Entretanto la autorización para enviar a Roma a misioneros franceses fue pronto devuelta por el rey. El ¿? de abril san Vicente escribe al Sr. Ozenne: «A (las noticias) añado la partida del Sr. Jolly para Roma, con nuestro hermano François que está todavía en el seminario, el cual se va a ocupar la plaza del Sr. Berthe en Roma. Este buen hermano François es conocido del Sr. Durand y del Sr. Éveillard, porque estuvo con ellos en el colegio de San Carlos; es un raro súbdito.
Cuatro años después, el 9 de abril san Vicente escribía otra vez al Sr. Ozenne: «El Sr. Berthe ha llegado aquí hace cinco o seis días. Estamos a punto de enviar a alguien a Roma». Y el 27 del mismo mes al Sr. de Chandenier, abate de Moutiers-Saint-Jean: «Ésta es la patente y las cartas para Roma que habéis deseado para despojaros, y todo en la forma que debe ser. Me he permitido el honor de escribiros que yo debía ver a monseñor cardenal (Mazarino) por orden suya, y que yo dudaba si me haría el favor de hablarme de obispado para vos, Señor; pero no era eso; si su Eminencia lo hubiera hecho, yo le habría dicho lo que os he dicho, no ha sido necesario. Parece ser que la razón de verme (por Mazarino) era para hacerme un acto de bondad, luego del mandato que el rey ha hecho a nuestros misioneros franceses de Roma de regresar a Francia, porque habían recibido en su casa al cardenal de Retz, así que no quedan en Roma más que cuatro misioneros italianos; pero la bondad de Su Majestad ha querido permitirme que envíe al Sr Jolly que va a salir dentro de dos horas. Si queréis emplearle en vuestro servicio, Dios sabe con qué buena gana lo hará.
«Creo haberos dicho, escribía también san Vicente al Sr. Ozenne el 21 de mayo, que hemos enviado al Sr. Jolly a Roma. El Señor obispo de Lodève que acaba de volver me ha dicho que hay que enviar al Sr. Berthe porque es conocido y muy agradable a muchos de Nuestros Señores los cardenales».
San Vicente debió tomar en consideración estas observaciones, visto sobre todo las dificultades nuevas que surgieron en Roma con ocasión de los votos y de lo que hace mención la carta dirigida el 9 de julio de 1655 al Sr. Blatiron, en cuya noticia la hemos incluido. Por eso no tardó mucho en volver a enviar al Sr. Berthe a Roma: «Espero hacer partir al Sr. Berthe con nuestros hermanos para ir a hacer la visita a su casa, escribía el 23 de julio al Sr. Ozenne, y de allí se irá a Roma donde es necesario».
Sin embargo la casa de Génova venía en ayuda de la de Roma para las misiones cuyo número aumentaba cada día por las urgentes insistencias de los prelados y cardenales de aquellos lugares. Por su parte el Sr. Berthe se disponía a hacerse a la mar en Rouen a finales del mes de agosto para ir a hacer la visita en Polonia adonde llevaba hermanos y hermanas, cuando san Vicente creyó oportuno llamarle a causa, escribe él mismo, de las revueltas ocurridas».
Si el Sr. Berthe no hizo tampoco entonces el viaje de Roma, es sin duda a causa de la solución de la cuestión de los votos: A propósito de los votos, escribía en efecto san Vicente al Sr. Blatiron el 22 de octubre, Dios ha querido y nuestro santo Padre el Papa aprobar los que nosotros hacemos; he recibido el breve y se lo hemos ofrecido a Nuestro Señor como una obra de su mano. El Sr. Jolly os debe enviar una copia auténtica, la cual os ruego que presentéis a Mons. el cardenal Durazzo, como un efecto de sus recomendaciones.
En noviembre de 1655 volvemos a ver al Sr. Berthe ocupado en hacer la visita a Richelieu; el 6 y el 31 de diciembre, san Vicente escribiendo al Sr. Martín, en Turín, nos dice en qué ha empleado el celo del antiguo superior de Roma: «Algunos días después de vuestra partida, recibimos el breve por el que la Santa Sede confirma y afirma nuestra Compañía, y pronto, reunida la comunidad, de aquí, con la reserva del seminario, hizo un acta de aceptación auténtica, que todos formaron, del mismo breve, y luego reconocieron ante un notario haberlo firmado, a fin de que la posteridad vea que se hizo jurídicamente y en la mejor forma que se puede. Querría poder expresar con qué sentimientos de gozo y de gratitud se hizo, pero sería demasiado largo. Los del colegio y del seminario de San Carlos hicieron lo mismo; y hemos enviado al Sr. Berthe por las demás casas para que hagan otro tanto y hagan los votos según dicho breve como lo hemos hecho aquí. Él ha pasado ya a le Mans, a Richelieu, a Saint-Méen, y en todas partes hicieron lo mismo que nosotros en este acto. Os enviaré el modelo de estas actas para que os ajustéis a él cuando lo hagáis. El Sr. Berthe no va expresamente por este asunto; su tarea principal es continuar las visitas comenzadas por el difunto Sr. Legros.
Es de creer que el Sr. Berthe continuó sus visitas por Saintes donde, según el catálogo de los misioneros entrados en la Compañía en vida de san Vicente, el hermano Baucher Martin hizo los votos el 13 de enero en su presidencia. En el mes de febrero siguiente estaba en Agde donde dos cohermanos, los Srs. Lebon y Dolivet, hacían los votos en su presencia. Véase además a propósito de este viaje del Sr. Berthe una carta de san Vicente que nos permite seguirle paso a paso:
Al Sr. Get, superior de Marsella.
«París, 25 de febrero de 1656.
Señor,
«…Escribo al Sr. Huguier (en Toulon) que la visita se debe hacer en vuestra casa por el Sr. Berthe que está cerca de ahí, y que en caso de que pueda salir de Toulon un día o dos para asistir, le daréis aviso del tiempo preciso en que deberá acudir, sino que el Sr. Berthe tratará de ir a ver a Toulon, al que yo escribo nuevamente a Marsella y a Agde, en el mismo tiempo y la misma cosa. Me ha escrito de Agde que esperaría allí al Sr. Durand y al Sr. Lebon para señalarles su oficio y le ruego que se quede dos o tres días después para ponerles en marcha. Según eso no creo que llegue a su casa hasta dentro el 5 o 6 de marzo…»
El 17 de marzo san Vicente escribía al Sr. Ozenne, superior en Silesia: «El Sr. Berthe trabaja como siempre con mucho fruto en las visitas de nuestras casas. Está ahora en Marsella».
El 31 de marzo escribe al Sr. Martín, superior en Turín: «El Sr. Berthe está ahora en Génova y debe regresar por Turín. Espero que su presencia os produzca consuelo; tal vez la presente le encuentre en vuestra casa; en ese caso un abrazo y a toda la familia».
El viernes santo, 14 de abril, san Vicente escribía de nuevo al mismo superior: «Os dejaríamos de buena gana al Sr. Berthe para ayudaros, pero le necesitamos en otra parte. Que si Dios quiere erigir un seminario para bien de los eclesiásticos del Piemont, y servirse de la Compañía para ello, os enviaremos sacerdotes idóneos para esta buena obra, pero esperamos que se nos haga la propuesta, pues no es bueno adelantarse a ella, aunque haga falta prepararse para recibirla. Me imagino que la presente no encontrará ya al Sr. Barthe en Turín, ya que debía salir de Génova para ir allí a primeros de este mes. Si a pesar de todo está todavía le envío un abrazo y a toda la familia. Yo no tengo nada de particular que decirle».
Otras dos cartas de san Vicente al Sr. Martín nos cuentan que el superior de Turín no volverá de misión hasta comenzada la visita y que haya que remediar la situación de su casa. Ésta es la primera con fecha del 2 de abril:
El Sr. Berthe habrá llegado a Turín antes que usted, que me cuenta que no podrá terminar la misión hasta el 20 de este mes; y él me escribe que salía de Génova el 5 para casa. Habrá sentido no encontrarle, y no sé cómo se habrá arreglado. Tal vez haya ido a buscarle a Salugia y ayudaros hasta el final. Le escribo en Annecy, con la idea de que la presente le encuentre en Turín. No dudo que haya sentido consuelo con su visita y que no se haya marchado satisfecho con el trato.
«El Sr. Berthe, escribe san Vicente en la carta siguiente que es del 12 de mayo, el Sr. Berthe me ha escrito sobre la pena que le da el Sr. N… y la escasa ayuda que podéis esperar, lo que me entristece por la dificultad que tenemos de enviarle ahora en su lugar a una persona capaz de ayudarle por largo tiempo. Trataremos no obstante de hacerlo, si no de la manera que me ha propuesto el Sr. Berthe, al menos del mejor modo y lo más pronto que podamos».
Hay lugar a creer que sea antes de volver a San Lázaro cuando el Sr. Berthe haga la visita a Troyes adonde fue por cierto el año 1656. Varios cohermanos hicieron en ella o renovaron los votos en su presencia. Sea como quiera, el 14 de julio san Vicente señala al Sr. Blatiron su presencia en París. El mismo día san Vicente informa al Sr. Jolly, superior en Roma, sobre un proyecto que da bien a entender la alta estima que tenía por el Sr, Berthe y que dejó entrever en este cohermano lleno de celo y de entrega una naturaleza que no estaba desprovista de originalidad.
«Mons. el nuncio, escribe nuestro bienaventurado Padre, habiéndome entregado una copia de la carta que recibió de la Sagrada Congregación, por la que le ruegan que sepan de mí si podremos dar un hombre que tenga gravedad, bondad y doctrina para la comisión del Monte Líbano del que me habéis escrito, hemos puesto, entre nosotros, dos cosas para deliberar: la primera, si nos comprometeríamos con este asunto, y la segunda, a quién podríamos elegir que tenga las cualidades requeridas. En cuanto a la primera, hemos visto que, llegando la propuesta de la Sagrada Congregación, tiene carácter de llamada de Dios y que debíamos tratar de contestar; y en cuanto a la otra, hemos puesto los ojos en vos, Señor, y en el Sr. Berthe. Mas considerando que los calores del Monte Líbano son tan fuertes que os podrían incomodar, que ya tenéis mal las piernas, o disposición a tenerlo, y que las bendiciones que Dios da a vuestras directrices en Roma son señales que Dios os quiere ahí, hemos creído deber dejaros en vuestro puesto, y nos hemos decidido por el Sr. Barthe quien, a la verdad, no tiene tanta gravedad por naturaleza, pero poniendo atención como lo hace, muestra lo suficiente, y mezclándola con su dulzura, habrá poco que decir por lo exterior; y por la virtud, Dios le ha dado muchas por su gracia, como también mucha prudencia y piedad. Y ciertamente nos parece a todos que hemos visto su conducta en los asuntos más importantes que se le han confiado que los ha resuelto de tal manera que daba la impresión que Nuestro Señor le acompaña con su gracia. . Es también lo que dicen las damas de la Caridad en los asuntos que ha tratado en Las fronteras de Picardía y de Champaña, y lo que podeos decir de la visita que acaba de hacer en todas nuestras casas, donde todo ha transcurrido tan bien que hay motivos para reconocer que es una obra de Dios. Y en cuanto a la doctrina, tiene la suficiente, a Dios gracias, porque ha hecho su filosofía y su teología.
«Acabo de ver a Mons. el nuncio a quien he hablado de este misionero y le he puesto en mano una carta que había escrito para este mismo fin, para dejársela en caso de no encontrarle, en la que he enunciado sus cualidades en general, pero al hablarle, he bajado a lo particular. Debe escribir hoy a la Sagrada Congregación y, a la espera de sus órdenes, pediremos a Dios que disponga de este asunto como lo crea conveniente su sabiduría». Ignoramos qué pasó que esta misión no se llevó a cabo, o pudo ser confiada a otra Congregación, pero no podríamos agradecer lo suficiente a la Providencia por haber ofrecido a san Vicente la ocasión de trazar de uno de sus compañeros un retrato tan notable y tan propio para darnos una alta estima de nuestra vocación y de la perfección con la que conviene cumplir con los deberes sagrados de nuestro santo estado. Las bendiciones abundantes que acompañaron en todas partes las irá/…
No conocemos otro motivo de los éxitos y de las bendiciones que acompañaban a los trabajos del Sr. Berthe que no puede ser otro que el resultado de su inviolable apego a las virtudes y a las prácticas especiales de la pequeña Compañía. Para encontrar el secreto hemos de referirnos a un poco más tarde, al 17 de mayo de 1658, a la conclusión de esta hermosa conferencia que san Vicente hizo sobre la práctica de las reglas antes de distribuirlas, y que concluyó con estas palabras que todo misionero debería tener grabadas en el corazón en caracteres imborrables: «Por último, Señores, no me queda ya más pues que imitar a Moisés quien, después de entregar la ley de Dios a su pueblo, prometió a los que la observaran mil bendiciones en todas las cosas. Igualmente, Señores y Hermanos míos, debemos nosotros esperar de la bondad de Dios mil bendiciones para todos los que observen fielmente las reglas que él nos ha dado: bendiciones en sus proyectos, bendiciones en su conducta, bendiciones en su entrar, bendiciones en su salida, por último bendición de Dios en todo lo que les concierna.