Padre Fiat (1896) y percibir cómo el más importante capítulo del mismo, gira en torno a las obligaciones personales de los directores y luego atiende las relaciones que deben mantener con los superiores, los cohermanos, los seminaristas y las personas de fuera del seminario. Si bien el método es directivo e insiste en la vigilancia para prevenir, en todo el contexto se descubre una pedagogía de cercanía, de estímulo, de respeto, de acompañamiento.

El Concilio ratifica, dentro de una perspectiva nueva, la necesidad de fomentar la confianza mutua entre los educadores y los alumnos para establecer un diálogo eficaz, de modo que las decisiones que por derecho pertenecen a los superiores, se tomen después de una razonable búsqueda del bien común (R.F.24). En fin, el seminario debe cultivar relacionas interpersonales tales que se distingan por la confianza familiar y la amistad fraterna.

La formación para una vida cuyo máximo vigor proviene de la actividad pastoral, ha de estar encarnada en el formador-pastor. La teoría se enriquecerá con la experiencia, tal como lo hizo San vicente, quien orientó la formación de los eclesiásticos hacia la capacitación para la vida y el ministerio. El seminario ha de integrar toda su actividad pastoral en los planes diocesanos. El seminario llegará a ser un laboratorio pastoral de la propia diócesis, atrayendo los afanes y los interrogantes del presbiterio. Superaremos así la queja que se oye con frecuencia, de que la formación del seminario es muy teórica.

Los formadores, por el hecho de vivir en el seminario, por su oficio de profesores, directores, confesores y celebrantes, sienten el peso de su trabajo y tienden a eludir su misión de acompañantes pastorales de los alumnos. El Planeamiento está llamado a integrar plenamante todas las actividades de los formadores.

5. Pistas para hacer procesos de inculturacion en la formacion de los laicos.

La formación de los laicos es una preocupación primordial de la Iglesia, hoy. Los documentos que la requieren son bien conocidos: Lumen Gentium y Gaudium et Spes, son textos fundantes de la necesidad de trabajar con los laicos. Directamente relacionado con los laicos está el Decreto el Apostolado de los laicos. En todo el Concilio encontramos una presencia activa del laicado, llamado a tomar conciencia de su vocación a la misión y a formarse para hacer efectivo el Reino de los Cielos mediante su propio apostolado.

Las perspectivas de formación del laicado se amplían con los documentos recientes como Los Fieles Laicos, La Familia en los Tiempos Modernos, La Preocupación Social de la Iglesia, el Trabajo Humano y otros que ofrecen derroteros muy actualizados para acompañar a los laicos en el crecimiento de su conciencia misionera.

Mas cercana y conocida de nosotros es la espiritualidad que nos llega a través de la vida de San Vicente, de la reflexión y de la experiencia que ha hecho la Congregación. Los laicos, especialmente los que se han integrado a las ramas de la Familia Vicentina, nos piden que seamos maestros de espiritualidad para mantener el rumbo que les señala el carisma. Sin un sólido conocimiento y una experiencia personal y comunitaria de nuestra espiritualidad no estaremos en capacidad de colmar las búsquedas de nuestros hermanos.

Las Voluntarias Vicentinas y la Sociedad de San Vicente de Paúl han enriquecido muchísimo su experiencia espiritual, su capacidad de servicio y de encuentro con los pobres, a la luz del carisma de San Vicente y han elaborado material de formación, en su propio lenguaje, adaptádo a los objetivos que se han fijado. El Documento Base de la A.I.C. con su lema «contra las pobrezas actuar juntas» y las líneas de acción que han ido formulando en las Asambleas recientes proponen la formación, la comunicación, la solidaridad y la lucha contra la marginación social mediante la defensa de los derechos humanos de los más pobres, para conseguir una cultura de la solidaridad y la autopromoción, el respeto y la paz.

La Sociedad de San Vicente de Paúl ha estado muy activa buscando las causas y los remedios de los males sociales y ha evolucionado en su organización institucional, ha ampliado los servicios en favor de los pobres, ha mejorado la calidad de los mismos, mediante el crecimiento espiritual y profesional de los socios.

A partir de junio de 1995, el Padre General ha comenzado un proceso de integración de las cuatro ramas principales de la familia Vicentina, que pronto serán cinco con las Juventudes Marianas Vicentinas. La comunicación y la información crean lazos de unidad, llevan a preparar proyectos comunes , confirman el apoyo mutuo en la formación, en la promoción de las vocaciones y en la inculturación del carisma: estas son semillas que comienzan a germinar; si las cuidamos darán fruto abundante.

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