Vicente de Paúl, Conferencia 033: Sobre la pobreza

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Vicente de PaúlLeave a Comment

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16 y 23 de octubre de 1654

Faltas contra la pobreza. No pedir nada ni rechazar nada. No tener nada superfluo o especial.

Los viernes 16 y 23 de octubre de 1654 se tuvo la conferencia sobre el tema de la virtud de la pobreza, que contenía tres puntos: en el primero, las razones que tenía la compañía para entregarse a Dios en la práctica de esta virtud según la promesa que cada uno ha hecho a Dios; en el segundo, las faltas que se han observado en la compañía contra esta virtud, y las que se pueden cometer; y en el tercero, los medios para mantenerse debidamente en la práctica de esta pobreza y observarla cumplidamente.

El padre Vicente, que presidió esta conferencia, me hizo el honor de llamarme para tomar la pluma y recoger las faltas que señalasen los que hablaban sobre este segundo punto, para que pudiera ponerse cuanto antes el remedio contrario y pensar en lo que había que hacer.

Así pues, estas son las faltas que se indicaron, junto con algunos medios y los nombres de los que hablaron.

En primer lugar, el hermano Alejandro Vérone dijo que era una falta contra esta virtud de la pobreza, profesada en la compañía, ser demasiado espléndidos y liberales con los bienes de la casa, 2.° hacer y dedicarse a cosas superfluas, trabajos inútiles, etcétera; 3.° en la cocina y en la despensa, va contra la pobreza arrastrar los muebles, dar demasiada carne, pan, vino y otras cosas; 4.° dejar que se estropeen las mantas, los colchones; 5.° pedir prestado dinero de fuera y, con ese pretexto, emplearlo en uso propio; 6.° rechazar la ropa que se da; 7.° en la zapatería, mandar hacer calzado a la moda, con tacones altos; lo cual ha sido causa de que haya habido que rehacérselos a algunos por no poder utilizarlos. Los hermanos jesuitas que se ven por el mercado van siempre uniformados en el hábito, zapatos, sombreros, manteos, y siempre vestidos de la misma forma. Al comienzo, también la compañía de la Misión se mantenía en ese mismo estado. ¡Qué lejos estamos ahora de aquello! Y entonces veíamos cómo el padre Dehorgny usaba a veces hábitos raídos, una sotana vieja, y así en lo demás.

El primer medio consiste en entrar por esta práctica y tomar todo lo que se dé, excepto las cosas que uno no puede llevar, como por ejemplo, un alzacuellos demasiado alto que, por eso mismo, le hace a uno daño; en ese caso, se puede avisar al encargado.

En segundo lugar, no querer estar nunca bien provisto de todo, sino sentirnos contentos de que nos falte siempre algo.

El hermano Tratebas. La primera falta es usar de alguna comodidad o de algunos bienes que uno pueda tener, y esto sin permiso, ya que la pobreza nos quita el uso, aunque no el dominio; el que utilizase alguna cantidad notable, como veinte libras, podría llegar a pecado mortal; 2.° recibir algo sin permiso, es falta por hacerlo sin permiso, como un cuchillo o algo semejante; 3.° no poner mucho cuidado en las cosas que usamos y que hemos de conservar; dejar las ropas llenas de barro o de polvo, también va contra la pobreza; así como también dejarlas sucias, pues a veces hay que dárselas a otro, y a éste le cuesta aceptarlas; 4.° no contentarse con lo que se le da a uno; 5.° quejarse de la comida, de la bebida o de alguna otra cosa.

El primer medio es aceptar esta práctica; el segundo, no pedir nunca cosas necesarias, a no ser las que no se ven por fuera; pero de las que se ven por fuera, no pedirlas, sino esperar que los encargados se den cuenta de que lo necesitamos y nos lo den; el tercero, no rechazar nunca nada de las cosas que nos dan.

El hermano Lapostre. La pobreza consiste en no apropiarse nunca de ninguna cosa de la comunidad, ni de las cosas de fuera que nos pertenecen, más que según el beneplácito del superior, a quien hay que pedir permiso; obrar de otra manera es ir en contra del voto de pobreza. De las cosas de la comunidad no tenemos ni el dominio ni el uso; para las cosas de fuera que nos pertenecen, sólo tenemos el dominio y no el uso.

2.° También es una falta contra esa virtud de la pobreza de la que hablamos, comprar alguna cosa sin permiso.

3.° No se puede dar nada sin permiso, ni siquiera darle a uno de comer; el hacerlo es una falta contra la pobreza.

4.° Dejar que se estropeen las cosas que usamos.

5.° Apropiarse de algún libro, con el pretexto de guardarlo, sin permiso del superior; para ello, hay que preguntarle de antemano si le parece bien.

En sexto y último lugar, es también una falta contra la pobreza tener alguna cosa sin permiso, o tener algo superfluo.

El primer medio consiste en adoptar la práctica de no pedir nada ni rechazar nada, especialmente respecto a las cosas que no son necesarias. En segundo lugar, es conveniente que alguien se cuide de atender a las necesidades de cada uno.

El padre Alméras. Faltas: 1.° Tener tapete en la mesa, colgaduras de cama, un montón de libros, aunque sea con permiso; 2.° Pedir libros una vez al asistente, otras al superior, luego al asistente, y así sucesivamente, como por ejemplo, porque desea uno leer ciertos tratados, y conservar esos libros después de leídos; 3.° item, de todas las demás cosas, como un cuchillo u otras cosas superfluas, por miedo a quedarse sin ellas, o con el pretexto de que dentro de algún tiempo, por ejemplo dentro de un año, podremos necesitarlas; 4.° conservar lo que sobre del dinero de un viaje que hayamos hecho y pedirle al superior: «Padre, ¿le parece que compre alguna cosa con esto?»: esto es una falta; lo que hay que hacer es darle el dinero al procurador y esperar luego dos o tres días, y entonces, si se necesita comprar alguna cosa, ir a pedírselo al superior; 5.° durante el viaje, darse buena vida por el camino y comer manjares demasiado delicados; 6.° al ir de una casa de la compañía a otra, llevarse todo lo que uno pueda, llenar el saco; 7.° así como también llevarse muchos libros, cuando uno va a la misión o al campo; 8.° ocultar muchos objetos, por miedo a que los vean: pequeños crucifijos, agnusdei, rosarios, en una cajita, y no sé cuántas estampas. Todo esto, dijo, son faltas contra la pobreza, y no he visto nunca que personas de esa clase, que hayan estado apegadas a esos objetos, hayan permanecido en su vocación, ni siquiera en el seminario.

Uno de los medios principales para unirnos a Dios es la práctica de la pobreza, etcétera.

A continuación el padre Vicente, nuestro veneradísimo padre, concluyó esta conferencia de la manera siguiente y presentó como primer motivo para guardar la pobreza este pasaje de san Mateo: «Vended todo lo que tengáis y dádselo a los pobres, etcétera».

El segundo motivo es que se le hemos prometido a Dios. Un día Jefté hizo voto de que, si ganaba la batalla, le ofrecería a Dios en sacrificio la primera criatura que se presentase a él a su vuelta; su hija, al saber que volvía victorioso su padre, quiso ir a su encuentro para felicitarle por su triunfo y alegrarse con él; pero él, al verla, exclamó: «¡Dios mío! ¿Es menester que sea mi propia hija?». Y entonces le entraron grandes angustias, al considerar por un lado que lo había prometido a Dios con voto, y por otro que tendría que morir su hija; y era quizá su única hija; y cuando él le dijo que tendría que morir, por habérselo prometido a Dios, ella le pidió tiempo para llorar su virginidad; él se lo concedió; y luego, al cabo de poco tiempo, la hizo morir, antes que faltar a la palabra dada a Dios. ¡Y qué es lo que no hizo Abrahán, antes de dejar de obedecer a Dios!.

Sabemos que los antiguos filósofos despreciaron las riquezas hasta el extremo, a pesar de ser paganos; testigo de ello es uno que no recuerdo… ¿Se acuerda usted, padre de la Fosse? El padre de la Fosse le dijo que era Diógenes Bien, Diógenes, o quien quiera que sea, continuó el padre Vicente; Alejandro le envió un día una gran cantidad de dinero, él pensó para sí: «Alejandro me envía esto, porque soy un hombre de bien; por eso mismo dijo a los que se lo habían llevado, decidle a Alejandro que me deje seguir siendo lo que soy».

San Gregorio quiso que cierto religioso, en cuya habitación se habían encontrado diez monedas, se viese privado de la visita y del trato con los demás religiosos; el mismo santo ordenó que, al morir, su cuerpo fuera enterrado en el campo público. Vean, padres, lo que esto significa: ¡y por diez monedas solamente!

Cuando han venido para entrar en la compañía, les dijeron que había que hacer y guardar el voto de pobreza, y contestaron que así lo harían; al cabo de un año, hicieron el propósito; al cabo de dos años, hicieron los votos. ¡Y después de ello, faltar a ese voto, entristecerse de haber hecho lo que se ha hecho, arrepentirse de ello y decir que, si hubiera que volver a hacerlo, no lo harían! ¡Ay padres y hermanos míos! ¡qué estado tan deplorable! ¡Empeñarse incluso en que le den a uno dispensa, lamentarse de haber hecho bien las cosas y estar en una situación tan digna de lástima! ¡Oh, Salvador mío! ¡Salvador mío y Dios mío!

El estado de los misioneros es un estado apostólico, que consiste, como los apóstoles, en dejarlo y abandonarlo todo para seguir a Jesucristo y hacerse verdaderos cristianos; es lo que han hecho muchos de la compañía, que han dejado sus parroquias para venir a vivir aquí en la pobreza y, por tanto, cristianamente; y, como me decía un día cierta persona, sólo el diablo puede decir algo en contra de la Misión; ir, por ejemplo, de aldea en aldea para ayudar al pobre pueblo a salvarse y a ir al cielo, como veis que se hace. Por ejemplo, el buen padre Tholard, que está allí ahora, y el señor abad de Chandenier(8), teniendo incluso que dormir sobre la paja.

La primera falta contra la pobreza es ocultar alguna cosa, por ejemplo, los libros;

2.° Comprar alguna cosa, bien con dinero de la casa o con dinero de sus padres, sin permiso.

3.° Tener cajones cerrados en el cuarto, o una maleta.

4.° Muchos libros.

5.° Dinero.

6.° No entregar el dinero al procurador, al volver del campo, va contra la santa pobreza, aunque sólo se guarde el dinero para entregarlo al día siguiente.

7.° Un superior que arregla bien su cuarto, y esto a costa de la casa, obra contra la santa pobreza; las incomodidades con que se tropieza en las casas particulares sólo nacen por culpa de los superiores que no han observado bien ni han hecho observar esta santa virtud. Hoy he recibido una carta de una persona de la compañía, que me escribe: «Padre, tal superior ha pasado hoy por aquí con una hermosa casaca y dos maletas; ¿no remediará usted esto antes de morir?». Le he contestado que lo haría y que pondría remedio a esta miseria.

8.° Un superior particular que vende o compra algo en beneficio de la casa de que es superior, comete una falta contra esta santa virtud, así como también el que compromete a la casa sin órdenes del superior general.

9.° El que manda hacer algo para adornar una construcción,

o cualquier otra cosa no necesaria, falta contra esta virtud de la pobreza.

El primer medio consiste en entregarnos a Dios para observar bien la santa pobreza; el segundo, ir a visitar las habitaciones de vez en cuando. Les ruego a los encargados que tengan cuidado en esto. Que empiecen mañana por la mía, luego por la del padre Portail, la del padre Alméras y el padre Chrétien. En mi habitación hay dos mantas que utilizo para sudar; que las quiten. Gracias a Dios, mi habitación de arriba no está cerrada, ni tampoco la sala de abajo.

Les ruego a los sacerdotes que celebren mañana la santa misa, y a los hermanos que ofrezcan el domingo próximo su comunión, para dar gracias a Dios de que haya inspirado a alguien de la compañía (creo que es el padre Portail) tener una conferencia sobre esta virtud; también me gustaría que le dierais gracias por ese mismo medio porque ha permitido que recibiéramos hoy, tan oportunamente, este aviso del que acabo de hablar.

Espero, con la ayuda de Dios, escribir una circular y enviarla a todas las casas de la compañía, a los superiores, para que tengan una conferencia sobre este mismo tema de la pobreza, e indicarles lo que se ha hecho aquí, para que hagan y observen las mismas cosas y visiten las habitaciones de los de su casa.

El padre Vicente rogó al padre Alméras que fuera por todas las habitaciones, que quitase las cortinas de la cama y otras cosas, diciendo que en la Misión se acostumbra dormir sin cortinas; que pusiera remedio a ese montón de libros que algunos tienen en sus cuartos, que mandase a la biblioteca los superfluos y que procurase practicar esta virtud que atraerá mil bendiciones, afirmó, sobre la compañía.

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