Jean Fresnai (1656-1742)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices, IV.
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El hermano Fresnai, nacido en Reims el 6 de junio de 1656 y recibido en París en el seminario el 10 de abril de 1684, murió en nuestra casa de los Inválidos el lunes de Pascua, 26 de marzo del mismo año 1742. Los testigos de la conducta que observó  durante su seminario y durante los primeros años de su permanencia en San Lázaro, no subsisten ya para instruirnos. No obstante podemos decir con fundamento que se distinguió por entonces por la piedad, la regularidad y el amor a su estado.

Por eso el Sr. Jolly, superior general, tan justo apreciador del verdadero mérito, le nombró para acompañar a los sacerdotes que enviaba a Inglaterra a atender la capilla del rey James II, de santa memoria. El hermano Jean, tan sólidamente virtuoso como su superior le había juzgado, respondió perfectamente a las esperanzas concebidas de él, se mostró digno de la elección. Amado de todos los católicos, igualmente honrado por las bondades del rey, los protestantes mismos de la corte no pudieron negarle su estima.  Formó parte de las persecuciones que sufrieron el rey y sus súbditos. Después de aguantar las burlas y las críticas de los herejes revolucionados, fue puesto en prisión, de donde se libró por una especie de milagro, después de duros trabajos halló el medio cruzar el mar. De regreso a Francia estuvo por algún tiempo en nuestra casa de Boulogne para volver a San Lázaro de donde, pocos años después, fue enviado el 3 de abril de 1698 al hotel de los Inválidos.

Durante los cuarenta y cuatro años que este querido hermano ha pasado en esta casa, ha visto a siete superiores, de los que siempre ha guardado la estima y la confianza. Era querido de toda la comunidad; y de este gran número de sacerdotes, de estudiantes y de seminaristas que han vivido sucesivamente con él, ninguno ha tenido verdadero motivo de quejarse de sus servicios. Contentaba a su superior por su exacta obediencia, y se ganaba los corazones de los particulares por su respeto, siempre atento a las ocasiones de agradarles. Encargado a la vez de la despensa, de la bodega, de la ropa y de los enfermos, desempeñaba todos los deberes de estos oficios, con la ayuda débil de algunos soldados válidos, sin dar muestras de prisas ni de mal humor.

La despensa estaba limpia, la bodega bien llevada, la ropa en buen orden, las habitaciones de los enfermos y de los extranjeros siempre bien arregladas; se asegura que no que no hubo nunca enfermero que sirviera a los enfermos con mayor exactitud, dulzura y limpieza.

Su aplicación continua al trabajo no debilitaba ni su piedad ni su fervor. La buena economía del tiempo le hacía aprovechar todos los momentos del día, de forma que encontraba siempre suficiente para cumplir sus oficios, sin faltar a sus deberes de piedad. Sostenía estas santas prácticas con una vida tan retirada, que aunque fuera muy conocido y admirado en el hotel, nunca ha tenido relaciones particulares que pudieran apartarle de su oficio o de su estado. Así fue como pasó  en esta casa todo el tiempo en que sus fuerzas le permitieron trabajar.

Atacado hace doce o trece años de una parálisis que no le dejaba ya la libertad de actuar ni de caminar más que con mucho trabajo y apoyado en un bastón, ayudaba en lo que podía a sus cohermanos en su trabajo, entregando el resto de su tiempo a los deberes de la piedad. Veía la muerte sin espanto, y parecía más bien desearla que temerla. Se durmió pacíficamente en el Señor, sin esfuerzos,  sin agonía, y sin inspirar en esos últimos momentos, ni después de su fallecimiento, el terror natural que imprime de ordinario la vista de los moribundos y de los muertos. Es el hermoso testimonio de una voz unánime hace de él la familia en el seno de la cual ha acabado sus días. – Anciennes Relations, p. 416.

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