XXXIX. Asamblea general de 1685
Pasados los doce años desde la última asamblea general en la que el sr. Jolly fue elegido general, no podía, según las constituciones, dispensarse de convocar una para la cual no había por otra parte impedimento alguno, por razón de la dificultad de los pasajes, guerras y otros obstáculos parecidos; toda Europa gozaba de la paz. Señaló pues esta asamblea en San Lázaro, después de Pascua del año 1685 y, para ello, se tuvo en todas las casas, luego en cada provincia de Francia y de los países extranjeros las asambleas necesarias. Tres sacerdotes comprendidos los visitadores, se reunieron de las cinco provincias de Francia, y de dos de Italia y Polonia.
No se creyó necesario redactar nuevas Memorias para la utilidad de las funciones; siendo suficientes las de las últimas asambleas, ya no había más que adaptarse a ellas. Se formularon no obstante varios decretos y en mayor número que en las precedentes. Esto es lo que se decidió: que no convenía permitir a los regentes de las casas ir en tiempo de vacaciones a ver las aldeas y pueblos algo alejados, de lo que se habían recibido quejas, y por temor de que les faltase un justo descanso de espíritu se debía -p. 361 enviarlos a alguna finca de la casa, y si no hubiera alquilarla, o contratar una para que la gente de fuera no viviese con los nuestros, o al menos estuviesen separados. Corresponde al visitador con el superior local decidir sobre el tiempo de estancia, y del modo de pasarlo. Lo que dicen las constituciones del número de seis años al menos después de los votos para poder ser diputados a la asamblea provincial debe entenderse de seis años cumplidos. Y para la general, ya está señalado en las reglas del superior. Que en las casas donde hay pocos sacerdotes, a pesar de los inconvenientes que se pueden seguir durante el tiempo que dure la asamblea provincial, a falta de obreros, no deben a pesar de todo verse privadas del derecho de diputados. Y que se ruega al visitador que envíe en cuanto sea posible a algunos misioneros de las casas vecinas a aquellas en las que no se pudieran ejercer las funciones. Se determina además que los que dan misiones alejadas por algunos días de camino desde la casa donde se celebra la asamblea doméstica deben actuar de manera que no se alejen tanto esos días, pero no se les debe obligar a ir, mientras se les advierta, y se invita a la asamblea a que se celebre sin ellos. Pueden renunciar a su derecho por cartas que firmarán, que se debe evitar cuando se pueda recibir en los ejercicios del seminario sin dormir y comer en la casa. Los que no están en situación de pagar su pensión indicando a los obispos que lo desearen los inconvenientes que se deben temer. Y proponer si ha lugar asignarles en el refectorio una mesa particular de menor precio, no se ha de añadir nada a las reglas que se refiera a los diputados de las asambleas provinciales. Y en caso de enfermedad y demás impedimentos del diputado, el superior irá solo en algunas casas. No hay más que un solo diputado. Y entonces la asamblea doméstica debe siempre celebrarse pero conviene omitir el escrutinio, y todo lo que se refiere a una elección, declarando simplemente que no hay más que un solo diputado, de lo cual se escribe un acta firmada por los sacerdotes reunidos, incluso por los diputados. La cual se debe escribir en el libro, se lleva una copia firmada por el superior y por el sacerdote más antiguo de la casa, aunque no tuviese por otro lado las condiciones de ser diputado, para hacer en adelante los ejercicios de la ordenación más útiles. No es necesario asignar más de media hora de oración por la mañana sin incluir la lectura del asunto. Que se puede seguir la costumbre, si ya está introducida en alguna parte, de hacer por la tarde una segunda meditación. Y donde no lo está, contentarse con hacer una lectura en público, no es necesario para ser elegido secretario de la asamblea doméstica tener seis años después de los votos, como para ser diputado. La conferencia espiritual prescrita por las reglas una vez por semana, que se hacía el viernes por la noche, puede ser trasladada al día de la semana que más cómodo sea a juicio del visitador y del superior, con respecto a varias cosas dichas sobre la fiesta y oficio de la diócesis, de la iglesia, conviene dejar a cada casa la libertad de seguir su ritmo propio según la costumbre de los lugares. Los misioneros obligados a ir al campo deben colocar su saco en la habitación del procurador en un armario expreso, cuya llave guarde el superior. Si alguien no prefiere dejarlos donde el superior o el asistente. Se pueden recibir en misiones retribuciones de misas que se ofrezcan para decirlas en otra parte, mientras se haga sin dar motivos de quejas a los párrocos y demás sacerdotes. El lugar después del superior, u otro determinado, pertenece al asistente según el Cap. 3 de las reglas del superior, en las casas donde haga falta pertenece al visitador determinar junto con el superior. Es de desear que en misión y en las parroquias, los confesores escuchen por un lado a los hombres y por el otro a las mujeres, donde tengan confesonarios distintos para oír a unos y a otras, hágase así mientras se pueda. Cuando el asistente va a ayudar en misiones, a él le toca presidir al menos los ejercicios del orden doméstico. En cambio, está bien que el director haga según su parecer su oficio en lo concerniente a los ejercicios de la misión, a no ser que quiera el superior que los haga el asistente. Por lo demás en las misiones nunca deben hacer los hermanos las oraciones de la tarde y de la mañana en alta voz. Lo que se extiende también a las Letanías.
El sentido de la regla sobre la llave particular de la habitación del procurador no excluye una parecida que puede tener el superior. Pero entiéndase que el procurador tiene un cofrecito en su habitación para colocar el dinero del que solamente él tiene la llave. Cuando el superior está de ejercicios es más conveniente en los seminarios que comience el examen particular, el Benedicite en la mesa, pero no en las demás casas, donde se ha de guardar la antigua usanza. La carta precedente del sr. Jolly sobre la nueva manera de oración, se aprobó con elogios, y se prohibió a todos los misioneros enviarse o escribirse cualquier cosa que tienda a introducir otro método de oración, y no decir nada tampoco en las conferencias, o charlas, y conversaciones. De igual modo aconsejar sobre eso a los externos, y que si se encontró a alguien llevado por esta oración, que se dirija al superior general para saber de él si debe seguirla, y si algún superior particular se hallaba culpable de haberla introducido, y no se corrige después de ser avisado, será castigado por su desobediencia, a merced del superior general. Se dijo luego que en las charlas de las órdenes, discursos sobre la castidad se tendrían los días marcados para oír las confesiones, con el fin de ofrecer asunto a los oyentes para examinarse mejor sobre esto, por miedo a desórdenes, y evitar las sospechas que se podrían formar, sobre el sello de la confesión, devolviendo al viernes de la semana de la ordenación la charla del espíritu eclesiástico, lo que se dice en las reglas de arrodillarse al entrar y salir de las habitaciones de la casa, no debe entenderse de la enfermería, y demás lugares parecidos, sino tan sólo de las habitaciones de los particulares, sin que por ello, se dice, se tenga a menos ponerse de rodillas en las habitaciones de los ejercitantes, cuando se va a dirigirlos, como se expresa en el directorio.
Conviene de ordinario entregar al director las restituciones ciertas en misiones. Sin embargo en casos extraordinarios, pueden, si el penitente lo desea, realizarse por el confesor, para guardar la uniformidad entre los misioneros, en el regreso de la procesión, al final de la misión. Los diputados para el examen de semejantes cuestiones sobre las misiones, dieron su parecer en la asamblea: que había que atenerse a lo que decía el directorio de las misiones, de tener entonces el sermón, llamado del regreso así, sin más, de una forma afectiva delante del santísimo sacramento diferente del día siguiente por la mañana o por la noche, el de la perseverancia, o de la recaída, a menos que el director viendo que habría pocos oyentes piense que sea más útil para el pueblo tener éste. Diferente del día siguiente por la mañana, y se podía alargar más, pero habría que cubrir el Santísimo Sacramento, y el predicador podría predicar sentado y cubierto, según la costumbre; que si la procesión se hacía el domingo; y que el martes siguiente fuera una fiesta a la que transferir los dichos sermones de la perseverancia y de la recaída, pero no se debe encerrar el Sacramento en el tabernáculo, y menos aún tenerlo entre las manos predicando del regreso, de la perseverancia, o de la recaída.
Habiendo examinado los diputados igualmente lo que se refería a los ejercicios de los párrocos, en las casas de la misión, dieron su informe por escrito a la asamblea en el que se cuestionaban si no sería mejor hacer una simple exhortación por la mañana que una repetición de oración. Convinieron en que ésta debía conservarse por varias razones demasiado largas de explicar, a lo cual asintió la asamblea. Y que para los recreos de los srs. párrocos después de la comida y de la cena, se podía hacer como con los ordenandos, no obligándoles a hablar de cosas demasiado serias que los aburrirían, pero que se les podría entretener con la escritura, con su lectura, o la de la mesa, con casos de conciencia, de disciplina eclesiástica, ceremonias y su significado, además de que se les podría ejercitar en la visita a los enfermos, y otras funciones particulares, o bien ocupándolos de otras maneras útiles, según vea el director que se inclinan para una mayor uniformidad de las casas. Conviene en lugar de las Letanías del Nombre de Jesús decir al salir de la oración las de los santos por la noche de San Marcos, y las Rogativas sin cambiar por eso el uso de las casas en el que se deben decir en el oficio público. Son los decretos publicados en esta asamblea, en la que el sr. Berthe fue otra vez secretario. Hay como se acaba de ver un gran número; pero estando sin determinar todas estas cosas, y sobre todo para las asambleas, que hasta ahora no habían sido frecuentes, era razonable tomar alguna decisión para en adelante. El decreto sobre la precedencia de los asistentes confundió algo al sr. Jolly y le pareció contrario a los primeros usos que respiran más la sencillez y la humildad; por eso viendo quizás que se abusaba, fue diferido a la asamblea siguiente, como se dirá a su tiempo.