Antoine de la Ville (1668-1739)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

CREDITS
Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices, IV.
Estimated Reading Time:

El 10 de febrero perdimos a uno de los más dignos hijos de san Vicente de Paúl, al Sr. Antoine de la Ville, superior de nuestra casa del Mans, el visitador de la provincia de Bretaña, verdadero misionero a juzgar por las señales de su vocación, por su fidelidad a cumplir sus deberes, por su celo y su vigilancia en conservar el espíritu.

Asistido de las bendiciones del Señor, dejó ver desde su infancia disposiciones tan hermosas para servir a la Iglesia, que su obispo siguiendo la costumbre del tiempo, le confirió la tonsura a los siete años y que pareció desde entonces digno de ser nombrado a un pequeño canonicato del lugar de su nacimiento, por la Sra. abadesa de Cusset. El crédito de sus padres, entre los cuales contaba al Sr. Sicaut, obispo de Synope, y al protección de esta dama, sobrina del Padre La Chaise, hubieran podido procurar dignidades eclesiásticas, e incluso le daban esperanzas; pero Dios le llamaba a su servicio, y fiel a su voz, renunció a todas las esperanzas que hubieran podido halagar un corazón menos generoso. A la edad de dieciséis años, se consagró irrevocablemente al Señor en nuestra Congregación, al mismo tiempo que habiendo hecho en provincias un primer curso de filosofía comenzaba un segundo en París para recibir allí los grados en la Universidad, siguiendo las intenciones y los planes de su familia. Se sintió penosamente afligida por un paso tan contrario a sus proyectos, y persuadida de que un tal asunto quedando en su seno, le habría hecho honor, ella no omitió nada para comprometerle a volver al mundo; caricias, promesas, amenazas, todo se empleó pero nada hizo impresión sobre un corazón que en toda su sinceridad había optado por Dios como heredad. Por más que se volvió a la carga,  y se le ofreció incluso después una parroquia de 1.500 libras y adularle con toda clase de ventajas, él siguió inquebrantable en su vocación. Se entregó a lo que hay de más sólido en la piedad, y reguló su conducta con tanto éxito sobre las máximas evangélicas, y las reglas de nuestro estado, que el Sr. Jolly, superior general, de feliz memoria, le juzgó digno poco tiempo después del sacerdocio, de ser enviado a la formación de los jóvenes misioneros, y le confió para ello la dirección del seminario interno que teníamos entonces en Angers. Allí formó a excelentes sujetos, más todavía por el poderoso ejemplo de sus virtudes, que por las lecciones asiduas  y continuas de piedad que les daba. Pareció a partir de entonces al Sr. Jolly tan sólidamente  unido a Dios y a su estado que le honró con su confianza, haciéndole conferir el priorato de Saint-Thomas de Cosnac, persuadido de que este virtuoso sujeto dedicaría siempre las rentas según las reglas y el espíritu de la Iglesia, en el alivio de los pobres, a la decoración de los altares, y en otras buenas obras, lo que ha hecho hasta el último suspiro.

Al salir de Angers, vino a San Lázaro a enseñar la teología moral, y una persona que ha tenido la ventaja de conocerle en 1701 asegura que era querido y estimado por sus talentos y su virtud, y que los estudiantes tenían en él ni confianza entera ya que, si por un lado era atento y aplicado a instruirlos  con claridad, precisión y solidez de las máximas y de las verdades de nuestra santa religión,  por el otro no era menos diestro en insinuarles agradablemente el amor a sus deberes y a la regularidad.

En 1703, el Sr. Watel que acababa de ser elegido superior general, puso los ojos sobre él para confiarle la dirección de nuestra casa de Sarlat ; no se tardó mucho en advertir la bondad y el discernimiento de esta elección, que no se podía apenas hacerlo mejor ; pero se tuvo principalmente ocasión de admirar su rara sabiduría y su prudencia consumadas en nuestro establecimiento en Nuestra Señora de Buglose. San Vicente de Paúl había nacido cerca de ese lugar, y Mons. el obispo de Da deseaba que esta parroquia  nos fuera concedida a perpetuidad; una sola cosa faltaba  para el éxito de esta unión, el consentimiento del párroco titular que se había opuesto siempre con todas sus fuerzas ; pero no pudo resistir a la dulzura, a la paciencia, ni a la habilidad del Sr. de la Ville que halló en su amor, y en su devoción para con san Vicente de Paúl, con qué allanar todas las dificultades. Su destreza en el manejo de los asuntos, su ciencia profunda de las divinas Escrituras, su gusto por todo lo que se llame literatura, le habían adquirido en todo el país la reputación de un hombre de verdadero mérito, los sabio se daban el gusto de gozar de su conversación, los grandes y los pequeños le querían con una confianza respetuosa ; todos también  le lloraron mucho cuando se lo llevaron para hacerle pasar al Mans, a ocupar allí la dirección de esta familia inmediatamente después del Sr. Himbert.

La pena que se tenía  en el Mans por perder al Sr. Himber hizo recibir al nuevo superior con alguna sequedad, y los primeros seis meses que pasó en su nuevo superiorato debieron ser un poco penosos ; como estaba a la orden de Dios, y resignado a probarle  su sumisión y su obediencia, no se alarmó por nada, y la divina Providencia permitió para su consuelo que disipándose la prevención, aparecieron sus talentos y su mérito fuera conocido, y que  él Sr. De Tressan entonces obispo, persuadido del presente que había recibido en la persona del Sr. de la Ville, le diera su confianza total, y le honrara con su estima.

La merecía por todos los conceptos, y la ha conservado hasta su muerte bajo los otros dos obispos sucesores  que no le han tenido en menos. Estaban encantados de ver a la cabeza de su seminario a un tal superior a quien una rara prudencia y todas las demás virtudes y cualidades requeridas habían hecho reconocer universalmente  como muy hábil en el arte de gobernar.

Esta misma consideración ha impedido escuchar la petición expresa que su humildad y sus debilidades le han hecho reiterar a menudo para ser descargado de la dirección de la familia y de la provincia. Su amor por el buen orden, su atención en mantenerlo, su descernimiento en todo, su celo por lo espiritual de las familias, su habilidad para llevar lo temporal, le atraían aplausos por todos partes, y pedían que se quedara en el lugar bien a pesar de sus debilidades que, si bien habituales, no le han impedido trabajar con éxito, y tanto como muchas personas  de una salud más robusta. Treinta y un años de buenos servicios en la dirección del seminario le habían hecho respetable a los ojos del clero y del pueblo, a los que ha servido constantemente con todo el desinterés y la fidelidad posible, y a los que ha edificado por igual con el ejemplo de un gran número de virtudes. Las debilidades del Sr. de la Ville haciéndole las visitas episcopales a las que se le pedía que acompañara al obispo, bien difíciles; se excusaba humildemente de acompañar al prelado, pero le respondían amablemente que necesitaban de su cabeza y de sus luces, que le servirían de buen grado de pies, de ojos y de manos. Su prudencia ha brillado también en la administración del hospital; se echan de menor sus avisos y sus consejos,  fueron siempre saludables para muchos pobres.

Digno hijo de san Vicente de Paúl, estaba penetrado de la más tierna devoción para con él. Es uno de los que más han suspirado por la canonización de este gran siervo de Dios. Sus cartas están llenas de los transportes de júbilo que experimentó su alma al enterarse de la noticia que todo estaba consumado en Roma. Se sabe que no deseaba más para morir contento, que celebrar solemnemente la fiesta  con pompa y magnificencia: consuelo que el cielo le ha otorgado, y cuya gratitud ha señalado al Señor. Pero su devoción consistía principalmente en seguir vivamente en su conducta al santo fundador  por la imitación de sus virtudes. Sabía de él a no precipitarse  en los asuntos, a ver, a examinar, pero sobre todo a consultar a Dios, antes de obrar. La impaciencia humana no gustó siempre de esta conducta ; no obstante a pesar de esta lentitud aparente, la cual  en el fondo no era más que prudencia y sabiduría, ha actuado más que muchos, y lo que hay de consolador para él y para la Congregación, a la que servía tan útilmente, es que ha actuado siempre bien.

La casa del Mans se acordará siempre, y con un dulce agradecimiento de todos los bienes que este virtuoso superior le ha traído. Ella le es deudora del buen estado de sus asuntos, y del buen orden que ve ; de un gran altar magnífico todo de mármol que ha construido con grandes gastos, y en el que, puesto que la Iglesia está dedicada a la santísima Virgen, ha hecho colocar una bella estatua de esta Reina del cielo entre dos ángeles que están sostenidos por columnas de mármol; de una rica cruz de plata trabajada muy delicadamente, y de seis candeleros que la acompañan y no son menos preciosos ; de un gran número de ornamentos muy propios con los que ha enriquecido la sacristía ; de tres cálices para los cuales ha destinado una parte de su depósito que le ha quedado a la muerte, la otra parte siendo para limosnas hechas a ciertas parroquias ; del gran celo que ha tenido de perfeccionar la biblioteca, que hoy es una de las mejores, por el gran número de libros escogidos con gusto con los que la ha enriquecido , y por la disposición y el orden que le ha dado. Todo ello pide asiduidad, amor al trabajo y afecto a su estado, facultades ; su economía y su liberalidad eran sus recursos, lo que tenía como propio estando muy ocupado del alivio de los pobres  y en estas clases de buenas obras. Que la casa del Mans junte pues todos estos beneficios  a los raros ejemplos de virtud que ha recibido de él, y hallará sin duda los motivos de una viva gratitud. Así ha vivido el querido misionero que nosotros echamos tanto de menos. Nacido en Cusset, en la diócesis de Clermont, el 12 de marzo de 1668, había sido recibido en el seminario de San Lázaro en París el 25 de marzo de 1687. – Anciennes Relations, p. 226.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *