Inicio esta ponencia acerca de Federico Ozanam y las Conferencias de San Vicente de Paúl agradeciendo la invitación de la comisión encargada de esta vigésimo quinta Semana Vicentina en la persona del P. Chuno.
Obviamente, como vicentino nos vemos comprometidos en el estudio de la vida de nuestros santos y beatos, pero es indudable que cuando nos metemos a fondo en el conocimiento de la vida y obra de los mismos, nos vemos sorprendidos por tan encomiable legado dejado por estos hijos e hijas de la Iglesia para las futuras generaciones. Esto es lo que me ha sucedido leyendo e investigando la iniciativa de Federico Ozanam junto a sus compañeros que tuvo como consecuencia el nacimiento de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
Me siento obligado a iluminar esta ponencia desde la Palabra de Dios y he escogido el siguiente texto bíblico:
Como todo lo referente a la vida y piedad de su divino poder que nos ha dado por medio del conocimiento del que hemos sido llamados a su propia gloria y verdad; por las cuales nos ha dado promesas preciosas y magníficas para que por medio de ellas llegáramos s ser partícipes de la naturaleza divina, escapando de la destrucción en el mundo por la concupiscencia. Por esto mismo, aplicando todo empeño, proveed en vuestra fe la virtud, y en la virtud el conocimiento, en el conocimiento la templanza, en la templanza la paciencia, en la paciencia la piedad, en la piedad la fraternidad, en la fraternidad la caridad. Porque todas estas cosas que son para vosotros, que están presentes y sobreabundan, no los hace inactivos ni tampoco estériles para el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pues a quien no tenga en cuenta estas cosas, es ciego, corto de vista, que tomó al olvido la purificación de sus antiguos pecados. Por cuanto más, hermanos, empeñaos vosotros firmemente en concretizar el llamado y la elección. Porque practicando estas cosas nunca caeréis pues así mismo plenamente se os proveerá la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2 Pe 1,3-11)
Esta segunda carta de Pedro junto a la primera y también la carta de Judas, fueron de los últimos escritos del Nuevo Testamento en ser considerados canónicos. Son cartas con un toque particularmente apologético dentro de un contexto de influencia griega (anotaciones de la presencia de falsos doctores) y donde se recalca fuertemente el tema de la Parusía y cómo vivir la esperanza cristiana. Como vemos, en este fragmento de la segunda carta de Pedro, está latente la exhortación a dar testimonio de la fe en medio de un mundo que no comprende tales «promesas preciosas y magníficas» confiadas a los hijos de la Iglesia.
No se puede entender la esperanza como pasividad, no se puede asimilar el conocimiento como un movimiento netamente intelectual, no se puede afrontar la vida sin la confianza puesta en Dios, no se puede amar a los demás si no sabemos comprender el don de la fraternidad.
La respuesta ante este contexto conflictivo por parte del autor de esta carta es la defensa de la fe cristiana desde la acción, sin ambigüedades, dada la dignidad recibida desde el bautismo, por lo cual, es preciso patentizar, concretizar, demostrar vivamente ante el mundo, nuestra elección y el llamado que hemos recibido de parte de Dios.
Desde este enfoque bíblico es que deseo iluminar la siguiente ponencia. Conforme avance la misma, ustedes se darán cuenta cómo Federico Ozanam coincidió plenamente con el autor de esta carta, por lo que creo es propiamente el resumen de la experiencia fundacional de Ozanam y sus compañeros allá por el año de 1833 en la Francia revolucionaria y racionalista. La exigencia de dar una respuesta de fe con firmeza y decisión era necesaria y pongo este texto bíblico como expresión viva de la decisión de estos jóvenes fundadores de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
La presente ponencia la he dividido en tres partes: en primer lugar deseo recordar y situar el contexto en el que se desenvuelve Federico Ozanam y en el que en definitiva nace y se desarrolla las Conferencias de San Vicente de Paúl; en segundo lugar expongo el proceso del nacimiento de esta reconocida organización laical caritativa y su posterior desarrollo así como también la decisión de Ozanam y sus compañeros de organizarse como «Sociedad San Vicente de Paúl»; y en tercer lugar deseo presentar algunas anotaciones que puedan ayudarnos a valorar la trascendencia de esta notable iniciativa de Federico junto a la de sus compañeros y sus continuadores.
1. Contexto en torno a la vida de Federico Ozanam (1813-1853)
- Ambiente «revolucionario». Influencia de la Revolución Francesa de 1789. Nos situamos en los años posteriores a la revolución francesa, por lo tanto, está fresco el espíritu revolucionario marcado también por la «Declaración de los derechos del hombre» con sus principios de libertad, igualdad y fraternidad. Sabemos por la historia que después de la radical revolución y la denominada época del terror, asomaría la figura de Napoleón Bonaparte (1804-1815), general de la revolución, que enarboló nuevamente un gobierno imperial que no se diferenciaría de aquella antigua monarquía a la cual destronó la revolución. Luego de la abdicación de Napoleón subiría al trono Luis XVIII, aunque no como una monarquía absoluta sino con una constitución por lo que de algún modo se mantenía el espíritu de la revolución. La Restauración, como se conoce en la historia francesa a esta etapa, concluye con la violenta rebelión de julio de 1830 con la que se destrona a Carlos X (1824-1830) y a la que fueron sucediéndose insurrecciones en diferentes partes de París. La consecuencia de esta revuelta es la asunción de Luis Felipe de Orleans como una monarquía liberal moderada. Fue un nuevo intento de conciliar el espíritu de la revolución con el gobierno monárquico pero no pudo mantenerse sino hasta febrero de 1848 con la siguiente revolución que consiguió destronar a Luis Felipe. Así se instaura la Segunda República en medio de muchas revueltas durante ese mismo año hasta que se impone la república presidencialista. Finalmente, aparecería luego de muchas luchas parlamentarias la figura de Luis Napoleón, quien da un golpe de estado y se proclama el II Imperio en 1852. Como vemos, la época de Federico Ozanam es un tiempo muy convulsionado políticamente hablando y esto tenía sus profundas repercusiones socio-económicas con la consecuente realidad de pobreza, miseria y muerte.
- Revolución industrial («La nueva pobreza del siglo XIX»). Este profundo cambio social y económico que tuvo su origen en Inglaterra llegó pronto a Francia por los años 1840-1850. Fue un lento proceso en Francia pero empezó a causar una nueva forma de explotación en la clase trabajadora. Para un país con ingentes poblaciones campesinas esta situación obligaba un cambio de perspectiva en materia económica y provocó el aumento de la población en las grandes ciudades y con ello el aumento de pobreza y una superpoblación hambrienta que no se quedaría tranquila ante tanta explotación. Estos serían los nuevos pobres que aparecían en el cuadro social y a la que la obra de Federico Ozanam tuvo que responder de forma inmediata.
- Conflicto entre el ateísmo y el cristianismo. Lucha en las «ideas». Debido a las ideas de la revolución, el pensamiento se regía profundamente por el racionalismo. Así mismo, esta fuerte conmoción social dio como resultado el impulso de nuevas formas de comprender la economía y como consecuencia la realidad social y política. El liberalismo preocupado por el progreso material deja de lado la ética del trabajo humano y sólo ve la mejor manera de aprovecharse de la mano de obra mientras que otros intentan una nueva forma de organizarse luchando contra la propiedad privada y apelando a la asociación como la propuesta de Saint-Simon (padre del socialismo utópico). Desde el plano político, se había luchado contra el Antiguo Régimen, buscando desbaratar la alianza Iglesia-Estado, con lo cual se intentaba imponer un nuevo estilo de gobierno independiente de la dominación monárquica y la intromisión de la Iglesia. Obviamente, el foco de estas disquisiciones era la Universidad de París.
- Todas estas referencias filosóficas que enarbolaban un cambio en todos los ámbitos, conllevaban la oposición al cristianismo sobre todo por el claro estatus de la Iglesia ligado de alguna forma al poder y a la monarquía, de tendencia conservadora y enfangada en la nostalgia medieval. La fuerte oposición de la revolución hacia el cristianismo había diezmado el clero y había provocado un descrédito ante la población que en muchas ocasiones llegó hasta insultar y actuar violentamente contra la jerarquía de la Iglesia. Aún así, el testimonio de numerosos cristianos, especialmente ligados al servicio caritativo y al culto en los pueblos, seguían manteniendo viva la fe de los que perseveraban en medio de tanta opresión.
- Sin duda, para un joven católico como Federico Ozanam este ambiente de pensamiento y debate representaba un desafío abierto a la religión de sus padres y, a la larga, a la reflexión profunda del convencimiento de su fe. Pero a su vez, le llevó a demostrar que la Iglesia tiene un compromiso que va más allá de la institucionalidad, puesto que el anuncio del evangelio tiene que ser conducido por la caridad y ésta debe llevar a la sociedad a buscar el mejor modo de convivir logrando el anhelado beneficio para todos.
2. ¿Cómo nace la «Conferencia de la Caridad»?
- En primer lugar, tendríamos que ubicar a Federico Ozanam en su llegada a París por el año 1831, para realizar sus estudios universitarios de derecho y letras. Es un joven emprendedor que se va abriendo paso en una sociedad difícil y un ambiente de constante conflicto en el pensamiento y en la acción política. Pero Ozanam está lejos de su familia y, además, los valores cristianos asumidos desde pequeño entran en abierta confrontación con una sociedad inmoral y dominada por el materialismo ateo y el libertinaje de costumbres. Esto apremiaba más en los círculos universitarios donde aún se mantenían los ideales de la revolución francesa y del racionalismo a pesar de los gobiernos autoritarios que se sucedieron después de la revolución.
- Federico Ozanam buscó la manera de enfrentar la conjugación de ambas necesidades. No deseaba permanecer en la soledad de un ambiente tan hostil y también se planteó luchar decididamente contra la ideología contraria al pensamiento cristiano. Así, lo encontramos motivando a otros jóvenes con sus mismas necesidades para fortalecer sus lazos de amistad y abrirse paso en el mundo universitario, lo que le llevó a convocar sucesivas reuniones y que pronto devendrían en un interesante círculo de pensamiento católico, aunque como hemos visto, su primera intención era formar un buen grupo de amigos con los cuales superar la lejanía de sus familiares. Sin duda, Federico fue un gran amigo, lo demuestran sus cartas, y de personajes católicos notables de la Francia intelectual de la época, como el sabio André-Marie Ampère, Francois-René de Chateaubriand; Henri Lacordaire y otros.
- Esto lo manifiesta el mismo Federico en una de sus cartas: «formar una asociación de amigos, que se hicieran compañía y trabajaran juntos en el edificio de la ciencia, bajo el pensamiento católico».
- Como vemos, las cosas de Dios brotan de impulsos profundamente humanos por lo que una vez más, se confirma cómo la Providencia de Dios se hace patente en el ejercicio de la libertad del ser humano. Ozanam sentía una necesidad muy humana y poco a poco empieza a sentir que hay una obra de Dios detrás de esta intención y que puede encauzarla como «hijo de su tiempo». Aún más, sorprende que este deseo brotara de un modo particular en el corazón de jóvenes inquietos por transformar su sociedad.
- De esta forma, empiezan a surgir ciertas reuniones de debate y discusión que pronto adquieren mucha aceptación entre los jóvenes universitarios. Nacen así, las Conferencias de Derecho (dos veces por semana y sobre cuestiones controvertidas) e Historia (los sábados, temas más amplios); espacios de discusión y crecimiento intelectual, pero a la vez de fortalecimiento en la fraternidad de estos jóvenes entusiastas que les ayudaba a conocerse y a fortalecerse mutuamente en su ideario católico.
- Ozanam participaba asiduamente en la Conferencia de Historia apoyándose junto a sus compañeros en un eminente personaje, el Sr. Bailly, catedrático de filosofía y director del periódico «La Tribuna Católica». Les ofreció no sólo su asesoramiento y su protección sino también su local, en la llamada «Sociedad de los Buenos estudios».
- Por el testimonio de Ozanam a su primo Falconnet describía las reuniones como de carácter literario, con pocos miembros pero de notable inteligencia, en un ambiente de libertad de opiniones. Es una especie de fraternidad peculiar (sentido de familia).
- Pronto, empiezan a adquirir tales reuniones un tono mucho más apologético, pues se dan cuenta de que tienen que dar respuestas convincentes acerca de su fe frente a los duros ataques y objeciones contra la Iglesia de parte de jóvenes filósofos, ya que también se encontraba vivo el pensamiento revolucionario, racionalista y contrario al catolicismo como ya lo habíamos anotado. La corriente saintsimoniana se hallaba impactando la atención de muchos jóvenes y esto obligaba de alguna forma a una revisión de la condición católica en medio de esta realidad social que vivía Francia.
- Dice al respecto de estas reuniones el mismo Ozanam: «Lo que hay de más útil en esta obra es demostrar a la juventud estudiante que se puede ser católico y tener sentido común, amar a la religión y a la libertad».
- Justamente, en una de estas sesiones con profundos debates entre los defensores de la Iglesia y las voces contrarias, surgió un tal Juan Brouet que expresó lo siguiente: «El cristianismo hizo, en otros tiempos, prodigios, pero actualmente ¡está muerto! Vosotros que os enorgullecéis de ser católicos, ¿qué hacéis? ¿Dónde están vuestras obras, las obras que dan prueba de vuestra fe y que nos inciten a adoptarla?».
- La incitación metió una honda espina en Ozanam y sus amigos quienes empezaron a buscar una respuesta satisfactoria. Nuevamente se encaminan a un propósito firme pero esta vez a demostrar con acciones concretas su convicción católica. Esto sería vital para que tales reuniones devengan luego en manifestaciones de caridad complementando así el tono intelectual.
- Forman pues una cofradía de laicos católicos que visitaría a los pobres, las familias de la clase trabajadora y realizaría obras caritativas (entrega de alimentos y entrega de combustible para las cocinas). Este deseo tenía que verse fuertemente apoyado por personas de experiencia en el trabajo de grupo, organizado y orientado hacia el servicio; ya que ellos eran jóvenes muy ansiosos pero carentes de organización en este campo y faltos de recursos para lograrlo por su realidad estudiantil.
- Por esta razón, se ponen nuevamente a disposición del Sr. Bailly, y el 23 de abril de 1833 deciden llevar adelante esta organización. Junto al Sr. Bailly que pasó a ser el presidente (42 años), están: Lamache (23), Clave, Le Taillandier, Devaux, Lallier y Ozanam (22), De la Noue (¿22?).
- Así lo recordaría Ozanam tiempo después en la inauguración de una conferencia en Florencia: «Os halláis delante de uno de aquellos ocho estudiantes, que hace veinte años, en mayo de 1833 se reunieron por vez primera al amparo de la sombra de San Vicente de Paúl, en la capital de Francia…Sentíamos el deseo y la necesidad de mantener nuestra fe en medio de las acometidas efectuadas por las diversas escuelas de los falsos profetas…Entonces, fue cuando nos dijimos ¡trabajemos! Hagamos algo que esté conforme con nuestra fe. Pero ¿qué podríamos hacer para ser católicos de veras sino consagrarnos a aquello que más agradaba a Dios? Socorramos, pues, a nuestro prójimo como hacía Jesucristo, y pongamos nuestra fe bajo las alas protectoras de la caridad»
- Devaux quedaría como tesorero mientras que Ozanam, que no participa en algún cargo de dirigencia, es el motivador principal de esta conferencia y por esto, algunos autores lo han denominado: «El San Pedro oculto en el cenáculo».
- Pronto, deciden asumir como patrono de su Cofradía a la Virgen María y de modo muy específico a San Vicente de Paúl. Parece que Ozanam ya desde muy joven tuvo gran admiración y veneración por San Vicente de Paúl.
- Esto lo encontramos expresado en una de sus cartas: «Yo debía una visita a la cuna de este patrón bien amado, que preservara mi juventud de tantos peligros».
- También esta espiritualidad vicentina pudo irradiarse en sus compañeros por el Sr. Bailly ya que éste tenía un hermano sacerdote de la Misión quien fue el primer asesor espiritual de la sociedad. Pero quien también influyó muchísimo en este aspecto de seguro fue Sor Rosalía Rendu, Hija de la Caridad, de gran reconocimiento por su admirable sencillez y apertura a toda miseria y sufrimiento. Con ella, estos jóvenes pudieron acercarse a numerosas familias que ella atendía en la «Oficina de beneficencia» de la calle Mouffetard. Es probable que ya Ozanam y sus compañeros la hayan conocido cuando la epidemia del cólera azotó París en 1832 apoyándola en la difícil misión de atender a los enfermos. Sin duda, esta humilde Hija de la Caridad pudo favorecer los medios económicos necesarios para el naciente grupo de jóvenes que adoptaron el nombre de «comisarios de la Caridad» desde 1834.
- Todo esto favoreció que Ozanam no dejara de lado la espiritualidad de San Vicente de Paúl entre sus amigos, elogiando al insigne patrón en muchas oportunidades, leyendo su biografía o mandando leerla como sucedió en la Conferencia de Lyon, celebrando con devoción sus fiestas e incluso los fundadores de la Conferencia se dirigieron a Clichy, parroquia en la que estuvo San Vicente, para ponerse bajo su patrocinio.
- Es interesante escuchar cómo entendía Ozanam la importancia de tener un patrono como San Vicente: «Un santo patrono es un modelo. Es menester esforzarse para actuar y realizar las obras como él mismo las realizó. Tomen como modelo a Jesucristo como él lo hizo. Es una vida que hay que perpetuar, en su corazón hay que calentar el propio. En su inteligencia hay que buscar luces. Es un apoyo en la tierra y un protector en el cielo, a quien se le debe un doble culto de imitación y de invocación. San Vicente de Paúl tiene una inmensa ventaja de la proximidad del tiempo en que vivió, por la variedad infinita de los beneficios que esparció y además por su universalidad…»
- De esta forma, la respuesta dada ante la interrogante del joven anticristiano fue contundente. La fuerza de la palabra y el pensamiento se vieron fortalecidos por la acción caritativa de este grupo de jóvenes católicos. Ozanam y sus compañeros empiezan a conjugar su rol de jóvenes pensadores y preocupados de defender su fe cristiana pero a su vez la demuestran con las acciones caritativas que van realizando animados por Sor. Rosalía y posteriormente por ellos mismos quienes con su simpatía juvenil complementaban la exigente organización de la caridad. Como vemos esta iniciativa de Ozanam y sus compañeros dieron a los laicos la oportunidad de vivir su vocación de discipulado en el pobre; les sacó del ámbito teórico para fortalecerlo con la experiencia de primera mano con las situaciones más miserables que los rodeaban. Era una nueva manera de enfocar la vivencia de la caridad por parte de los laicos católicos y esto abrió hacia el futuro la reflexión del pensamiento social católico.
De la Conferencia a la Sociedad de San Vicente de Paúl
- Así, la Conferencia empieza a crecer en número llegando a superar pronto el centenar de miembros. No sólo París se beneficiaba de su presencia sino también fuera de la capital (Lyon, Rennes, Nantes), debido a que algunos de los jóvenes que culminaban sus estudios, empezaban a salir de la capital hacia otras urbes y éstos no querían perder la espiritualidad de la Conferencia.
- Tales circunstancias obligaron a Ozanam y a sus compañeros a repensar la trascendencia de la Conferencia de la Caridad. Esta visión profética y espiritual proyectada por Ozanam trajo como consecuencia cierta inquietud en sus compañeros.
- El mismo Ozanam planteaba sus miedos al Sr. Bailly: «pero ¿no piensa usted que nuestra asociación de caridad, para mantenerse, debe modificarse, y que el espíritu de intimidad, sobre el que está fundada, y el incremento que debe tomar de día en día, sabrán conciliarse, dividiéndola en secciones, que tendrán un centro común y, de vez en cuando, asambleas generales? ¿Soy muy temerario al proponerle mis ideas?».
- Ozanam pensaba que era el momento de que la Conferencia se escindiera para su expansión, pero muchos de sus amigos creían que esta acción podía llevar a la dispersión de la inicial obra y una posible consecuente desaparición. Esta mirada profética de seguro tenía un sostén desde la profunda convicción de que lo que estaba realizando procedía de la voluntad de Dios: «Dios había determinado formar una gran familia de hermanos que se difundiese. Por ahí veréis que no podemos nosotros llamarnos con verdad, los fundadores, sino que es Dios quien la ha fundado y la ha querido así».
- Obviamente los riesgos estaban puestos en el tapete de la discusión, pero Ozanam pensaba que era la oportunidad de irradiar esta iniciativa católica laical por toda Francia y en definitiva a todo el mundo, aunque pretendía mantener la unidad de tales «secciones» que engendraría la división de la Conferencia desde la espiritualidad vicentina. Para Ozanam destacaba la prioridad de la caridad fraterna práctica y sin fronteras reservada a las conferencias como medio de unión entre ellas: «el lazo más fuerte, el principio de una verdadera amistad es la caridad, y la caridad no puede existir en el corazón de varios sin expandirse hacia el exterior; es un fuego que se extingue, si le falta el aliento, y el alimento de la caridad son las buenas obras…Por eso nos vemos forzados a extendernos, incluso a riesgo de alguna relajación, para abrazar en nuestro seno el mayor número posible de jóvenes».
- De esta manera, se consolidó la tesis de Ozanam y fue la que en definitiva triunfó el 31 de diciembre de 1835 constituyéndose una Sociedad, que agruparía a todas las demás «secciones», en un mismo espíritu de apostolado seglar católico, bajo un mismo reglamento y un consejo general rector, presidido por el Sr. Bailly debido a su experiencia y merecimientos.
- Se realizarían asambleas generales para mantener la unión y eficacia apostólica, a la vez que se servían de aliento y estímulo por la información recibida del bien que hacían los demás consorcios. Lo tratado quedaría resumido en una «memoria», que se enviaría a todas las secciones (conferencias) para avivar la fe, el amor y la unión. De esta forma, se mantuvo el ideal católico, la fraternidad y amor al prójimo necesitado. Todos estos elementos reunidos son testimonio de autenticidad de la vida cristiana.
- Las cuatro primeras «secciones» o conferencias tomaron el nombre de la parroquia en que radicaban. La conferencia matriz siguió ubicada en San Esteban del Monte (Saint Étienne du Mont), iglesia frecuentada por Ozanam por sus visitas del santísimo y donde se encontraba con Ampere frecuentemente, su amigo entrañable, hombre piadoso y caritativo. Las otras tres: San Sulpicio, San Felipe de Roule y Nuestra Señora de Buena Nueva.
- Ozanam, enemigo de los cargos, tuvo que asumir la vicepresidencia de la Sociedad acompañado por su amigo Lallier quien fungió como secretario. Este consejo de Dirección tomó el 27 de diciembre de 1840 el nombre de Consejo General que desde entonces ha prevalecido. El Boletín de la sociedad se remonta hasta 1840. Como vemos se estaba haciendo realidad el deseo de Ozanam: «Yo quisiera abrazar al mundo entero en una red de caridad».
- La primera asamblea general, celebrada ya en sede propia tuvo lugar el 21 de febrero de 1836 entregando en ella el Sr. Bailly el Reglamento de la Sociedad (se promulgó el 8 de diciembre de 1835). Ozanam expresó: «Ya tenemos, al fin, esa organización que tanto deseábamos. ¡Por tanto, valor! Unidos o separados, cerca o lejos, tengamos un solo corazón. Corazón siempre dispuesto a servir a los pobres».
- Consideraciones preliminares del Reglamento:
- Nombre de la asociación: Conferencia de Caridad de San Vicente de Paúl.
- Impulso de piedad cristiana (motivación de la reunión) se busca las reglas de conducta en el espíritu de la religión, en los ejemplos y en las palabras de Nuestro Señor, en la doctrina de la Iglesia y en la vida de los santos.
- Patrocinio de la Virgen y de San Vicente.
- Fin de la Sociedad: el socorro espiritual y material del prójimo necesitado.
- Medios, cuantos surgiera el amor fraternal.
- Ozanam tuvo la oportunidad de visitar Roma donde el Papa Pío IX lo recibió en audiencia en dos ocasiones distintas. Se alegró al escuchar que el Papa conocía de la Sociedad de San Vicente y cómo le agradaba la forma en que vigorizaba la fe de los laicos en todo el mundo.
- Expansión: 1842 Roma; 1843 Bélgica, Escocia, Irlanda; 1844 Inglaterra; 1846 Alemania, Países bajos, Grecia, Turquía, Estados Unidos, México; 1847 Suiza, Canadá; 1850 Austria, España.
- Desde entonces la Sociedad de San Vicente de Paúl continúa respondiendo a esta vocación con decisión y creatividad. Son laicos muy comprometidos con su fe y ofrecen un servicio efectivo de caridad para con los pobres desde su trabajo y buscan ser acompañados por un sacerdote que los asesore, conocedor de la vida y obra de San Vicente y de Federico Ozanam, y que les inculque las características de servicio que debe tener todo miembro de las conferencias.
- Esta sociedad no exige a sus miembros ningún tipo de votos religiosos, ni ninguna devoción especial; sólo que tengan una gran capacidad de amar y de servir al pobre. Para Ozanam y sus compañeros la acción social se lleva a cabo a través del contacto personal y directo con el pobre (visitas domiciliarias que devinieron después en servicios mucho más amplios). Por tanto, la ayuda tiene que ser espiritual y material, tiene que ser personal y exige promover la integridad y la dignidad humana. De esta forma el servicio que presta la Sociedad de San Vicente de Paúl beneficia propiamente a sus propios integrantes ya que éstos deben observar una vida cristiana coherente y que espiritualmente se encuentren bien.
- La Sociedad de San Vicente de Paúl funciona hoy en 130 países, trabajando con diferentes medios, pero con un mismo espíritu de justicia y caridad de forma voluntaria hacia los más desfavorecidos de la sociedad. Tiene un funcionamiento democrático tanto en la elección de sus cargos como en la toma de decisiones, sometidas estas a dos plenos de votación que se celebran cada año. Su reconocimiento en el mundo como una organización no gubernamental, es un preclaro ejemplo de la necesidad de colaborar desde del mundo laical católico en la búsqueda de soluciones a la pobreza.
- Sus miembros y colaboradores son ciudadanos de diferentes clases sociales, trabajadores que ejercen el servicio voluntario en beneficio de la comunidad y particularmente de los pobres. Denuncian, promueven y ayudan a aquellos que están en situaciones de injusticia y marginalidad. Están comprometidos de manera desinteresada con los demás hermanos, trabajando en equipo y de forma organizada. Se busca preparar adecuadamente a los nuevos miembros recibiendo formación general sobre el voluntariado y formación específica según lo requiere su trabajo.
- El reconocimiento de la labor de la Sociedad de San Vicente de Paúl ha sido testimoniado también por muchos Papas como Pío IX, León XIII, Pío XII (que las conoció y acompañó), Juan XXIII, Pablo VI y el recordado Beato Juan Pablo II, quienes alabaron su trabajo y recomendaron vivamente su continuidad. Sorprendió de sobremanera que el Beato Juan Pablo II en la homilía de su beatificación el 22 de agosto de 1997, compartiera que también él la conoció y formó parte de ella en sus años mozos.
Características de la Sociedad:
- Federico Ozanam describe a la Sociedad de la siguiente manera: «Una sociedad católica pero laica, humilde pero numerosa, pobre pero sobrecargada de pobres que consolar, sobre todo en una época en que las asociaciones caritativas tienen una misión tan grande que cumplir a favor del despertar de la fe, para sostén de la Iglesia, para pacificación de los odios que dividen a los hombres».
- La nueva asociación desde su fundación llevó muy marcados los elementos que permanecieron inmutables en la vida de Federico Ozanam y que fueron incorporados en los principales fines de las Conferencias de la Caridad, como son:
- El proyecto de restauración de la sociedad bajo la guía del catolicismo.
- La visión de una asociación de amigos comprometidos a trabajar por ello.
- La decisión de tomar el amor, la caridad, por norma fundamental de vida y llegar por él a la santidad.
- Sin formularlo explícitamente, la contemplación de sí mismo como un simple cristiano celoso, es decir, como laico.
- Por eso la vocación del vicentino a los ojos de Federico Ozanam no es otra cosa que la vivencia del Evangelio, en versión de vivencias de profunda fe y caridad desde su condición laical.
- Podemos precisar las correspondientes características de esta Sociedad como sigue:
- Confianza en la Divina Providencia: «la providencia misma da sus consejos según las circunstancias que rodean, por los pensamientos que envía» (c.82). Tampoco faltan los recursos necesarios, cuando se trata de apremiante socorro: «Estoy bien persuadido-dijo Ozanam-, de que, en cuanto a las obras de caridad, nunca hay que inquietarse por los recursos pecuniarios, porque vienen siempre» (c.121)
- Flexibilidad y capacidad ilimitada de adaptación a los distintos ambientes económicos-sociales, sobre todo en función de cada conferencia (interesante la carta escrita a Leoncio Cournier, 4 de noviembre 1834, donde remarca la diferencia de la Conferencia con otras asociaciones caritativas). Para esto era importante que la Sociedad no tuviera connotaciones políticas, lo que no significaba que cada cual tuviera sus perspectivas particulares. Para Ozanam la obra de la Sociedad trascendía hondamente los vericuetos del discurso político y más bien buscaba aterrizar la espiritualidad cristiana y concretizar la ayuda social de un modo directo y convincente». Dice al respecto: «Jamás la Sociedad de San Vicente de Paúl se ha mezclado en política, el espíritu del partido está absolutamente excluido y gracias a Dios siempre estuvo ajena a las discordias civiles. Tiene un sólo fin: santificar a sus miembros en el ejercicio de la caridad y socorrer a los pobres en sus necesidades corporales y espirituales. Cuatro gobiernos se han sucedido en Francia en el espacio de cuatro años y nuestra Sociedad no ha perdido el carácter exclusivo de Sociedad de caridad, respetando a todos sin hostilidad hacia las personas».
- Se destaca dentro del carácter laical, mantenido tradicional y tenazmente, el espíritu sincero y abnegadamente católico. Esto le da una particularidad sorprendente pues Ozanam destacaba su independencia de la jerarquía eclesial pero no pretendía de ningún modo apartarse de la ortodoxia cristiana. Decía: «será profundamente cristiana, pero a la vez será absolutamente laical».
- Sentirse honda preocupación por la práctica efectiva de la caridad cristiana, patentizada en obras, con dedicación vocacional y perseverante apertura de espíritu, formas, métodos y medios, y sin desviaciones: Dice Ozanam: «Una sola cosa podría detenernos y pararnos: la alteración de nuestro primer espíritu, el fariseísmo que hace tocar la trompeta delante de él, un exceso de práctica y de rigor, las costumbres burocráticas» (c. 310). Es inevitable descubrir en esto la preocupación de Ozanam para que los miembros de la Sociedad se den cuenta de que están en ella para su propia santificación y éste es el fin de la Sociedad. Así lo defiende: «El objetivo de la Sociedad es, sobre todo, caldear y extender entre la juventud el espíritu del catolicismo. A tal fin la asiduidad de las reuniones, la unión de intenciones y de oraciones son indispensables. La visita a los pobres debe ser el medio y no el fin de la sociedad».
3. Anotaciones a la fundación de la Sociedad de San Vicente de Paúl
- La búsqueda del fin de la Sociedad. Cuando hemos escuchado este proceso de fundación y organización de la Sociedad de San Vicente notamos claramente que hubo una profunda reflexión sobre el fin que debía orientar a sus miembros pero ésta no se dio de una sola vez. Hay una frecuente interiorización de lo que Ozanam y sus compañeros estaban realizando y esto la convirtió en una organización laical abierta al soplo del Espíritu. Justamente, por su fuerte carácter laical, en el contexto de su tiempo, era necesaria esta apertura en la conjugación de lo que buscaban estos jóvenes de manera particular y lo que podían realizar por el bien de los pobres. Pero esto a su vez, era una respuesta ante el propio desafío de ser miembros de una sociedad en la que sus líderes no estaba respondiendo con las demandas del pueblo ni con la monarquía ni con los republicanos. Estaban exigiendo aquella justicia tan necesaria en una nación con el soporte de la Caridad que brota del corazón del cristianismo y que ya era conocida desde muchos años antes de la declaración de los derechos humanos con la Revolución Francesa. Intentaron responder desde su fe a una concreta realidad que les acosaba y lo realmente sorprendente es que lo hicieron decididamente.
- Sociedad de jóvenes y para jóvenes. Este para mí es el pilar fundamental de la Sociedad y de la cual me siento cuestionado y a la vez comprometido. La inquietud juvenil siempre ha sido un punto de debate y más ahora con las corrientes psicologistas y demás acercamientos que ponen en jaque la esperanza de la sociedad. Escuchar que haya existido en el siglo XIX de la Francia tan convulsionada de entonces, un grupo de jóvenes universitarios con el ideal de unirse para fortalecer sus lazos de amistad, para debatir su realidad política, social y económica y sobre todo, que busquen fortalecer su convicción religiosa y hacerla efectiva resulta sorprendente y plantea un desafío a las futuras generaciones de jóvenes. En primer lugar, me pongo en el nivel de los jóvenes de hoy. ¿Siguen presentes esas inquietudes en los jóvenes de hoy? ¿Dónde se forman esos grupos con tales características? En segundo lugar, me ubico en el lugar del Sr. Bailly ¿Somos capaces de acompañar y asesorar a un grupo de jóvenes? ¿Podemos ser buenos orientadores y promotores de las iniciativas de los jóvenes? Me resulta grato escuchar que Ozanam junto a sus amigos dedicaron tiempo a repensar los problemas de su sociedad desde su óptica joven, estudiantil y cristiana. No me dirán que tal combinación suena conflictiva en nuestro tiempo. Más aún, tomaron la decisión de hacer algo concreto para paliar de algún modo esta cruda realidad que luego pasó a ser una maravillosa organización que se mueve desde el deseo de irradiar la caridad pero a su vez denunciar eso que tiempo después se llamaría «pecado social». De verdad me ilusiono con este proyecto motivado por Ozanam. Quizá no haya sido el primero en promover un laicado joven y caritativo pero lo que sí es cierto es que trató de especificarlo de tal manera que marcó un estilo ejemplar y sirvió de mucho para la posterior reflexión del laicado en la Iglesia.
- Efectividad del pensamiento: Caridad. Otra anotación que salta a la vista por sí mismo es la agradable conjugación entre el nivel intelectual de las conferencias y su apreciable efectividad en el servicio caritativo. Nuevamente nos encontramos con una combinación especial, ya que quienes participaban de las conferencias eran jóvenes universitarios que se exigían visiblemente en la intelectualidad. Eran profundos debates que de pronto se complementaron con un trabajo organizado y efectivo de servicio a los pobres y necesitados. La cercanía con esta clase trabajadora, explotada y oprimida, les obligaba a replantear sus conceptos teóricos y a afirmarse en la acción y el testimonio de vida cristiana. Tuvieron que aprender y esto los convirtió en personajes realmente plenos desde el sentido cristiano pues ejercieron la humildad y la sencillez ante lo que no conocían. Pero a su vez supieron aportar lo mejor de sí para hacer mucho más eficaz su trabajo.
- Perspectiva laical: fraternidad y amor a la Iglesia. Finalmente, la profunda marca laical resulta ser algo extraordinario y es muy probable que las conferencias hayan sido pioneras de este moderno apostolado seglar en la Iglesia. Estamos hablando de la forma más que del fondo porque sabemos que la Iglesia siempre ha orientado su servicio caritativo con los más necesitados, clérigos y laicos. Pero de esta manera tan particular como lo entendió y practicó Ozanam y sus compañeros, estamos ante un anticipo de lo que tanto promovería la Iglesia en la era contemporánea y más plenamente en el Concilio Vaticano II. Buscar la santidad en su respectiva vocación podríamos decir fue el ideal de Ozanam y las Conferencias y por ello la santificación de la familia, el círculo de amigos, el trabajo y la sociedad, que luego asumiríamos en la teología del laicado, lo practicaron vivamente estos hijos de la Iglesia en la Francia de su tiempo. Si bien es cierto se buscó mantener la distancia con los clérigos en materia de organización y presidencia, jamás se vio vulnerado su amor a la Iglesia y su deseo de pertenencia a ella. Esto también ayuda a que los ministros de la Iglesia replanteen el campo de acción de los laicos y flexibilicen sus contrariadas exigencias en el acompañamiento de los laicos y más bien promuevan un laicado activo, vivo y complementario a su servicio ministerial.
- Estoy convencido de que la Sociedad de San Vicente de Paúl en el mundo continúa manteniendo este hermoso patrimonio y herencia de sus fundadores. El desafío de dar un firme testimonio como laico, como joven, como hombre de caridad, es cada vez más grande en este tiempo que nos está tocando vivir. Quizá la reflexión de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II de forma mucho más contundente sostiene sin duda el ideal de esta organización ahora más que nunca.
- Animo a los miembros de esta Sociedad en sus diferentes conferencias a seguir bregando con esperanza en mantener viva la memoria de Federico Ozanam y sus compañeros, sin renunciar a su carácter laical, demostrando su amor a Dios y a la Iglesia, buscando deseosamente la vocación a la santidad, transformando esta sociedad con los valores del evangelio y fijando su atención en el servicio a los pobres, ayudándoles a que recuperen su dignidad, a que luchen contra su desesperanza y de esta forma irradiar el amor cristiano que nos ayude a superar nuestras diferencias y con lo cual podamos buscar convivir en paz.
- De la misma forma, motivo y entre ellos me incluyo, a todos quienes tenemos la misión de acompañar al pueblo de Dios a que sepamos asesorar a los laicos, promoviéndoles en su peculiar camino de santidad, estando atentos a sus necesidades espirituales, trabajando en definitiva en la consecución de proyectos grandes o pequeños en beneficio de los pobres siguiendo esta hermosa herencia vicentina.
- No sólo está la impronta de fortalecer y suscitar conferencias en nuestras parroquias, centros educativos y demás centros pastorales, sino animar a las jóvenes de forma general a buscar estos ideales tan altos y concretizarlos como lo hicieron Ozanam y sus compañeros siguiendo el ejemplo de este sencillo y notable personaje, el Sr. Bailly. Conjugar iniciativa y experiencia es vital en el servicio caritativo. Sólo me queda agradecer a Dios la oportunidad de haber recibido este legado vicentino que cada vez me cuestiona, me fortalece y me compromete.
Fuentes:
- Holguín L., Ozanam y su obra, CAVI, Lima 2013
- María Teresa Candelas Antequera (Hija de la Caridad), Federico Ozanam, un seglar comprometido, La Milagrosa, Madrid 1997
- Congregación de la Misión. Curia General, Vicentiana, Dos siglos de la fe en acción; Año 56 – Nº 2, Abril-Junio 2013
- Web Somos Vicencianos http://vicencianos.org