Denis Laudin (1622-1663) (I)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

CREDITS
Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1898 · Source: Notices II.

Sa naissance et son entrée dans la Compagnie. — Sa ferveur an séminaire interne. — Ses débuts à Richelieu. — Il est nommé supérieur an Mans, — puis à Troyes. — Mission d’Angers. — Il passe à la cure de Fontainebleau. — Visiteur de la province de Champagne. — Simple missionnaire à Saint-Cyr. — Rappel à Saint-Lazare. — Maladie et mort. Su humildad; su sencillez; su regularidad; sus aptitudes como párroco y como superior; deferencias con los superiores; firmeza en el interior y en el exterior de la casa; condescendencia y afecto con los cohermanos; caridad con los pobres; aceptación de todos los cargos; paciencia en todos los males; terrores por el santo ministerio y los juicios de Dios. Reflexiones del muy honorable Padre sobre las virtudes del Sr. Laudin


Estimated Reading Time:

Biografias PaúlesDeseáis que os envíe un relato de las principales cosas que se han referido en las conferencias celebradas, en esta casa, sobre la santa vida y las virtudes del difunto Sr. Laudin. Acepto de buena gana la comisión para satisfacer  a vuestros justos deseos, y edificarme a mí mismo cada vez más recordando en mi espíritu y grabando más en el fondo de mi corazón ejemplos de sus virtudes que espero no olvidar nunca.

Como os escribo sin estudio y a modo de pasatiempo, y a ratos, no debéis esperar otra cosa de mí que sinceridad y exactitud. Pondré no obstante algún orden en este escrito, y 1º os contaré la historia de la vida que este querido cohermano ha llevado entre nosotros, y de los empleos que ha tenido en la Compañía; 2º un relato abreviado de las principales virtudes que se han observado en él, y 3º añadiré, en sustancia, lo que el Sr. Jolly, nuestro honorable Padre, dice al final de la segunda y última conferencia.

El Sr Laudin nació en Provins el 13 de de enero de 1622; fue educado en los estudios, conforme a su edad, hizo progresos considerables. Cuando le llegó el momento de elegir un estado de vida, pensó con madurez y, al hacer un retiro en la casa de San Lázaro para conocer mejor su vocación, Dios le dio a conocer que quería que sirviera en la Misión. Siguió la voz de Dios, y después de tener la palabra de nuestro venerable fundador el Sr Vicente, regresó a su región a despedirse de su familia y fue recibido en el seminario interno de San Lázaro, el 23 de abril de 1647.

Como se había visto empujado a dejar el mundo para pensar  en la muerte, con ocasión del fallecimiento repentino de uno de sus compañeros de clase, muerto por un descuido por un amigo; una vez en la compañía no perdió tiempo, y ordenó todos los momentos de su vida para disponerse a la eternidad. También se sintió inclinado a no descuidar nada de cuanto podía servir a ocupar sus días marcados por un vómito de sangre y un mal de pecho de los que nunca se curó del todo; durante su seminario, fue un modelo de fervor y de exactitud en todos los reglamentos; se entregó sobre todo a las virtudes de la sencillez, de la humildad, de la obediencia y de la mortificación que han ido en aumento siempre hasta su muerte. Fue enviado a los Bons-Enfants, siendo tan sólo clérigo estudiante; fue un ejemplo para todos los de la casa y de los externos. Habiéndose presentado otra vez los derrames de sangre, no dejaba de cantar, hacer las ceremonias y demás ejercicios que se le confiaban. Pero una noche se puso tan mal que fue a despertar a su superior; le sangraron al instante, y siguiendo el mal el Sr. Vicente le llamó a San Lázaro donde, después de restablecerse, le mandó recibir las Órdenes sagradas en la Navidad de 1649, y comenzó un nuevo seminario interno; el Sr. Laudin fue uno de los primeros en pedir entrar allí, y entró efectivamente para recuperar el espíritu de comunidad todavía más perfectamente y, por esta nueva prueba, disponerse a trabajar en la salvación del prójimo sin disminuir en nada el cuidado que tuvo hasta entonces de la suya propia.

Fue enviado en primer lugar a Richelieu de procurador y estuvo unos cinco años, entregándose con edificación a todas las funciones de la parroquia, sin descuidar su exactitud en todos los reglamentos. No sólo fue animado y estimado de sus superiores y de sus cohermanos, sino que también las personas de gran piedad y más cualificadas de aquella tierra le eligieron por director y confesor, por su gran virtud y gran sabiduría que sobrepasaban con mucho a su experiencia y edad.  En 1657, nuestro muy honorable Padre el Sr. Vicente informado de su conducta, reconoció que había obedecido demasiado bien para no estar en estado de mandar cristianamente. Por eso le retiró de Richelieu para hacerle superior en el Mans tomó con sumisión la dirección de este seminario mayor y cumplió con humildad y vigilancia, y la diócesis quedó embalsamada con el olor de sus virtudes y de sus buenos ejemplos; fue luego elegido por orden de sus superiores, en 1668, para ir a en encargarse de la dirección de seminario de Troyes, donde hizo igualmente mucho bien. Los que quedaron bajo su dirección han asegurado que hacía de la misma manera bien por todas partes, en los seminarios y en las misiones, y en las demás funciones de la Compañía, siguiendo entre los inferiores, quasi unus ex illis, humilde, sencillo, exacto, mortificado, trabajador, amable con la gente de bien, terrible con las personas desordenadas.

En 1675, le enviaron para comenzar la fundación de Angers, donde ha trabajado durante varios años en las misiones casi continuas con cuidados y fatigas inconcebibles, y con una bendición particular que Dios derramaba sobre sus empleos y los de sus cohermanos, a los que se cuidaba en mantenerlos en regla todavía más por sus ejemplos que por sus fervientes exhortaciones.

En 1679, fue presentado a Su Majestad por el Sr. Jolly para ocuparse de la parroquia de Fontainebleau. Este nuevo empleo fue para él un nuevo motivo de darse  a Dios cada vez más, y se rebajaba tanto más delante de Dios como más le levantaban a los ojos de los hombres. Vino a Fontainebleau para hacer la obediencia y superó todas las repugnancias que tenía en aceptar un puesto elevado y en cargarse un peso tan grande y, durante diez u once años que continuó allí ha practicado todas las virtudes de un excelente pastor y de un muy virtuoso misionero, en un grado eminente, según veremos a continuación.

En 1682, fue hecho visitador de la provincia de Champaña, y durante cuatro años que ha tenido este oficio, ha edificado a perfección las casas de las que ha  cuidado con su ejemplo, las ha mantenido en paz con sus cuidados caritativos y las ha perfeccionado mucho con sus sabias y piadosas ordenanzas. Había que verle llegar a una casa, porque llevaba en su rostro y en todas sus maneras exteriores cierto aire del espíritu primitivo de la Compañía que no se advierte en toda clase de personas, y más aún porque tenía un corazón de verdadero padre para sus cohermanos. Recomendaba  sobre todas las cosas la caridad mutua, la unión de los miembros con el jefe de una familia, el apoyo, la práctica de las reglas, la huida del modo de actuar del mundo, y la fidelidad a los ejercicios espirituales.

Como nunca aceptó los cargos de la Congregación sino por sumisión a la voluntad de Dios, señalada por la de los superiores, ha deseado siempre vivir sumiso y obediente. Por eso cuando le retiraron de Fontainebleau para llevarle de súbdito a Saint-Cyr, se alegró mucho y decía con gracia: Me voy a rejuvenecer ahora, porque ya soy simple soldado; si son los superioratos los que hacen encorvarse a los hombres, ahora me toca a mi enderezarme, pues estoy libre de toda  preocupación». No fue por largo tiempo ya que, un año o algunos meses después, le mandaron encargarse de la casa de Saint-Cyr que, estando todavía nueva, no estaba sin varios problemas de verdad, de los cuales no obstante no se vio libre hasta el punto que debió echar mano de todos los remedios que dependían de sus cuidados.

Por último, la gran enfermedad que tuvo en Saint-Cyr y la extinción casi total de su vista le pusieron fuera de toda posibilidad de encargarse de la dirección de una casa. Le volvieron a llamar a San Lázaro, donde ha servido de gran edificación a toda la casa por su mansedumbre, su humildad, su sencillez, su exactitud, su puntualidad y su silencio y todas las demás virtudes que se pueden desear en un santo anciano que ha consagrado y consumido su vida por la gloria de Dios, la salud de las almas y de su propia perfección en todas las funciones de los misioneros. Fue encargado de la dirección de los hermanos y lo desempeñó hasta la muerte con todo cuidado y mucha satisfacción por parte de ellos. Durante toda la cuaresma última, ayunó debidamente, a pesar de un asma que fue en aumento tan fuerte después de Pascua que apenas podía respirar, incapaz de subir las escaleras sin descansar varias veces, sin dejar por ello los ejercicios ordinarios de la Comunidad; lo que significó que yendo una vez al examen general en la iglesia, se  cayó rodando nueve peldaños sin poder detenerse. Esta caída removió los humores, y la despreció como poca cosa; la fin, vencido por el mal y después de hacer el último esfuerzo  de la naturaleza, entró en la enfermería cinco días antes de morir, después de obtener permiso y, esa misma noche, le entró la fiebre, luego el pecho se cerró cada vez más, el mal se acercaba a la muerte, le dieron el santo Viático, pidió la Extremaunción con insistencia, y murió como a las cinco de la tarde. Fue enterrado al día siguiente después del oficio celebrado por el Sr. Jolly, cerca del altar mayor, al lado de la epístola contiguo a la tumba de gP// obispo de Cahors.  Y los dos sábados siguientes, se tuvieron las conferencias extraordinarias, en las cuales se recordaron todas las cosas que siguen en la segunda parte de este compendio.

Aunque se haya hecho el elogio en el Sr. Laudin de todas las virtudes que convienen a un buen misionero y a un excelente superior, sin embargo se puede decir que lo que más ha brillado en él  es el conjunto de las virtudes siguientes que son como el carácter propio de su virtud y de su espíritu propio y distintivo

Quien diga un hombre humilde, sencillo, regular, firme, que ama santamente a sus inferiores, gran limosnero y vivamente impresionado por la miseria de los demás, trabajador en lo posible, paciente y temeroso de Dios en extremo, hace en pocas palabras el retrato del Sr. Laudin, resume su elogio y recuerda en breves palabras las tres grandes virtudes, cuyo detalle no puede por menos de ser muy edificante.

El Sr. Laudin era muy humilde, y ha practicado toda su vida esta virtud de pensamiento, de afecto, de palabra y de efecto. La humildad de sus pensamientos se ha visto en sus conversaciones familiares, sus repeticiones de oración, principalmente en las observaciones de sus retiros, en los que no hablando más que a Dios no hay lugar a falta de sinceridad en sus expresiones. Ahora bien, en estos resúmenes no se tiene ante Dios más que como una nada rebelde contra su Dios, un pecador digno del infierno, una criatura que merece ser aniquilada. No sólo se cree poca cosa, basta con ser sabio para tener este pensamiento, pero se complace y se glorifica con el santo apóstol en sus debilidades y en su ceguera, toda su felicidad consiste en vivir anonadado a los ojos de los hombres, y en no ser conocido y aprobado más que de Dios. Las palabras son de ordinario conformes a los sentimientos  interiores que se tienen de sí mismo. Un hombre que se estima, se alaba, se vanagloria; el que se desprecia, se culpa, o no dice palabra de sí mismo. Este buen señor se culpaba agradablemente en los encuentros. Se le mostró un día a un joven a quién él había formado en la piedad, diciéndole Éste es vuestro hijo. –Sí, respondió, pero vale más que su padre. Consultaba a los jóvenes sacerdotes sobre algunas dificultades de teología en términos tan humildes y tantas demostraciones de  de su poca confianza en sus luces, que era admirado de cuantos le oían. No hablaba de su vida pasada sino en términos muy humillantes, diciendo que era un hombre destinado a la penitencia y que no merecía más que el infierno por muchos grandes pecados que había cometido y de los que vino a hacer penitencia en la Compañía. Los empleos brillantes que acostumbran a corromper las virtudes no hicieron más que perfeccionar y purificar las suyas, siguió siempre siendo el mismo, humilde seminarista, humilde estudiante, humilde sacerdote, humilde inferior, humilde superior, humilde visitador, humilde párroco de Fontainebleau, y siempre tanto más humilde cuanto más honrado y elevado ha sido. Rara virtus humilitas honorata. La estima de los hombres le ha hecho siempre temblar delante de Dios. Sucedió en Fontainebleau a una persona que había sido altamente estimada, y de la que tal vez era inferior en talentos exteriores. Algunas señoras de primera calidad de la Corte le dijeron con muy poca gracia que nunca sería gustado y que no haría ningún bien en la parroquia; algunos parroquianos fueron de la misma opinión en un principio, y otras personas más obligadas a facilitarle una agradable entrada en el ejercicio de sus funciones le pusieron algunos obstáculos; pero su humildad apartó afortunadamente todas estas oposiciones.

Respondió con tanta humildad como valor a estas damas que no había venido precisamente para gustar ni hacerse aplaudir de los hombres, sino tan sólo para hacer la voluntad de Dios y obedecer a sus superiores; que si la experiencia hacía ver que era incapaz de producir fruto, estaba siempre preparado a salir a la primera señal  de la voluntad de sus superiores. Sus parroquianos no bien le vieron rebajarse, con una humildad sin igual, en las menores funciones curiales, cuando comenzaron a quererle y estimarle mucho. Admiraron a su párroco llevando capa pluvial en un funeral como un simple clérigo, cantando vigilias con un pequeño clérigo, robándole al sueño de la noche para ir a consolar a los pobres enfermos, celebrando la misa a horas incómodas, mezclándose, confundiéndose en todo encuentro con la multitud de sus cohermanos e inferiores sin distinguirse de otra forma más que por el nombre de párroco y por más trabajo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *