Las misiones populares vicencianas forman parte principal de las llamadas «misiones catequísticas» que surgen en Francia durante el siglo XVII. A estas misiones, frente a otros tipos de misión sacramentalista, penitencial o de controversia con los protestantes, se las identifica porque están orientadas a la alfabetización cristiana y a la conversión religiosa de las masas católicas, centrando su atención en la catequesis o, deberíamos decir mejor, en el catecismo.
La explicación del catecismo es el centro de la acción misionera, ya que el objetivo último de la misión vicenciana es cristianizar a los campesinos por medio de la instrucción religiosa, llegando así al conocimiento de las verdades de la fe (cf. IV, 46; XI, 55-57; XI, 323-324. 387). Con la instrucción en las verdades religiosas y morales se pretende una reforma moral de la población, hacerla volver a la vida de la gracia y encaminarla hacia la salvación eterna.1
La misión vicenciana tiene su origen en una situación de abandono espiritual y material de los pobres del campo y en la experiencia social y religiosa vivida por san Vicente, para quien «el pobre pueblo se condena por no saber las cosas necesarias para la salvación y no confesarse» (I, 176). De las palabras de san Vicente puede deducirse su interés y preocupación apasionada por la salvación de los pobres, la prioridad de la enseñanza de las verdades al pobre corporalmente y en cualquier ocasión que se presente (cfr. I, 176- 177, 182; XI, 56-57. 266-267. 317).
La preocupación por la catequesis, convertida a veces en angustia, depende del concepto de salvación que tiene la teología de la época, según la cual el desconocimiento de las verdades de la fe es causa de condenación.2 La misión vicenciana entra en esta dinámica y surge para remediar la ignorancia religiosa, causa de condenación, que se da entre los pobres, especialmente los campesinos. La misión aporta al esfuerzo reformador del s. XVII por normalizar la instrucción cristiana el llegar con la instrucción a las masas más abandonadas y el preparar predicadores que sepan catequizarlas.
Para san Vicente el pueblo tiene más necesidad del catecismo, y se aprovecha más de él, que de las predicaciones (VI, 358). El santo parece intransigente cuando se trata del catecismo en las misiones y lo es por la finalidad para la que ha nacido la Misión y por la razón de hacerse las misiones (ib.). La catequesis, el catecismo, es lo principal en las misiones, porque, con palabras de san Vicente, «todo el mundo está de acuerdo en que el fruto que se realiza en la misión se debe al catecismo» (I, 441; cfr. X, 391).
Incluso aconseja suspender la predicación y tener sólo los dos catecismos o uno solo si fuera necesario (cf. I, 273-274). No se puede dejar el catecismo por la predicación. La pastoral de la catequesis es el método preferido de san Vicente para evangelizar a los campesinos e insiste en que también a los sermones se les dé un matiz catequístico en su estilo, contenidos fundamentales, lenguaje sencillo y familiar.
En los orígenes de las misiones vicencianas se dedicaba dos momentos diarios al catecismo:
– «el pequeño catecismo»: se tenía hacia las dos de la tarde y estaba orientado a la instrucción de los niños. La metodología, propia de todo catecismo, de preguntas y respuestas, era muy familiar y al alcance del público infantil. El misionero-catequista no se sube al púlpito, sino que está y se mueve entre los niños. El contenido se distribuye en diez temas, que correspondían a diez días de misión, en caso de que ésta fuese corta: creación y fin del hombre; el cristiano; la fe; el misterio de la Santísima Trinidad; el misterio de la Encarnación; vida y pasión de Nuestro Señor; resurrección y ascensión de Nuestro Señor; el juicio universal; repetición de los misterios y breve explicación de los artículos del Símbolo; los cinco últimos artículos del Símbolo.3
Ya en la Asamblea de 1651 «fue opinión común que, exceptuando a las misiones muy importantes, sería conveniente recortar el catecismo de por la tarde, que podría hacerse al atardecer, o solo -meciendo en él algunas enseñanzas morales- o junto con el catecismo mayor, durante un cuarto de hora, sin subir al púlpito y que, en ese caso, el que dirigiese el catecismo mayor no hablase más que durante media hora» (X, 391; cfr. X, 407-408). Así comenzó a quitarse el pequeño catecismo y a relegarlo a la «Doctrina» que posteriormente se hacía antes del Sermón. Bien es verdad que la catequesis de niños ha sido una tarea que no han desatendido las misiones, cuidando siempre los temarios y las metodologías apropiadas para ellos.
– «el catecismo mayor»: se hacía por la tarde, terminando con él la jornada misional. Dirigido a todos los fieles, era el momento central de la misión. Desde el púlpito, para una mayor comodidad de los oyentes, según Abelly, el misionero resume lo que se había dicho en el catecismo anterior, sobre el que interroga a los niños durante un cuarto de hora; después explica el tema que debe tratar, sacando al final algunas aplicaciones morales y algunos frutos, para la instrucción y la edificación de los oyentes.4 Esta metodología catequística fue una novedad en la enseñanza del catecismo: preguntas a los niños, catecismo a los adultos y exhortación final con aplicaciones morales para la vida cristiana. Esta metodología vicenciana fue adoptada después por la mayoría de los misioneros de la época (cf. J. DHOTEL, o. c., 229.).
El contenido, entresacado del «Segundo Catecismo para las misiones», es más corto y al mismo tiempo más práctico que el anterior. Comprende los misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, del Santísimo Sacramento; la oración; los mandamientos; los sacramentos; la manera de confesarse. Se trata de una síntesis de la vida cristiana: lo que hay que saber, lo que hay que hacer y los medios para conseguirlo.
Posteriormente, y hasta la época del Vaticano II, la catequesis a los adultos pasó a darse en las funciones misionales llamadas «Plática» y «Doctrina».
– La Plática: predicación que se hacía por la mañana, mientras se decía la misa. Aunque en algunos momentos pareció una función de relleno y se redujo a dar una serie de instrucciones a las personas piadosas que asistían a misa sobre la vida de piedad, el modo de oír bien la misa, la frecuencia de los sacramentos, etc., la Plática contenía algo de Sermón y algo de Doctrina, de ahí su discurso instructivo y moralizante. La Plática trata los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, no como medio de preparación para la confesión, cosa que hace el doctrinero a la tarde, sino para instruir a los fieles, muy al por menor, sobre sus deberes de cristianos, de su estado y de sus oficio.5 El contenido de las Pláticas está expuesto en clave moralista y se orienta a la vida y costumbres de las personas que escuchan.
Se da una enseñanza detallada y minuciosa, acentuando, en algunos casos de forma exagerada, el aspecto del castigo a quienes no cumplen con los mandamientos.
– La Doctrina: correspondía a lo que en tiempos de san Vicente era el Catecismo Mayor, pero con el tiempo fue reduciéndose y centrándose sólo en el sacramento de la penitencia. Es una charla instructiva que prepara para hacer una buena confesión general. La Doctrina se hacía inmediatamente antes del Sermón de la noche y se consideraba como un género menor (cfr. ESCRIBANO, o. c., 36; Hermandad Misionera o. c., 151- 152). Estamos lejos de la importancia que san Vicente dio a esta función. La confesión es el tema estelar de la Doctrina, y podemos decir también que de las misiones. La experiencia de las misiones atestigua que para la mayoría de los misionados la confesión general era necesaria. Esto hace que entre las preocupaciones del doctrinero esté el lograr que todos hagan una buena confesión general. El contenido de la Doctrina gira en torno a este eje central: la confesión: su comprensión, las condiciones, las excusas que se ponen, la vergüenza… Además de la catequesis sobre la confesión, el doctrinero debía ayudar a hacer bien el examen de conciencia, preparar a los fieles a realizar una buena confesión. Dentro de la seriedad y profundidad del tema, el doctrinero se sirve de metodologías catequísticas que hagan asimilable el mensaje que transmite: exposición clara, preguntas, ejemplos bíblicos e historias, a veces humorísticas, que no hagan pesado el propio examen, cumpliendo la norma de que «la doctrina ha de tener un tono familiar y amable, pero nunca chabacano. Se le puede dar una nota graciosa, sin pasar a la bufonada. Como está orientada a la confesión y ésta siempre cuesta, el doctrinero ha de extremar el cariño a las almas».6
En la actualidad la catequesis ocupa un lugar central en las misiones. Sigue resonando todavía la ignorancia religiosa, presente en nuestro tiempo, con el agravante del desconcierto que crea el pluralismo religioso, el sincretismo y la pérdida de verdades y valores absolutos. Las diversas metodologías de misiones coinciden en hacer la catequesis por grupos coetáneos: niños, adolescentes, jóvenes, adultos, matrimonios, tercera edad. En todos ellos, la metodología parte de su experiencia, que es iluminada desde la Palabra, y tiende a la transformación de la vida. En todos ellos se pretende seguir un itinerario que parte de la vida, se juzga desde la fe y vuelve a la vida. Merece resaltarse, en este esfuerzo por educar la fe hoy, la novedad de las Comunidades de Caridad, Comunidades Familiares o Grupos de Encuentro, en los que las verdades de la fe, la experiencia cristiana y las vivencias humanas se hacen diálogo compartido en grupos que se reúnen en las casas, siguiendo en su metodología el proceso catequético.
La diversidad de métodos, grupos y temarios hace imposible un estudio detallado en este lugar. Pero hay una coincidencia con la intuición y experiencia de san Vicente: el fruto que se realiza en la misión se debe a la catequesis.
BIBLIOGRAFIA:
Breviario de Predicación Misionera, compuesto por varios Misioneros de la Provincia de Madrid con ocasión de la Misión de Valencia (1948), . Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1948.- P. COSTE, Le Brand saint du gran siécte. Monsieur Vincent, 3 vol., Paris, Desclée de Brouwer et Cie., 1932. Versión castellana, El gran Santo del gran siglo. El señor Vicente, 3 VOL CEME, Salamanca 1990-1992.- J. C. DHOTEL, Les origines du Catéchisme moderne d’aprés les premiers manuefs imprimés en France, (=Théologie, 71), Paris, Aubier Editions Montaigne, 1967.- J. GUlCHARD, Saint Vincent de Paul, catéchiste, Paris, Rue de Sévres, 95 (s. a.) (publicado en Cahiers catéchistiques (1938/1939)61-64, 172-190, 257-278).- E. ESCRIBANO, Predicación Misionera, Doctrinas de la Santa Misión. Litografiadas en la Casa-noviciado de la Congregación de la Misión, siendo Visitador de ella D. Ramón Sanz. Madrid, Año1865, 01, Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1941.- ID., Predicación Misionera. Pláticas de la Santa Misión. por el Sr. Buenaventura Codina obispo de Canarias Sacerdote que fue de la Congregación de la Misión, fundada por san Vicente de Paúl t. 11 I. Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1942.-ID., Manual del Misionero, t. I, Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1943.- HERMANDAD MISIONERA DE SAN VICENTE DE PAÚL (ed.), Manual del Misionero, tt. 1-IV, Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1964.- J. ME IBÁÑEZ, Vicente de Paul y los pobres de su tiempo, Salamanca, Sígueme, 1977.- Vv., Misiones vicencianas y evangelización del hombre de hoy (=Evangelizare, 23), Salamanca, CEME, 1987.- Vv., Vicente de Paúl y la catequesis (=Evangelizare, 11), Salamanca, CEME, 1979.
- Cfr. C. RICCARDI, La missione popolare nel pensiero di San’ Vincenzo, en Annali delta Missione, 71 (1964) 3-4, 213.
- Cfr, J. M.,IBÁÑEZ, Vicente de Paúl y los pobres de su tiempo, Salamanca, Sígueme, 1977, pp. 310-311; J. C. DHOTEL, Les origines du Catéchisme moderne d’aprés les premiers manuels imprimes en France, Paris, Aubier Editions Montaigne, 1967, pp. 160, 164.
- Para los contenidos de los dos Catecismos hemos tenido en cuenta a J. GUICHARD, Saint Vincent de Paul, catechiste, Paris, Rue de Sevres, 96 (s. a. l, en Cahiers catechistiques ( 1938/19391 61/64, 172-190/257-278 .
- Cf. L. ABELLY, La vie du venerable Serviteur de Dieu, Vincent de Paul, instituteur et Premier Superieur General de la Congrégation de la Mission, Paris, Florentin Lambed, 1664, II, p. 13 ; P. COSTE, El gran Santo del gran sigla. El señor Vicente, CEME, Salamanca 1990-1992, III, p. 24.
- Cf. E. ESCRIBANO, Manual de! Misionero, Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1943, I, p. 38 Hermandad Misionera de San Vicente de Paúl (ed.), Manual del Misionero, Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1963, J, p. 154
- AA. W., Breviario de Predicación Misionera compuesto por varios Misioneros de la Provincia de Madrid con ocasión de la Misión de Valencia (1948), Madrid, Editorial «La Milagrosa», 1948, I, p. 8.