Vicente de Paúl: Empresas de caridad

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Rearden Myles · Año publicación original: 2003 · Fuente: Vicente de Paúl .....
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Cuando Vicente, unos días antes de la Navidad de 1617, volvió a casa de los Gondí, volvía como un dechado de pastores y victorioso con sus éxitos de Chatillon a la espalda. No iba para dedicarse a su pequeño trabajo de antes como preceptor de los hijos de los Señores, ni para ser uno más de los domésticos de la familia, sino para ser el Ayudante – Consejero- de los Señores en todo lo concerniente a las obras de caridad que ellos no podían hacer personalmente. La posición del Señor de Gondí era de almirante de la marina de guerra y decidió que el P. Vicente asumiera el puesto de capellán mayor de las galeras, los navíos de guerra. Además Vicente recibió autorización para visitar todas las dependencias de la marina donde fuera con la idea de hacer su trabajo de promoción de los condenados a las galeras. El sacerdote Vicente iniciaba así su carrera en los asuntos de la nación.

MISIONES

El gran plan de Vicente era procurar la salvación de los pobres del campo y de las aldeas. Había comenzado esto con la predicación de Folleville. Ahora preparó un proyecto de misiones de las parroquias, que incluía también las veinte pequeñas villas del territorio de los Gondí.

Las misiones intentaban re-evangelizar las parroquias para que los fieles llegaran a comprender su fe y cumplir con sus deberes de católicos. Los misioneros eran los sacerdotes, que solían ser dos, tres y hasta cuatro y que llegaban al pueblo y alquilaban una casa para residir en ella y quedarse dos semanas y, a veces, hasta dos meses dedicándose a la misión. El horario de la misión se arreglaba según los trabajos de los fieles empezando, por esa razón, temprano en la mañana. Primero se enseñaban los temas básicos de la fe y los deberes del cristiano. Pasado el mediodía tenía lugar la catequesis de los niños y de los jóvenes, que con gran regocijo eran así instruidos por primera vez en su vida. Esta enseñanza de los jóvenes se presentaba por medio de historietas y juegos agradables para aprender y recordar con facilidad. Al atardecer, terminados los trabajos del campo, se tenía el catecismo de adultos donde los mayores eran instruidos sobre los artículos de la fe, las leyes de Dios y las de la iglesia, los sacramentos y las oraciones principales. El final de la misión era una gran fiesta con la recepción de la eucaristía, precedida por una procesión del Santísimo Sacramento. Y a este final se anteponían las confesiones. Con frecuencia esta era la primera vez que aquellos cristianos expresaban su fe de esta manera. Quedaban embelesados. Además, las misiones facilitaban el ambiente de la caridad.

ASOCIACIONES DE LA CARIDAD

Donde quiera que Vicente daba misiones, establecía la Asociación de Caridad a la manera de Chatillon. Los miembros recibían instrucciones sobre espiritualidad, tales como la devoción a la Virgen María y la manera de preparar la comida de los pobres enfermos, el modo de atraerlos a los sacramentos, el método de conseguir dinero o limosnas y la manera de enterrar a los indigentes que fallecían. Y, por supuesto, se adiestraba a los líderes sobre cómo animar a los socios. Muchas veces estas asociaciones se injertaban en una de las cofradías ya existentes, tales como la del Santísimo Sacramento, del Rosario, o del Nombre de Jesús.

Hubo asociaciones de mujeres, de hombres y algunas mixtas. El trabajo de las mujeres era el cuidado de los enfermos pobres, como había sido en Chatillon. El trabajo de los hombres era promover las escuelas de oficios para los jóvenes. Concluida la enseñanza del oficio, los nuevos trabajadores enseñaban a otros gratuitamente. La Señora de Gondí se ocupaba de planificar la fundación de estas asociaciones de caridad y las ayudaba con sus fondos. El P. Vicente fue comprendiendo cada vez mejor que no aprovechaba gran cosa el trabajo individual a no ser que fuera compartido con otros hombres, fueran laicos, hermanas o clérigos.

Muchas de las asociaciones se fundaron en villas pequeñas, una por parroquia. Hubo alguna excepción; se establecieron en una gran ciudad, en Macón no lejos de Chatillon. El año 1621, el alcalde se presentó al P. Vicente para pedirle que viniera a poner orden en su tumultuosa ciudad. Vicente convocó a los principales de la ciudad en el salón municipal. Decidieron establecer dos Asociaciones de Caridad, una de mujeres y otra de hombres. Después, empadronaron a todos los pordioseros de la urbe y recolectaron dinero y otras cosas necesarias. Los que estaban en las listas recibían ayuda para la comida y algo de dinero cada domingo después de la misa y se les prohibía andar pidiendo durante la semana. También aquellos que no podían venir a recoger la limosna eran atendidos. El plan tuvo éxito y toda la ciudad respiró al ver orden y caridad en sus calles. Este experimento fue pionero de las asociaciones que más tarde fundaría el Beato Federico Ozanán. Incluso fue el origen de los ministerios de bienestar que luego impondrían los gobiernos civiles de muchos países para ayudar a los indigentes.

LOS PRESOS DE LAS GALERAS

Las galeras, naves de guerra, bajo el mando del Almirante Gondí, se movían a golpe de remo con la fuerza de los galeotes. Cada galera podía tener hasta cien galeotes, cada una con uno o dos vigilantes, que manejaban el látigo. ¿Qué clase de hombres eran estos, llamados «galeotes?» Todos eran presos, condenados por sus crímenes antisociales: robos, asaltos, asesinatos.

Al ser enemigos declarados de la sociedad, no se les estimaba en nada, y eran maltratados por la soldadesca y los oficiales. De hecho no había nadie que se doliese de los galeotes. Las galeras de Francia se movían no sólo sobre las aguas del mar profundo sino también sobre el dolor, las lágrimas y la sangre de los condenados a remar. Pero también por ellos había dicho Cristo: «tal como les tratéis, seréis tratados». El P. Vicente se compadeció de su suerte y decidió compartir con ellos las gracias de la revelación.

Comenzó por mejorar la prisión en cuyas profundidades se les encerraba mientras eran transferidos a las zonas marítimas. La cárcel estaba llena de enfermos y de suciedad. Los presos eran mantenidos siempre en cadenas y el hambre era aguda y permanente. No tenían valedores ni abogados que les representasen ante los jueces o los poderosos del reino y, por ello, ser condenado a galeras era perder toda esperanza. Cuando el P. Vicente empezó a visitarles en las cárceles pidió inmediatamente al Almirante General en Jefe de las Galeras, que fueran trasladados a otro edificio mejor de París y que se les proporcionase mejor alimentación. También pidió al Obispo de París que mandase a todos los sacerdotes de la diócesis que les atendiesen en sus necesidades corporales y espirituales. Él mismo les predicó una misión para darles las mismas oportunidades que a cualquier cristiano. Él, en persona, hizo un viaje al sur, a Marsella, para llevar el consuelo a los que ya se hallaban en las galeras. Los presos recibieron agradecidos este servicio espiritual. Aunque los misioneros no pudieran prometerles la libertad, les mejoraban y fortalecían su autoestima.

El P. Vicente mandó hacer planes para un hospital adecuado para los galeotes en la ciudad de Marsella. Se requería un hospital especial porque los galeotes sufrían con frecuencia heridas de guerra o de flagelaciones violentas a manos de los vigilantes y oficiales cuando los navíos necesitaban aumentar su velocidad. El Almirantazgo comenzó la construcción aunque, por falta de medios, se necesitaron veinticinco años para terminarlo. Y el P. Vicente envió sacerdotes y hermanas para servir a los galeotes siempre que le fue posible.

SAN FRANCISCO DE SALES

Francisco de Sales, el Obispo de Ginebra, en Suiza, fue uno de los hombres destacados de la Iglesia Católica de los países francófonos. Como hemos visto, escribió un interesante libro sobre la devoción en la vida del cristiano, «La Introducción a la Vida Devota» y otro gran libro titulado «El Amor de Dios».

Este segundo libro había sido escrito para las Religiosas de la Visitación que él mismo había fundado. Al establecer una casa en París andaba buscando un sacerdote que fuera su superior y director espiritual. Es posible que hubiera oído hablar de Vicente por el gran trabajo que hizo en Chatillon, cerca de su diócesis. De todos modos, Francisco de Sales, en el año 1618, designó a Vicente como superior de estas religiosas de la ciudad de París. Aunque no tenemos datos de otras relaciones entre los dos, está claro que el P. Vicente y el Obispo Francisco de Sales se conocieron bien y que Vicente siempre veneró al Obispo. Confesó este aprecio un día exclamando en voz alta durante la oración » Oh, Dios mío, que grande tiene que ser tu bondad, que has hecho a Francisco tan bueno!». Después de la muerte del Obispo, en el año 1622, el P. Vicente continuó practicando su doctrina y virtudes y aconsejando a los suyos, laicos, hermanas y padres que leyesen sus libros y siguieran sus directrices. Junto con Berulle y Duval, el Obispo fue el maestro espiritual de Vicente de Paúl.

LA SEÑAL DEFINITIVA

Mientras Vicente predicaba en la ciudad de Montmirail entró en conversación sobre el catolicismo con un protestante. Éste le dijo: «Usted dice que la Iglesia católica es guiada por el Espíritu Santo. No lo puedo creer porque hay muchos católicos en los pueblos rurales cuidados por curas que ni son buenos ni tienen la ciencia necesaria, mientras que las grandes poblaciones están más que saturadas de curas sin ningún trabajo. Es más, en París hay diez mil religiosos y los pobres, que residen allí, están en peligro de perderse a causa de su ignorancia. ¿Me va a decir a mí que esto se hace bajo la inspiración del Espíritu

Santo?». Aunque Vicente defendió a la Iglesia con varias razones, no dejó de comprender que su adversario no se había equivocado. Era necesario promover en los sacerdotes una mayor entrega a su vocación. Vicente se entregó con más ardor y se aplicó más a dar misiones con otros sacerdotes amigos suyos. Aquel protestante asistió a una de ellas para ver los resultados. Un mes después visitó al P. Vicente de nuevo y le dijo: «Ahora sé que El Espíritu Santo dirige la Iglesia de Roma para que los pobres campesinos se salven. Estoy dispuesto a volver a esa Iglesia si Ud. esta dispuesto a recibirme».

Vicente se alegró de esa conversión y se afirmó en su convicción del valor de su metodología pastoral. Esta era la señal definitiva de que había elegido bien su camino en la vida. Cuando el protestante alegó algunas dificultades acerca de las imágenes de culto, antes de confesarle, Vicente llamó a un muchacho para que respondiese a la dificultad según lo enseñado en la catequesis de la misión. El muchacho ofreció inmediatamente la respuesta aprendida. El protestante, confirmada su fe, fue recibido en la Iglesia pocos días después, con gran alegría de todos. El comentario de Vicente sobre este suceso fue: «Los misioneros somos afortunados porque hemos sido llamados a mostrar a los fieles que el Espíritu Santo mueve a la Iglesia y con nuestro trabajo evangelizar a los pobres».

LA ÚLTIMA TENCACIÓN

El año1623, hallándose las galeras en Burdeos, el P. Vicente dio una misión para los galeotes. Burdeos queda cerca del lugar donde él había nacido. El P. Vicente decidió visitar a sus familiares. Hacía unos veinticinco años que no los veía. Se daba cuenta de que había un peligro en la visita pues sucedía con frecuencia que los sacerdotes se desmoralizaban al ver los problemas de sus familias que les pedían su ayuda. Sin embargo, habiéndose aconsejado, decidió pasar a verlos.

Llegó a Pouy y se hospedó con el párroco. Renovó las promesas del bautismo en la iglesia. Presidió una peregrinación de familiares y vecinos al santuario de la Virgen de la Buglose, un lugar de peregrinaje de las cercanías. Por primera vez sintió grandes deseos de llevar a cabo el deseo de su padre, que le había encaminado hacia los estudios sacerdotales para ayudar a los suyos. Les animó a vivir bien como cristianos. Y les explicó que no debían esperar favores suyos porque todo lo que tenía era de Dios. Luego partió para Burdeos a dar la misión. Pero en el camino, Vicente se sintió grandemente tentado y empezó a verter lágrimas pensando: ¿No sería mejor poner a un lado este trabajo de predicar y ayudar a los pobres diariamente y anteponer la ayuda a su familia, como un día había pensado al ir a estudiar a Tolosa? Él tenía la oportunidad de ser un cura de la diócesis como lo era otro miembro de su familia. Esta era la tentación propia de un hombre maduro que hace un alto en su vida. Se parece a la tentación de los israelitas en el desierto pensando en las cebollas de Egipto. Por tres meses enteros estuvo dudando de su vocación.

Por fin Vicente oró pidiendo a Dios que le librara de esta tentación como le había librado de la tentación sobre la fe hacía unos diez años. Perseveró pidiendo este favor en sus oraciones hasta que se le concedió lo que deseaba. Pasada la tentación, el P. Vicente se sintió aún más firme en su  vocación, volvió a París y, unos días después, comenzó otra misión en la diócesis de Chartres.

Durante estos seis o siete años, desde que había empezado su «noviciado de conversión», el P. Vicente había progresado en su servicio y apostolado del amor a nivel local y nacional. Sintió también que se había consolidado su vocación personal de compartir la gracia con los demás desinteresadamente. Ahora va a empezar a reunir junto a sí a otros compañeros y ayudantes que compartan y realicen este plan de extender el reino de Dios.

 

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