El tema es amplio y sin ninguna duda importante. Sería más fácil ver a San Vicente destacar en distintos campos concretos: formador de las Damas de la caridad, de los miembros de la Congregación de la Misión, de las Hijas de la Caridad, de los sacerdotes, de los niños, de los galeotes, de los laicos, etc. pero debe tener unas constantes en su manera de hacer y es esto lo que hay que intentar captar a pesar de la magnitud de la cuestión.
He reflexionado mucho sobre el enfoque específico de este tema que se inscribe en su reflexión sobre la formación según San Vicente. Me ha parecido que este nos aparece en toda su complejidad de formador cuando lo situamos también como animador. Es desde este doble nivel como me propongo presentarles, para ser más justo, su acción y su personalidad de formador.
- San Vicente formador propiamente dicho, nos invita a organizar el conocimiento y la transmisión de un saber decir y de una competencia.
- San Vicente animador, nos invita a regular el impulso dado por los responsables de la formación de las personas y las comunidades.
I. San Vicente y la formación
Recuerdo historico y sintético
Muy pronto, durante su juventud, el Señor Vicente debe iniciarse en los métodos y en la práctica de la formación de los jóvenes. Cuando estudiaba humanidades en Dax, el Señor de Comet, su protector, le pide que sea el profesor de sus hijos. Debió destacar en esta modesta función y hasta tuvo que tomarle gusto, ya que algunos años más tarde, para cubrir los gastos de sus estudios en Toulouse, no dudó en abrir en Buzet una especie de pequeño internado. Más tarde, siendo párroco de Clichy, reincide y organiza para algunos jóvenes en su parroquia, una escuela parroquial de la que saldrá más adelante, el que será su brazo derecho: Antonio Portail (Vincentiana, mensis vincentianus, 1984 p. 667).
Luego asume algún tiempo, con un éxito muy relativo, la función de preceptor de los hijos de la familia de los Gondi, porque hay que reconocer que su influencia fue mucho más grande sobre el Señor y la Señora de Gondi que sobre su primogénito, Pedro (11 años), Henri, (3 años, que a los 12 años morirá de un accidente de caballo) y Jean-François-Paul, futuro cardenal de Retz, que acaba de nacer.
Gracias a estas experiencias variadas, el Señor Vicente adquiere una experiencia práctica y autodidacta de formador, que más tarde le servirá.
A partir de 1625, fecha de fundación de la Congregación de la Misión, con sus primeros colaboradores, inicia un trabajo de evangelización y se propone, con ellos, objetivos y métodos. La predicación oficial con su lenguaje valioso y sus grandes efectos oratorios «pasa», como él dice, «por encima los tejados». También el Señor Vicente practica y enseña a los suyos un método sencillo, «el pequeño método» que esclarece las inteligencias y mueve los corazones: se ejerce y se tiende a ella. Se resume en naturaleza, motivos, medios.
Durante sus campañas de evangelización, el Señor Vicente pronto constata que la ignorancia del pueblo es una de las consecuencias de la ignorancia del clero: «la depravación del estado eclesiástico es la causa principal de la ruina de la Iglesia de Dios» (XI-3 64 [141]. EXTRACTO DE UNA CONFERENCIA [SEPTIEMBRE DE 1655]. La mayor parte del tiempo, los sacerdotes ordenados lo son de manera improvisada, después de alguna oleada teológica; piensa que habrá que formarles.
El Señor Vicente organiza, gracias a una conversación con el Obispo de Beauvais, Monseñor Potier, primero algunos días de retiro para los futuros sacerdotes: los Ejercicios de los ordenandos durante los cuales, los preparan espiritualmente para su función pastoral. Es según las palabras de San Vicente, «el depósito más rico y más precioso que la Iglesia podía poner en nuestras manos» (XI-3, 103.(17.05.58) SOBRE LA OBSERVANCIA DE LAS REGLAS. pp. 321-331)
Al mismo tiempo que algunos otros, lanza los primeros seminarios: porque se necesitan sacerdotes que puedan continuar y mantener lo que se ha obtenido por las misiones. De manera general, una parroquia se anexiona al gran seminario para que los futuros sacerdotes puedan ejercitarse en las funciones de su ministerio, algunos incluso, participan en las misiones. Los formadores también se preparan a su función y deben ejercitarse en la misma. Son formados intelectual, espiritual y pastoralmente.
En 1659, el Señor Vicente establece para este tema, todo un programa, en San Lázaro para la formación de formadores: en el se trata de teología moral, catequesis, predicación, controversia (es decir, conferencias contradictorias, etc)
A los sacerdotes ya en ejercicio, les propone una formación permanente a través de las «Conferencias de los Martes». De ahí es de donde saldrá la élite del clero de Francia y un episcopado de elección. Todos conservan, de las conferencias de San Vicente, un recuerdo extraordinario. Bossuet es testigo de ello (Vincentiana, mensis vincentianus 1984, p. 655) y Jean-François Paul de Gondi, Antoine Godeau y Jean-Jacques Olier fueron otros faros.
El ejercicio de la caridad exige también una seria formación y el Señor Vicente encarga a Luisa de Marillac que la ofrezca a las Hijas de la Caridad (Escritos de Santa Luisa de Marillac, p. 664 y 757). El mismo las reúne a menudo y las conferencias que les dirige dan testimonio de la preocupación que tenía por verlas bien preparadas en sus empleos, hasta en los detalles de su acción. Completa estas consideraciones generales por instrucciones particulares dirigidas, por carta, a una hermana o a una comunidad que afronta situaciones delicadas. La escena de la película en la que Jean Anouilh presenta a San Vicente dando, unos días antes de su muerte, sus recomendaciones a una hermana joven que va por primera vez al servicio de los pobres, por supuesto es ficticio, pero ¡psicológica y espiritualmente es cierto!
La acción apostólica y la caridad no serían más que una agitación humana si no fueran el fruto de una vida espiritual profunda. Este aspecto de la formación es esencial en la preparación de los futuros sacerdotes. Esta preparación concierne, en primer lugar, a los mismos formadores. Jesucristo siendo la Regla de la Misión, (XII, 130) y el evangelizador de los pobres, debemos dejarnos formar y modelar por él; es el modelo de nuestras acciones (XI, 212); es el ejemplo que debe servir de referencia en la formación de los sacerdotes. Sus formadores no deben «saber más que a Jesucristo» ya que es él su verdadero educador (I, 295 y XII, 107 – 108).
La vida interior es igualmente fundamental en la formación en la caridad. Jesucristo es el «Señor de la Caridad»; es teniéndole a El como referencia como tenemos que ir hacia los pobres; es el quien hablará por la boca y actuará por las manos de aquellos que irán a los pobres.
La preocupación por la formación ha quedado en el corazón de la tradición vicenciana. Animada por este espíritu, la Congregación de la misión ha abierto y ha mantenido durante estos tres siglos, numerosos seminarios en todo el mundo para la formación del clero. La Compañía de las Hijas de la Caridad ha creado todo tipo de escuelas para el servicio de los más humildes: escuelitas, escuelas técnicas o profesionales, escuela de enfermería…Las Damas de la Caridad, que en Francia se las conoce como los Equipos San Vicente de Paúl, en el mundo AIC y las Conferencias de San Vicente de Paúl, educan en la caridad y la acción social de numerosas generaciones en todos los países. Por último, los misioneros, sacerdotes y hermanas, forman para las responsabilidades eclesiales y sociales, a numerosos cristianos, convirtiéndose en los pilares de las comunidades.
La herencia de san Vicente comporta la preocupación por la formación: formación personal y formación de los demás. También, para ser fieles, en nuestro mundo, que cambia tan rápido, tenemos que continuar nuestra propia formación porque es, menos que nunca definitiva. Tenemos que afrontar situaciones nuevas a las que nuestra formación primera implica una formación permanente.
Los campos de aplicación
San Vicente respira el aire de su tiempo. Un amplio movimiento de renovación se inicia con la reforma católica (1550 – 1648). El Concilio de Trento contribuye por «la obra divina del Espíritu» (M.D. Poinsenet). Esta vuelta a los orígenes, este brote religioso y místico se opera en primer lugar, en lo más íntimo de los corazones «en espíritu y en verdad». Pero esta cualidad de alma requiere unos cimientos sólidos. Muy pronto, una formación se impone a todos los niveles. Cualquiera que sea el estado en el que estemos y «donde estemos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta», propone San Francisco de Sales. San Vicente repite lo mismo ampliando su pensamiento. El fundador se convierte rápidamente en formador:
1. La fiormación para la Misión
La conferencia-testamento de San Vicente (6 diciembre1658) nos permite afirmar lo esencial: toda formación para la misión debe realizarse a ejemplo de Jesucristo, el Formador por excelencia, el prototipo de Misionero:
«La sagrada escritura nos enseña que nuestro señor Jesucristo, habiendo sido enviado al mundo para salvar al género humano, empezó primero a obrar y luego a enseñar. Llevó a cabo lo primero, practicando perfectamente toda clase de virtudes, y lo segundo evangelizando a los pobres y dando a sus apóstoles y discípulos la ciencia necesaria para dirigir a los pueblos. Y puesto que la humilde congregación de la Misión desea imitar, mediante la divina gracia al mismo Jesucristo, nuestro Señor, según sus posibilidades, tanto en lo que se refiere a sus virtudes como a sus ocupaciones por la salvación de las almas, e., conveniente que se sirva de medios semejantes para cumplir dignamente este piadoso intento.
Por eso, su finalidad consiste:
1.°) en trabajar en su propia perfección, haciendo todo lo posible por practicar las virtudes que este soberano Maestro se ha dignado enseñarnos de palabra y de obra;
2.°) en predicar el evangelio a los pobres, especialmente a los del campo;
3.°) en ayudar a los eclesiásticos a adquirir la ciencia y las virtudes necesarias a su estado».
«La parte primera de nuestra regla dice que nuestro Señor, al venir a este mundo para salvar a los hombres, empezó por obrar y luego se puso a enseñar. Lo primero lo hizo practicando todas las virtudes; … y practicó lo segundo instruyendo al pobre pueblo en las verdades divinas y dándoles a los apóstoles la ciencia necesaria para la salvación del mundo, para dirigir a los pueblos y hacerlos felices». [XI-3 118.(06.12.58) SOBRE LA FINALIDAD DE LA CONGREGACION DE LA MlSION. pp.381-398]
* Los Misioneros y los Hermanos incluidos, tienen el deber de catequizar a los pobres en referencia a la práctica inicial de la Congregación:
«Por eso ustedes, Padres, que van a misionar al campo, pueden ver ahora las cosas mejor que yo. Pero sé muy bien cómo se hacía esto al comienzo de la compañía, y cómo seguíamos exactamente la práctica de no dejar que pasase ninguna ocasión de enseñar a un pobre, si veíamos que lo necesitaba fueran los sacerdotes, los clérigos que había entonces, o los hermanos coadjutores, cuando iban o venían de algún sitio. Si se encontraban con algún pobre, con algún niño, con algún buen hombre, hablaban con él, veían si sabía los misterios necesarios para la salvación; y si se daban cuenta de que no los sabía, se los enseñaban». [XI-3 085.(17.11.56) SOBRE LA OBLIGACION DE CATEQUIZAR A LOS POBRES. pp.266-272.
*San Vicente se quiere, el mismo, formador para la misión:
A partir de su experiencia, instaura el pequeño método, el 20 de agosto 1655 (y en él describe los frutos espirituales [XI-4, 133.(05.08.59).
De la teoría, San Vicente pasa sobre todo a la práctica y el anuncio de estos ejercicios tiene su gracia:
«A los que no sepan componer, o no tengan tiempo para ello, se les entregarán sermones ya hechos, para que se los aprendan de memoria. Solemos hacerlo así para ver las disposiciones que tiene cada uno. Nadie se excusará de este ejercicio; creedme, sólo el orgullo es lo que puede llevar a dispensarse a una persona. Todos hemos de contribuir con nuestro esfuerzo a que se haga este ejercicio.. Sé muy bien que no podrá hacerlo el padre Portail, por la dificultad que tiene para hablar; tampoco el padre Alméras, por su enfermedad; ni el padre Bécu, por culpa de sus manos, y no de su cabeza, pues la tiene muy buena; ni el padre Bourdet, que se encuentra algo débil; pero todos los demás, sí; y yo también, pobre porquero, que seré el primero en empezar, no ya en el púlpito, pues no puedo subir, sino en alguna conferencia, donde trataré sobre algún punto de las reglas o de algún otro tema». [XI-4, 133.(05.08.59) SOBRE LA TEOLOGIA MORAL, LA PREDICACION,EL CATECISMO Y LA ADMINISTRACION DE LOS SACRAMENTOS. pp.575-582].
San Vicente ES Formador:
* Por las conferencias a sus misioneros
«Aquí (en San Lázaro) practicamos cosas que son comunes con las que se hacen en los seminarios, como la repetición de la oración y las conferencias sobre algún tema de devoción, que nos sirven de ejercicio una vez a la semana».. [XI-4 133.(05.08.59) SOBRE LA TEOLOGIA MORAL, LA PREDICACION, EL CATECISMO Y LA ADMINISTRACION DE LOS SACRAMENTOS. pp.575-582
• Por la preparación a las órdenes sagradas en los grandes seminarios donde se encuentra toda la actualidad de las prácticas apostólicas,
«Sabemos por experiencia que los frutos de las misiones son muy grandes, ya que las necesidades de las pobres gentes campesinas son extremas; pero, como sus espíritus son rudos y mal cultivados de ordinario, fácilmente se olvidan de los conocimientos que se les han dado y de las buenas resoluciones que han tomado, si no tienen buenos pastores que los mantengan en la buena situación en que se les ha puesto.
Por eso procuramos también contribuir a la formación de buenos eclesiásticos por medio de los ejercicios de los ordenandos y de los seminarios, no ya para abandonar las misiones, sino para conservar los frutos que se consiguen por ellas» [IV, (1292 [1236] A FILIBERTO DE BRANDON, OBISPO DE PÉRIGUEUX 1. pp.45-47)
* Por las conferencias de los martes.
«El padre Eudes con algunos otros sacerdotes que ha traído de Normandía, ha venido a tener una misión en París, que ha hecho mucho ruido y mucho fruto 1. La concurrencia era tan grande que el patio de los Quinze-Vingts era demasiado pequeño para contener al auditorio. Y al mismo tiempo muchos buenos eclesiásticos han salido de París, la mayor parte de los cuales son de nuestra reunión de los martes, para ir a otras ciudades a tener también misiones» [VIII, 3268 [3143] A EDMUNDO JOLLY, SUPERIOR EN ROMA (p.308)
• Esta formación sacerdotal no sólo se hace in situ, predicando, sino que debe llegar a ser lo más universal posible:
«Ha hecho bien al quedarse en casa y enviar al padre Bréant a la misión; es conveniente que los misioneros que tienen diversas ocupaciones pasen de vez en cuando de una a otra, para formarse en todas y no omitir ninguna de ellas«. [VIII, 3228 [3110] A LUIS RIVET, SUPERIOR EN SAINTES (p.270)
2. La formación de la Caridad
No hay que tener ninguna duda: San Vicente no disocia » misión y caridad». Según las situaciones existen acentuaciones. Pero las HC están formadas para la Misión. El reglamento de las Hermanas del Hospital de Angers de 1641 es claro:
«Las Hijas de la Caridad de los pobres enfermos van a Angers a honrar a Nuestro Señor, padre de los pobres, y a su santa Madre, para asistir a los pobres enfermos del hospital de dicha ciudad corporal y espiritualmente: corporalmente, sirviéndoles y administrándoles el alimento y las medicinas, y espiritualmente, instruyendo a los enfermos en las cosas necesarias para la salvación y procurando que hagan confesión general de toda su vida pasada, a fin de que por este medio los que mueran salgan de este mundo en buen estado y los que sanen formen la resolución de no ofender nunca a Dios». [ X- 218 [143]. REGLAMENTO DE LAS HERMANAS DEL HOSPITAL DE ANGERS. pp.680-686
Evidentemente, el servicio de los pobres, «la caridad» continúa siendo la tarea dominante. Esta formación profesional debe ser progresiva, adaptada y realista, ya se trate de un solo tema o del conjunto:
– «María me ha contestado con mucho interés, cariño y humildad que está dispuesta a hacer cuanto usted quiera y de la manera que quiera; que lo único que siente es que no tiene bastante juicio, fuerza y humildad para servir para eso, pero que usted le dirá lo que es necesario hacer y que ella seguirá enteramente sus instrucciones». [155 [147] A LUISA DE MARILLAC. pp.261-262 [Hacia el 2 septiembre 1633]
– «Fijaos, mis queridas hermanas, no podéis ser todas iguales: unas valen para los enfermos y otras para las escuelas. Les toca a los superiores mirar para qué valéis. No todas sirven para sangrar, pues hay algunas que tienen las manos demasiado torpes. Los dedos de la mano no son iguales en todas; por eso no todas podéis ser semejantes». [IX-1 055.(27.07.53) Sobre la práctica de pedir permiso. pp.578-590
La directora del seminario desempeña el papel primordial, tal como Julienne Loret que recibe la siguiente exhortación durante el consejo del 30 octubre de 1647:
«¡Hermana mía! ¿Qué es lo que han hecho con usted? ¡Es el primer cargo después de la superiora y el más importante! Se trata de formar a unas jóvenes para que puedan servir a Dios en la compañía, hacer que arraiguen en la virtud, enseñarles la sumisión, la mortificación, la humildad, la práctica de sus reglas y de todas las virtudes» [X- 239 [161]. CONSEJO DEL 30 DE OCTUBRE DE 1647. pp .777-788].
3. La formación para la vida espeiritual
San Vicente, hombre de acción, doble de un místico. Su consigna, misionera por excelencia, nos remite a lo esencial: «Procuremos, hermanos míos, hacernos interiores, hacer que Jesucristo reine en nosotros» [121 [198]. CONFERENCIA DEL 21 DE FEBRERO DE 1659]. A los laicos, les pide una promesa que él llama ya «buen propósito», da testimonio de las caridades de hombres de Folleville, Paillart y Sérévillers (23 octubre 1620)
«Para que se perpetúe esta asociación, el rector de la misma hará y pronunciará en voz alta la siguiente promesa el día de Pentecostés, en la capilla de la Caridad, después de la misa de comunión o a la salida de vísperas, haciendo lo mismo detrás de él todos y cada uno de los servidores y sirvientas de los pobres, diciendo:»Yo…, servidor de los pobres de la asociación de la Caridad, prometo observar el reglamento de la misma y procurar con todas mis fuerzas su conservación y aumento, con la ayuda de Dios que le pido humildemente para ello». [X, 202 [128]. CARIDAD MIXTA DE JOIGNY. pp.594-608].
A las Hijas de la Caridad, les enseña ya «la unidad de vida»: su conocido «dejar a Dios por Dios» está lleno de toda la vida interior.
«Empezad siempre todas vuestras oraciones por la presencia de Dios; porque a veces, sin esto, una acción dejará de resultarle agradable. Fijáos bien, hijas mías, aunque no vemos a Dios, la fe nos enseña su santa presencia en todas las cosas, y este es uno de los medios que hemos de proponernos: está presente en todo lugar, penetrando íntimamente en todas las cosas e incluso en nuestros corazones; y esto es todavía más cierto que el que estamos todas presentes aquí, porque nuestros ojos nos pueden engañar, pero la verdad de Dios en todo lugar no fallará jamás» [IX-1 001.(31.07.34) Explicación del reglamento pp. 21-32
– «Id todos los días a la santa Misa, pero id con una gran devoción, y estad en la iglesia con gran modestia, siendo ejemplo de virtud para todos los que os vean». [IX-1. 001.(31.07.34) Explicación del reglamento pp. 21-32].
– «Hijas mías, sabed que, cuando dejéis la oración y la santa Misa por el servicio a los pobres, no perderéis nada, ya que servir a los pobres es ir a Dios; y tenéis que ver a Dios en sus personas» [IX-1. 001.(31.07.34) Explicación del reglamento pp. 21-32].
– Pero su «directorio espiritual» está completo en los «CONSEJOS A ANTONIO DURAND» nombrado superior del seminario de Agde, a los 27 años, en 1656. Es necesario citarlo íntegramente.
– «¡Ay, padre! ¿De qué importancia y responsabilidad cree usted que es la ocupación de gobernar a las almas, a la que Dios le llama? ¿Qué oficio cree usted que es el de los sacerdotes de la Misión, que están obligados a guiar y a conducir unos espíritus, cuyos movimientos sólo Dios conoce? Ars artium, regimen animarurm. Esa fue la ocupación del Hijo de Dios en la tierra; para eso bajó del cielo, nació de una virgen, entregó todos los momentos de su vida y sufrió una muerte dolorosísima. Este es el motivo de que tenga usted que apreciar grandemente lo que va a hacer.
Es la continuación de la obra de Jesucristo y, por tanto, el esfuerzo humano lo único que puede hacer aquí es estropearlo todo, si Dios no pone su mano. No, padre, ni la filosofía, ni la teología, ni los discursos logran nada en las almas; es preciso que Jesucristo trabaje con nosotros, o nosotros con él; que obremos en él, y él en nosotros; que hablemos como él y con su espíritu, lo mismo que él estaba en su Padre y predicaba la doctrina que le había enseñado: tal es el lenguaje de la Escritura. Por consiguiente, padre, debe vaciarse de sí mismo para revestirse de Jesucristo.
Ya sabe usted que las causas ordinarias producen los efectos propios de su naturaleza: los corderos engendran corderos, etc., y el hombre engendra otro hombre; del mismo modo, si el que guía a otros, el que los forma, el que les habla, está animado solamente del espíritu humano, quienes le vean, escuchen y quieran imitarle se convertirán en meros hombres; cualquier cosa que diga o que haga, sólo les inspirará una mera apariencia de virtud, y no el fondo de la misma; les comunicará el mismo espíritu del que está animado, lo mismo que ocurre con los maestros que inspiran sus máximas y sus maneras de obrar en el espíritu de sus discípulos». [XI-3 077 [153]. CONSEJOS A ANTONIO DURAND, NOMBRADO SUPERIOR DEL SEMINARIO DE AGDE (1) [1656]. (2) pp.235-242 1)
«Para conseguir todo esto, padre, es menester que nuestro Señor mismo imprima en usted su sello y su carácter. Pues lo mismo que vemos cómo un arbolillo silvestre, en el que se ha injertado una rama buena, produce frutos de la misma naturaleza que esa rama, también nosotros, miserables criaturas, a pesar de que no somos más que carne, ramas secas y espinas, cuando nuestro Señor imprime en nosotros su carácter y nos da, por así decirlo, la savia de su espíritu y de su gracia, estando unidos a él como los sarmientos de la viña a la cepa (5), hacemos lo mismo que él hizo en la tierra, esto es, realizamos obras divinas y engendramos lo mismo que san Pablo, tan lleno de su espíritu, nuevos hijos de nuestro Señor». [XI-3 077 [153]. CONSEJOS A ANTONIO DURAND, NOMBRADO SUPERIOR DEL SEMINARIO DE AGDE (1) [1656]. (2) pp.235-242]
La oración
«Una cosa importante, a la que usted debe atender de manera especial, es tener mucho trato con nuestro Señor en la oración; allí está la despensa de donde podrá sacar las instrucciones que necesite para cumplir debidamente con las obligaciones que va a tener. Cuando tenga alguna duda, recurra a Dios y dígale: «Señor, tú que eres el Padre de las luces, enséñame lo que tengo que hacer en esta ocasión».
Además, debe usted recurrir a Dios por medio de la oración para conservar su alma en su temor y en su amor; pues tengo la obligación de decirle, y lo debe usted saber, que muchas veces nos perdemos mientras contribuimos a la salvación de los demás. A veces uno obra bien en particular, pero se olvida de sí mismo preocupándose por los otros». [XI-3 077 [153]. CONSEJOS A ANTONIO DURAND, NOMBRADO SUPERIOR DEL SEMINARIO DE AGDE (1) [1656]. (2) pp.235-242]
La humildad
«Otra cosa que le recomiendo es la humildad de nuestro Señor. Diga muchas veces: «Señor, ¿qué he hecho yo para tener este cargo? ¿Qué obras tengo para corresponder a la carga que han puesto sobre mis espaldas? ¡Dios mío! Lo voy a estropear todo, si tú no guías todas mis palabras y mis acciones». «Consideremos siempre en nosotros todo lo que tenemos de humano y de imperfecto, y encontraremos demasiado de qué humillarnos, no sólo delante de Dios, sino también ante los hombres y en presencia de nuestros inferiores» [XI-3 077 [153]. CONSEJOS A ANTONIO DURAND, NOMBRADO SUPERIOR DEL SEMINARIO DE AGDE (1) [1656]. (2) pp.235-242]
II. San Vicente, animador
En los volúmenes XI-3y XI-4 de Pedro COSTE, San Vicente aparece, claramente, como superior de comunidad. Su pensamiento es sencillo pero por naturaleza teológico. Estas exhortaciones cálidas pero serias, con el fin evidente de hacerse respetar y de ser escuchado sin susurros ni discusiones. En definitiva, se muestra preocupado por asociar su autoridad, por dar lo mejor de su experiencia espiritual y edificar al conjunto de sus cohermanos, actitud que se explica fácilmente: tiene que formar cohermanos cultos y capaces de argumentar; quiere permanecer, conscientemente o no, dueño de si mismo. Además, su sentido del humor y de la relatividad de los seres y de las cosas le dicta, al mismo tiempo, sentimientos y expresiones de humildad. Habla así equilibradamente y con medida.
En las Hijas de la Caridad tales precauciones son inútiles. Santa Luisa de Marillac hace el trabajo de superiora. Es ella la que gobierna y administra teniendo en cuenta los consejos del Señor Vicente. Este se presenta con relación a ella, como animador de comunidad. La palabra es justa: es más animador que superior. Es la formación in situ, en acciones y no sólo teóricas. Lo vemos actuando así:
- en sus Conferencias;
- en los Consejos.
1° No tenemos la posibilidad de entrar aquí en detalles, lo que sería apasionante, pero revela en las conferencias, una sencillez de lenguaje, una elección de manera espontáneo, interactiva, el gusto de lo concreto. Utiliza el procedimiento pedagógico de la repetición, de la imagen, de los símbolos. Insiste sobre los principios vitales como la comunión a la voluntad de Dios el «dejar a Dios por Dios», el abandono a la Providencia; afirma el porvenir pensando que las primeras dan ejemplo. Comunica un espíritu e insiste sobre la vocación, la vida en comunidad, la vida en comunidad, la vida de oración y la formación que van a la par; hace una llamada permanente a la obediencia activa, en los hechos y no simplemente en teoría. Por último, cómo no subrayar la amplia explicación que da de la Regla, comentario que cubre la mitad del volumen IX-2 de Coste
Y para ser mejor comprendido, tiene la preocupación de la formación de base por la catequesis para formar de » buenas cristianas » y mostrar como faros en la persona de las hermanas difuntas, Marguerite Naseau (IX, 77); Jeanne Dalmagne (IX, 179), Anne de Gennes, Marie Lullen, Marguerite Bossu, Cécile Delatre (IX, 535), .Barbara Angiboust (X, 637 et 669), Luisa de Marillac, por último, en tono admirativo. (X, 709 et 725).
2° Como presidente de los Consejos, san Vicente señala algunos aspectos a los que hoy somos sensibles, como el servicio de los pobres, la atención a las personas, la vida comunitaria con el modelo habitual de la Trinidad (XIII, 633-544) y el principio de mutualidad (XIII, 641 et 642) que todas ustedes conocen. Insiste también en las funciones y su papel insustituible como la superiora, la ecónoma, la directora, por ejemplo la del Seminario:
«¡Hermana mía! ¿Qué es lo que han hecho con usted? ¡Es el primer cargo después de la superiora y el más importante! Se trata de formar a unas jóvenes para que puedan servir a Dios en la compañía, hacer que arraiguen en la virtud, enseñarles la sumisión, la mortificación, la humildad, la práctica de sus reglas y de todas las virtudes. Bien; ya le daremos algunas normas por escrito para que sepa gobernarse; porque será necesario que les haga hacer algunos ejercicios en particular y que, si es posible, tenga usted un lugar aparte donde ponerlas». [X- 239 [161]. CONSEJO DEL 30 DE OCTUBRE DE 1647. pp.777-788].
Todo este trabajo de animación, inseparable del trabajo de las Consejeras y el de las Asistentas, está hecho a base de escucha, de juicio, de decisión. Sobre todo está sustentado por un clima de caridad. Así, se sorprende la redactora al notar la delicadeza de San Vicente;
« La hermana ponía dificultades para hablar la primera, dado que era la primera vez que se encontraba en estas reuniones. Por eso, el padre Vicente le dijo: Hermana, le toca a usted hablar; es costumbre comenzar por la que se ha sentado la primera a la derecha. De esta forma evitaba decirle que eran las últimas a las que se hacía hablar las primeras» X 242 [164]. CONSEJO DEL 15 DE ABRIL DE 1651. Pp.800-805.
La libertad está igualmente al orden del día. Cada una debe expresarse en conciencia sin dejarse impresionar por lo que se ha dicho:
«Si la segunda hermana no es del mismo parecer que la primera, podrá decir: «Me parece que por tales y tales razones no debería ser así». Pero esto sin nombrar a la hermana de la que está hablando. Y dirá las razones que aconsejan obrar de otro modo.» (X- 234. CONSEJO DEL 28 DE JUNIO DE 1646. pp.731-742).
La oración, ya lo hemos dicho, es necesario tanto para el Consejo propiamente dicho como para madurar una decisión.
Al terminar esta visión de conjunto, comentemos dos constantes interesantes:
1-San Vicente no tiene siempre la misma opinión que Santa Luisa y recíprocamente. El intercambio de opinión es de opinión contraria o visto bajo otro ángulo es normal. Por ejemplo a propósito de los Confesores de las Hijas de la Caridad. La Señorita se contentaría con un confesor, pero San Vicente mantiene, absolutamente que las hermanas se puedan beneficiar de la elección requerida por la Iglesia: «Hay que atenerse a lo que le he indicado, a lo que ha sido ordenado por el papa y a lo que ha pasado de él a toda la Iglesia: que escojan a uno o a otro y, si alguna siente repugnancia en ir al ordinario, que pueda tomar al otro de los dos designados, con tal que sea sin ningún apego. Es preciso que haya una santa libertad.» (X- 240 [162]. CONSEJO DEL 22 DE MARZO DE 1648 1. pp.788-797)
2- San Vicente se preocupa por distender el ambiente. Ayer como hoy, los asuntos eran complicados. De ahí las numerosas anécdotas contadas por el Santo. El mismo lo confiesa con esa sonrisa que ha pasado a la posteridad: « He dicho esto, hijas mías, para que os sirva un poco de distracción en nuestra charla… » (X – 238 [160]. CONSEJO DEL 20 DE JUNIO DE 1647. pp.768-776)
Acabo este primero punto con estas palabras de un sacerdote de la Misión de la provincia de Toulouse que abrió el camino a los estudios vicencianos sobre todo en las Hijas de la Caridad: «No se trata, de idealizar los primeros tiempos, no más que los primeros tiempos apostólicos («Todos los creyentes ponían todo en común» (Hechos II, 44)… sino de reconocer que, en la Compañía de las Hijas de la Caridad, según San Vicente, todo ha sido concebido para un reparto total, generalizado y permanente.
Y el maestro animador que fue San Vicente, ayudado muy eficazmente por Santa Luisa logró, para eso, suscitar, formar, salvaguardar, la espontaneidad, la sencillez, y la apertura en la comunidad. Parece cierto que estos valores muy cercanos a los que se aspira hoy…son el diálogo, la participación, la colegialidad, la comunicación» (Jean Morin cm notas manuscritas).
Conclusión
Que él forme in situ o por sus intervenciones, San Vicente está preocupado de puntos importantes que hay que guardar celosamente como su herencia y un bien personal:
- La preocupación por hacer crecer y perfeccionar a las personas sobre las que tiene la responsabilidad y que aceptan depender de él o de sus colaboradoras y colaboradores.
- El respeto absoluto a toda persona: laicos, consagrados, sacerdotes o incluso obispos.
- La prioridad dada al acompañamiento: no camina al paso de la Providencia para él solo, sino también para los demás, sabiendo que «la gracia tiene sus momentos» y cada uno camina a su ritmo.
- La capacidad de discernir lo que hay de bueno en el otro y su determinación para ayudar a extirpar lo que puede ser defectuoso y deformado, incluso a punto de serlo.
- Su constancia para espiritualizar; para elevar el alma de sus interlocutores o discípulos haciéndolo, de tal modo, que todos crezcan en el amor de Dios y del prójimo.
- Su voluntad en resumen, y bajo forma sintética, de estar preocupado de la Misión, de la Caridad y del crecimiento espiritual de todos.
Para terminar, me gustaría citar a un cohermano español, el padre Jaime Corera, quien hace observar que en Vincent «se presenta como una clave, no sólo por sus ideas y por su práctica de formador, una clave de su persona, como santo fundador y figura histórica. Su rica personalidad, su complejidad personal, se instaura en un centro entorno el cual gira toda su vida, todos los aspectos de su ser, de su saber y de su actuar; este centro es la figura de Jesucristo, Evangelizador de los pobres». (Mensis vincentianus 1984 p 678)
Quiera Dios que seamos formados a la manera de su Hijo, Jesucristo, Servidor y Evangelizador de los pobres.