281. El Señor Vicente persuade a un sacerdote que se haga capellán del Hótel-Dieu (20 de mayo de 1655).
Un día un sacerdote le fue a ver a San Lázaro, y como estaba a punto de salir a la ciudad (el Señor Vicente), le rogó al buen sacerdote que subiera en su carroza y que él lo llevaría. Pues bien, por ese mismo tiempo faltaba en el Hótel-Dieu un sacerdote, de los que se dedicaban a oír las confesiones generales de los pobres de dicho hospital. El Señor Vicente le habló tan persuasivamente y con tanta gracia a aquel buen sacerdote haciéndole ver las razones y los motivos y las grandes ventajas que se procuraban al servir a los pobres, que aquel buen sacerdote se conmovió de tal manera que unos días más tarde de este hecho, fue a vivir al Hótel-Dieu para servir allí a los pobres en aquella ocupación.
En nota: Véase el Cuaderno del Celo, J 3. Hemos redactado por escrito la charla que dirigió a aquel buen hombre. (Cf. XIII.163-1651X. 205). Según el manuscrito de las Repeticiones de oración, Conferencias y Charlas a los misioneros.
Notas del P. Dodin:
El Sr. Vicente persuade a un sacerdote que se haga capellán del Hótel-Dieu.
(Cf.XIII.163/X.207 sacado del manuscrito de las Repeticiones de la oración fº 17).
282. El Señor Vicente apenado por causar gastos a sus deudores.
282 Le daba pena que hiciéramos emplazar ante las demandas de «enclaustramiento», o ante las demandas de Primera instancia a los presos con quienes la Compañía tenía algunos problemas o que le eran deudores, porque así les costaría más venir a pleitear en París, cuando se trataba de personas que residían muy lejos de aquí. Manifestaba esta pena, cuando se trataba principalmente de presos poco dotados de recursos, y decía a veces estas palabras: «¿Es justo hacer venir a esa pobre gente a litigar tan lejos?».
Notas del P. Dodin:
Disgusto del Sr. Vicente a causa de los gastos ocasionados por los desplazamientos de sus deudores.
Rasgo omitido por L. Abelly.
283. El Señor Vicente ofrece restituir el dinero de una fundación.
Ofreció una vez por carta, que escribió a un bienhechor de la Compañía, el año 1655, devolverle lo que él le había entregado a la misma Compañía, porque estaba persuadido de que aquel bienhechor podía necesitarlo, y le suplicó que usara de los bienes de la Compañía como si fueran suyos propios. «Venderemos —le dijo— todo lo que tengamos y hasta nuestros cálices por usted. Y en esto haremos lo que mandan los cánones, que es que restituyamos a nuestro fundador en necesidad lo que él nos había dado, cuando vivía en la abundancia». Y después continuando su discurso, añadió: «Lo que le digo no es ningún cumplimiento, sino ante la presencia de Dios y como lo siento en el fondo de mi corazón».
Notas del P. Dodin:
El Sr. Vicente ofrece restituir el dinero de una fundación, 1655. (L. Abelly,III.269-270).
284. El Señor Vicente exhorta al agradecimiento.
El 5 de septiembre de 1655, escribiendo a uno de los suyos, le dijo estas palabras: «Nunca las personas que gozan de una fundación serán bastante agradecidos con su fundador». Y después añade: «Dios nos ha hecho la gracia, estos días pasados, de ofrecer al fundador de una de nuestas casas los bienes que él nos dió, porque me parecía que estaba necesitado de ellos. Y creo que si él los hubiera aceptado, habría sentido yo un consuelo muy grande, y me parece que en este caso la misma Bondad divina se haría nuestra fundadora, y que no nos faltaría nada. Y aún cuando no sucediera así, ¡qué felicidad, Señor, habernos empobrecido por hacer atendido a quien nos había hecho bien! Dios nos ha concedido la gracia de haberlo hecho así en una ocasión y, siempre que pienso en ello, siento un consuelo tan grande que no lo puedo expresar».
Al margen: Agradecimiento.
Cf. V. 179/166, n2 1769, según las Notas del hermano Robineau.
Notas del P. Dodin:
Exhortación al agradecimiento. 5 de septiembre de 1654 (V.179/ 166, reproduciendo el texto de L. Robineau).
285. El Señor Vicente condena las faltas de caridad.
Un día que cierta persona de la Compañía había faltado a algún acto de caridad, el Señor Vicente como lo hubiera notado, no se pudo contener sin que me manifestara, poco después de que aquella persona se hubo retirado de junto a nosotros, la pena que había sentido al ver aquello, y dijo estas palabras: «¡Qué dureza de corazón tiene ese joven!».
Notas del P. Dodin:
Reprobación de las faltas de caridad.
Nota omitida por L. Abelly.






