Un hombre solidario interpelado por la pobreza

Francisco Javier Fernández ChentoFederico OzanamLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Desconocido .
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Apóstol seglar

Federico Ozanam fue un apóstol en su familia, en su Universidad como estudiante y como Docente, fundó una de las instituciones de caridad más notables de los tiempos modernos. Y siguió siendo apóstol cuando ya se le acababa su corta vida y lanzó a los católicos, en plena revolución, una ardiente exhortación para que pasaran de la caridad a la justicia.

Ozanam que había nacido en 1813 en Milán, llegó a París en 1831. Como escritor y periodista dirigió el periódico «Nueva Era».

Ozanam soñaba con formar un grupo de amigos para trabajar unidos en la elaboración de una ciencia bajo el estandarte del catolicismo.

Sin embargo otros miembros de la «Conferencia de Historia», un círculo de jóvenes que dirigía un hombre creyente y erudito, el profesor Manuel Bailly, consideraban que la religión no tenía ya nada que dar al mundo moderno. Eso le hizo pensar en una caridad que se expresara en obras.

La idea le sedujo doblemente porque permitía a la juventud dar testimonio de Cristo y de la Iglesia y a la vez la aproximaría a ellos a través de la práctica de la mayor de sus virtudes.

La caridad. La Sociedad de San Vicente de Paúl

Los seis jóvenes consultaron con Bailly. Éste, que sentía una especial devoción por san Vicente de Paúl, les presentó a Sor Rosalía, una Hija de la Caridad que

en el barrio Mouffetard se había convertido en una figura de leyenda y hacía la que afluían a la vez innumerables miserias y casi otras tantas almas inquietas. ¿Querían «visitar a los pobres»? Pronto se vería si aquellos muchachos se cansarían o no de visitar tugurios, de penetrar en cuchitriles nauseabundos. Ellos aceptaron con alegría, y muy probablemente, el martes 23 de abril de 1833, se celebró la reunión fundacional, decidiéndose que la plegaria debería completar la asistencia material: acababa de nacer la Sociedad de San Vicente de Paúl.

«Sus miembros querían entablar contactos directos, de persona a persona, entre ricos y pobres, entre aquellos a quienes la vida había colmado y aquellos a quienes había dejado sin socorro. Para este fin tan concreto no había más que un medio adecuado, la visita a domicilio. El joven visitador entregaba, un cesto de víveres o algunas ropas en un hogar miserable; pero sobre todo por el modo de hacer su entrega, restituía su dignidad humana a aquellos vencidos de la vida. Lloraba con los desgraciados que no podía consolar de otro modo, acogía y acomodaba a los niños abandonados, aconsejaba a los jóvenes tímidos y desorientados, se sentaba a la cabecera de la cama de los enfermos, evocaba con el anciano sus recuerdos y escuchaba, sin mostrarse aburrido, las tristes confidencias, las largas y lastimosas narraciones del infortunio».

«Veneración» por los desgraciados

Federico Ozanam «veneraba» a los pobres más pobres, imagen de ese Dios que nosotros no vemos más que con los ojos de nuestra pobre fe. «Pero a los hombres, a los pobres -exclama- los vemos con los ojos de la carne; están aquí y en sus llagas podemos meter nuestro dedo y nuestras manos, y sobre sus frentes son visibles las huellas de la corona de espinas; aquí no queda margen para la incredulidad y deberíamos caer a sus pies y decirles como el apóstol: Sois nuestros dueños y nosotros vamos a ser vuestros servidores».

Ozanam, Ampère y el Rosario

El Beato Federico Ozanam, fundador de las famosas Conferencias de San Vicente de Paúl, nos dice que reafirmó su fe al ver a un gran hombre en oración.

A la edad de 19 años, el famoso escritor, Federico Ozanam, fue enviado por sus padres a estudiar a la Universidad de París. Durante su estancia allí, tuvo la gran suerte de encontrar al gran científico Andrés Ampère.

«UN DÍA, cuenta Ozanam, TRISTE Y ABRUMADO DE PROBLEMAS ENTRÉ EN LA IGLESIA DE SAN ESTEBAN PARA SOBREPONERME Y LEVANTAR EL ÁNIMO. LA IGLESIA ESTABA EN SILENCIO Y CASI VACÍA. ARRODILLADO HUMILDEMENTE DELANTE DEL ALTAR, ESTABA UN HOMBRE SUMERGIDO EN LA ORACIÓN DEL ROSARIO. ACERCÁNDOME, PUDE RECONOCER A AMPÈRE. DESPUÉS DE CONTEMPLARLE UNOS MOMENTOS ME RETIRÉ, PROFUNDAMENTE CONMOVIDO Y MÁS CERCA DE DIOS.»

El científico matemático y físico, de fama mundial, André-Marie Ampère, descubridor del electromagnetismo, fortalecía su alma en la oración.

El joven estudiante aprendió, con este admirable ejemplo, cómo luchar contra los ataques de las pasiones.

Sorprendido por esta muestra de fe, Ozanam reafirmó su fe al ver a Ampère rezar el Rosario, y fue un hombre de fe profunda que llenó el mundo con su amor.

Ozanam solía decir que: «VER REZAR EL ROSARIO AL SABIO MÁS FAMOSO Y RESPETADO DE FRANCIA LE «MOVIÓ» Y LE CONVENCIÓ MÁS QUE MIL SERMONES»

Himno al Señor (Último escrito del Beato Federico Ozanam)

«Es el comienzo del cántico de Ezequías: No sé si Dios permitirá que yo pueda apropiarme del fin. Se que cumplo hoy mis 40 años, más de la mitad del camino de la vida. Sé que tengo una mujer joven y bien amada, una hija encantadora, excelentes hermanos, una segunda madre, muchos amigos, una carrera honorable, trabajos conducidos a un punto en que podrían servir de fundamento a una obra siempre soñada. Sin embargo, estoy aquí aquejado de un mal grave, pertinaz y cada vez más peligroso ya que esconde probablemente un agotamiento completo.

¿Es pues necesario, dejar todos estos bienes, que tú mismo Dios mío, me has dado? ¿No queréis, Señor, contentaros con una parte del sacrificio? ¿Cuál de ellos deseas que te inmole entre mis afectos desordenados? ¿No aceptarías el holocausto de mi amor propio literario, de mis ambiciones académicas, de mis proyectos de estudio en los que tal vez se mezclaba más orgullo que celo por la verdad?

Si vendiese la mitad de mis libros para dar el importe a los pobres y, limitándome a cumplir los deberes de mi estado, consagrara el resto de mi vida a visitar a los indigentes, a instruir a los aprendices y a los soldados, Señor, ¿estarías satisfecho, y me dejarías la dulzura de envejecer cerca de mi mujer y completar la educación de mi hija? ¿Tal vez, Señor, no lo quieres? No aceptas estas ofrendas interesadas, desechas mis holocaustos y mis sacrificios. Soy yo mismo a quien pides.

Está escrito en el comienzo del libro que debo hacer vuestra voluntad y he dicho: Vengo, Señor. Vengo si tú me llamas y no tengo derecho a quejarme. Me has dado 40 años de vida. Se yo repaso ante ti mis años con amargura, es a causa de los pecados con los que los he manchado; pero cuando considero las gracias con las que me has enriquecido, evoco mis años ante ti, Señor, con agradecimiento.

Cuando me encadenes a una cama, los días que me restan de vida no bastarán para agradecerte los días que he vivido. ¡Ah! Si estas páginas son las últimas que escribo, que sean un himno a vuestra bondad.»

Pisa, 23 de Abril de 1853, el día de sus 40 años. Federico Ozanam.

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