¿Estudió Vicente de Paúl en Zaragoza? (Tercera parte)

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Bernard Koch, C.M. .
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B – Las dudas, las negaciones y la discusión

1. La negación del nacimiento en Francia, por parte de algunos españoles

Tras aparecer en 1701 la primera biografía española del santo, por JUAN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, y luego en 1887 la traducción española, por FELIÚ Y PÉREZ, de ARTHUR LOTH, San Vicente de Paúl y su misión social, los españoles sostuvieron no sólo que Vicente estuvo en Zaragoza; pretendían además que había nacido en Tamarite (España).

Respuesta

Pedro COSTE no sólo descubrió la fecha verídica del nacimiento de Vicente, sino que vindicó su verdadero lugar: en Pouy (Francia). Sus argumentos son evidentes, se basan en todos sus escritos, y sobre todo en actas oficiales, notariadas y con la firma del señor Vicente, o que atañen a éste, tales las dimisorias para la sucesivas órdenes: Vicente se declara una y otra vez francés, gascón, de la diócesis de Dax, natural de Pouy.

Curiosamente, el señor Coste deja de aducir documentos más que incontestables, aunque los salvó él tras el incendio del Hôtel de Ville en Dax el año 1904: los Registros de los censos y diezmos del Cabildo de Dax, años de 1486, 1509, 1542 y 1590-1591, donde este nombre se atestigua en Pouy desde 1486. Ahora bien, en Aragón el nombre en cuestión no está atestiguado más que desde 1505.

Fue sin duda para expresar su oposición, punto por punto, a la tesis española, como, en 1931, el señor Coste consideró poco verosímil la estadía en Zaragoza y, sin argumento alguno, rehusó creer en ella, dando como única razón el ser una hipótesis poco verosímil, imaginada para explicar un hecho menos verosímil todavía: que el dejar Zaragoza fue por motivo de las querellas teológicas.*

Han seguido al señor Coste el señor Dodin y otros.

2. Duda y negación de su estadía en Zaragoza

Convendría reemprender el estudio de la cuestión…

Desde joven, Vicente fue molinista

Un primer argumento convincente es, en las cartas que el mismo señor Coste publicó, cierto párrafo de la primera carta al señor De Comet.1 Demuestra que en 1607 Vicente era molinista, cuando el molinismo, doctrina del jesuita español Molina, compartida ya probablemente por muchos jesuitas, parece poco conocida aún en Toulouse, donde ninguna tradición indica que Vicente frecuentase los jesuitas. Desde 1563 tuvieron éstos allí un colegio, confirmado en 1567 por bula papal y carta patente del rey Carlos IX.2

Es probable en cambio que los jesuitas hubiesen adoptado el molinismo en su colegio de Zaragoza, donde una tradición indica que se alojó Vicente, según veremos.

Luego, el tomo II (CEME) de la Correspondencia de san Vicente, contiene dos cartas al señor Codoing, nombrado profesor del seminario de Annecy en 1641, en las que el señor Vicente da directivas para la enseñanza en los seminarios y aduce el ejemplo de las Universidades de España; son tres los pasajes, pues para la segunda carta tenemos el borrador y el texto definitivo del día siguiente3. Además, nombra expresamente a Molina en la carta del 25 de junio de 1648 al señor Dehorgny4.

a – Las fuentes que nos informan

(1) Los estatutos de la Universidad de Zaragoza

Herera & Pardo nos informan de que la Universidad de Zaragoza –la Caesaraugusta de los Romanos– fue fundada por Pedro de Cerbuna en 1583. Diego de Fraílla promulgaba unos estatutos enmendados en 1597 (pp. 49-50): éste era justamente el primer año universitario de Vicente, probablemente en Zaragoza.

Las referidas normas no permitían el dictado de los cursos. He ahí precisamente lo que Vicente recomienda a Bernardo Codoing en las referidas dos cartas, las cuales se remiten a las Universidades de España.

Estaba además el Colegio de San Carlos, regido por los jesuitas, que enseñaban también la teología en sus colegios. Y enseñaban desde hacía poco a su teólogo Molina, opuestamente a como lo hacían los agustinos y los dominicos tomistas.

Los solos documentos sobre esta estancia son: el testimonio citado del Ristretto, y Collet, quien lo cita y resume – el segundo es el único texto actualmente disponible en Francia; el primero no me ha sido accesible -.

Hallamos en particular ulteriores huellas de la estancia de san Vicente en Zaragoza en cinco cartas, de las que cuatro mencionan nominalmente a España.

(2) Las declaraciones de Vicente

a – Un pasaje de la primera carta de san Vicente nos informa de que, en materia de predestinación, el año 1607 san Vicente era molinista. El párrafo de esta primera carta, llamada de la cautividad que conservamos de él, cuando toca el deceso del hermano del señor De Comet [I 80s], suena farfullado y embrollado al lector no advertido; en realidad es típicamente molinista:

¡Oh, cuántas veces he deseado haber sido esclavo antes de la muerte de su hermano y conmecenas en hacerme bien , y haber tenido el secreto que ahora le envío, rogando a usted que lo reciba con tan buen corazón como es firme mi creencia de que, si hubiese yo conocido lo que le envío, la muerte no hubiese triunfado ya sobre él (al menos por este medio), aunque se diga que los días del hombre están contados ante Dios. Es verdad; pero no porque Dios hubiese contado que sus días fuesen en tal número, sino que este número ha sido contado delante de Dios, porque ha sucedido así; o, por decirlo con mayor claridad, él no murió cuando murió porque Dios lo hubiese previsto así o decidido que el número de sus días fuese tal, sino que Dios lo previó así y el número de sus días fue conocido que era el que era, por haber muerto cuando murió.

Haciendo caso omiso del complicado fraseo, lo que VICENTE quiere decir es: que para él, tener que morir en el momento en que murió el hermano del señor De Comet, no fue por decreto infalible de Dios, sino en virtud del juego de causas naturales, conocido por Dios desde toda la eternidad, si bien Dios deja actuar a las leyes que Él mismo ha creado. Es exactamente lo que Molina llama ciencia «media», intermedia entre nuestra ciencia, que sólo conoce por retrospección, y la ciencia de Dios que, según los agustinos y algo también los tomistas, es todopoderosa. Para éstos, Dios conoce, no sólo porque, al dar a todos los elementos de la creación su existencia y sus energías, sabe en consecuencia lo que hacen de ello, sino que además, como Él les hace actuar, de algún modo les impele, les «predetermina» {decretos predeterminantes}.

Este pasaje de la carta es, pues, una entusiasta y magnífica aplicación de la ciencia media, dicen Herrera & Pardo, pp.50-51, es decir cómo concibe el teólogo jesuita5 Luis Molina (1523 ò 1536-1600) la predestinación.

MOLINA buscaba una solución que conciliase la libertad humana con la presciencia y la omnipotencia de Dios, la cual fuese, según él, mejor que las de san Agustín y santo Tomás, las que dice no comprender. Cierto, Dios sabe eternamente, no sólo aquello que pasa en el mundo, sino aun lo que deciden los hombres, los que sin embargo Él no influencia, sino que sólo sabe que los hombres lo decidirán libremente – cosa que no limita aun así su omnipotencia, ya que es Él quien desea que los hombres decidan libremente y les da gracias suficientes -.

A la inversa, los TOMISTAS, aun insistiendo en la libertad humana y la gracia suficiente, se situaban en el plano ontológico, metafísico, y reconocían una premoción física de Dios en una decisión por el bien, pues sin la acción del creador no existiríamos, mientras que ciertos AGUSTINIANOS, a su vez situados en el plano psicológico, sostenían que Dios, que predetermina el acontecer, da a los que quiere una gracia eficaz e irresistible, el «deleite victorioso» [delectatio victrix], para que elijan el bien, mientras que no reciben gracia quienes eligen el mal.

Ciertas frases de Molina son azarosas, al hacer de Dios un mero testigo, y Clemente VIII preparaba un Bula que las condenaba, pero murió en 1605 sin haberla firmado. Su sucesor, Paulo V, sólo en 1607 hizo pública la prohibición de que los teólogos se combatieran en torno a estas cuestiones. Por lo demás, ni san Agustín ni santo Tomás habían empleado vocablos tan precisos.

Así pues, este pasaje de san Vicente expresa, de un modo concreto, exactamente lo que Molina habría dicho. Más adelante, el 25 de junio de 1648, respondiendo a los argumentos del señor Dehorgny, tentado por el jansenismo, mencionará nominalmente a Molina [III 300].

¿Dónde pudo aprender el molinismo?

En la Universidad de Zaragoza, donde dominaban los tomistas, no había cátedra molinista, ni enseñaba allí jesuita alguno. Tampoco en otra parte tenían aún los jesuitas cátedra universitaria. Estaba empero el colegio jesuita de San Carlos, y en él se enseñaba a Molina.

El año 1754 los jesuitas conservaban todavía la tradición de que Vicente se había alojado en aquel colegio, y a este efecto se colocó una lápida en 1889.6 Es plausible el que allí residiera, si se advierte su hondo conocimiento de los jesuitas y de sus Constituciones, y que el catálogo de la biblioteca de San Lázaro en tiempo de san Vicente registre un directorio, para los superiores jesuitas, de Claudio d’Aquaviva, año de 1599, que sólo de él puede provenir.

En resumen: puede que el molinismo de Vicente no sirva de argumento absoluto, pero al menos este colegio conservaba la referida tradición. En el siglo XIX se puso una lápida conmemorativa a la entrada del antiguo edificio. Tradición asimismo, que la Universidad conserva, de haber frecuentado ésta Vicente.

Herrera & Pardo, p. 51, arguyen ulteriormente, en pro de la estancia zaragozana de Vicente, que durante los estudios de éste, años 1597-1604, no había aún jesuitas en Toulouse. Esta vez yerran, pues los jesuitas abrieron un colegio en Toulouse el año 1562, y allí tuvieron muy pronto cursos de teología, que seguidamente se agregaron a la Universidad, sin que los jesuitas mismos se desplazasen a aquella para enseñar.7 Colegio éste que Vicente pudo también frecuentar, si bien sus alusiones a las universidades de España son de todas suertes un argumento serio y, a diferencia de los de Zaragoza, en los jesuitas de Toulouse no subsiste recuerdo alguno de que Vicente los hubiese frecuentado.

b – 4 cartas sobre los métodos de enseñanza nombran a España:

Las directivas del señor Vicente sobre la manera de dar las clases están claras, son muy resueltamente métodos activos: no produce fruto el extenuarse componiendo magníficos cursos, si los seminaristas no trabajan. Un regente o profesor de seminario no debe buscar el brillo, sino ejercitar a los seminaristas en el trabajo.

Según eso, el señor Vicente rechaza la docencia magistral, a la manera de ciertas universidades. Evoca el ejemplo de España, y adicionalmente la propia experiencia –por fuerza la docente, como comentador de las Sentencias de Pedro Lombardo en Toulouse, si bien él no lo dice-. Precisa que los seminaristas tengan antes a su disposición un texto, un buen manual, y que sigan por él las explicaciones y comentarios del profesor, quien dado el caso lo completa; el profesor hace asimismo que los alumnos expongan. Escribir en clase, al dictado o de otro modo, no es trabajo intelectual, sino de amanuense: es preciso expresarse, repetir a su manera, con sus palabras lo leído, e intercambiar, discutir. En esto insiste todavía más santa Luisa de Marillac, cuando instruye a las Hermanas.

Y como no se puede reflexionar ni discutir a base de solas impresiones o ideas en serie, hay que tener la inteligencia equipada, y el señor Vicente urge a que cada cuál equipe su memoria, por lo menos con el manual.8

A continuación los textos del señor Vicente: éste recomienda tres veces el referido método, con mención de España -incluido el borrador de la segunda vez-, más otras cuatro veces en que no menciona a esa nación9, pasajes éstos que aquí no transcribiremos.

1. Sus directivas sobre el método de enseñanza se enuncian en cuanto a lo esencial en diciembre de 1641, en una primera carta a Bernardo Codoing, superior en Annecy, donde acaba de abrirse el seminario:10

… le diré, padre, que dudo de la conveniencia de dar a los seminaristas apuntes para estudiar; ya hay bastantes libros extensos o resumidos para ello. En los colegios de España11 no se escribe en clase. Lo principal es repetir bien lo que se ha enseñado; y el mejor método que yo he experimentado12 para ello es tomar un casuista, explicarles uno o dos capítulos cada vez y hacerles repetir de memoria a cada uno de ellos la lección; si esto se hace varias veces, las cosas quedan bien inculcadas y se recuerdan para siempre, y se les explican las dificultades que surgen. Así es como nosotros lo hacemos para los casos de conciencia, y para las controversias, y nos ha resultado maravillosamente bien…

[Los apuntes no se vuelven a leer]… pues lo malo es que se remite uno a esos apuntes y no se ejercita suficientemente la memoria para recordar las cosas. ¿Qué le aprovechan a un doctor sus apuntes, después de haber hecho sus estudios? No le sirven para otra cosa más que para recurrir a ellos en caso necesario.

Pero hay ahora tantos autores, que tienen los índices de materias tan bien hechos,13 que basta con un solo casuista bueno para recurrir a él en caso necesario. Según esto, le ruego, padre, que mire la manera de adoptar la práctica que acabo de decirle.

2. El 17 de marzo de 1642, el señor Vicente escribe de nuevo una larga carta al mismo Bernard Codoing, destinado en Roma, sobre el mismo tema. Tenemos el borrador y el texto definitivo, que se expidió.14

¿Y qué diremos de las universidades de España, donde no se sabe qué es eso de dictar en clase y donde se contentan con explicar, y donde sin embargo están todos de acuerdo en que los teólogos son más profundos que [en las demás partes?]

3. He aquí el texto definitivo, más breve, del 18 de marzo:15

En España no se dicta nunca, a pesar de que hay allí tan grandes teólogos.

4. Por fin, al señor Gicquel, en Le Mans, el 28 de febrero:16

He sabido que el padre Guesdon da apuntes por escrito de sus lecciones a los seminaristas, lo cual va en contra de lo que se usa en la compañía, pues es una forma de enseñar muy poco útil, ya que los alumnos se dedican a escribir, sin aplicar a ello su juicio y su memoria, y de este modo su espíritu se queda vacío mientras se cargan de papeles, que quizás no volverán a ver en su vida.

Uno de los nuestros que estaba encargado de un seminario les quiso dar apuntes; pero le disuadimos de ello. Nunca se han dado en España, ni en Italia, según creo; de ahí que los españoles sean muy sabios y que penetren más en las ciencias que en cualquier otro sitio.

Tales son las cuatro menciones de las universidades de España, cuya práctica se opone a la universidad sorbonense de París. Pero en aquella época no había Misioneros ni Hermanas en España, y contra ésta y la Casa de Austria estaba aún en guerra Francia: escasamente vemos quién habría informado poco antes a Vicente.

Éste hace también referencia a las de Italia: recordemos que, en 1608, escribe haberlas frecuentado en Roma. Y luego, escribir: «el mejor método que yo he experimentado», equivale a decir que impartió docencia.

Herrera & Pardo, p 52, observan que estos textos son del todo conformes al espíritu de Cerbuna, en Zaragoza, y a los Estatutos enmendados por el adlátere de éste, Diego Fraílla en 1597. Estatutos de los que ofrecen un extracto17:

«… sin aguardar que los oyentes escribiesen, pero cuidando que se hicieran capaces de lo que se explicaba y que lo retuviesen en la memoria […], porque el dictar tiene el inconveniente de pasar poca materia los oyentes y no se les da a entender ni declara con la utilidad necesaria».

Se admitirá el chocante paralelismo entre san Vicente y este texto.1597-1598 era justamente el primer curso universitario de Vicente. Es un motivo más para creer que, en efecto, está en Zaragoza en aquel momento.

c – Una fuente más explícita:

La declaración de un testigo (o de varios) en el proceso de beatificación, los años 1706 ò 1707; está en el Ristretto, y la cita Pedro Collet18. Si Vicente no hubiese estado en Zaragoza, o nunca hubiese hablado de ello, mal se entiende que alguien lo inventase en el referido proceso.

b – Una especie de confirmación indirecta:

LOS DIEZ LIBROS EN ESPAÑOL EN LA BIBLIOTECA DE SAN LÁZARO, FECHADOS EN SOLOS LOS AÑOS DE SU JUVENTUD. Bibliothèque Mazarine, ms 4169, primer volumen de los catálogos de la Biblioteca de San Lázaro

Este catálogo nos informa de que, en la biblioteca de San Lázaro había, en vida de san Vicente, diez libros de espiritualidad en español. Sus datas van de 1555 a 1612. Siete son de entre 1556 a 1600; y tres de 1609, 1610 y 1612. La biblioteca no contenía libros ni de antes ni de después. No sólo están en español; salvo uno, cuyo lugar de edición es dudoso [Tolose], todos están publicados, bien en España, o bien en dominio español [Bruselas]. ¿De quién provendrían, sino de Vicente? Pudo suministrárselos su parentela de Aragón, o tal vez los adquirió en sus andanzas.

Sabemos que volvió a Pouy en 1628, donde apadrina a un sobrino, también Vicente, el 15 de agosto; y de nuevo en 1634, visita de la que nos deja relación. Caballeroso como era, pudo volver a Zaragoza en el lapso de 1598 a 1605; hasta pudo visitar a la madre entre 1610 y 1612, época en la que va varias veces a La Rochela: para tomar posesión de la abadía de San Leonardo de Chaumes; luego, para asistir a una audiencia de su proceso; y habla de ello en un sermón de 1616 sobre la catequesis. Nada prueba que no se llegara a Pouy y Aragón; nada permite negarlo, sino que ahí queda el hecho de esos diez tratados espirituales, los únicos en español.

Libros: 7 datados entre 1656 y 1600

3 datados en 1609, 1610, 1612

1. AQUVIVA, Claudio d’, 1543-1615; General de los jesuitas: Industriae pro superioribus Societatis ad curandos animi morbos. Tolose 1599. <Directivas a los superiores de la Compañía, para curar las enfermedades del alma> [¿Se trata de Toulouse, o bien de Tolosa, una veintena de km al sur de San Sebastián y oeste de Loyola, a unos 150 km de Zaragoza? Este libro, para uso interno de la Compañía, ¿pudo Vicente obtenerlo de otro modo?

2. DIAGO, Francisco, + 1615, dominico: Historia de la vida, milagros, muerte y dissípulos del bien aventurado predicador apostólico valenciano S. Vicente Ferrer, del orden de Predicadores. Barcelona 1600. Se sabe la gran devoción con que el señor Vicente veneraba a este santo [XI 39, 186, 513, 703, 763]; he ahí tal vez la fuente.

3. DUPONT, Louis de (Lapuente), S. J., 1544-1605: Edición española, Valladolid 1609 de su Guide spirituelle où il est traité de l’oraison, méditatión et contemplation; des visites divines et des grâces extraordinaires; de la mortification et des oeuvres héroïques qui les accompagnent.

4. GUZMÁN, Luis de, S. J. 1544-1605: Historia de las missiones que han hecho los religiosos de la Compañía de Jesús para predicar el Santo Evangelio en la India Oriental y en los reynos de China y Japón. Alcalá 1601-1610.

5. LUIS DE GRANADA, O. P., 1505-1588: Guía de pecadores. (España) 1555-1556. Vicente lo nombra seis veces [I 249, 400; III 258; IV 198; V 270]. La traducción de la Guía figura sólo en una edición de 1658 en París; pero estaba resumida en múltiples obras de 1625, 1638 y 1646.

6. ÍDEM, Memorial de la vida cristiana. Lisboa & Salamanca 1566.

7. ÍDEM, Libro de la oración y meditación. Salamanca 1564.

8. TERESA DE JESÚS, Santa, 1515-1582, Los libros de la Madre Teresa de Jesús, un tratado de su Vida, otro del Camino de Perfección, otro llamado Castillo Espiritual o Las Moradas. Évora 1583 (edición príncipe).

9. ÍDEM, Conceptos del amor divino sobre los Cantares. Bruselas 1612 (edición príncipe del P. Gracián).

10. YEPES, Diego de, Orden de San Jerónimo, + 1613, Vida, virtudes y milagros de la bien aventurada Virgen Teresa de Jesús. Madrid 1587.

De España o Italia, después de 1600, no hay más libros en San Lázaro; ¿quién, sino Vicente puso éstos?

  1. El señor Vicente, CEME, I, p. 24.
  2. Cfr.Charles d’Anglure de Bourlemont, arzobispo de Toulouse, Du Collège des Pères Jésuites, en el Rapport sur l’état de l’Université de Toulouse en 1668, publicado por Charles Jourdain, L’Université de Toulouse aux dixseptième siècle, documents inédits, Durand, Paris, 1862, pp.24-25.
  3. II 179,197,200
  4. III, 300. Algo que yo ignoraba, fue en España donde apareció una vindicación de la estadía en Zaragoza: el año 1955, los PP. José HRRERA y Veremundo PARDO, en su San Vicente de Paúl, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, la establecían sobre argumentos verídicos. Seguidor suyo fue, en 1981, el misionero español José María ROMÁN. Los argumentos aducidos por los misioneros españoles, que leí en 1997, son idénticos a los míos, más otras noticias precisas sobre la Universidad de Zaragoza. Incorporé, pues, a este texto la información complementaria en 1997, 1998 y 2005. La bibliografía va al final del artículo.
  5. Dictionnaire de Théologie Catholique, t. X-2, cc. 2090-2171: «… et la science moyenne.» Herrera & Pardo ponen [BAC 1955, p. 55] que Vicente «se muestra entusiasta partidario de ella» [la ciencia media]. (Trad.) Ya FONSECA, jesuita de Lovaina, definía la ciencia media hacia 1565. Y luego, hacia 1588, también BELARMINO, de nuevo en Lovaina (DTC, «Jésuites», t. VIII-1, c. 1027). En Salamanca, los dominicos tenían asimismo ideas parejas, hasta que, en 1577, BÁÑEZ les sale al paso con violencia (DTC, ibid.). En Valladolid, los años 1582-1584, tuvieron lugar magnos debates por parte de los tomistas, y contra LESSIUS, S. J., en Lovaina el año 1587 por parte de los agustinos.

    Nacido el año 1523 (Coste), ó , 1536 (DTC), en Portugal, MOLINA enseña en Coimbra, luego en Évora, y después en España: 1590 en Cuenca; y 1600, solos seis meses en Madrid; aquí fallece el 14 de octubre.

    OBRAS:

    Concordia liberi arbitrii cum gratia divina, divina Providentia, praedestinatione et reprobatione ad nonnullos Primae Partis divi Thomae articulos (Lisboa 1588, con Apéndice; 2ª edición, Cuenca 1592 y Lyón 1593; 3ª en Venecia 1594 & 1602. Retoques y adiciones en Amberes 1595 &1609.

    Commentaria in Primam divi Thomae Partem (2 vols., Cuenca 1592).

    De justitia et jure (6 vols., Cuenca 1593, 1597, 1600 – póstumos los 3 últimos -.

  6. P. 50, n.23 en Herrera & Pardo. La tradición se asociaba con la creencia de que Vicente había nacido cerca de Zaragoza, en Tamarite de Litera, pues allí había gente apellidada De Paúl, no menos que en otras partes de Aragón. Juan del Santísimo Sacramento fue quien primero sostuvo el origen español del santo en su Vida del Venerable Siervo ce Dios, Vicente de Paúl, año de 1701; pero el nombre de Tamarite aparece por primera vez el año 1887, en la traducción de Arthur Loth, San Vicente de Paúl y su misión social, por B. Feliú y Pérez, dato recogido por la lápida, cuyo texto reza:

    D. O. M. [Deo Optimo Maximo] Quod a patribus nostris accepimus
    Hoc pia memoria recolamus:
    Divus Vincentius de Paul, dum sacrae theologiae in Universitate Caesaraugustana studeret,
    In hoc S. J. collegio quasi domesticus conversatus est
    E Gallia redux quo ex natali oppido Tamarite de Litera in regno Aragoniae
    Cum familia puer immigraverat.
    Eminentissimus ac Reverendísimus Benavides Archiepiscopus Caeraugustanus
    Anno Domini M DCCC LXXX IX ponendum curavit.

    {A Dios el Mejor y más Grande. / Lo que recibimos de nuestros padres, / recordémoslo con piadosa memoria: / San Vicente de Paúl, durante su estudio de la sagrada teología en la Universidad zaragozana, / vivió como residente en este colegio de la Compañía de Jesús, / vuelto de Francia adonde, / oriundo del pueblo natal Tamarite de Litera en el reino de Aragón, / de niño había emigrado con la familia. / El Eminentísimo y Reverendísimo Benavides, Arzobispo de Zaragoza, / Año del Señor 1879, lo hizo poner.}.

  7. Cfr. Pierre DELATTRE, Les établissements des jésuites en France depuis quatre cents ans, t. IV, Betteren et Enghien, Belgique, 1956, cc. 1388ss.
  8. Cfr. Coste, El señor Vicente (CEME), II, pp. 225ss.
  9. CEME VI 58, VII 252, VIII, 95, 391
  10. II 179
  11. He aquí tres menciones de las universidades de España, cuya práctica es opuesta a la parisina de la Sorbona. Podrían confirmar que Abelly tiene razón al escribir que el señor Vicente estudió en Zaragoza. Y aquí se trata por cierto de universidades, como lo dice en la carta del 17 de marzo de 1642 (II 193ss). Collet indica también aquella estadía, que no fue larga, a causa de las disputas entre tomistas y molinistas sobre la gracia, la predestinación y la ciencia media, discusiones por las que Vicente siempre sintió horror (IV 337); da como fuente el Ristretto, p. 5 (condensado de los testimonios en el proceso de canonización). Herrera & Pardo, p. 55, rechazan el motivo indicado por Collet y su fuente: Abelly nada dice de tales discusiones, y la Crónica que Diego Fraílla guarda, justamente de 1597 a 1603, no contiene ni la sombra de un rastro sobre semejantes disputas, mientras que no oculta otros defectos de menor importancia. Hubo en cambio probablemente disputas entre universitarios y jesuitas, tal como aconteció en Lovaina. Además, entre 1582 y 1587 Diego Fraílla anduvo en pleitos con los dominicos sobre el tema de los decretos predeterminantes y las mociones de la gracia: Collet pudo relacionar entre sí hechos a los separaban 10 años; o quizá continuaron los debates concluido el proceso. Se advertirán silencios parejos en la Facultad de Teología de París los años 1650-1653, por achaque de las querellas con los jansenistas: sólo a través de las Memorias privadas de los debates son conocidas, no figuran en las relaciones oficiales. Advirtamos por fin que, a juicio de Herrera & Pardo, san Vicente comenzó sus estudios en Zaragoza, y parece lo más probable – vinculado ello a su opinión sobre los orígenes de la familia y las tradiciones aragonesas -.

    En cuanto a esta información, ¿pudo obtenerla Vicente por otras vías? Responderíamos que Abelly (CEME p. 613) refiere cómo mandó el señor Vicente hacer indagaciones en España para obtener detalles sobre la vida de su patrón (al que quizá tomaba por el diácono mártir, si bien tan cerca de Dax, debería tratarse de Vicente de Xaintes); bien pudo encargar, pues, indagaciones sobre las universidades españolas, al igual que se informó sobre las italianas. Más aún, aquí habla él en presente, y no como de hacía 40 años; pero las universidades no cambiaban constantemente de estatutos, como pasa hoy día, y él puede estar considerando algo que prosigue idéntico.

  12. ¿A qué experiencia se refiere? ¿Ejerció la docencia? Parece que sí. Abelly y Collet vieron, junto con los certificados de estudios de Vicente y su título de Bachiller en Teología, la patente que le capacitaba para explicar al Maestro de las Sentencias, fechado todo ello el 12 de octubre de 1602 [cfr. más adelante la 2ª parte]
  13. Es exacto. Impresiona ver el número de obras rigurosas que se imprimen en el siglo XVII: ediciones críticas de los Padres, de los Concilios, de las Decretales; de los teólogos, moralistas y canonistas; todas ellas provistas de índices muy prácticos. Ello empero había comenzado en el siglo precedente. Por lo hace a la Patrología, puede leerse el Colloque de Lyon 1991: «Les Pères de l’Église au XVIIme siècle». Cerf 1993.
  14. II 197, borrador
  15. II 200s
  16. IV 309
  17. tit. 21, p. 266
  18. dimos el texto al comienzo del artículo

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