Tercera parte: Calle de Grenelle
I Javel
Capítulo I: Calle de Grenelle
Del Cherche-Midi a la calle de Grenelle
En el momento de su destitución, en junio de 1908, Portal reprochó al Señor Fiat su timidez y sus prisas por adelantarse a los deseos del cardenal Merry del Val. Es difícil de apreciar el margen de maniobra de que disponía el superior de la Congregación de la Misión, pero su comportamiento pudo presentarse más tarde como una operación de salvamento, una maniobra para ahorrar a su subordinado golpes más duros y conservarle una posición independiente. Portal habría podido encontrarse confinado en la casa madre del 95, calle Sèvres, como el señor Pouget, con horarios estrictos y la imposibilidad de traer a la multitud heterogénea de sus amigos o de emprender actividades sospechosas. En su lugar se instala en una casa de estudios de la que es superior, está en su casa, hace lo que quiere, recibe a quien quiere y cuando quiere, y se instala con el triple acuerdo del arzobispo de París, del rector del Instituto católico y del Señor Fiat quien se contenta, por todo control, con raros y breves reportajes de actividad.
Es verdad que había preparado esta feliz salida mucho antes; fue en 1906 cuando había fundado, por propia iniciativa y por sus propios medios, una especie de seminario de Altos Estudios, sito en el 14 de la calle de Grenelle. A sus superiores que preguntaban, podía presentar dos excelentes razones: el Cherche-Midi no era suficiente y el gobierno amenazaba con recuperar la saca madre de los lazaristas con la que el seminario San Vicente de Paúl formaba una dependencia. Nada, evidentemente, de explicar que se trataba de «fundar una especie de seminario de la unión de las Iglesias214». Una dama de edad, bienhechora de la Congregación de Misión, y a quien confesaba Portal «hacía seis o siete años215», Mme Lefort, puso a si disposición el segundo y tercer pisos de su palacete, con los que preparar quince habitaciones, una cocina y un refectorio. Sin alquiler que pagar. Calvet, a su regreso de Toulouse, se encargó del establecimiento y sirvió de testaferro para los actos oficiales.
El «convicto» de la calle de Grenelle, como le llamaron los portalianos, comenzó a funcionar al principio de curso de 1906, en compañía de Gratieux, Chevalier, Pierre-Maurice Masson, Jacques Zeiller, Paul Olivier Lacroye, Calvet y los pensionistas, una decena de sacerdotes entre los cuales el abate Tisserand, futuro decano del Sagrado Colegio. Como todos estos sacerdotes eran ya licenciados y preparaban diplomas o tesis, se vio desde un comienzo que Portal no quiso hacer del 14 de la calle de Grenelle un simple anexo del Cherche-Midi, sino una casa de estudios libre por completo de las reglas y obligaciones de los seminarios. Este aspecto universitario se acentuó cuando, a partir de 1908, Portal acogió a varios profesores del Instituto católico, como los Señores Mangenot, Labauche, Villiers, Gaudefroy, antiguos huéspedes del Cherche-Midi o antiguos tesistas de la calle de Grenelle que habían andado lo suyo.
En junio de 1908, cuando estuvo seguro de perder el seminario San Vicente de Paúl,, Portal se adelantó comprometiéndose a no recibir en su casa de estudios
a ningún estudiante del Instituto católico sino solamente a sacerdotes que deben pasar en París algún tiempo para trabajos intelectuales, tesis, etc., y aun a algunos laicos216.
Él mismo se asignó un vigilante, un miembro del Consejo de la Congregación de la Misión a quien él tendría al corriente de las actividades de la calle de Grenelle; y este gran inquisidor no era otro que el Señor Méout, el buen Señor Méout, antiguo superior de Cahors, que era del complot. El Señor Fiat entró de lleno en esta operación de salvamento (¿quería verdaderamente ver a este inquieto instalarse en la casa madre?). Le pidió simplemente que consiguiera el consentimiento de Mons Baudrillart y el del nuevo arzobispo de París, Mons Amette. Le informó igualmente que conservaba el total de sus responsabilidades ordinarias en el seno de la Congregación Baudrillart y Amette lo aceptaron todo. Más tarde, Portal dio una interpretación lapidaria a esta salida favorable: «Por suerte que soy un señor muy comprometido y nada fácil de doblegar217».
La decoración mediocre de un apartamento burgués
Portal estuvo hasta el final de su vida en el 14 de la calle de Grenelle, donde vivió Jean Guitton «la decoración mediocre, inexistente, de un apartamento burgués ocupado por algunos sacerdotes , sin la belleza de las paredes blanqueadas con cal por la indigencia218». Nada de sepulcral en estos dos pisos que, a excepción de las antecámaras oscuras formadas por las piezas del medio, eran más luminosos que los locales del Cherche-Midi. Portal ocupaba dos piezas en el segundo; su oficina daba a la calle, por supuesto, la calle que era su clausura, su claustro.
A la izquierda según se entraba estaba la biblioteca, compuesta sobre todo de obras sobre Inglaterra; a la derecha la chimenea coronada por un gran espejo que iluminaba la pieza; entre la ventana y la chimenea una modesta mesa contra la pared; era, con algunas sillas, todo el mobiliario. Por encima de la mesa estaba colgado un crucifijo, entre dos iconos rusos, recuerdos de Morel, cuyo retrato, de amplia frente pensativa, constituía, con dos o tres estampas, todo el ornamento de la chimenea. A la izquierda tras la biblioteca, una puerta daba acceso al dormitorio, más simple y más monacal aún219.
Los visitantes que se presentaban eran recibidos por un gato ( no se sabe cuántos pasaron por esta oficina) y por la Srta. Cécile, de Cahors, que desempeñó durante veinte años la función de cocinera y de intendente. Presentados en la oficina, eran acogidos como en casa de un fellow de Oxford: Portal los invitaba a un té conocido de la calle de Assas en el andén Conti, que encargaba directamente de China (red lazarista) y preparaba él mismo. Y entonces era, en torno a las tazas humeantes, cuando ejercía su ministerio de acogida. Como en el Cherche-Midi, el desfile era ininterrumpido. Pocas veces se acababa una visita sin que se presentara otra. Y cuando Portal quería conversar en paz, le convenía llevarse a su interlocutor a los bulevares donde disfrutaba con el ruido y el movimiento. Con los hombres y mujeres de toda condición que llegaban a buscar una ayuda material o una dirección espiritual se mezclaban los amigos de esta red universitaria y liberal de que hemos hablado, y cuya fidelidad no falló nunca. En este terreno, la continuidad superó a la ruptura, si bien la amplitud de la represión integrista aproximó a Portal a los intransigentes de movimiento, a los católicos sociales, a los sillonistas. Si las ideas son diferentes, el peligro común crea lazos, una solidaridad, sentimientos de simpatía que llevaron más tarde a la historiografía católica a confundir a los liberales y los leonianos, a todos los que negaban el estado de sitio y caían por ello bajo los golpes de los cazadores de cabezas. En los años de 1909 a 1914, eso ganaba gente, tanto que Portal –que deploró tanto las tribulaciones de Duchesne como las de Lemire- no tuvo la sensación de vivir al margen de una Iglesia bloqueada o de pertenecer a un partido en desbandada.
Por ahora nos replegamos sobre nosotros mismos [escribe a Lord Halifax en la primavera de 1909]. Se siente por todos lados un peso de opresión que impide todo movimiento.
Pero como Portal era incapaz de complacerse en las lamentaciones y la inactividad, la caza de brujas no fue para él otra cosa que ocasión de descubrir nuevos campos de acción o métodos nuevos para alcanzar objetivos viejos.