San Vicente de Paúl y la Biblia

Francisco Javier Fernández ChentoFormación Vicenciana, Vicente de PaúlLeave a Comment

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Author: José Carlos Fonsatti, C.M. · Translator: Lauro Palú, C.M.. · Year of first publication: 2006 · Source: Vicentiana.
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bibliaHe aquí una síntesis de lo que han escrito grandes conocedores de San Vicente de Paúl. No intentaré presentar un estudio profundo sobre San Vicente y la Biblia, sino exponer cuánto fue importante para él la Sagrada Escritura. Quise reunir una serie de datos intere­santes y ordenarlos para conocer mejor cómo nuestro Padre se sirvió de la Palabra de Dios en su vida personal y en sus obras. ¡Perdón­enme los cohermanos y las Hermanas las imperfecciones!

1. La Biblia en el siglo XVII

Sabemos que la Reforma Protestante nació de la polémica contra la autoridad del Papa y de los Obispos. Lutero aceptaba sólo la auto­ridad de la Biblia. Los reformadores, desde John Wiclif († 1384), afir­maban que la Biblia se la debía interpretar literalmente y según la autoridad del Espíritu y no según la autoridad de los intérpretes humanos, incluso del Magisterio de la Iglesia. El sentido literal de la Escritura es la intención del Espíritu Santo y debemos interpretarla en la fe en el mismo Espíritu. Según Lutero, podemos entender las Escrituras sólo en el Espíritu con el que fueron escritas. Y al Espíritu lo podemos encontrar presente sólo en la misma Escritura. Un cris­tiano cualquiera debe tener acceso directo a la Bibliayasu verda­dero sentido, desde que tenga las disposiciones adecuadas para recibir las luces del Espíritu Santo. Por tanto, para Lutero, la única autoridad era la Biblia: sola Scriptura.

La Iglesia, en el Concilio de Trento, condenó la doctrina de la libre interpretación de la Biblia y decretó que la Vulgata era el único texto auténtico con todos sus libros y sus partes. Desde entonces flo­recieron los comentarios bíblicos, las introducciones y la teología bíblica. Sin embargo, la teología que intentaba combatir las ideas del protestantismo disminuyó la importancia de la Biblia y puso de relieve el papel de la Tradición. La Biblia era sólo el primero de los «lugares teológicos» de donde se sacaban argumentos para justificar las doctrinas. El exégeta era solamente un técnico que preparaba los argumentos de la Escritura que el teólogo usaría en las discusiones contra los protestantes y ateos. La exégesis era sólo una servidora de la teología dogmática y de la apologética. Desde el siglo XVII empezó la búsqueda del verdadero sentido literal del texto sagrado. En esa búsqueda se usaron todos los medios al alcance de la razón: la com­paración de la Biblia con obras literarias del antiguo oriente Medio, los hallazgos de la arqueología… así el filósofo judío B. Spinoza intentó interpretar la Biblia con presupuestos racionalistas. En 1678, el oratoriano R. Simon publicó su obra «Historia Crítica del Antiguo Testamento», sometiendo la Biblia a un análisis crítico-literario e histórico. Pero un grupo de católicos tradicionalistas, liderados por Bossuet, hizo que su obra fuese puesta en el índice de Libros Prohi­bidos. Fue en ese contexto cuando vivió y trabajó Vicente de Paúl (1581-1660).

2. San Vicente de Paúl y la Biblia

Por supuesto, el joven Vicente se inició en los misterios de la fe aún en su casa. La madre fue su primera catequista. La fe se trans­mitía de una generación a otra en el ámbito familiar. Fue en su casa donde aprendió a rezar y tuvo los primeros rudimentos de la fe. El uso de la Biblia en la catequesis familiar era muy reducido. La mayo­ría de las personas no tenía acceso al texto sagrado que estaba toda­vía en la traducción latina de la Vulgata. No era común tener en casa un ejemplar de la Biblia. La Biblia aún estaba sólo en manos de los grandes teólogos y se usaba, sobre todo, en las polémicas contra los reformadores. Su uso, por lo tanto, era más apologético. Sin em­bargo, Vicente, como todos en su tiempo, tuvo nociones de la «His­toria Sagrada», es decir, ya en su niñez conoció algunos de los hechos más importantes de la Historia de la Salvación: la vocación de Abrahán, el sacrificio de Isaac, el éxodo, el reinado de David y Salomón, los Profetas, Juan Bautista, Jesús. Gracias a su familia, la frecuencia a la parroquia de Dax contribuyó asimismo para la inicia­ción bíblica de Vicente. Fue igualmente importante el papel de su tío paterno, Estéban, prior de Poymartet, cerca de Goubera. Así el joven Vicente de Paúl tuvo su primer contacto con la Palabra de Dios en la familia, en las predicaciones del párroco de Dax y en las reflexiones de su tío.

En 1604, Vicente obtuvo el bachillerato en teología. Por supue­sto, durante los estudios de teología, su contacto con la Biblia fue más grande. Como dijimos, en tal época el recurso a la Sagrada Escritura era más apologético en el estudio de la teología. Se usaba la Biblia para probar las grandes verdades de la fe. No sabemos si el estudiante de teología Vicente fue un gran conocedor de la Sagrada Escritura. La teología del tiempo era escolástica, muy metódica y poco existencial.

Ordenado presbítero, siguió alimentándose de la Escritura, pero de manera indirecta, a través de los textos de los leccionarios y del breviario. Nos preguntamos: ¿Cuál breviario se imprimía en ese tiempo? ¿Cuánto costaba? Cuando Vicente murió, encontraron en su cuarto dos tomos del breviario, que hoy están en la sala de reliquias de la Casa-Madre. Miden 18,5 cm por 12 cm; se imprimieron en 1656 y pesaba cada uno más de 1.550 gramos… Sin duda era difícil usar y trasportar esos tres quilos y pico…

«Una lectura crítica nos revela que, antes de 1617, es decir, antes de sus 36 años, Vicente no utiliza mucho la Biblia, y podemos supo­ner que la conociera muy poco. Él habla de Dios, de la Providencia, de la Virgen María, pero el nombre de Jesús aparece por primera vez en el Reglamento de la Caridad de Chaˆtillon, en octubre de 1617″.1 La llegada a París marcó un cambio en su vida. Durante tres o cuatro años se preocupó por lograr algún beneficio. Ese tiempo fue para Vicente como una especie de postulantado. El Padre De Bérulle lo protegía, y soñaba con tenerlo en el Oratorio recién fundado.

Dos hechos conocidos marcaron la transformación de su vida: la acusación de hurto y la noche oscura de la fe. Fue entonces cuando decidió dar su vida a Dios en el servicio de los pobres. Dios le con­testó dándole la paz del alma. Cristo se reveló a Vicente en el pobre campesino de Gannes. Fue allí donde él logró «dar la vuelta a la medalla» y ver los hechos con los ojos de Dios. El campesino mori­bundo de Gannes llevó a Vicente a concentrarse en Jesucristo que está en el pobre.

1617 marca la trasformación radical de la vida de Vicente. En enero de 1617, descubrió en Folleville al Cristo misionero; en agosto de ese mismo año, en Chaˆtillon, se encontró con el Cristo, servidor de los pobres. Esos dos hechos marcan asimismo un nuevo modo de ver las Escrituras. Dos textos bíblicos serán la base de toda su espiritua­lidad y acción: 1) Lucas, 4,18 ss.: «El Espíritu del Señopr está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los Pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para pro­clamar el año de gracia del Señor» (citamos en la traducción Nueva Biblia Española; traducción dirigida por Luis Alonso Scho¨kel y Juan Mateos, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1990, cuarta reimpresión). San Vicente usa ese texto ocho veces para definir la misión de Cristo y de la Congregación y lo adoptó en el emblema de la Congregación. 2) Mateo 25,40: «Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un her­mano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo». Este texto está en todos los Reglamentos de la Caridad escritos por San Vicente y, asimismo, en las Reglas Comunes de la Congregación de la Misión.

Podemos decir que el descubrimiento de Cristo presente en el pobre fue igualmente para Vicente un descubrimiento de la Sagrada Escritura. El Cristo descubierto en los evangelios es un Cristo com­prometido con los pobres y marginados. El Cristo encontrado en Gannes pone ante los ojos de Vicente lo que él jamás había imagi­nado. Los pobres corrían el riesgo de perder la salvación. El Dios misterioso y trascendente que Vicente conoció en la «Regla de Per­fección» del P. Duval le pedía que lo amara donándose a los pobres. Así, naturalmente, los pobres llevaron Vicente de Paúl a Cristo. Y el Cristo se revela en las Escrituras. Él leía cada día un texto del Nuevo Testamento y obligó sus cohermanos a hacer lo mismo: los sacerdotes y los clérigos leerán además un capítulo del Nuevo Testamento. Vene­rarán este libro como regla de la perfección cristiana. Y para que más aproveche, lo leerán de rodillas, con la cabeza descubierta, añadiendo al final estos tres actos: 1º adorar las verdades contenidas en el capítulo leído; 2º animar a revestirse del espíritu con que las dijeron Cristo y los Santos; 3º proponerse imitar los consejos, normas y ejemplos de virtud que hayan encontrado en la lectura.2

3. Cómo San Vicente utilizó la Biblia

Es, sin duda, una tarea ambiciosa presentar la relación entre San Vicente y la Biblia. Sería necesario recorrer los ocho volúmenes de su correspondencia, los dos de conferencias a las Hijas de la Caridad, los dos de charlas a los Misioneros, reunidas por Pierre Coste, en un total de 8.427 páginas.

Según el P. Vansteenkiste,3 en los tomos IX y X, que contienen las conferencias a las Hijas de la Caridad, hay 164 citas explícitas de la Sagrada Escritura, de las cuales 23 del Antiguo y 141 del Nuevo Testamento. Hay además 1.755 citaciones implícitas o reminiscen­cias, de las cuales 428 del Antiguo y 1327 del Nuevo Testamento. Y, según Jean-Pierre Renouard,4 en los tomos XI y XII, de las conferen­cias a los Misioneros, encontramos 127 citaciones del Antiguo Testa­mento y 203 del Nuevo, sin contar las repeticiones de citaciones. Esos números indican que San Vicente se sirvió de la Biblia con mucha frecuencia.

De los 73 libros de la Biblia, citó 38 de los 46 del Antiguo Testa­mento y dejó de citar sólo tres de los 27 del Nuevo Testamento. Los libros no citados del Antiguo Testamento son Crónicas I, Esdras, Ester, Macabeos I, Rut, Abdías, Habacuc, Ageo. Los tres no utilizados del Nuevo fueron Filemón, Segunda y Tercera Carta de Juan. Esas citaciones vienen con fórmulas introductorias: «como dice la Escri­tura», «como dice Dios», «como dice Nuestro Señor», «como dice San Pablo», etc.

San Vicente no usó el lenguaje bíblico de manera uniforme, siem­pre con el mismo objetivo e intención. Citaba la Biblia de memoria, sin preocuparse mucho con la exactitud de las palabras. Por ejemplo, en las conferencias hay cuatro veces la citación de Rom 12,10, siem­pre con pequeñas diferencias. Otras veces, varios trozos bíblicos se funden en una sola citación: Cuando se presenta a las Hijas de la Cari­dad o a los Padres de la Misión para explicar las Reglas, él cita los textos exactamente e incluso da las citaciones. Pero esas circunstancias son raras. Su género más común es aquel de la glosa, la glosa viva, espiritual… la mayoría de las veces maravillosamente adaptada o aco­modada a la situación.5

Así, San Vicente se parece mucho a los escritores del Nuevo Tes­tamento que citaban libremente los textos del Antiguo Testamento. Su modo de citar la Sagrada Escritura se apoya más en el sentido literal y no en el sentido histórico exacto del texto. Se atiene más al sentido moral, a la aplicación inmediata del texto. Por ejemplo, en la conferencia de junio de 1642 sobre la obediencia, el texto de Mateo 26,52-54 es citado de manera muy libre: Jesucristo prefirió la santa obediencia a su propia vida. ¿No dijo a san Pedro, cuando quería impedir que los judíos le prendiesen: «¿No queréis que haga la voluntad de Dios mi Padre, que consiste en obedecer a los solda­dos, a Pilato y a los verdugos? ¿Y si no fuese porque tengo que cumplir esta santísima voluntad, habría legiones de ángeles que me vendrían a liberar?».6

«Ante estas frecuentes citas o alusiones a textos de la Biblia, se podría imaginar que San Vicente ‘estudió’ ampliamente la Biblia, en el sentido profundo de la palabra ‘estudiar’. Él la consultó frecuente­mente, hizo su selección, imbuyéndose de los textos útiles para escla­recer y simplificar el sistema teórico de la vida sobrenatural».7

4. El Antiguo Testamento

San Vicente no veía ninguna ruptura entre los dos Testamentos. Además de las enseñanzas de los libros del Antiguo Testamento, el Santo citaba los personajes de la Antigua Alianza, sacando lecciones de sus vidas y actos. De modo especial, su atención se concentró sobre cuatro figuras: Adán, Noé, Abrahán y Moisés.

San Vicente menciona once veces la vida y la caída de Adán: diez veces a las Hijas de la Caridad y una, a los Misioneros.8 Mira sobre todo su desobediencia y las consecuencias para el género humano: Adán había dado la muerte al cuerpo y había causado la del alma por el pecado.9

A veces, hace comentarios interesantes: Adán desobedeció a Dios, mordiendo la manzana; de allí brotaron dos males, pues así como el hombre no quiso sujetarse ya a su Creador, también el alma perdió su dominio.10 Afirma que Adán hizo penitencia y lloró su pecado 900 años.11 Nótese que Génesis 4,1 dice que Adán vivió 930 años.

San Vicente citó al patriarca Noé cinco veces.12 Cita sobre todo dos hechos: la construcción del arca y la actividad de Noé. Hablando a las Hijas de la Caridad, el 25 de mayo de 1654, decía: ¿Sabéis cuánto tiempo empleó Noé en construir el arca y ponerla en debidas condiciones? Cien años. ¡Oh Salvador de nuestras almas! Si para hacer el arca, hermanas mías, en la que sólo se salvaron del diluvio ocho personas, se necesitó tanto tiempo, ¿cuánto creéis que se necesita para robustecer y conservar esta Compañia, en donde se refugiarán tantas almas y se salvarán del diluvio del mundo?.13

Citando la Carta de San Clemente a los Corintios, el Santo dice que Noé fue profeta y predicador de penitencia: Dios quiere castigar a todo el mundo; envía el diluvio universal para castigar los horribles pecados que se cometían; pero ¿qué hace? Le inspira a Noé el pensa­miento de construir un arca, y Noé estuvo construyéndola durante cien años. ¿Por qué creéis que quiso Dios que se tardara tanto tiempo en construir aquel arca, sino para ver si el mundo se convertía, si hacía penitencia y se aprovechaba de lo que Noé les decía por la ventana de su arca, gritando a pleno pulmón, según algunos autores: «Haced peni­tencia, pedid perdón a Dios»? 14.

Abrahán es el ejemplo perfecto de obediencia. Siguió paso a paso la Providencia divina, tanto al dejar su país como en la inmolación de su hijo único: A este propósito, acordaos de Abrahán, a quien Dios le había prometido poblar toda la tierra por medio de un hijo que tenía. Pero Dios le pide que se lo sacrifique. Si Abrahán hace morir a su hijo, ¿cómo cumplirá Dios su promesa? Sin embargo, Abrahán, que tenía su espíritu acostumbrado a cumplir la voluntad de Dios, acepta la obliga­ción de ejecutar esta orden, sin preocuparse de nada más. A Dios le toca pensar en ello, podía decir, si yo cumplo su mandato, el cumplirá su promesa; pero ¿cómo? No lo sé. Sólo sé que es todopoderoso. Le voy a ofrecer lo más querido que tengo en el mundo, ya que así lo quiere. ¡Pero es mi hijo único! ¡No importa! ¡Pero, si le quito la vida a este niño, ya no habrá medio de que Dios cumpla su palabra! ¡Es lo mismo! Si él así lo quiere, habrá que hacerlo. Pero, si lo conservo, mi descendencia será bendita: Dios lo ha dicho. Sí, pero también ha dicho que le dé muerte; me lo ha indicado; obedeceré, pase lo que pase, y esperaré en sus palabras. Admirad esta confianza: no se preocupa para nada de lo que puede pasar; sin embargo, la cosa le tocaba muy de cerca; pero espera que todo saldrá bien, ya que Dios se mete en ello. ¿Por qué no tendremos nosotros esa misma esperanza, si le dejamos a Dios el cuidado de todo lo que nos preocupa y preferimos lo que él nos mande?.14

San Vicente evoca la figura de Moisés más de 25 veces. Recuerda que Moisés, como Melquisedec, sin padre, sin madre, sin genealogía, fue asimismo un niño abandonado. Pero, sobre todo, fue el mediador escogido por Dios para transmitir la Ley e interceder por los israeli­tas durante las batallas: ¡Gran fuerza la de la oración mental, hijas mías, ya que era ése el ejercicio de Moisés, cuando tenía las manos elevadas al cielo sin pronunciar una palabra; y tenía suficiente eficacia para hacer que ganaran la batalla aquellos por los que rezaba! La Sagrada Escritura nos refiere también que Moisés estaba un día delante de Dios sin pronunciar palabra. Y escuchó la voz de Dios: «Moisés, me estás rompiendo la cabeza; me obligas a hacer lo que no quiero. Este pueblo es ingrato y rebelde a mi ley. Yo quiero castigarlo, pero tú quie­res que lo salve. ¿Por qué me obligas? Retírate y déjame hacer mi voluntad», Fijaos, hijas mías, cómo Dios se ve atado por la oración, y por la oración mental, ya que Moisés no decía ninguna palabra, pero su oración era tan intensa que Dios le decía: «Me estás rompiendo la cabeza; tú quieres que haga lo que yo no quiero hacer».15

Citó muchas veces el papel de Moisés como legislador, recor­dando sobre todos los que se oponían a sus órdenes y fueron casti­gados por Dios (cf. Nm 17,5-14): Tenemos en la ley antigua el ejemplo de Coré, Dathán, y Abirón, que fueron tragados vivos por la tierra por haber murmurado contra Moisés.16

Recuerda asimismo el episodio de María, hermana de Moisés, que se rebeló contra su hermano porque se había casado con una mujer cusita. Quedó cubierta de lepra y se curó por la intercesión de Moisés (cf. Nm 12,1-15): Su propia hermana se vio contagiada de lepra por haber criticado lo que hacía.17 Moisés fue para San Vicente modelo de fundador y de legislador.

5. El Nuevo Testamento

La mayoría de las citaciones bíblicas de San Vicente vienen del Nuevo Testamento. El capítulo segundo de las Reglas Comunes de los Misioneros contiene 37 citas del Nuevo Testamento en 14 párra­fos. En sus obras hay cerca de 400 citaciones explícitas de los Evan­gelios y más de 1.000 alusiones a la vida de Jesús. El Evangelio hacía parte de su horizonte. Hablando a sus hijos e hijas, mencionaba siempre alguna máxima del Evangelio o alguna acción de Jesucristo. Por supuesto, escogió las citaciones más importantes para fundamen­tar sus explicaciones: estamos muy dispuestos y obligados a practicar sus máximas, si no son contrarias al nuevo instituto.18

San Vicente, más que sobre las parábolas y los milagros, se con­centró en la misión de Jesús: Evangelizar a los pobres, de acuerdo con el texto de Isaías 61. Por eso, sobre el escudo de la Congregación, colocó la imagen de Jesús misionero; adoptó como lema: «El Señor me envió a evangelizar a los pobres» y le dio el título de Congrega­ción de la Misión: La Sagrada Escritura nos enseña que nuestro señor Jesucristo, habiendo sido enviado al mundo para salvar al género humano, empezó primero a obrar y luego a enseñar.19

Mateo es el evangelista más citado: 351 veces. San Vicente lo uti­liza en una dimensión eclesial, cuando quiere animar, catequizar, enseñar a las Hermanas y a los Misioneros. Viene en seguida, el evan­gelio de San Lucas. San Vicente se sirve de él para hablar de la misión, de los pobres, de la Virgen María. San Pablo es la gran fuente de su espiritualidad bautismal. San Vicente cita mucho a San Pablo al hablar de la necesidad de conformarse con Cristo, de dejar al hom­bre viejo y trasformarse, revestirse del nuevo Adán. El P. Dodin escri­bió que «la espiritualidad de la misión no se basa sobre una teología del sacerdocio sino sobre la doctrina de la identificación con Cristo por el bautismo».20

Uno de los más antiguos misioneros de la Congregación observó que San Vicente tenía una gran devoción durante la celebración de la Misa, sobre todo en la lectura del Evangelio. Otros notaron que, cuando hallaba en el Evangelio algun paso que empezaba con las palabras: «En verdad, en verdad, os digo…», él estaba más atento a las palabras y daba a su voz una entonación más devota: «Parecía absorber el sentido de los textos de la Sagrada Escritura, como un niño mama la leche de su madre, sacando toda sustancia para nutrir su alma; por eso, en todas sus acciones parecía lleno del espíritu de Jesucristo».21

6. El compartir la Palabra

Para San Vicente, sería un error que uno leyera las Sagradas Escrituras sólo para enriquecer su arsenal de argumentos o para hacer más hermosa la retórica: sobre todo es necesario guardarse de leer por puro estudio, diciendo: ‘Este pasaje servirá para tal predica­ción’; en realidad, para la propia exaltación.

Para San Vicente, los dos medios más importantes eran: la pre­dicación y el catecismo. Para ayudar en la predicación sencilla, clara, familiar, sin embargo hecha con fuerza y caridad, compuso el «Pe­queño método», que tenía como finalidad «explicar con ejemplos familiares las verdades del Evangelio». La predicación debería girar en torno de tres palabras-claves: naturaleza, motivos y medios. San Vicente tuvo el mérito de cambiar la oratoria sacra, acercándola a los pobres.

En cuanto al catecismo, existían dos: «el pequeño», reservado a los niños, y el «gran catecismo», destinado a los adultos, pero ense­ñado en presencia de los niños.

Conclusión

¿Qué sería de un Santo sin la Biblia? Sólo un gran líder como Mahoma, Buda… San Vicente, como tantos otros Santos, fue un hombre del Evangelio. San Francisco de Sales lo definió como «Evan­gelium loquens». Él leyó el Evangelio de manera concreta y realista. Para él, es posible sacar buenos frutos de un texto cualquiera de la Biblia, si lo explicamos o meditamos bien.22 Se apoyó sobre la Biblia como sobre una base de granito. Decía que todas las cosas son dis­cutibles, a no ser las que determina la Sagrada Escritura.23 Era con­trario a un uso polémico de la Escritura. Leyendo su corresponden­cia y sus conferencias, nos sentimos como los discípulos de Emaús: con el corazón ardiendo, mientras, «empezando por Moisés y pasan­do por los Profetas, nos interpretaba las Escrituras». No importa el método de interpretación usado por San Vicente, si era el método histórico-crítico, o el estruturalista, el psicoanalítico o el materialista. Lo importante es el resultado: «El corazón nos ardía en el pecho» (Lc 24,32).

  1. A. DODIN, «Monsieur Vincent de Paul et la Bible», en Le Grand Sie`cle et la Bible, Beauchesne, Paris, 1989, pp. 218-219.
  2. Reglas Comunes de la Congregación de la Misión, X, 8.
  3. M. VANSTEENKISTE, «Monsieur Vincent et la Bible», en Bulletin de la Société Borda, n. 388.
  4. JEAN-PIERRE RENOUARD, «La Parola de Dio in San Vincenzo», en Annali della Missione, 99, 1992, p. 149 ss.
  5. A. DODIN, «Saint Paul et Saint Vincent de Paul», Dax, 1936-1937.
  6. SV IX, 66 / ES IX, 79
  7. M. VANSTEENKISTE, op. cit.
  8. SV IX, 47 / ES IX, 62; SV X, 2, 17, 55, 80, 81, 232, 448, 466, 695 / ES IX, 652, 663, 693, 713, 714, 835, 1006, 1020, 1206; SV XI, 54 / ES XI, 743.
  9. SV X,2/ESIX, 652.
  10. SV X, 55, 448 / ES IX, 693.
  11. SV X, 17 / ES IX, 663.
  12. SV III, 183 / ES III, 165; SV IX, 56, 696 / ES IX, 70, 624; SV XI, 377 / ES XI, 263; E 341-342; SV XV, 171.
  13. SV IX, 696 / ES IX, 624.
  14. SV XI, 377 / ES XI, 263. 15 SV III, 183 / ES III, 165; SV XI, 376 / ES XI, 262; SV XII, 138 / ES XI, 436.
  15. SV IX, 418 / ES IX, 383.
  16. SV XIII, 728 / ES X, 846.
  17. SV XIII, 728 / ES X, 846.
  18. SV XII, 129 / ES XI, 428.
  19. SV XII, 73 / ES XI, 381.
  20. A. DODIN, «Saint Vincent de Paul», Paris, 1947, p. 23.
  21. ABELLY, III, 72-73.
  22. SV XII, 135 / ES XI, 432.
  23. SV II, 30 / ES II, 29.

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