LXVI. Cartas circulares después de la asamblea
El sr. Bonnet comunicó a las casas todas estas diferentes piezas de la asamblea, adjuntando una carta circular con fecha del 18 de junio de 1711 en la que señala las distintas cosas que esta asamblea le había recomendado con insistencia exponer a todos los miembros de la CM que ella deseaba que fuesen fieles a la oración y a la práctica de los demás ejercicios espirituales usados en la Co: en lo que los superiores y visitadores convirtiéndose ellos mismos en el modelo de los demás deben ser estrictos, con el fin de que los misioneros lleven una vida interior y mortificada que les es tan necesaria, y que conviene tanto a los hombres apostólicos. Que se veía no sólo con dolor, sino con escándalo o al menos poca edificación por parte de los externos. Que se decía la misa demasiado de prisa, pronunciando las palabras y actuando con gran precipitación para las ceremonias, de tal manera que la asamblea había estado a punto de adoptar la regla de los Jesuitas que prescribe una media hora de tiempo para esta santa acción. Sin embargo habiendo reflexionado algunos tardan un poco menos sin parecer por ello precipitados y otros un poco más sin resultar por ello pesados para el público. Se consiente en recomendar a los superiores que ejerciten de vez en cuando en las ceremonias a los sacerdotes de la casa y les exhorten a observarlas bien evitando la excesiva velocidad, además de una perfecta observancia de la regla de recitar el oficio en común. En los lugares donde hay varios sacerdotes, los superiores y visitadores deben mantenerla de palabra y con el ejemplo. Que había que invitar de nuevo a mantener la práctica de la comunicación interior, poco observada en varias casas, bien por los superiores que no convidan a sus inferiores, no los instruyen, ni los consuelan como deben, bien por los inferiores que tienen poco cuidado de su perfección, de donde para ello prestar más atención a las memorias redactadas en la asamblea de 1668, a las que no hay nada que añadir, y conformarse a ellas con sencillez y humildad, igualmente la práctica de avisar en el capítulo, y de hacer la caridad a sus cohermanos que la piden abandonada en algunos lugares, no se ha de dejar que se debilite y menos relajarse en la observancia de los votos. En lo cual se había notado que en varias provincias se decían y hacían cosas opuestas, como de hecho en la pobreza, dar y recibir regalos sin permiso, guardar o mandar guardar dinero por gente confidencial dentro o fuera de la casa, en lugar de ponerlo en depósito en la habitación del procurador. Quedarse con las retribuciones de misas para hacer limosnas a su gusto sin permiso. Emplear una parte de sus rentas en comodidad, curiosidad y otros muebles superfluos, que no se pueden llamar obra pía, sino delicadeza y mundanalidad. Llevar por ej. medias de estambre, calzas de color verde y violeta, solideos hasta las orejas, u otros de lana hechos por profesionales o de labor; otros de castor, bastones o cachavas de valor; excusar lo que es todavía más penoso tales faltas, como si fueran tan sólo opuestas a la perfección de la virtud de pobreza y no al voto que se ha hecho, lo que no está de acuerdo con los sentimientos del sr. Vicente, del sr. Jolly, ni con el antiguo uso de la CM, ni con los breves de Alejandro VII, que aprobó este voto simple con las restricciones requeridas por el sr. Vicente, respecto de los muebles y rentas de los beneficios y el empleo de estas rentas en obras pías con el permiso de los superiores, y del voto de castidad, tener cuidado de no familiarizarse jamás con las personas de otro sexo, en las misiones y las parroquias, donde algunos han dado la impresión de faltar a la circunspección en sus palabras, a la modestia en sus gestos. Para el voto de obediencia, no replicar, mucho menos negarse a obedecer a los superiores particulares, contra el pensamiento del sr. Vicente. La costumbre de la CM, las reglas de los superiores que les dan potestad de mandar en virtud de obediencia, si hace falta, contrario incluso a la razón y al buen sentido, que hace pensar que un superior general no sabía dirigir todas las casas particulares y que es por derecho y en necesidad de comunicar su poder a superiores subalternos. Me cuesta mucho, añade el general, escribir con este detalle, pero se ha creído necesario, no para los buenos misioneros que van derecho con Dios, sino para algunos particulares que parecen dedicar su espíritu únicamente a debilitar las obligaciones que han contraído con él.
La asamblea me ha encargado asimismo que prohíba a todas las personas de la CM escribir o recibir cartas a escondidas, y entregar las de sus cohermanos que estarían así escritas, o sin saberlo los superiores, que sean ocultas o no, de la manera que sean, recomendar a los visitadores y superiores que vigilen de cerca y castiguen ejemplarmente estas faltas como muy importantes y capaces de introducir un gran desorden en la CM. Igualmente recomienda a los superiores que tengan cada semana las consultas prescritas por las reglas, y a los consejeros que les guarden el secreto por lo demás prohibido para prevenir la inmortificación que es uno de los vicios más opuestos al espíritu de la Misión. La costumbre del café, chocolate y licores, que no son remedios a la salud sino puras delicias, y cargados de sensualidad, además del decreto solemne y preciso de la uniformidad, del pelo, de la barba, de las ropas, renovado por la asamblea. Este general dice que se le ha pedido que no llame al orden a los que parezcan afectar estas clases de distinciones mundanas, indicando que se desaprueba a los que llevan sombreros demasiado pequeños sin cordón ordinario y crespón, y demasiado gordos mechones de seda en sus gorros, como si fueran bonetes de abates. La asamblea ruega también que se preste atención a lo que se refiere a los hermanos para, digo yo, conservarlos sin relajación en el espíritu de su estado. Encargando al general que actúe de manera que no se reciban como hermanos a los que no tengan buenos informes de vida y costumbres, y sin haberlos probado bien, formarlos bien en la piedad, en la mortificación. Acostumbrarles al trabajo en el seminario, sin por ello privarles fácilmente de los ejercicios espirituales propios de los seminaristas, no ponerlos en los oficios principales, más que para ayudar hasta que se esté bien seguro de su virtud y fidelidad, darles exactamente todo lo necesario para la vida, y el vestir, pero no permitir que se cambie nada de sus ropas en cuanto a la forma, el color, la longitud, los cuales deben estar siempre dentro de la antigua sencillez, prevenir y detener primero su disipación entre los externos, y no dejarles seguir por mucho tiempo en los mismos oficios. También se ha expresado el deseo de que recomiende a los visitadores y superiores que dirijan bien a los clérigos jóvenes, o sacerdotes que están bajo su dirección, algunos que les dan demasiada libertad, otros exigiéndoles demasiado, algunos que no les dan buenos ejemplos, otros los exponen demasiado a las ocasiones de ofender a Dios, y a relajarse en su servicio.
Se dice que una de las principales fuentes del debilitamiento del espíritu de la Misión en algunos, sobre todo en las parroquias, era la excesiva comunicación con los externos, a quienes se cuenta temerariamente todo lo que se sabe y lo que no se sabe (27º cuaderno) de lo de dentro y de lo de fuera, hasta las cosas más secretas, como las antipatías y simpatías mutuas, las repugnancias que se tienen de los superiores y de su vocación, las penas que se cree que se han recibido de ellos, y criticándolos en el espíritu de las personas de distinción, incluso con el propósito de que ellos escriban o hablen de ello al general. Se advierte también en general que ciertos superiores se ocupan de demasiadas cosas en el exterior, no vigilan lo suficiente la conducta de las familias, y no son en todo según su deber, la regla viva, el alma y el primer móvil de la regularidad y del buen orden. Por fin como el uso excesivo del tabaco, es la primera vez que se restringe así este uso, que ha parecido hasta entonces del todo prohibido en la Misión, como este uso excesivo causa mucha disipación, libertad, y faltas contra la pobreza sobre todo en la juventud. Se recomienda no usarlo más que con verdadera necesidad reconocida, y en este caso, no tomarlo más que en secreto y con permiso y sin servirse de tabaquera de precio, como de marfil, de concha de tortugas, sino sólo de madera o de cuerno que no valga más de una decena de sueldos. Se debe hacer la visita de las habitaciones, y prescindir en ellas de lo que sea muy caro con todo lo que no estuviera conforme a las reglas sobre la pobreza. Esta carta del sr.Bonnet está no sólo bien escrita sino particularizada con exactitud sobre las faltas comunes por entonces, y se puede decir que han comenzado a introducirse, principalmente durante la vejez del sr. Jolly, y en particular es el caso de la libertad, pobreza, etc. Se ha hablado siempre mal de ellas en las asambleas generales, pero nunca se ha detenido su curso que probablemente ira en aumento en lugar de disminuir. Sin embargo hay todavía actualmente muchos buenos misioneros, que no se dejan ir a tales diversiones, incluso en la juventud.