116. Compra panes, que habían caído sobre barro.
Un día, el cochero, como se le reculara la carroza junto a la puerta de Saint-Denis, tiró al suelo algunos panes de la tienda de un panadero, y uno o dos de ellos cayeron sobre barro. El Señor Vicente se manifestó tan justo y prudente que, pensando que aquellos panes, aunque bastaba con que se les quitase un poco de corteza que estaba manchada de barro, se venderían con más dificultad, los hizo llevar a su casa, y se los pagó al panadero.
Notas del P. Dodin:
Compra de los panes que cayeron sobre el barro. Citado por L. Abelly, III.261.
117. No autoriza una visita.
Cierto día, una persona de la Casa le pidió permiso para ir a ver a su padre, que estaba muy gravemente enfermo, a veinticuatro leguas de aquí, eso que habían enviado expresamente a un hombre para llevarlo. Sin embargo, el Señor Vicente no se lo quiso autorizar, alegando, a propósito de ello, que Nuestro Señor también se lo había negado al que le hizo una petición parecida o semejante, cuando estaba aquí abajo en la tierra: «Dejad que los muertos entierren a los muetos».
Y aún cuando esa persona hubiera ido allí, no hubiera hallado vivo a su padre, porque poco después supo que había muerto aquel mismo día o al día siguiente de cuando pidió permiso para ir a verlo.
Notas del P. Dodin:
Vicente de Paúl fundamenta sus orientaciones para visitar las familias son dos textos del Evangelio. Dos ejemplos:
1º. Textos evangélicos: Mt. 8,22; «Dijo a otro: ¡Sígueme!. Este le dijo: ¡Señor!. Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. —Y El le dijo: Deja que los muertos entierren a los muertos, mas tú vete a anunciar el Reino de Dios».
2º. El ejemplo de Jesús que es mal recibido en la tierra de su infancia, Nazaret. Luc. 4,23: «Ningún profeta es bien recibido en su tierra», v.29: «Se levantaron y lo empujaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta el borde de la colina sobre la que estaba construído su pueblo para despeñarlo».
El ejemplo del Sr. Vicente, el cual en 1634 en el mes de octubre efectuó una visita a su tierra natal (X11.218-220/X1.517; E.636-638 —2 de mayo de 1659—.
Y de esos ejemplos saca las últimas consecuencias:
Prohibición de ir a la profesión religiosa de una hermana (IV.353/335, 4 de abril de 1652). Aduce textos de Luc. 9,59-60 y Luc. 4,29. Prohibición de ir a una primera misa (18 de septiembre de 1654). Prohibición de ir a ver a los padres en estado de necesidad (IV.619/576, 2 de julio de 1653). Aduce textos de Luc. 9,59-60 y Mt. 8,22.
1 de febrero de 1656. Alega a Luc. 4,23-29 y Luc. 9,56-60.
En el Consejo del 28 de junio de 1646, el Sr. Vicente pide que una postulante no vaya a despedirse de sus padres (XIII.601/X.740).
118. Norma: ver las razones de la parte adversaria.
Un día me hizo el honor de decirme que había que tener como norma, cuando le consultaran un asunto, alegar todo lo que hace la parte adversaria sin omitir nada, a no ser que la misma parte adversaria estuviese allí para exponer sus razones, y defenderse; y que se ha de actuar así, cuando se trata de consultas.
Notas del P. Dodin:
Abelly (II.252) reproduce esta anotación del Hermano Luis Robineau y señala previamente que ese mismo Hermano había propuesto, con ocasión de un pleito, solicitar a los jueces. El Sr. Vicente le replicó que en el Consejo de Conciencia «no se toma en cuenta las recomendaciones que se le hacían, sino que él sólo se fijaba si la cosa pedida era justa y para mayor gloria de Dios».
119. Prudencia para recibir a los que habían sido religiosos.
Ponía muchas dificultades para recibir a las personas, que se presentaban para ser recibidas en la Compañía, cuando sabía que habían vivido en otra Comunidad o Religión, y no los recibía sino después de insistentes súplicas y solicitaciones.
Notas del P. Dodin:
Se opone a recibir (en la Congregación) a quienes han sido antes religiosos (25 de septiembre de 1648, III.375/344); a un jesuita español (22 de abril de 1657, VI.284/275); a un oratoriano italiano de Génova (23 de mayo de 1659, VII.569/482); a un clérigo de la Doctrina Cristiana, (11 de diciembre de 1659, VIII.149/138).
120. Prudencia para recibir por segunda vez a un individuo que estuvo admitido.
Y cuando algunos de los que habían vivido en la Congregación y se habían salido venían a solicitar de nuevo el ingreso, no los recibía por segunda vez, sino después de hacérselo pedir durante mucho tiempo, y los que ha recibido así por segunda vez han sido muy pocos.
Notas del P. Dodin:
Segunda admisión de un individuo.
11 de febrero de 1650, al Sr. Renato Alméras, superior de Roma: «Los que han saltado una vez por encima de su vocación pocas veces vuelven a la situación en que deberían estar. En esas personas se da generalmente cierto fondo opuesto a la regularidad, que les hace estar siempre contra todo, y lo peor es que indisponen a los demás, para que, teniendo compañeros de su desazón, puedan presumir de que son ellos los que tienen razón» (111.594/553).
18 de abril de 1659 (VII.500/426).
El Sr. Le Mercier había salido (de la Congregación). El Sr. Vicente le pide que vuelva a empezar las prácticas del Seminario. Después de 1649 – El Sr. Vicente acepta recibir a un sacerdote que lo había salvado cerca de Durtal… se había salido de la Congregación nos lo dice Abelly (111.266), y se había vuelto a su tierra…
Le escribe al Sr. Vicente… que se había equivocado en gran manera al salir de la Compañía, y le ruega que lo reciba en alguna de las casa; pero el Sr. Vicente no le contesta. El sacerdote le escribe una y otra vez sus cartas, y le escribe claramente que está perdido, si no le tiende su mano caritativa. El Sr. Vicente piensa que no es conveniente para el bien de la Congregación que vuelva ese hombre, y le da a entender que sus extravíos anteriores no le daban motivos para esperar mucho de su conducta; y se mantuvo en su negativa para recibirle.
Finalmente, el sacerdote se dio cuenta de que podría ganar al Sr. Vicente atacándole por el punto más sensible de su corazón, que era su agradecimiento, pues sabía que era ésa una de sus grandes virtudes. Así, fue a llamar a esa puerta con estas palabras: «Señor, yo le he salvado una vez la vida del cuerpo, sálveme la del alma».
Inmediatamente este Superior agradecido, al ver su perseverancia y esperando que sería mejor, le escribió que se viniera directamente a San Lázaro, donde sería recibido con los brazos abiertos. Este sacerdote, obtenida esta buena respuesta, contentísimo por haber hallado la gracia en el espíritu del Sr. Vicente, se disponía a partir, cuando Dios le envió una enfermedad y de ella murió».
Este episodio fue omitido en la edición de L.Abelly de 1667.