Paul Godquin (1636-1712)

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices IV.
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El Sr, Paul Godquin, que fue instalado como superior de Sainte-Croix en Varsovia en 1680, era del burgo de Ault, de la diócesis de Amiens. Había nacido el 1º de febrero de 1636, y había sido recibido en el seminario  de San Lázaro en París cerca de dos años antes de la muerte de san Vicente, el 2 de noviembre de 1658, de manera que él había podido recoger las palabras de vida que se escapaban de la boca de este santo fundador en sus explicaciones de las reglas comunes; había asistido a su muerte, y así había crecido los primeros años de su vocación con las última instrucciones del santo anciano. Lleno de celo y de valor, había partido algún tiempo después, siendo sólo clérigo, para Polonia, adonde le enviaba el Sr. Alméras.

Fue en 1660 o 1662 cuando llegó a aquel país, donde fue ordenado sacerdote. Se formó bajo la dirección del Sr. Desdanes, en el ejercicio del santo ministerio, y trabajó con él y sus sucesores, sea en la parroquia de Santa Cruz, sea en las primeras misiones que se dieron. Sus trabajos tuvieron tanto éxito que fue elegido para fundar la primera casa que se hizo después de la de Varsovia, y veamos, en qué ocasión.

Un obispo polaco habiendo tenido un conocimiento particular del fin y de las obras de la Congregación, pidió misioneros, incluso antes de ser promovido al episcopado, para la diócesis en la que estaba destinado, que era la de Culm,  en el ducado de Prusse. Antes de comenzar el establecimiento, se dio una misión en la ciudad misma de Culm, en 1674; tres misioneros de Varsovia se trasladaron a este efecto; de este número era el Sr. Godquin. La misión tuvo un éxito tan feliz que el Sr. Jolly lo puso en conocimiento de la Congregación, por su circular del 8 de enero de 1675, donde anunciaba que las funciones de los misioneros comenzaban a ser conocidas en Polonia y que había disposiciones para fundar allí numerosos establecimientos, si los obreros se multiplicaban.

El establecimiento de Culm se cumplió en 1678, y el Sr. Godquin fue su primer superior. Esta casa era un seminario externo; sin embargo, El Sr. Godquin encontró medios de dar todavía varias misiones en la diócesis. Salió de Culm en 1680, cuando fue llamado a Varsovia para sustituir allí al Sr. Éveillard. No se quedó más que dos años en esta última ciudad; pero durante este escaso tiempo trabajó mucho como lo vemos por las circulares del Sr. Jolly: «La casa de Varsovia, decía este superior general, el 29 de agosto de 1681,  ha dado misiones en el obispado de Gnesen  con mucho éxito, por la gracia de Dios, y el Sr. Gosquin está ahora en el obispado de Przemysl, -entonces provincia de Rusia- a 70 leguas de Varsovia. No hemos recibido aún noticias de él, de aquella diócesis. Las necesidades espirituales son grandes en este reino, y los pueblos están muy dispuestos a aprovecharse de la asistencia que se les ofrece. Tenemos en Varsovia un seminario menor interno que ha proporcionado ya a la Compañía algunos obreros y cinco o seis estudiantes que continúan sus estudios. No sé si sabéis que hay un seminario externo». Las últimas indican que este seminario estaba abierto hacía poco. Las donaciones de María Luisa habían sido confirmadas solemnemente por la dieta del reino, en 1678, y de habían añadido otros bienes para un seminario externo. La iglesia de Santa Cruz había sufrido horriblemente durante la guerra de los suecos; pero durante los primeros años del reinado de Sobieski, los misioneros trabajaron con actividad para restablecerla. El rey y la reina contribuyeron  mucho y la primera piedra de la iglesia fue colocada por el hijo del rey, y bendecida por el obispo de Posen, el 1º de abril de 1682. Pero construyendo la iglesia material, el Sr. Godquin veía también agrandarse el edificio espiritual de la Congregación. Sus trabajos en las misiones habían hecho nacer el deseo de propagar una obra tan útil para la salvación de las almas.

Se ha visto que en tiempos del Sr. Ozenne, un noble polaco había preparado ya una casa en Cracovia para los  misioneros; pero por entonces el obispo no se había mostrado dispuesto a favor de este establecimiento. El momento de Dios no había llegado, como decía san Vicente al Sr. Ozenne; llegó sólo veinticuatro años más tarde.

En 1682, Mons. Malakowski, obispo de Cracovia, pidió con insistencia misioneros para el seminario que tenía al lado de su palacio episcopal, en el castillo de la catedral. El Sr. Jolly envió al Sr. Godquin para hacer esta tercera fundación de Polonia, y siguió allí tres años de superior de esta nueva casa. Durante ese tiempo aunque no tuviera con él más que a dos cohermanos, pudo aun así ir a dar misiones en el campo, lo sabemos por lo que dice el Sr. Jolly en su circular del 15 de noviembre de 1682. «Acabamos de recibir, dice, por el último ordinario, noticias de consuelo de nuestras tres casas de Polonia. El Sr. Godquin me escribe, del 11 del mes pasado, que después de regresar de las misiones que ha dado en las montañas que limitan con Hungría, donde se han hecho grandes bienes, había ido a las cercanías de Cracovia para ganar algunas almas para Dios, y que ha visto tantas necesidades que le duele explicarlas, debidas a la ignorancia  de los misterios de nuestra religión como a la depravación de las costumbres, pero que dios ha derramado tantas bendiciones sobre sus trabajos y sobre los de los otros sacerdotes que le acompañaban que tres mil personas han hecho todo lo que él ha deseado de ellas para su salvación eterna. Me cuenta que vienen a ellos de todos lados, y que los Srs. párrocos y los vicarios se han propuesto tener en adelante más cuidado de las almas que les han confiado a su cargo, y añade que Mons. el obispo de Cracovia le ha ordenado que provea también que los hospitales estén bien administrados».

No obstante, el pequeño número de las Hijas de la Caridad de Polonia no permite al Sr. Godquin establecerlas todavía en Cracovia; esta fundación no se hizo hasta veinte años más tarde, en el hospital San Lázaro de esta ciudad. –Fue comenzada por la hermana Claude de Varennes. (Circulares de los Superiores generales y Hermans superioras, etc., p. 721).

Según lo que dice el Sr. Jolly de las misiones del Sr, Godquin en las montañas, sobra razón para creer que es a él a quien se ha de atribuir el rasgo referido en el prólogo de la edición delas Reglas comunes de la Congregación, impresa en Lisboa, en 1743. El autor, al hablar del celo de los primeros hijos de San Vicente en las misiones, se expresa en estos términos: «Se han visto a veces bandas de ladrones abandonar sus cavernas para venir a tomar parte en las misiones; pero lo que ha impresionado sobre todo al famoso Jean Sobieski, el más grande de los reyes de Polonia, es que cierto misionero francés, con desprecio de todos los peligros que corría su vida, hubiera franqueado montañas inaccesibles para ir a buscar allí bandas de ladrones temibles, y reprocharles sus crímenes con el mayor celo. Estos hombres crueles fueron desarmados a la vista del candor del hombre apostólico que venía así a buscarlos hasta en su escondrijo, y no sólo no le hicieron ningún mal, sino que le dieron señales de su admiración de su veneración y de su admiración por un valor que le hacía de esta manera exponer la vida de su cuerpo, para librarlos de la muerte eterna».

El Sr. Godquin parecía destinado por la Providencia a comenzar todos los establecimientos nuevos de la Congregación en Polonia; por eso fue llamado de Cracovia en 1685 para ir a hacer el de Vilna, capital de Lituania.

Mons. Alexandre Kotowicz, obispo de Vilna, fue su primer fundador. Bajo el reinado de Jean III, Sobieski, en 1679, hallándose en Varsovia con motivo de la dieta del reino, había conocido a los misioneros y sus obras, y había concebido desde entonces el proyecto de introducirlos en su ciudad episcopal.

A su regreso a Vilna, manifestó su deseo a su capítulo y le comprometió, así como a los principales habitantes de la ciudad, a unirse a él para ayudarle en la realización de su plan. Pronto después, el capítulo, en una asamblea solemne, redactó un decreto por el que aceptaba la propuesta del prelado y se comprometía a concurrir con todo su poder en la nueva fundación; pero varias dificultades vinieron a estorbar la realización de esta medida. Hasta seis años después, en 1685, cuando se pusieron manos a la obra, y Mons. Kotowicz pidió al Sr. Tarlo, que era entonces visitador de Polonia, que viniera a verle para tratar de este asunto. La fundación se concluyó, y el obispo de Vilna, ayudado por su capítulo, compró por una suma considerable una propiedad situada a 5 leguas de Vilna y una casa cerca de la ciudad.

Fue entonces cuando el Sr. Tarlo envió al Sr. Godquin a esta ciudad para conocer la casa. Éste, al llegar a Vilna, no encontró ya a Mons. Kotowicz que acababa de morir, pero el capítulo le recibió con mucha benevolencia y, por un nuevo decreto, confirmó la fundación comprometiéndose a ejecutarla y a dejar a los misioneros toda la libertad para realizar las funciones de su instituto.

El Sr. Godquin habiendo ido a ver la casa, la encontró en tal estado de ruina que no se la podía reparar sino con grandes gastos y la juzgó muy distante de la ciudad. Entretanto, entró en conocimiento del decano de Osmian quien le aconsejó tomar otra casa en la ciudad y quien escribió en persona a la hermana del rey, la princesa Radziwill, a quien pertenecía, para rogarle que se la diera a los misioneros. Esta princesa consintió de buena voluntad, haciendo esta donación que fue incluso confirmada más tarde, en 1688, por sus dos nietos, André y Dominique. Pero cuando llegaron los misioneros para entrar en posesión, encontraron otras dificultades por parte de los Padres Bernardinos que tenían algún derecho sobre una tierra unida a la casa. Mons. Sanguzko, obispo sufragáneo de Vilna, rescató estos derechos; el obispo de Smolensk y el sufragáneo de Zmudz se unieron también para asegurar al nuevo establecimiento los fondos necesarios, y desde entonces el Sr. Godquin se puso con los cohermanos a trabajar en las obras de su vocación, es decir en recorrer los campos para dar misiones.

Tal fue el origen de la casa de Vilna, conocida con el nombre de Mont-du-Sauveur (Gory Zbawiciela). Se estableció también en esta casa un seminario, según los deseos del obispo. El Sr. Godquin, con tres cohermanos, trabajó durante ocho años en esta ciudad, se en el seminario, sea en las misiones. Esta última función sobre todo era muy penosa a causa de la extensión de la diócesis y de la calidad del país, que está cubierto de bosques y de charcas.

En un manuscrito que tenemos en el secretariado, se lee lo que sigue:

«EL SR. GODEQUIN, MISIONERO FRANCÉS ENVIADO A POLONIA

«Era de una rara sencillez y de un celo ardiente para la salvación de las almas. Los mayores señores del reino tenían para él una singular veneración. El rey Jean Sobieski, tan renombrado en Europa por su valor y que hizo levantar el cerco de Viena a un ejército muy numeroso y muy formidable de turcos, habiendo llegado un día cerca del mediodía, el Sr. Godquin le dijo: «Sire, ¿Vuestra Majestad ha oído la misa? –No, respondió el rey. –Yo me he reservado para decirla para vos, replicó el Sr. Godquin». Este príncipe piadoso se puso inmediatamente para ayudar a misa al  Sr. Godquin, no siendo asistido más que de un page que daba las vinajeras.

«Existía comúnmente la persuasión de que el Sr. Godquin había convertido a mil infieles, tanto herejes, cismáticos, rusos como judíos e idólatras, de los cuales se ve aún un gran número en los extremos de la Lithuanie hacia la orilla de Boristhene.

«Sus discursos aunque sencillos eran persuasivos, porque iban acompañados del espíritu de oración y de una vida totalmente ejemplar. Los católicos de Polonia vieron con un placer singular, que ganó para Jesucristo por sus trabajos apostólicos una parroquia entera que se componía de idólatras y de herejes.

«Le dijeron un día que había en un bosque una banda de ladrones que sembraban el terror por las regiones vecinas con sus bandidajes. Pronto el Sr. Godquin, animado de celo que hizo correr en otro tiempo a san Juan evangelista tras  un jefe de bandoleros, fue sin temer a los animales salvajes, y sin ser intimidado de ningún modo por la ferocidad de estos bandidos que lo pasaban todo a fuego y sangre; corre tras ellos, penetra en los lugares más espesos del bosque, aborda a estos ladrones, les habla con tanta fuerza y dulzura que hace de estos lobos otros tantos corderos: se los gana a todos a Jesucristo y hace de ellos  siervos de Dios. –El rey Jean Sobieski enterado de esta agradable noticia, no podía cansarse de admirar el celo industrioso y valiente del ferviente misionero; la contaba después con grandes elogios a los principales señores de su corte». El manuscrito que citamos termina así:

«El Sr. Monin de Dijon, en otro tiempo escolar de San Lázaro, y luego superior de Montauban y de Sarlat, me ha contado estando con él en Saint-Cyr estos hechos del Sr. Godquin que lo sabía de fuente, durante su estancia en Varsovia, y en algunas otras casas de Polonia.

No podemos acabar la noticia del Sr. Godquin sin contar aquí un hecho memorable que ocurrió mientras era superior de Santa Cruz, y en el que debió de tomar algo de parte. Queremos hablar del acta de donación  por la que el rey Jean III Sobieski confirma y aumenta la fundación de las Hijas de la Caridad en Varsovia. Aquí van varios pasajes de este documento notable: «Entre las solicitudes de nuestro gobierno, dice este rey, la que nos ocupa más es extender de todas formas el culto de Dios en este reino que hemos recibido de su mano… y es que tenemos a la vista, sea haciendo la paz, sea  derramando nuestra sangre en la guerra…Por eso nos esforzamos por tomar bajo nuestra protección paternal y con una vigilancia infatigable todas las instituciones fundadas por nuestros augustos predecesores…persuadidos de que no hay menos gloria en ello que en hacer o en defender las conquistas. Así que, como el hospital de las jóvenes pobres y huérfanas… está por un título especial e inmediato bajo nuestra protección, y que había sido fundado para la salvación espiritual y corporal de estas hijas de María Luisa, de muy digna memoria, reina de Polonia, esposa del serenísimo Jean Casimir, nuestro muy glorioso predecesor, la cual había pedido  Hijas de la Caridad al venerable sacerdote Vicente de Paúl, fundador y superior general de la Congregación de la Misión, con el fin de que puedan ejercer en Polonia y en la ciudad de Varsovia, las obras que ejercen en Francia y en particular cuidar de estas jóvenes pobres o huérfanas… y había recomendado este establecimiento a los reyes y reinas de Polonia, sus sucesores…Nos, deseando seguir estas intenciones, tomamos el susodicho hospital bajo nuestra especial guarda y protección…y, como resultado de las guerras, pestes y desgracias de este país, dichas Hijas de la Caridad han pedido el acta original de esta fundación y nos han pedido que la restablezcamos, nos, deseando que este establecimiento no sufra, por este defecto, ningún daño en sus derechos, nos erigimos de nuevo este hospital bajo la administración de las Hijas de la Caridad, como lo había hecho la susodicha reina serenísima; nos renovamos, confirmamos y ratificamos por las presentes todos sus privilegios y franquicias. Además, añadimos a dicho hospital…(sigue la nomenclatura detallada de varias tierras y posesiones con sus derechos respectivos).  Y, para que dichas Hijas de la Caridad puedan de una manera inmutable ejecutar las intenciones  de la muy serenísima fundadora, dispondrán libre y pacíficamente del hospital y de sus bienes y rentas en beneficio de estas jóvenes pobres y huérfanas sin que estén obligadas a rendir cuentas a otras que al muy reverendo capellán real y al noble superior de la Congregación de la Misión establecida en Santa Cruz de Varsovia, a quien únicamente están sometidas en lo espiritual. Dichas Hermanas cuidarán como lo han hecho siempre de escoger a las jóvenes pobres o huérfanas que están en la mayor necesidad, y para que no haya ningún favor en esta elección, presentarán a las candidatas para esta admisión al noble superior de la Congregación de la Misión y al muy reverendo capellán real, a fin de que se examine si tienen las cualidades requeridas; tomarán sus nombres y apellidos como los de sus padres, el lugar de su nacimiento y su condición, para que se escoja siempre a las más pobres, sobre todo las que anden por las calles y lugares públicos, muriéndose allí de hambre y de frío; darles una educación cristiana y formarlas en los trabajos que puedan procurarles una existencia.

«Y como dichas Hermanas dependen única e inmediatamente de la dirección y autoridad del venerable superior general de la Congregación de la Misión, le será permitido, siempre y con la frecuencia que crea oportuno, llamar a Francia a una o a varias de estas hermanas y de enviar a otras para sustituirlas a expensas del hospital siempre que sea para su provecho.

«Y así como hemos recibido de nuestros predecesores este establecimiento, como confiado a nuestra protección inmediata, así nos se lo transmitimos a la protección inmediata de nuestros serenísimos sucesores los reyes de Polonia. Y elegimos por patronos al reverendísimo arzobispo de Gnesen y al reverendísimo obispo de Posen a perpetuidad».

Este decreto, fechado en Jaworow (ciudad de Galicie), del año 1681 y firmado por la propia mano de Sobieski, está todavía observado hoy, excepto en lo que se refiere a la administración de los bienes. La casa central de las Hijas de la Caridad, en el reino de Polonia, sigue educando a las de ciento huérfanas, que bendicen a Dios, que bendicen el nombre de sus ilustres bienhechores.

El Sr. Godquin, aunque ya de avanzada edad,  era siempre infatigable; pero como se tenía necesidad de él en otros establecimientos de la Provincia, el Sr. Jolly nombró a otro superior en Vilna en 1693 y él regreso a Varsovia. Cuatro años más tarde, el Sr. Jolly, muerto ya el Sr. Jolly, el Sr. Godquin fue deputado con el Sr. Monteils para acompañar al visitador de Polonia, el Sr. Tarlo, a la sexta asamblea general. De vuelta a Polonia, se quedó todavía en Varsovia hasta 1704, época en la que entró en su antigua casa de Culm. Ejerció todavía el superiorato por algún tiempo; luego volvió a terminar sus días en Varsovia, como nos lo indica un manuscrito: «En 1742(¿), se dice en él, la casa de Varsovia perdió después de  Pascua al Sr. Paul Godquin, uno de los últimos alumnos del Sr. Vicente, que había comenzado el primero a dar misiones en Polonia y había servido útilmente a la Compañía. Tenía la edad de sesenta y seis (¿) años y había pasado cuarenta y cuatro en Polonia). –  Mémoires de la Congrégation de la Mission; Pologne. 

 

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