Historia general de la C.M., hasta el año 1720 (27. Vejaciones de los caballeros de San Lázaro, Breve de la Santa Sede)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la MisiónLeave a Comment

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Author: Claude Joseph Lacour, C.M. · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1731.

Fue escrita por el Sr. Claude Joseph Lacour quien murió siendo Superior de la casa de la Congregación de la Misión de Sens el 29 de junio de 1731 en el priorato de San Georges de Marolles, donde fue enterrado. El manuscrito de l’Histoire générale de la Congrégation de la Mission de Claude-Joseph LACOUR cm, (Notice, Annales CM. t. 62, p. 137), se conserva en los Archivos de la Congregación de París. Ha sido publicado por el Señor Alfred MILON en los Annales de la CM., tomos 62 a 67. El texto ha sido recuperado y numerado por John RYBOLT cm. y un equipo, 1999- 2001. Algunos pasajes delicados habían sido omitidos en la edición de los Anales. Se han vuelto a introducir en conformidad con el original.


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San Vicente de Paúl

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XXVII. Vejaciones de los caballeros de San Lázaro, Breve de la Santa Sede

Se ha podido advertir por lo dicho que después de la retirada de los diputados de la asamblea, el sr. Jolly, nuevo general, no estuvo desocupado, habiendo recibido el encargo de preparar todas estas memorias y de responder a estas dudas diferentes. Se encontró, nada más ser elegido con una dificultad mucho más espinosa en el caso de los Srs. Caballeros de San Lázaro, quienes quisieron hacer valer sus derechos sobre la casa y los bienes de San Lázaro. Cosa que alarmó a toda la Co; y se necesitaba un hombre tan hábil y tan prudente en los asuntos como lo era el sr. Jolly, para hacer inútiles, como él lo hizo, las pretensiones y persecuciones de estos señores. Eran de lo más vivas, desde el tiempo mismo de la asamblea, y el sr. Jolly decía a los diputados, por humildad, que ese era el hermoso fruto de su elección. Él no se desanimó por ello; se ocupó de preparar un plácet que hizo certificar por el Sr. primer presidente de Laminan, en presencia del sr. de Harry, su yerno, procurador general y luego primer presidente, del abate Benjamín, gran vicario del Arzobispado de París, y de la Sra. de Miramion; luego se lo hizo presentar al Rey, quien había sido prevenido en favor de la CM por la Reina y por Mons. el duque de Orléans. S(u) Em(inenc)ia Mons. cardenal de Buillon, gran limosnero de Francia, y por entonces en favor, se unió a ellos; hallándose de rodillas cerca del reclinatorio del rey, según la costumbre y el derecho de su cargo cuando oía la misa, presentó este placet, diciéndole muy servicialmente que S(u) M(ajestad) haría una cosa tan agradable a Dios al leer entonces ese papel como recitando su rosario o rezando en sus horas. El Rey dijo que se había sentido muy edificado por la humildad y modestia del sr. Jolly, y que concibió desde entonces una alta estima de su prudencia y conducta.

Informó en persona a todas las casas de la CM sobre este asunto,en una carta del 9 de marzo de 1673, donde dice a propósito de las pretensiones de los Caballeros de San Lázaro: Ellos nos han inquietado por tres veces diferentes por una pequeña granja que pertenece a esta casa, queriendo primero empezar por poco, para tener luego, quizás, el resto si pudieran. Pero el Rey ha tenido la bondad de mandar acallar estas pesquisas; lo hizo todavía con mayor claridad hace un mes, prohibiendo inquietarnos; lo que no nos permite sentirnos del todo seguros, porque no poseemos comunicado de descargo, y las cosas no se encuentran en el estado en que se pueda esperarlo tan pronto. No obstante, tenemos fundamento en esperar que continúe la protección del Rey. Su Majestad habiendo pedido al Papa la confirmación de su edicto, era a favor de estos Señores los Caballeros, para la reunión de sus bienes enajenados, y siendo la opinión que hará algunas excepciones en la Bulla, esperamos hallarnos incluidos en ella. Eso es lo que ha ocurrido efectivamente, y disfrutamos ahora en paz de los bienes y de la casa de San Lázaro. Hablamos, añade el sr. Jolly, de este asunto a los externos sólo cuando es necesario, y con toda sobriedad. Y es que las partes estaban animadas, y que por ello era necesario tomar medidas. Inquietaron también a la casa de Toul, de donde el sr. Jolly hizo venir a París al sr. de Monchy, que era superior; pero colocando al sr. Luchet en su lugar para seguir la costumbre de la CM y la resolución tomada en la asamblea general, de cambiar más a menudo a los superiores, dice el sr. Jolly, en otra carta del 23 de noviembre de 1674.

Los misioneros tenían hacía tiempo, por el Breve del papa Alejandro VII, el poder de absolver en misiones casos reservados a los Papas. Anotando que tenían además necesidad de él en otras ocasiones en las que tenían que oír confesiones; por eso se mandó solicitar esta gracia ante la Santa Sede. El papa Clemente X la concedió añadiendo algunas otras, mediante un nuevo Breve que el sr. Jolly envió a las casas junto con una carta. El Breve está fechado en Roma el 26 de noviembre de 1674. Y en él se dice que, queriendo hacer favores especiales al general y a los sacerdotes de la Congregación de la Misión, a la vista de los frutos que producen sus funciones, según la costumbre de la Santa Sede de favorecer a tales Institutos, concede a dichos sacerdotes ya aprobados por el Ordinario, la facultad de oír las confesiones de los fieles, también de los enfermos y de absolverlos de todos los casos reservados a la Sede apostólica, con la excepción de todos aquellos que se enuncian en la Bula In cena Domini; asimismo de todas las censuras eclesiásticas, sin restringir esto a las misiones; de conmutar toda clase de votos, excepto los cinco comúnmente reservados; de decir la misa media hora antes de la aurora y media hora después de mediodía. Aquí tenemos, dice el sr. Jolly, en su carta, un nuevo medio de servir a las almas y una nueva obligación de rogar a Dios por la conservación de N. S. P. el Papa. Nos serviremos de este Breve cuando lo pida la ocasión pero no es conveniente publicarlo al exterior, ni necesario pedir la visa a los ordinarios del lugar. Porque los obispos encuentran a menudo qué criticar cuando las comunidades se dirigen a la Santa Sede para conseguir privilegios.

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