Sesenta años de sacerdote (1951-2011). Evocaciones y recuerdos

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

CREDITS
Author: José Luis Cortázar, C.M. · Year of first publication: 2011 · Source: Boletín informativo, Paúles Madrid, Noviembre-Diciembre 2011.
Estimated Reading Time:

Escribo este artículo, porque me lo ha pedido el P. Celestino, Director del Boletín de la Provincia. Me ha sugerido que no sea una crónica, sino algo muy personal sobre el 60 aniversario de nuestra ordenación sacerdotal, que hemos celebrado el 9 de septiembre pasado en la Basílica de La Milagrosa de Madrid.

De los 29 que celebramos este año las bodas de diamante sacerdotales, la mayor parte fuimos ordenados el 9 de septiembre de 1951 en la Basílica de La Milagrosa de Madrid, de manos de Mons. Emilio Lissón, C. M., Arzobispo dimisionario de Lima. Otros se ordenaron más tarde, en Potters Bar (Inglaterra) y en Perriville (USA) y uno, el P. Flores, en el Congreso Eucarístico de Barcelona (1952). Por eso hemos celebrado juntos este día, 9 de septiembre, en la Basílica de Madrid nuestras bodas de plata, de oro y ahora las de diamante, como signo de unidad y fraternidad.

El Cardenal Martíni, S. J., Arzobispo emérito de Milán dice en su libro «Confesiones de un viejo Cardenal»: «Quien ha alcanzado una determinada edad, está en condiciones de tener una mirada sintética sobre su propia vida, reconociendo los dones de Dios, incluso aquellos que le han llegado por medio de sufrimientos inevitables». Voy a intentar seguir este consejo del Sr. Cardenal, resumiendo mi vida brevemente e, indirectamente, la de mis compañeros de curso.

Testigo de grandes cambios y acontecimientos

En los 84 años de vida y 60 de sacerdote he sido testigo de grandes cambios y acontecimientos: la guerra civil, el Concilio Vaticano II, la transición política y el cambio de milenio. También ha cambiado la figura del sacerdote, en su forma externa de vestir, pero no su identidad y misión, que permanece para siempre (in aeternum). El sacerdote es «otro Cristo» por la participación ontológica en su sacerdocio y tiene que ser «otro Cristo» en la vivencia, como Él, de ese ser sacerdotal. Y porque el obrar sigue al ser, al sacerdote ministerial se le exige, con razón, una identificación moral con el obrar de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.

Ingreso en las Apostólicas (1939)

Finalizada la guerra civil (1936-1939), ingresamos en las Escuelas Apostólicas existentes en aquella época: Tardajos, Pamplona, Murguía y Villafranca del Bierzo. Los 12 años de la carrera en las casas de formación de la Congregación, más el curso de pastoral en Potters Bar (Inglaterra), los vivimos con una gran regularidad y austeridad, pero con mucha ilusión y alegría. Fueron años duros y difíciles, y esto nos ha marcado para toda la vida. Los sacerdotes, ordenados en los años posteriores a la guerra civil tienen un corte especial: «son austeros, recios, serviciales y piadosos», dice D. Franciso Parrilla, Vicario episcopal para el Clero y la Vida Consagrada de la diócesis de Málaga. (Biografía del P. Federico García, autor: Marcelino Boyero, 25-07-1999).

Resurgimiento de vocaciones (1940-1965)

En los años posteriores a la guerra civil hubo un gran boom vocacional. Todos los Seminarios diocesanos y religiosos estaban llenos. Había tal abundancia de vocaciones en nuestra antigua Provincia de Madrid, que en el año 1957 se tuvo que trasladar la Teología del Seminario de San Pablo de Cuenca a Santa Marta de Tormes (Salamanca), donde se construyó «el pequeño Escorial» con cabida para unos 300 teólogos. Fueron los años del «nacionalcatolicismo español».

Fue también la época de las grandes misiones populares por toda España e Hispanoamérica, en colaboración con la «Hermandad misionera», que se fundó en el año 1949, después de la gran misión de Valencia, siendo Arzobispo Mons. Olaechea. Aún recuerdo con emoción cómo escuchábamos en Cuenca los sermones y doctrinas de Misión, que se transmitían por radio, desde la Catedral de Valencia. Dirigió esta misión el P. Langarica, que tenía un gran dominio de las multitudes. El fue mi maestro de misiones. Tuve la suerte de dar misiones en su compañía, formando bina.

A partir de 1965 empezó a descender, paulatinamente, el número de vocaciones. En 1969 se dividió la antigua Provincia Madrid en tres: Madrid, Salamanca y Zaragoza y hoy, 40 años después, estamos trabajando en la «reconfiguración» de las cuatro provincias de España, por falta de personal. Los ciclos de la Historia han sido muy rápidos y profundos en estos 60 años.

El Concilio Vaticano II (1962-1965)

El Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, fue el mayor acontecimiento eclesial de la segunda parte del siglo XX, y con grandes repercusiones en toda la Iglesia, en la sociedad y en nuestra Congregación. Uno de los documentos más importantes fue la Constitución sobre la Iglesia, «Lumen Gentium», y en particular el capítulo II que trata sobre la Iglesia, pueblo de Dios.

Antes del Concilio la imagen que teníamos de la Iglesia era como una gran pirámide, donde toda la responsabilidad parecía recaer en el Papa, los Obispos y Sacerdotes. En la base de la pirámide estaban los fieles dispuestos a escuchar, aprender y recibir todo lo que se les indicara. Recuerdo que el catecismo del P. Astete que yo aprendí de niño, con preguntas y respuestas, decía: «No me lo preguntes a mi que soy ignorante, Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán responder.» Esta realidad está exigiendo, aún en nuestros días, un cambio, una conversión. Los seglares han de ir asumiendo su propia responsabilidad y los sacerdotes hemos de aprender a trabajar no solo para los fieles, sino con los fieles. Ésta es una de las grandes tareas aún pendientes, aunque se han conseguido algunos frutos.

Año jubilar Sacerdotal (2009-2010)

El Papa Benedicto XVI proclamó Año Jubilar Sacerdotal desde el 19 de junio de 2009 hasta el 11 de junio de 2010, con ocasión del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, cura de Ars. Considero oportuno explicar la conveniencia de este Año Jubilar, porque las circunstancias en la Iglesia y en la sociedad de hoy, son muy distintas de las de aquella época. El Cardenal Claudio Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero en aquella época, dijo: «Creo que este Año Santo ha venido en un momento muy propicio y por ello debemos dar gracias a Dios. Hoy vivimos una cultura urbana postmoderna y relativista. Esta cultura es ya la imperante en Occidente y comienza a dominar en otras partes del mundo. Está en contra de la religión y considera que ésta debe estar relegada a la esfera privada. Este año sacerdotal, precisamente, puede ayudarnos a mejorar su condición. No debemos ‘demonizar’ la cultura actual y crear guetos para resistir. Esto es algo erróneo. La sociedad actual debe y puede ser evangelizada, lo mismo que ocurre con cualquier otra cultura. Para reforzar la conciencia misionera y evangelizadora frente a esta sociedad hace falta una fuerte experiencia de Jesucristo. Ésta es, sin duda ninguna, la cuestión más importante».

Vicente de Paúl, maestro de sacerdotes

Todos sabemos que Vicente de Paúl fue ordenado sacerdote antes de la edad exigida por el Concilio de Trento, en busca de un «pingüe beneficio». Este abuso era frecuente en aquella época. A los 19 años, para Vicente de Paúl el sacerdocio no era una vida, sino un medio de vida. Pronto iba a desengañarse. Unos diez años más tarde (1610) tuvo lugar su conversión y se puso bajo la dirección espiritual del Cardenal Berulle, pequeño gesto que implicaba un profundo cambio de actitud. «Dios le había inspirado -comenta Abelly- llevar una vida verdaderamente eclesiástica».

En 1625 fundó la Congregación de la Misión para la evangelización de los pobres y formación del clero, pues sabía muy bien que la reforma de la Iglesia dependía, en gran parte, de la santidad de sus ministros. Por eso, Vicente de Paúl es una de las grandes figuras de la Iglesia de Francia en la renovación del clero, mediante las Conferencias de los martes, los Seminarios, los ejercicios espirituales y los retiros.

La alegría de ser sacerdote

A lo largo de mi vida, he leído con frecuencia a José Luis Martín Descalzo (1930-1991). Me encanta leer sus escritos, porque cuando habla del sacerdocio, de su sacerdocio, lo hace con una alegría contagiosa. Dice así: «Sin ser dignos de ello, Dios nos ha elegido para una misión tan grande como hacer presente a Jesús y su Evangelio en medio del mundo. Hay que sentir asombro ante ese gran misterio, porque tenemos el peligro de acostumbrarnos a ser curas, el peligro de ser funcionarios, de creer que es un trabajo más. Hay que vivir cada día la alegría de ser sacerdote, porque eso ayuda en esta época en la que hay muchos sacerdotes desanimados por su trabajo y las dificultades que encuentran». Sobre la lápida de su tumba en Valladolid está escrito simplemente: «José Luis Martín Descalzo, sacerdote».

Saber envejecer

Aprender a envejecer, de una manera sana, con calidad de vida, tiene una gran importancia. Para eso es muy bueno no perder el gusto por la vida y saber disfrutar de las cosas pequeñas de cada día. «En la vejez seguirá dando fruto», dice el Salmo 92. Tenemos un ejemplo en Benedicto XVI que el 29 de junio pasado celebró también las bodas de diamante sacerdotales, y en San Vicente de Paúl que estuvo trabajando hasta el final de su vida. En los últimos meses, cuando ya no podía caminar por sí mismo, le trasladaban en un sillón a donde se le llamaba, y al final decía: «Heme aquí igual que un gran señor», pues el sentido del humor no lo perdió nunca.

Conclusión

Doy gracias a Dios por haber podido celebrar las bodas de plata, de oro y ahora las de diamante. Es un regalo de Dios. De los 29 que nos ordenamos, vivimos 12. Estoy convencido de que celebradas, con sencillez y en comunidad, nos ayudan para dar gracias a Dios por el don del sacerdocio, renovarnos en el amor a la vocación y suscitar nuevas vocaciones. La liturgia nos invita a ello y tiene oraciones propias para estas conmemoraciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *