XXXVI. Misioneros de Argel, y de Madagascar
Se recibían de vez en cuando noticias del sr. Levacher, que desde la muerte del S.Vicente, continuaba trabajando en Argel, en Berbería, al servicio y alivio de los pobres esclavos cristianos, como lo habían hecho el sr. Julian Guarín y otros predecesores suyos. Hemos recibido, escribe el sr.Jolly, el 9 de marzo de 1673, cartas del sr. Levacher, quien nos comunica que Dios conserva su pobre iglesia sufriente en paz; y algo que nos consuela mucho que se sirve de la esclavitud del cuerpo para apartar a cantidad de almas de la servidumbre espiritual del demonio, no sólo por la conversión de los pecadores católicos sino también por la reducción de cantidad de herejes de todas las naciones a nuestra santa religión. Tenemos en casa hace algunos meses a nuestro hermano Dubourdieu, cónsul de la nación francesa en Argel, fue despedido a Francia por el bey y su yerno, porque se oponía con valor a las infracciones del tratado de paz hecho con el Rey; y como, a fin de contentarlos, a los ministros de Estado no les ha parecido bien despedir a nuestro citado hermano, hemos presentado a otro para sucederle. La corte había dejado al sr. Vicente la disposición del consulado de Argel para que los sacerdotes pudiesen aliviar mejor a los esclavos; a partir de entonces ya no se enviaron más hermanos, y se dio con comerciantes que ejercieron este empleo. El sr. Jolly continúa: Vemos así alguna disposición para recobrar el consulado de Túnez que nos habían quitado por sorpresa, lo que constituiría una ocasión para extender nuestros servicios a favor de los pobres esclavos que son allí numerosos. Esto sin embargo no llegó a sazón.
El sr. Levacher tenía demasiado trabajo y se encontró incomodado como se lo escribió al general en 1677, pidiendo auxilio con insistencia. El sr. Jolly le informa que esperaba hacerlo pronto; un sacerdote para aligerarle el trabajo y, que entre tanto, había mandado salir al hermano Guillaume Tardif, a quien conocía por haber estado con él antes de ser de la CM y se alegraba de ello. No se pudo enviar a este sacerdote y el sr. Levacher estaba todavía en 1681. El sr. Jolly escribiendo por entonces a las casas, entre otras noticias: El sr. Levacher sigue todavía en Argel, muy enfermo. Hemos destinado auxilios para él; pero se han encontrado dificultades hasta el presente para que vaya que esperamos desaparezcan pronto. Sigue prestando grandes servicios a los pobres esclavos cristianos.
Hubo suerte pues se pudo enviar pronto esta ayuda al sr. Levacher, las cosas se enturbiaron del todo entre Francia y los Argelinos, que haciendo piraterías contra los Franceses, obligaron al rey muy cristiano a enviar allí una flota, al mando del sr. Duquesne, célebre marino, para bombardear su ciudad; y estos infieles acabaron con el sr. Levacher trágicamente en 1682 poniéndolo en la boca del cañón. Algún tiempo después se convino en un tratado, y el sr. Jolly envió a Argel al sr. Montmasson, llegado de Madagascar, tras la retirada de los Franceses de esta isla. Se fue allí con dos hermanos, el hermano François Francillon y el hermano Jacques Leclerc. Pero la paz no duró: los Argelinos volvieron a las andadas y, en 1688, el Rey envió otra flota frente a Argel, mandada por el mariscal de Etrées quien con un nuevo bombardeo redujo una parte de la ciudad a cenizas. Estos desventurados, irritados por verse tratados así, se apoderaron de todos los Franceses que quedaban en su ciudad para ponerlos en la boca del cañón y mandaron así sus miembros dispersos contra los que bombardeaban la ciudad. Así trataron al pobre sr. Montmasson, a quien incluso el pueblo hizo objeto de insultos y ultrajes sangrientos cuando lo llevaban al suplicio. Algunos le propusieron salvar la vida renunciando a su religión para seguir la ley de Mahoma; pero él recibió con horror, como así debía ser, semejante proposición. Lo que hace que se deba ver su muerte como una especie de martirio.
El hermano François Marcillon murió con él. El otro fue liberado, porque alguien fue a decir que era saboyano,lo que este hermano no confirmó, no siendo verdad. Era el sr. Montmasson quien procedía de Saboya; los trabajos que este buen Misionero había realizado en la isla de Madagascar y en los viajes para ir allí y volver, y más aún en la vida muy virtuosa que había llevado comprometieron a la divina Providencia a no privarle en esta ocasión de la corona del martirio y de la gloria de una muerte tan preciosa como la que él sufrió.
Vuelve otro de Madagascar, pero tan debilitado de sus fatigas que murió pronto en San Lázaro. Ya se conocía la triste suerte de los colonos franceses es esta isla que vieron obligados a abandonar. En 1673, el sr. Jolly escribía a las casas: En cuanto a los Misioneros de Madagascar, va a hacer pronto un año que no hemos recibido ninguna noticia y, según lo que nos decían en su última carta, hay razones para creer que los habitantes del país los habrán masacrado a todos; tanto más porque los pocos Franceses que quedaban se encontraban sin armas y municiones, expuestos de esta manera a ser presa de sus enemigos. Los barcos de los Franceses no pasan ya por allí desde que los Srs. de la Compañía de las Indias han abandonado esta isla. Nosotros no hemos podido llevarles ningún socorro, y ellos no han tenido siquiera el consuelo, como nos lo escriben, de recibir ninguna de nuestras cartas, aunque les hayamos escrito en todos los embarques que ha habido; de manera que desprovistos de toda ayuda humana, no pueden esperar asistencia más que de Dios sólo, que no deja de proveer a las necesidades de los que confían en él. Es lo que les suplico, con su familia, que le pidan para ellos de una manera particular. Volvía a decir lo mismo en otra carta del 23 de noviembre: no recibimos ninguna noticia de nuestros pobres cohermanos de Madagascar; sigo encomendándoles a sus oraciones.
Se ve luego volver al sr. Montmasson con su compañero, habiendo fallecido los otros de diversas maneras en esta isla. No se envió a nadie más.
Varios Franceses se habían retirado de Madagascar a la isla de Mascareignes o isla Borbón, que es vecina, a donde incluso se enviaba a valientes de la isla de Madagascar, a los holgazanes y demás de quienes se querían deshacer, en castigo por su mala vida. Habiendo encontrado aire favorable y alguna habitación, los Srs. de la Compañía de las Indias se acomodaron y perfeccionaron esta nueva colonia como un lugar propio para remozar los barcos que iban a las Indias orientales. Pidieron Misioneros que fueron a cuidar de lo espiritual en estos últimos tiempos; así esta nueva misión puede ocupar el lugar de la de Madagascar. Y en cuanto a Argel pasaron muchos años antes de firmar una paz con estos infieles; una vez firmada se enviaron nuevos misioneros. Pero se hablará de ello después.