Historia general de la C.M., hasta el año 1720 (44. Cartas circulares después de la asamblea)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la MisiónLeave a Comment

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Author: Claude Joseph Lacour, C.M. · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1731.

Fue escrita por el Sr. Claude Joseph Lacour quien murió siendo Superior de la casa de la Congregación de la Misión de Sens el 29 de junio de 1731 en el priorato de San Georges de Marolles, donde fue enterrado. El manuscrito de l’Histoire générale de la Congrégation de la Mission de Claude-Joseph LACOUR cm, (Notice, Annales CM. t. 62, p. 137), se conserva en los Archivos de la Congregación de París. Ha sido publicado por el Señor Alfred MILON en los Annales de la CM., tomos 62 a 67. El texto ha sido recuperado y numerado por John RYBOLT cm. y un equipo, 1999- 2001. Algunos pasajes delicados habían sido omitidos en la edición de los Anales. Se han vuelto a introducir en conformidad con el original.


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San Vicente de Paúl
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XLIV. Cartas circulares después de la asamblea

Estos decretos de la asamblea están bien digeridos y su latín es bueno; venía del sr. Hébert, por entonces párroco de Versalles, que tenía talento para esta lengua, como todo el mundo reconoce, para hablar en público y sobre todo para hacer homilías; él las hacía todas en Versalles. Y cuando los RR. PP. Jesuitas propusieron dar allí la misión debiendo enviar a los mejores predicadores, el sr. párroco lo aceptó de buena gana, pero se reservó el catecismo para un sacerdote de la casa, y la homilía para sí mismo. Algunos han querido sospechar que seguía un poco el nuevo método de oración del que hemos hablado, y se sabe que era estimado de Mons. arzobispo de Cambrai quien le había puesto en las manos su libro de las Máximos des Santis antes de mandarlo imprimir para tener su parecer. Se vio que había puesto anotaciones en los márgenes por frente de todos los lugares que luego fueron condenados por la Santa Sede, lo que sirvió para una total justificación del párroco de Versalles.

El sr. Gouhier, en calidad de secretario de la CM , firmó los decretos de esta asamblea; ya se ha hablado de sus conocimientos. Se encontraba muy retirado en la casa y víctima de muchas enfermedades que le venían de su gran aplicación al estudio. El sr. Jolly no emprendía nada sin su consejo, y se halló a su muerte que le había nombrado para uno de los que juzgaba propios para sucederle; pero el sr. Gouhier había muerto también.

Acabada la asamblea, con la satisfacción del sr. Jolly, todos se retiraron. Los Polacos y los Italianos se volvieron juntos a embarcarse en Marsella, y los primeros continuaron su camino por Venecia y el Tirol, porque el paso de Francia a Alemania era difícil, hallándose la guerra encendida entre el emperador y el rey muy cristiano. El superior general informó también a las casas de la CM del éxito de la asamblea por carta del 23 de mayo de 1692. Habiendo sido del agrado de Dios, dice, derramar abundantemente sus bendiciones sobre la asamblea, nosotros nos vemos obligados a corresponderle y que le correspondan en continuas acciones de gracias. Como el fin de tales asambleas es el avance en las virtudes que componen el espíritu de nuestra CM y corregir los defectos que se han deslizado en ella, la asamblea se ha dedicado a buscar todos los medios para llegar a este fin, que ha hecho mediante los decretos y los consejos que me ha encargado que os dé, mostrando un deseo ardiente de que sean fielmente observados en todas las casas de la CM.

1º de ser fiel a la regla de no salir a la ciudad sin compañía que siga a todas partes, que se ha descuidado desde hace algún tiempo, sobre todo en las parroquias. Es preciso que los superiores den ejemplo los primeros, y sean muy exactos advirtiendo a los que sirvan de acompañantes que no se vayan, en particular si se visita a personas del sexo, y deben entrar en la habitación donde advierten algo que no esté en orden, recordarán que están obligados a avisar al superior, o incluso al visitador, y al general si la cosa tiene importancia. Además, se ha de poner remedio eficazmente a lo que se ha sabido que en varias casas se habían cometido muchas faltas contra el amor y la caridad, que se deben tener unos a otros. Lo que no resultará difícil si se tiene en cuenta lo siguiente. No hablar nunca de los defectos de sus cohermanos más que a aquellos que deben ser informados, no contar lo que se ha visto de defectuoso en las casas de donde se viene sobre todo de la dirección y modo de obrar de los nuestros con quienes se ha vivido, evitar toda discusión y aversión guardando lo que señala el capítulo de las reglas de la conversación (19º cuaderno) mutua, no reprender a nadie más que estando obligado por su deber o su oficio, y observar en ellas las reglas de la caridad; evitar con cuidado toda amistad particular, tener de vez en cuando conferencias sobre este asunto, en las que el superior recomiende con frecuencia la práctica de esta virtud y por los defectos contrarios cometidos en la casa.

Aparte de esto poner remedio igualmente a diversas faltas que se sabe se han cometido contra la pobreza, como guardar dinero, o que se lo guarden en la ciudad gente de confianza. Comprarse cosas demasiado elegantes, como mesillas, tabaqueras y hasta estampas y rosarios de valor, con pretexto de distribuirlos; mandar hacer, cosa que por otra parte es bastante rara, vestidos más cómodos, camisetas de gamuza; comprarse libros sin permiso, y sin poner el nombre de la casa, para podérselos llevar al marcharse. Ser demasiado ardiente en hacer por sí mismo la distribución de las limosnas de su patrimonio, y para lo cual tener dinero consigo, lo que no le está permitido a nadie, ni siquiera al superior, con excepción tan sólo de los párrocos a quienes se les permite guardar y distribuir el dinero que les dan para limosnas de la parroquia; llevar a mal que se visiten las habitaciones, y hasta impedir que se abra la puerta, aunque los superiores y el asistente tengan que hacerlo exactamente, quitar cuanto sea contrario a la pobreza, lo que nosotros recomendamos muy particularmente en esta casa; de hacer que le den a uno dinero los/las penitentes y distribuirlo luego en limosnas a su capricho sin el permiso del superior; poseer bienes inmuebles sin consejo del superior, y reservarse el distribuir los frutos sin permiso. Los superiores deben tenerlo para sí del visitador o del general. Algunos particulares habiendo pedido incluso al sr. Jolly un permiso general y para siempre para hacer uso de sus rentas, él les respondió que eso no estaba conforme con el sentido que se pretendió dar en Roma a la obligación de los votos y que era necesario pedirlo tantas veces como se quería hacer uso de sus bienes. Y aunque diversos particulares de la Co, en la que se han encontrado siempre quienes se oponen a estas máximas rígidas sobre el voto de pobreza, que deja la propiedad de bienes, no les agradan estos principios. Es más seguro en conciencia seguir tales usos, que los superiores han mantenido siempre, o más bien es ése el único camino seguro, y todos los demás deben pasar por anchos, hasta por extraviados, algunos, prosigue el sr. Jolly, dejan todavía el disfrute de sus rentas a sus padres, y se les concede adquiridos sin permiso; y los que tienen superiores mayores, disponen de ello sin hablar al superior inmediato. Artículo importante también que todo el detalle de faltas que comenzaban a introducirse y a multiplicarse más que nunca, tiene como consecuencia remediar todos estos defectos.

La asamblea, añade, ha deseado con ahínco que se renueve la práctica antigua de dar exactamente el gran catecismo en misión, tener a la vista instruir bien al pueblo en nuestros ministerios y mandamientos de Dios, que la persona nombrada para predicar el sexto mandamiento sea prudente, sin decir otra cosa que lo necesario; que no se puede negociar con demasiadas rentas. Que se sea fiel en no recibir ningún regalo, y exacto en no comer con nadie en misiones, y no invitar a los externos más que en los términos del reglamento. No es el director de la misión quien ha de tener el dinero sino otro del equipo, nombrado por el superior de la misión, sobre las quejas de que los superiores quitaban la confianza de su admonitor para avisarlos, y a los inferiores para escribir a los superiores mayores, dando a entender que les sentaba mal o mostraban resentimiento. Y que los inferiores no respetaban lo suficiente a sus superiores, a quienes decían: Me voy a tal lugar, en lugar de pedir el permiso. Se dijo que se ha de corregir y observar los consejos prudentes que yo no les doy, añade el sr.Jolly, más que porque la asamblea los ha creído necesarios, para ayudarles a ustedes a ser perfectos en su estado. Espero que produzcan un éxito feliz, por la fidelidad que se les preste.

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