El Señor Portal y los suyos (1855-1926) (38)

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CRÉDITOS
Autor: Régis Ladous · Traductor: Máximo Agustín, C.M.. · Año publicación original: 1985 · Fuente: Les Éditions du Cerf, Paris.
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Capítulo II: La herencia asumida

El Círculo de las cuestiones extranjeras

Portal-ACon los normalistas, Portal trabajaba en territorio libre. «Para la mayor parte de nosotros, creo, la cuestión de la unión de las Iglesias no nos interesó hasta el día en que el Padre nos habló de ello». Fiel a su actitud general, trató de enrolar a los tala en un círculo o sociedad unionista; sabía que nada podía funcionar si no provenía de los propios tala. Hasta 1922 se limitó a contar de cuando en cuando (generalmente un domingo por la mañana, en Gentilly) su experiencia personal. Estos relatos, reforzados por las visitas de Lord Halifax y otros personajes exóticos, numerosos en París por los años de posguerra , movilizaron en medio del grupo a un núcleo de alumnos particularmente interesados por lo que ocurría fuera de Francia. En un tiempo en que Europa se estructuraba, esta apertura al exterior respondía a ina curiosidad espontánea por los problemas internacionales; Portal no tuvo más que orientarla hacia los asuntos religiosos, se tratara del catolicismo o de las Iglesias separadas.

El Círculo de las cuestiones extranjeras, tal como se le llamó, se reunió por primera vez el 23 de noviembre de 1923, cogió pronto su ritmo de crucero: una reunión cada quince días, el viernes; una docena de miembros, literatos sobre todo, a quienes empujaba Portal al estudio de la historia y de las lenguas vivas. Su principal actividad consistía en leer la prensa extranjera y en dar cuenta de sus lecturas. Pero al igual que en el Cherche-Midi, Portal ponía en guardia contra una cultura puramente libresca, «defecto que descubría en muchos normalistas ilustres479». Por eso hacía venir lo más frecuentemente posible a extranjeros o Franceses que habían viajado, y les «hacía preguntas así como quien no lo quiere, obteniendo respuestas que no dejaban de extrañarles a ellos mismos».Ante todo, incitaba a los normalistas a cerrar las maletas, les ponía en relación con hogares de acogida en Inglaterra y en Europa central, los animaba a hacerse nombrar en el extranjero, después de la oposición, a su regreso les pedía sus impresiones y observaciones. De vez en cuando, lo menos frecuente posible, él mismo «salía a la palestra» con un tema ruso o británico. Lo enfocaba a su modo, concediéndole el tiempo necesario y omitiendo los detalles.

Más aún que hechos de historia, lo que se aprendía con él era un modo de juzgar a hombres y cosas.

Los miembros del Círculo de las cuestiones extranjeras fueron los ojos y oídos de Portal. Por ellos descubría él por ejemplo los nuevos paisajes religiosos de Alemania, el catolicismo alemán del que no siempre le gustaba la actividad política, el clero alemán al que estimaba (mientras criticaba con facilidad a los cleros meridionales), el ecumenismo alemán que fue una de sus esperanzas y que conoció gracias a Pierre Waline, el tala experto en cosas renano-bávaras. El ojo de Portal en los Estados Unidos fue Marcel Clavel; después de una temporada en Oxford, se fue a enseñar en la universidad de Michigan; de Ann Arbor, donde escrutaba los remolinos de la América profunda, envió desde 1922 un estudio sobre las Iglesias del Nuevo Mundo que Portal mandó a la revista Les Lettres.

En Gran Bretaña, los normalistas podían contar con la vieja red , Halifax, Puller, Lacey, Gore, Frere, Palmer también, director del Church Times, que tenía en su periódico una rúbrica francesa alimentada en las mejores fuentes portalianas. Portal había apretado los lazos con el clero orientalista, inclinado a la ortodoxia, como el reverendo Harold Buxton, párroco de Christ Church, Westminster, que vino de visita a la calle Grenelle en 1925, o el reverendo J. A. Douglas, párroco de Camberwell, en el sudeste de Londres, que colaboraba en el Christian East, la revista anglo-oriental. Douglas estaba en relación con todo lo que recibía Inglaterra en materia de prelados rusos y conocía personalmente al metropolitano Antoine de Kiev. Fue él quien puso a Portal en contacto con el metropolitano Euloge y la comunidad rusa de la calle Daru, con el obispo Benjamin, y la Academia rusa de la calle de Crimée. Roma-Moscú vía Canterbury: el itinerario portaliano por excelencia.

Además de Gore y Frere, el episcopado anglicano proporcionaba varios puntos de acogida, comenzando por el arzobispo de York, primado de Inglaterra, que aprobaba por completo las conversaciones de Malinas, el obispo de Londres, o el sabio obispo de Gloucester, Headlam, representante fiel de la via media. Más que nunca Portal prefería a este tipo de anglicano bien firme en su tradición y no a los «anglo-papistas» que cultivaban con asiduidad las formas más deslumbrantes del latinismo.

Los puntos de anclaje más sólidos eran los medios liberal católicos de las universidades de Oxford y de Cambridge. Portal podía contar con los que había recibido en la calle Grenelle antes de 1914, como Kenneth E. Kirk, miembro de Keble College y futuro obispo de Oxford, quien afirmaba en 1938 al abate Couturier que Portal había sido, con el abate Bremond, su mejor amigo francés. Darwell Stone en Pusey House, Leighton Pullan en St John’s College, y otras más, contribuyeron a mantener a Oxford como capital intelectual del portalismo y a crear un ambiente de acogida ideal para jóvenes universitarios franceses. Gran Bretaña fue por algún tiempo feudo de Léonce Bacuvier (promoción de 1919), que fue el primer secretario del grupo de lengua inglesa y saqueaba todo cuanto aparecía sobre las conversaciones de Malinas. Luego Portal pudo contar con Jean Guitton, que llegó a los asuntos ingleses por su diploma de estudios superiores sobre el filósofo Berkeley; incluso viviendo Portal, fue en agente de enlace incondicional, se encontró con Lord Halifax y viajó varias veces a Malinas.

La reunión de Eylau y el Círculo del Luxemburgo

El primer contacto con la Europa central fue un viaje a Checoslovaquia, en Velherad, donde el verano de 1921 algunos tala conducidos por Beaupin encontraron a Quénet y a Dvornik. Al año siguiente, la expedición fue dirigida por el abate Bottinelli; capellán del liceo Janson-de-Sally y predicador de retiros en Ulm, el abata había organizado en torno a Honoré-d’Eylau una comunidad de alumnos de las escuelas superiores, vulgarmente llamada la «reunión de Eylau», y situada en el 67 de la calle Boissière. Con el apoyo del Comité católico de las amistades francesas en el extranjera de Mons Beaupin, Bottinelli llevó a su gente a una verdadera misión de propaganda en Polonia. En 1926, le tocó a Yugoslavia, a Checoslovaquia en 1924, a Rumania en 1925, a Austria y Bélgica en 1926. No se trataba de hacer turismo: los jóvenes participaban en congresos, pronunciaban conferencias y celebraban encuentros con las más altas personalidades civiles y religiosas de los países visitados.

Rompiendo por una vez el aislamiento del grupo tala, varios de la calle Ulm aceptaron asociarse a la empresa; es verdad que el abate Bottinelli, quien había predicado los retiros memorables de 1914 y de 1919, era un poco de la misión. Entre los «misioneros» (es asó como se llamaban a sí mismos), Ménesplier-Lagrange, Henri Gouhier, Pierre Mesnard, Moreau-Reibel, Eugène Susini, Rémy Chibon, que fueron pilares del Círculo de las cuestiones extranjeras. En un principio, las misiones de la reunión de Eylau no tenían nada de unionista. Fueron los normalistas quienes impulsaron a Bottinelli a prepara cada año más encuentros con ortodoxos, obispos, sacerdotes, profesores, estudiantes. La tendencia se acentuó cuando la organización tomó, en 1926, el nombre de Misión católica universitaria. La propaganda francesa se convirtió en un objetivo secundario, los viajes se planearon en prioridad para dar a los estudiantes «un sentido vivo de las grandes inquietudes católicas». La Asociación Fernand Portal subvencionó además la Misión, que se puede clasificar entre los focos de supervivencia del portalismo.

Una iniciativa de Beaupin y de Dvornik dio origen a otro círculo en que los tala deseosos de unidad cristiana pudieron reagruparse, después de la muerte de Portal, en la fidelidad a su espíritu. En mayo de 1924, Dvornik dio una conferencia en la casa diocesana de los estudiantes parisienses, instalada en el 61 de la calle Madame y llamada frecuentemente Círculo del Luxemburgo, por razón de la proximidad del jardín. Esta exposición creó un movimiento de interés que Mons Beaupin orquestó y dio origen a un «Círculo de estudiantes católicos por la unión de las Iglesias».

Al tomar esta iniciativa [explicó Beaupin a Portal] he pensado mucho en vos; no me he olvidado de que fue en el querido seminario San Vicente de Paúl y por vos donde oí hablar por primera vez de la unión. Son vuestras charlas las que, en lo que a mí respecta, producen hoy sus frutos. Si nuestro pequeño círculo ha nacido y está animado de cierto espíritu, podéis creer que todo el mérito en resumidas cuentas es vuestro.

La intención era modesta: formar estudiantes católicos, franceses y eslavos, «de manera que, al encontrarse más tarde con ortodoxos, sean capaces de hablar con ellos». Las dos sesiones mensuales atrajeron a unos treinta oyentes al principio, y a un centenar cuando Portal fue a la calle Madame a pronunciar lo que fue su última conferencia pública, el 24 de febrero de 1926.

El Círculo de las cuestiones extranjeras y sus anexos prescindieron de una revista especializada. La Démocratie de Sangnier, en la que Jean-Rémy Palanque hacía una crónica, el Âme française de Garric, en la que colaboraba Mesnard, Les Lettres de Bernoville y sobre todo la Revue des jeunes del reverendo padre Barge se abrieron liberalmente a Portal y a los suyos, que pudieron entregarles artículos que ni La Croix ni La Vie catholique habrían podido permitirse publicar.

La cuestión protestante

Las actividades unionistas del grupo tala recordarían bastante bien a las del Cherche-Midi si el protestantismo si el protestantismo no ocupara en ellas un lugar tan reducido. Como tal, el Círculo de las cuestiones extranjeras no mantuvo relación el grupo cristiano fundado en la Escuela por Abel Miroglio. Miembro del comité director de la Federación francesa de las asociaciones cristianas de estudiantes, organización de inspiración protestante, unida a la Federación universal de las asociaciones cristianas de estudiantes. Miroglio no se sentía satisfecho por la neutralidad confesional de este movimiento, que él calificaba de «laicismo». Por ello el grupo cristiano de la calle Ulm se lanzó

por sus propias posiciones ecuménicas, más claras, más francas, en el reconocimiento pleno de la realidad de nuestras Iglesias, de sus legítimas exigencias para con nosotros, y de la necesidad de vernos fraternalmente, con la seguridad de que la fe en un mismo Salvador nos unía ya y nos mandaba tener al menos una intención de unidad.

Los miembros del grupo cristiano repudiaba así un «pancristianismo» vago que habría resultado inaceptable para los alumnos católicos y presentaba el problema de la unidad en términos que Portal podía tomar en consideración. Protestantes asistieron a reuniones del grupo tala –por ejemplo a una conferencia dada por Jean Guitton sobre Francisco de Asís485. Y varios tala participaron en los trabajos del grupo cristiano; de suerte que al salir de un retiro predicado por Teilhard de Chardin, Jean Guitton hizo un resumen que expuso algunos días después a sus «camaradas protestantes».

Estas prácticas, que no tenían nada de excepcional, eran aprobadas por Portal; se mantenía al corriente de las actividades y de la evolución del grupo cristiano por medio de Marcel Lacroix, que asistió a las reuniones de estudiantes protestantes y ortodoxos organizadas en el castillo de Argelonne, en el Eure; por Antoine Martel, que conoció a Miroglio en la Escuela de las lenguas orientales donde estudiaron juntos ruso; por Léonce Bacuvier, que siguió desde 1925 la gestación de lo que Miroglio llamaba aún la Unión cristiana de profesores, y que iba a ser la Asociación cristiana de profesores; por Fernand Chapouthier sobre todo, uno de los tala más asiduo a las reuniones del grupo cristiano, y que sirvió de intermediario entre Miroglio y Portal cuando se trató de organizar una reunión común de los dos grupos, la única que se celebrara nunca en tiempo de Portal. Las relaciones, en efecto, fueron siempre individuales y no comprometieron nunca a las organizaciones como tales.

He expresado el deseo [escribe Miroglio] de que el grupo fuera recibido una vez por el Padre. Este deseo ah sido escuchado. Conservo el recuerdo de una tarde de una gran dulzura en la que se nos dijo con certeza que para la Unidad futura, había que acudir a la gracia de Dios. Y entretanto no teníamos más que seguir fieles al «dictamen de nuestra conciencia» que nos unía a nuestra Iglesia. De lo que mejor me acuerdo es del momento en que, saliendo el último bien cerrada en una habitación bastante grande, escuché estas palabras amables del Padre –palabras que atravesaba sin duda cierto dolor: «Es todo lo que puedo hacer por vosotros»

Esta reunión tuvo lugar sin duda en 1921. El año anterior, Portal había publicado un estudio sobre un tema muy querido para él: las Hijas de la Caridad488. En las tres últimas páginas, había mostrado cómo el espíritu del Sr. Vicente podía animar obras protestantes, en particular la fundada por Florence Nightingale. Esto no había caído bien, y un cohermano de Portal le había aconsejado, a fin de evitar líos, rehacer el pasaje:

Asimismo quizás, para evitar que no se crea que la caridad de los protestantes es igual a la de los católicos, estaría bien demostrar la diferencia enorme que hay entre las dos.

Estas líneas, que no son de ningún furibundo sino de un lazarista de buena voluntad, muestran la suficiente la sima que separaba a Portal de la mentalidad ordinaria de los católicos de este tiempo. Cinco años después, el asunto de las campanas de Soleure prueba la persistencia del bloqueo.

En la primavera de 1925, La Vie catholique del antiguo sillonista Francisque Gay pidió a Portal

Un artículo sobre las conversaciones de Malinas. Portal consideró útil ampliar el tema, integrar en él al protestantismo y el movimiento de oración por la unidad. Para decir que había llegado la hora de una oración en común con los reformados, refirió cómo, en Soleure, algunas semanas antes, habían echado a vuelo las campanas de la catedral católica para festejar la llegada de un carillón destinado al templo protestante. La anécdota alarmó a Francisque Gay y al redactor en jefe Pierre Dumaine, quienes se negaron a publicarla; al no querer Portal censurarla, ellos le devolvieron el texto490. Las campanas de Soleure acabaron por encontrar refugio en la Revue des jeunes, que no corría peligro de asustar a los padres de familia del Vivarais.

A la entidad de las mentalidades, hay que añadir la situación personal de Portal, que continuaba bajo vigilancia. Por fin el grupo tala era muy famoso; el arzobispo de París como el rector del Instituto católico –que quisieron participar en jornadas de Gentilly- seguían sus progresos con una solicitud tal halagadora como molesta. La comunidad de Javel, por el contrario, permaneció hasta 1926 oscura e ignorada de las autoridades: recibió regularmente a jóvenes protestantes. Lucienne Vannier, entonces alumna de medicina y militante de la Federación francesa de las asociaciones cristianas de estudiantes, hace esta observación en sus memorias: «Tomo parte también en jornadas de recogimiento en las que el padre Portal, este pionero del ecumenismo, nos acoge con bondad, y con discreción, en su casa de la calle de Lourmel491». En una instrucción de 1925, Portal enseñó a las colaboradoras de Mme Gallice que si un protestante es bautizado, tiene el espíritu de Dios […]. La vida, la única que cuenta, es la vida del espíritu de Dios.

Con sus timideces y sus prudencias, el círculo de los normalistas no fue por ello menos uno de los lugares en los que Portal preparó el nacimiento del ecumenismo católico y adquirió la seguridad de que el ideal del que había vivido desde Madera le sobreviviría. En 1927, el futuro padre Charles Avril escribía a un compañero: «Tengo la intención de ofrecer mi primera misa por la unidad del mundo cristiano, en recuerdo suyo». Y Pierre-Henri Simon, en 1966:

Él constataba, ayudaba, nos invitaba a ayudar con él el lento caminar de un ideal ecuménico cuyo rigor brilla hoy […]. Por semejantes movimientos, secretos y silenciosos, es como se preparan los actos del espíritu.

Sobre todo, fue el grupo tala el que dio a Portal uno de sus discípulos más cercanos, más queridos, más activos, un joven que no le conoció verdaderamente más que un año o dos, y murió en 1931, prematuramente, como el abate Morel, pero cuya palabra fue escuchada y conservada por grupos fervientes, por normalistas y profesores, por enfermos y emigrantes, por ortodoxos, anglicanos, protestantes: Antoine Martel.

Antoine Martel

A los normalistas que le descubrieron hacia 1924, Martel se les presentó como uno de esos hombres que transforman la atmósfera en su alrededor, quizás porque no se reservan nada para sí. Martel era el don de sí absoluto. Como el joven Portal, era de salud incierta y poco seguro del mañana. Sus amigos recuerdan su alta silueta enjuta, su rostro «descarnado y enfermizo». Listo para ser admitido a la Escuela normal superior en 1918, no se presentó al oral y preparó la oposición de gramática a la Sorbona. Primero en el examen en 1920, a los veintiuno, se inclinó a la filología eslava. No era todavía la unión de las Iglesias lo que le atraía, sino los dialectos ukranianos, un campo de estudios del que se había desinteresado la Universidad francesa hasta entonces. Todo lo más se adhirió, antes de conocer a Portal, a un unionismo misionero que consistía en pedir «por la conversión de los paganos y de los cismáticos». Abordado por Miroglio, que estudiaba como él ruso en la Escuela de las lenguas orientales, no quiso comprometerse en la Federación de las asociaciones cristianas de estudiantes, que se atrevía a poner «en el mismo plano al católico, al ortodoxo y al calvinista».

Pensionista de la fundación Thiers a partir de 1922, se puso a viajar y se familiarizó con Polonia y sus confines orientales. Terminó enseguida sus tesis que le valieron un dominio en conferencias. Pero no era esa su primera preocupación. Sus trabajos universitarios estaban separados de su vida religiosa, robusta y del carbonero, y sufría por ello; se empeñó el hallar cómo poner la filología eslava al servicio de la Iglesia. Fue una exigencia de integridad y de unificación interior lo que le llevó a Portal. El encuentro tuvo lugar el verano de 1924. Martel fue a la calle Grenelle, por consejo de Paul Boyer, director de las Lenguas orientales, y fue presentado por una d sus compañeros de estudios, el abate Moyse, un fenómeno que aseguraba con Bottinelli y Dvornik los contactos orientales del grupo tala. Nacido en 1889 en Besançon, del Franco-Condado como Martel, Moyse se había licenciado ya en teología cuando se comprometió como camillero. Se mereció pronto varias menciones en la orden del día, la medalla militar, una herida grave. Versado en la Legión extranjera como intérprete, aprendió por su cuenta el alemán, el inglés, el serbio, el búlgaro, el rumano. En las Lenguas orientales, después de la guerra, obtuvo los diplomas de ruso, de checo, de polaco. Llevado del apetito, se metió con el árabe, el hebreo, el sirio, el etíope.

Presentado por este fabuloso, a Martel no le podía dejar indiferente el medio de Ulm; pero no fue verdaderamente recibido por el grupo hasta después de dar una conferencia en Gentilly, al regreso de una viaje a Polonia, sobre las Iglesias orientales. El auditorio, entregado, le promovió en el acto a normalista de honor. Desde entonces, asistió con regularidad a las jornadas de Gentilly y a los retiros. Esta integración no tenía nada de extraordinario, ya que el grupo estaba abierto a los alumnos de Saint-Cloud y de las clases preparatorias, así como a los maestros y alumnos-maestros, pero contribuyó a dar a Portal un sucesor, y más aún, un amigo.

Martel entró paso a paso en la intimidad de Portal, quien no le pidió nada sin que antes se lo hubiera propuesto él mismo. La evolución de sus relaciones fue tan insensible que Martel no pudo nunca precisar el momento en que Portal se convirtió sino en su confesor –que no lo fue nunca- al menos en el maestro que orientó su vida.

Sólo me acuerdo que durante el retiro de octubre de 1925, experimenté un profundo sentimiento de vergüenza debido a mis repetidas faltas pasadas y fui una noche hacia las nueve a ver al Señor Portal en su apartamento para decirle todo lo que me pesaba. Tenía una viva conciencia de mi indignidad y quería que él supiera lo que yo era en realidad para que viera si me debía conservar su afecto y auxilio. Yo le hablaba, no sin dificultad, sentado como él junto a la chimenea –no era en plan de confesión. Me escuchó, estuvo callado durante más tiempo que de costumbre y eso fue todo.

De esta forma entendía el Señor Portal su influencia, silencioso y atento. Pero fue discreto, se mostró más directivo con Martel que con otro normalista cualquiera, y no dudó «en acudir rápida y enérgicamente en ayuda en los momentos de confusión497». Le dio a entender que la empresa de la unión era un modo de desprenderse de sí, de entregarse a los demás, de estar pendiente del querer de Dios, de despegarse de lo que Jacques Perret, un íntimo de Martel, llamaba el «discursito», el «verbalismo religioso», la «auscultación enternecida por sus propios estados de almas498». Toda una tarea aguardaba, urgente desde que los acontecimientos habían impreso a los asuntos de Europa oriental un curso acelerado y dramático; había que olvidarse de lo poco que uno es y entregarse a cumplir la voluntad de Dios, según el ejemplo de san Vicente.

Martel entró en la batalla de una manera áspera, tensa, urgente, que Portal se encargó de apaciguar, haciéndole ver que debía fundarlo todo en la fraternidad, sobre el modelo de Nepluyef. Martel descubrió la fraternidad y la vivió en la pequeña comunidad de Marcel Légaut y de Jacques Perret, a la que aportó, en contrapartida, su experiencia de viajero y su educación europea. Cuando dejó la fundación Thiers, vino a establecerse en la calle Jeoffroy-Saint-Hilaire, en el apartamento del grupo; allí estuvo su puerto de matriculación, en él conservó su «celda» después de ser nombrado en la universidad de Lille. Trasladó su experiencia comunitaria a Javel, donde Mme Gallice, animando todos los sábados pot la noche una especie de reparto del Evangelio.

De vuelta de una estancia en Inglaterra, en mayo de 1926, hizo de secretario de Portal. «Le vi así cada dos días mientras estuvo en cana para expedir sus asuntos y todavía la víspera de su muerte, dirigí a indicación suya un envío a Lord Halifax499». Él mismo redactó un artículo sobre Halifax cuyas pruebas corrigió Portal en su lecho de muerte y que apareció en julio en la Revue des jeunes. En esta época, Martel se había desprendido del exclusivismo oriental y lo hacía saber afirmando por ejemplo en Irenikon que «se ha de querer la unión con todas las Iglesias500». Pero si bien había sido seducido por sus amistades anglicanas, tenía sus reservas con relación al ecumenismo protestante y no quiso adherirse a la Asociación cristiana de profesores (la «Amistad») que fundaba Miroglio. Necesitó un año para llegar a una visión global del problema de la unidad y servirse del unionismo portaliano como de una vía de paso hacia el ecumenismo.

Después de la muerte de Portal, trasladó la biblioteca de la calle Grenelle al pequeño «monasterio» de la calle Jeoffroy-Saint-Hilaire, y mantuvo la herencia en todos los dominios. En Inglaterra, donde siguió en contacto con la red anglicana; en Rusia, a donde fue en octubre de 1926, el primero de los discípulos de la tercera generación en seguir el ejemplo de Morel; en París, en el Círculo de Luxemburgo y en los Equipos sociales de Garric (donde fundó un equipo ruso); junto al grupo tala y la comunidad de Javel, entre los que estableció una colaboración que Portal no había hecho más que iniciar.

Durante el verano de 1925, el lazarista había reunido a un grupo de normalistas cerca de Chambéry, en el colegio de la Villette, en la Ravoire. Martel, con Légaut y Perret, fue de los que siguieron la fórmula. En agosto de 1926, escribe al abate Hemmer:

El recuerdo del Padre Portal, que dirigió aquí el año pasado la primera de estas reuniones, está presente en nosotros. Esta mañana todavía asistíamos a una misa cantada en su recuerdo y en nuestras conversaciones no falta la cita de sus lecciones […]. Mme Gallice vino aquí, hace unos días. Cuatro de nosotros irán a verla a las Corbières el martes. Esperamos para mañana al abate Moyse. Así se va formando el pequeño grupo Portal, en la unión cada vez más íntima que nave de la amistad y de la vida cristiana llevada en común.

Los retiros de verano terminaron por cambiarse junto al orfanato de las Corbières, en la comuna de Pugny-Chatenod, en la misma villa San Vicente donde Portal había proyectado fundar un orfanato para chicos. Martel contribuyó a abrirlo generosamente a los maestros.

Los fieles de la calle Geoffroy se encuentran aquí, a cierta distancia del lugar en que reposa el querido padre Portal. Hemos tenido ya un retiro reservado a los miembros de la enseñanza primaria, y han venido doce de ellos […].Estamos esperando una segunda reunión de amigos, normalistas esta vez, que debe celebrarse a partir del 8 de setiembre.

Esta aproximación entre el grupo tala y la obra de Mme Gallice llevó consigo la creación de un grupo unionista en Javel, bosquejado por Portal, pero que se convirtió bajo la dirección de Martel en un verdadero círculo de las cuestiones extranjeras. Reforzó la convergencia de las diferentes empresas portalianas fundando, en el otoño de 1927, la Asociación Fernand Portal, de la que fue secretario; el abate Hemmer fue presidente, y Mme Gallice vicepresidenta: los tala, Malinas y Javel. La Asociación reunió fondos y subvencionó al grupo católico de la calle de Ulm, la Misión católica universitaria de Bottinelli y a un grupo de sacerdotes que trabajaban por impulsar los estudios en el clero parroquial.

En el momento de reunir a los amigos de Portal, Martel depositaba en la prefectura de París los estatutos de una asociación de oración por la unión de los cristianos. El plan es buena prueba de cómo el unionismo portaliano ha preparado el camino del ecumenismo católico. A su vuelta de Rusia, Martel había tomado la dirección, con Pierre Deffontaines, de los Equipos sociales del Norte. Se había puesto al servicio de los pobres, de los emigrantes, de los minusválidos, de los enfermos del sanatórium de Zuydcoot, sin tomar nada para sí, ni siquiera el dinero de las ropas y de los tiempos libres, y sin cerrar nunca la puerta, en el sentido literal del término, renunciando de esta forma a disponer de este último lujo, del tiempo libre. Tuvo así ocasión de encontrase con Marguerite Rivard, cuyo centro deformación para enfermos permanentes(en cama) acababa de unirse a los Equipos sociales. Marguerite Rivard era también una pensionista del sanatórium de Berck; afectada de tuberculosis ósea, había estado paralítica. Iniciada en el unionismo por Martel, tuvo la idea, al conocer la fundación por el pastor Wilfrid Monod de la orden tercera protestante de los Veladores, de lanzar lo que ella llamó –tomando el título de un folleto de Portal- una «cruzada de oración por la unidad del mundo cristiano». Se trataba de pedir a todos los cristianos sin excepción que recitaran el Padre Nuestro por la intención de la unidad.

Católicos han tenido la iniciativa de esta cruzada y su primer deseo es ver saltar de todas las partes del mundo cristiano el mismo impulso de oración […]. Proponen a todos los discípulos de Jesucristo unirse a ellos para realizar la unión en la súplica. Una primera reunión en la que se encontraron católicos, anglicanos, ortodoxos, protestantes, permitió creer que la cosa era posible.

Para los portalianos, el tiempo del unionismo bilateral o selectivo ya había terminado.

Si bien murió prematuramente, Martel no tuvo por ello menos tiempo de expresar dos de los puntos esenciales del ecumenismo católico tal como se afirmó a partir del los años 1930: la visión global del problema de la unidad y el carácter central de la oración por la unidad, oración común para que se cumpla la voluntad de Cristo.

Sí, una gran esperanza se extiende por el mundo cristiano. Creemos que Nuestro Señor no dirigió una oración vana cuando antes de ofrecerse para la Pasión dijo a su Padre: «Que sean uno, para que el mundo crea». Esta unidad que puso como condición primordial no sabemos ni unos ni otros ni cuándo ni cómo se realizará. Tengamos tan sólo suficiente amor para que nuestra esperanza y nuestra fe sean eficaces. Pareció pues a cristianos que se necesitaba una verdadera cruzada de oraciones para obtener del Padre que se acelere la realización del deseo supremo de su Hijo.

Se podría decir que se trataba de un tracto del abate Couturier. Visión global y oración convergente estaban en germen en el portalismo. Pertenecía a una generación más joven, que no había sido tocada por la represión antimodernista, abrazar estos temas y transmitirlos a pequeños grupos autoregulados (como el grupo tala) o a fundaciones comprometidas del movimiento y de la institución, como el priorato de Amay, que frecuentó Martel y en cuyo seno el mantuvo vivo el recuerdo de Portal.

Dom Lambert Beauduin

La nebulosa normalista y sus ramificaciones ofrecen un ejemplo de movimiento unionista autónomo, animado en gran parte por laicos, abierto a posiciones ecuménicas y estructurado en una red fluida de grupos esporádicos que ignora el sistema oficial, cuando no lo combate ( el 6 de enero de 1928, Pío XI condenó el ecumenismo por la encíclica Mortalium animos). La nebulosa estaba muy viva y, según todas las apariencias, rica en porvenir; pero no respondía a la ambición portaliana, expresada ya antes de la guerra, de fundar una institución que reagrupara a profesionales de la unión y garantizara la continuidad del esfuerzo. En 1912, después de encontrase con Walter Frere, entonces superior de la comunidad anglicana de la Resurrección, Portal escribe a Mme Gallice:

De hecho, en la Iglesia, toda obra fecunda y duradera ha sido realizada por una comunidad o por una orden religiosa. Para realizar la reunión, se necesitarán comunidades entregadas a esta obra en las diferentes Iglesias. Esos son pensamientos que no me cuesta mucho desarrollar, ya que me son habituales.

Si contaba más bien con la aparición de nuevas órdenes religiosas, había asociado a los benedictinos franceses replegados en Inglaterra a la redacción de la Revue catholique des Églises. Hombre del movimiento, soñaba siempre, un año antes de su muerte, con una obra que permitiera al movimiento encauzarse por los caminos del sistema. In extremis, en setiembre de 1925, pudo realizar su sueño y asociarse a un plan que le procuró, en el interior mismo del clero, «una posteridad religiosa inesperada506»: la fundación del priorato de la Unión, en Bélgica, en Amay-sur-Meuse, por dom Lambert Beauduin.

«Tipo jovial, avispado y tenaz507», monje emprendedor, activista generoso, avezado a la maniobra eclesiástica, experto en publicidad, maestro en el arte de utilizar (a veces abusivamente) los textos pontificios y de empujar a la autoridad a dar un paso más, dom Lambert sabía comunicar sus entusiasmos. Como Portal en 1894, se sirvió de una corriente favorable que trató de explotar el máximo y se atrincheró detrás de Pío XI como Dalbus detrás de León XIII. Era de la generación del abate Gratieux, de Jacques Chevalier, de los primeros estudiantes del Cherche-Midi. Capellán del trabajo en la diócesis de Liège, entró en 1906 en el monasterio benedictino de Lovaina, Mont-César, de donde favoreció el movimiento litúrgico belga. Agente del cardenal Mercier durante la guerra, debió pasar a Inglaterra y militó en pro de la separación de las abadías belgas de la congregación madre de Beuron, congregación alemana cuyo formalismo rígido, que casi identificó con el militarismo ruso, le pareció pesado comparado con la flexibilidad religiosa anglosajona.

Al comienzo de 1921, parecía no saber nada de la unión de las Iglesias, cuando el metropolitano Szeptickij llegó a defender en la abadía del Mont-César la causa de los monjes uniatas: tenían dificultades en seguir viviendo en el cuadro nuevo de la Ukrania polaca y reclamaban el apoyo de religiosos occidentales , y en primer lugar de los benedictinos, orden antigua, anterior a los grandes cismas, y generalmente bien recibidos en el Oriente cristiano. Dom Lambert se interesó por el problema; lo que no hubiera pasado de ser sino una curiosidad pasajera se transformó en llamada imperiosa cuando sus superiores –un poco para librarse de este estorbo- le nombraron profesor del colegio benedictino internacional de Saint-Anselme, fundado por León XIII en el monte Aventino. Dom Lambert se integró entonces en el ambiente unionista romano; frecuentó el colegio griego, al reverendo padre Michel d’Herbigny en plena fiebre rusa y al franco-uniata Korolevskij, quien le reveló los proyectos orientales de León XIII sobre la orden de san Benito. Resucitando las grandes maniobras leonianas en dirección de los ortodoxos, la encíclica Ecclesiam Dei del 12 de noviembre de 1923, le proporcionó la ocasión de publicar la idea central que iba a conducirle a la fundación del priorato de Amay: hacer la síntesis del unionismo y del monacato, crear un monasterio entregado del todo a la unión de las Iglesias.

Ante las reticencias de sus superiores, ensayó varias fórmulas antes de convencer a sus superior inmediato, dom Robert de Kerchove, de que cubriera una operación limitada, un «ensayo modesto», la apertura de la dependencia del Mont-César de un priorato dedicado a la liturgia y a los estudios orientales. En 1925, volvió a Bélgica publicó un folleto programa y se puso a lanzar una campaña publicitaria. Lo esencial debía ser una «semana por la unión de las Iglesias», con liturgias orientales en varias iglesias de Bruselas y una serie de conferencias pronunciadas por personalidades tan eminentes como el cardenal Mercier y el metropolitano Szeptickij. En carta con fecha del 24 de agosto, dom Lambert invitó a Portal a unirse a ellos para desempeñar el papel del gran anciano venerado.

A Portal no le gustaba el uniatismo; tenía a Szeptickij por un agente alemán, a Korolevskij por un farsante, a d’Herbigny por un intrigante; deploraba el ardor con que el abate Quénet daba en el gusto romano; y nunca se había visto con dom Lambert. Pero desde 1924 y de la publicación del breve pontificio Equidem verba, recogía con interés todos lo rumores que circulaban acerca de un compromiso unionista de los benedictinos. El 10de mayo de 1925, con los demás miembros de las conversaciones de Malinas, oyó al cardenal Mercier leer un reportaje sobre la «Iglesia anglicana unida, no absorbida», reportaje anónimo pero del que pronto supieron los compañeros católicos del cardenal que era de dom Lambert; señalaba ya una dirección importante con relación al unionismo de conquista centrado en Rusia que constituía el fondo de Equidem verba. Portal estaba pues informada a favor del benedictino cuando a finales de julio de 1925, recibió una carta entusiástica de Antoine Martel, que residía en Polonia y acababa de ver allí a un compañero de dom Lambert, dom André Stoelen. Del todo a favor del proyecto de priorato unionista, Martel urgía insistentemente a su maestro a entrar en contacto para «emitir algunas sugerencias que serían acogidas favorablemente y evitarían errores». Portal siguió el consejo. Fue pues él quien dio el primer paso y provocó la respuesta por la que dom Lambert le invitaba a Bruselas.

La semana por la unión de las Iglesias fue un éxito. El salón de fiestas del local de obras de la calle Brialmont fue demasiado pequeño para recibir a todos los que vinieron a oír las conferencias que dieron una docena de oradores. Portal habló dos veces, sobre la Iglesia anglicana y sobre el unionismo en el siglo XIX. «El público me ha resultado muy simpático desde el primer momento y al final me ha dado una verdadera ovación509». Pero lo más importante sucedió entre bastidores. Al día siguiente a su llegada a Bruselas, Portal se presentó en el Mont-César donde dom Lambert y los suyos le recibieron en la intimidad. Llegó lleno de proyectos.

[Entre otros] fue él quien, en conversaciones privadas, decidió a los organizadores dela semana a conservar su entusiasmo en una revista de ideas: Irenikon, colección de los tractos de Pusey510.

El examen de este proyecto, presentado por un hombre que había fundado tres revistas y deseaba ardientemente resucitar la Revue catholique des Églises, permitió a Portal y a Lambert Beauduin encontrarse de veras y hacerse amigos. Apenas había llegado el lazarista a Francia cuando recibió una carta en la que el benedictino manifestaba el deseo de seguir en contacto: «Me siento tan cerca de vos». En Lambert, la amistad de reforzó con la sensación de que había hallado en Portal la fuente viva de una actitud espiritual, intelectual y práctica para que los monjes de la unión se inspiraran.

Necesitaba al principio de este plan descansar en un hombre tan prudente, tan experimentado y siempre joven y ardiente como el primer día […]. Más que nunca, mi muy querido y reverendo padre, os considero como mi guía u maestro.

En el mes de noviembre, Portal volvió a Bélgica, acompañado esta vez por Lord Halifax. Una salva de misivas urgentes le había convencido de la urgencia de una nueva manifestación. «El movimiento lanzado en Bruselas in tanto extendida en Bélgica […]. Existe una poderosa corriente de ideas que los obispos avanzan y de las que nos hemos de aprovechar512». De la semana de Bruselas habían nacido en particular, en el ambiente estudiantil, varios círculos unionistas. El círculo de Lovaina, el más importante, fue el que acogió a Portal. El lazarista pronunció ante seiscientas personas, estudiantes, eclesiásticos y «burgueses», una conferencia sobre el papel de la amistad en la unión de las Iglesias que fue como su testamento espiritual. Las charlas que siguieron permitieron precisar el proyecto Eirenikon. Se separaron muy decididos a volverse a ver la más pronto posible. «Gracias de todo corazón por la entrega sin medida que dedicáis a la obra naciente que es la vuestra por tantos títulos», escribe dom Lambert el 28 de noviembre, antes de anunciar que es él esta vez quien haría el viaje para pedir «luz y consejo». Llegó a París en diciembre, «con el plan sobre todo de que nos veamos y hablemos detenidamente».

Acababa de instalar su priorato de la unión en el carmelo secularizado de Amay-sir-Meuse. El capítulo general de la congregación benedictina belga y el obispo de Lieja habían dado su aprobación a un proyecto que era provisional y de prueba. Dom Lambert había instalado un pequeño equipo que no tardó en completarse: diez monjes y seis postulantes en abril de 1926. En París, con Portal, proyectó organizar para ellos cursos en la calle Grenelle. «Confieso, escribe una vez de regreso a Bélgica, que sería ante todo para que entraran en contacto con vos y que hicierais de ellos otros Gustave Morel: libro cautivador que he leído en el viaje». El primer lambertino que vino a portalizarse fue dom Ildephonse Dirk que fue más tarde vice-prior de la comunidad.

Comprometiendo gravemente el porvenir de las conversaciones de Malinas, la enfermedad y luego la muerte del cardenal Mercier acrecentaron el interés de Portal por Amay, y explicó a dom Lambert: «Vuestra acción no se verá afectada por ello como la nuestra514». En la primavera de 1926, tuvo lugar otro viaje del benedictino a París. Se trataba de poner al día el lanzamiento y la difusión francesa de Irenikon (que había perdido su E inicial y puseyana), de estudiar también una asociación entre Amay y Javel. Sobre todo, los dos amigos no suponían que podía pasar largo tiempo sin verse. Dom Lambert dijo a Portal su «deseo de vivir a vuestro lado»; y cuando a pareció al cabo de muchas tribulaciones y retrasos el primer número de la revista marrón y rojo impresa con el sello del impresor Duculot, se tranquilizó «al pensar que estáis contento por el recién nacido que es vuestro por el nombre y por el asunto515». Al hojear el Irenikon recién salido de prensa, Portal debió sentirse algo consolado por las desapariciones brutales de la Revue anglo-romaine y de la Revue catholique des Églises.

Me gusta el título que es todo un programa y que nos recuerda que los Orientales han propagado entre nosotros la buena nueva. Me gustan sus métodos, por sí solos deben ser fecundos en la obra por excelencia de la unión de las Iglesias.

Es verdad que desde el primer número los monjes de la unión afirman su voluntad de abstenerse «de toda apreciación en el momento que pueda parecer teñida de crítica para con nuestros hermanos separados». Es la fórmula de las revistas portalianas de antes de la guerra, también la que Portal sometió en 1922 a Mons Chaptal cuando quiso resucitar la Revue catholique des Églises.

«…cuando las mujeres lo hayan comprendido»

Al propio tiempo que lanzaba Irénikon, dom Lambert pensaba en asociar el priorato de Amay y la comunidad de Javel. Desde 1907, Portal estimaba que la acción intelectual por la unión de las Iglesias debía ser

completada por una acción más práctica […]. Nuestra obra no será verdaderamente viva, no entrará en todos los medios de la Iglesia hasta que las mujeres la hayan comprendido, se hayan dedicado a ella y la difundan mediante el ejercicio de la caridad entendida como lo entienden y lo quieren los tiempos modernos.

Por eso quería dar a los colaboradores de Mme Gallice una educación unionista, luego enviarlos por todas partes «a hablar de paz y de amor de Nuestro Señor Jesucristo, en Moscú como en Roma, entre los católicos como entre los protestantes517». A partir de 1910, ellas pedían todos los jueves por la unidad del mundo cristiano. Durante mucho tiempo no tuvieron otra cosa que hacer más que pensar en la salida. En 1925-1926 solamente, varias de ellas comenzaron a adquirir «una formación técnica de enfermera la más sólida posible», mientras estudiaban el serbo-croata. Se preparaban asó a fundar en Serbia una «casa de acogida para la unión de las Iglesias». Serbia no debía ser sino una etapa hacia Moscú; era la época en que Antoine Martel preparaba el viaje a la U.R.S.S.; Portal quería abrir allí una casa una vez que se hubiera levantado el «telón», como decía Gratieux.

En el mes de marzo de 1926, dio un nombre a la comunidad de Javel, y desde abril las Damas dela Unión –ya que así se las debe llamar en adelante- asistieron regularmente a sesiones de formación unionista. Dieux, Hemmer, Beaupin se encargaron de ello antes de que Martel llegara para organizar un verdadero círculo de las cuestiones extranjeras. Ya en el origen, ciertas actividades sobrepasaron el cuadro de la comunidad, puesto que Portal señala a dom Lambert que unas cincuenta damas asistan a las reuniones. La casa de la calle Lourmel se constituyó en un centro de propaganda para Amay, y en un depósito para Irenikon, los libros, los folletos que difundían los monjes de la unión. Esta evolución atrajo la atención de dom Lambert que vio en ello el medio de responder a la llamada de unas jóvenes que habían venido a verle, después de la semana de Bruselas, para manifestarle su decisión de consagrarse a la unidad de los cristianos en el marco de una vida monástica. No había previsto nada parecido, y la perspectiva de tener que dirigir a mujeres no le entusiasmó demasiado. Propuso a Portal que se encargara del asunto y, por qué no, de reunir a las Damas de la Unión y a las que querían hacerse monjas de la unión.

El proyecto no sedujo en absoluto al Señor Portal, de la pequeña compañía de los Padres de la Misión. Di comprendía el ideal monástico, le resultaba personalmente extraño. Lazarista, se enraizaba en la reforma al estilo del Señor Vicente. Las Damas de la Ia Unión debían formar una compañía secular, in grupo de laicos que viven con los pobres. Portal no quería hacer nada que pudiera incitarlas a seguir la trayectoria de las Hijas de la Caridad, una comunidad de laicas que se transformó poco a poco, bajo la influencia del modelo monástico, en una congregación de religiosas. No quiso pues mezclar a damas y a monjas, mientras reconocía su complementariedad.

Una vez formadas bajo el punto de vista religioso y bajo el punto de vista técnico [las Damas de la Unión irían] a trabajar a los países ortodoxos sirviéndose de monasterios o de casas misioneras. Constituirían un elemento de acercamiento mucho más activo de lo que pueden serlo unas monjas.

Tres días antes de su muerte desarrolló este proyecto ante Simone Corbiau, una de las postulantes de dom Lambert, que volvía a marcharse convencida de que sería ina pena y sin duda en vano «liturgizar» la obra de Javel, es decir darle la orden y el ritmo de un priorato benedictino.

Amay hacia el ecumenismo católico

Si la nebulosa portaliana, con sus puntos de anclaje de las calles de Grenelle, de Sèvres, de Lourmel, y las diferentes ramificaciones de la red portaliana representa uno de los lugares de elaboración del ecumenismo católico, no por ello dejó de fracasar Portal en convencer a la jerarquía romana. Su empresa es en 1926 un movimiento fluido, poco estructurado, marginal, cuyo porvenir descansa enteramente en la fidelidad y la entrega de laicos sin mandato (Martel) o de sacerdotes sospechosos (Gratieux). El priorato de Amay, al contrario, ha podido ser reconocido como «uno de esos nudos en los que se elabora el cambio ideológico cuando debe resultar institucionalmente519». Ayudó, sino al unionismo, por lo menos a unionistas romanos a evolucionar hacia tesis ecuménicas y a logra aceptar varias de estas tesis pot hombres del aparato, de los que poseen, con el poder, los medios de asegurar en la Iglesia una acción continua y general. Amay pudo desempeñar este papel porque el priorato duró y superó la desgracia de su fundador. El año mismo de la muerte de Martel, dom Lambert partió hacia un destierro de veinte años. Experto en vida monástica, supo construir una comunidad sólida que permitió a sus ideas abrazar las vías del sistema y caminar por ellas lentamente, hasta hacerse oír por el sucesor de Pío XII y los padres conciliares.

El benedictino formuló sus ideas con toda claridad, con demasiada sin duda, desde el primer número de Irenikon; y sin las ideas de Portal: a largo plazo, restauración en su plenitud de la Iglesia Cuerpo místico de Cristo; en lo inmediato, examen de conciencia, revalorización de las Iglesias separadas, rechazo del proselitismo y de las conversiones individuales, pero también regresos en corporación, reuniones en grupo. Dom Lambert se inscribió de entrada en la larga espera de los pacientes esfuerzos por comprender al otro y hacerse comprender de él, por establecer un clima de confianza, aproximar duraderamente a los corazones y las mentes, y todo sin segundas intenciones políticas. Se dirigió enseguida a los ortodoxos y también a los anglicanos y protestantes; desde octubre de 1925, entró en contacto con R.W. Bown, secretario de Faith and Order. Irenikon fue quizás la primera revista católica en apreciar favorablemente, desde abril de 1926, el acercamiento anglicano-oriental. «En una palabra, seamos católicos, es decir universales, ecuménicos».

Lo cual no impidió a Lambert saludar la reanudación de las conversaciones de Malinas, prevista para el 21 de junio de 1926. Pero la salud de Portal declinó rápidamente, los avisos se sucedieron con gran conmoción de la comunidad de Amay. «Las oraciones de vuestros monjes de la Unión son por vos, todos estos días». Los lectores del número 4 de Irenikon se enteraron de la muerte del lazarista. Dejando de lado la vieja expresión de unión de las Iglesias, el editorial subrayaba el lugar que el desaparecido había ocupado en el combate por la «restauración de la unidad cristiana».

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