París, último día de enero del año 1642.
Padre:
¡La gracia de nuestro Señor sea siempre con nosotros!
Como no pude escribirle ampliamente por medio del padre Dufestel, le envío ahora este suplemento por correo expreso, que le he pedido al señor Lumague que le mande a usted por medio de su corresponsal en Lión.
Ya está ahí el padre Dufestel para sustituirle, junto con el padre Guérin; los dos son muy buenos servidores de Dios. Le ruego que le dé al primero las cartas de su cualidad de superior, que le envío, y que le asegure al señor obispo que es un misionero muy prudente, buen director, con muchas bendiciones de Dios y que siente una obediencia y un afecto muy especial para con los señores prelados. El difunto señor obispo de Troyes lo honraba con su benevolencia de una forma inexplicable. Asegúrele igualmente a la comunidad que sabe dirigir con mansedumbre, caridad, prudencia y firmeza al mismo tiempo, mirando siempre al fin que pretendemos, y que gobernó tan bien a la comunidad de Troyes que los de dentro y los de fuera lo alaban más de cuanto les podría decir. A él haga el favor de decirle que le ruego acepte las disposiciones de usted sobre el seminario, a propósito de los apuntes, en lo que se refiere al padre Escart y en general en todo lo relativo a las cosas, hasta que reciba de nosotros otras órdenes según las dificultades que se presenten, de las que le ruego me pase aviso, sin que de momento cambie él ninguna cosa.
Ya he visto las razones por las que usted le dijo al padre Dehorgny que hizo lo que hizo; aunque sé muy bien que usted no hizo nada sin motivo, creo sin embargo que es conveniente que nos comunique usted las cosas principales antes de hacerlas, no sólo en cuanto a la-sustancia, sino también en cuanto a las circunstancias, ut simus unanimes in eodem spiritu; y le suplico, en nombre de nuestro Señor, que tenga confianza en que las cosas de nuestro Señor no se estropean de ordinario por emplear más tiempo en considerarlas y en encomendarlas a su providencia, sino que por el contrario todo marcha entonces [mucho mejor].
No he podido encontrar más que cuarenta y seis escudos con dos tercio p[ara] las misas de los que el señor obispo de Ginebra desea enviar a casa de ustedes para hacer los ejercicios; se los envío a casa del señor Mascar[ini] y del señor Lumague en Lión, que se los entregará para que se los dé usted al señor obispo, para que disponga de ellos como le plazca; entretanto veremos si podemos conseguir más por otra parte [para] enviárselos. Le ruego, padre, que le asegure m[is respetos] y que le diga que he seguido sus órdenes, que usted me indicó, y que las defenderé ante nuestra querida madre la superiora de la Visitación en lo referente [al corazón] de nuestra dignísima madre; ayer le dije a la madre superiora de aquí que le dará más gloria a esta alma bienaventurada aceptando los sentimientos de su corazón tan amable y tan amoroso que empeñándose en la posesión de dicho corazón; siempre mantendré estas palabras, porque así lo pienso también en el espíritu y en el corazón, ya que el señor obispo de Ginebra es el intérprete de la voluntad de Dios en este caso y es esa su opinión. Esas buenas hermanas sienten un poco de pena en aceptarlo y les gustaría que el señor obispo quisiera compartir ese tesoro. Su providencia tan santa y tan paternal sabrá poner remedio a todo. Espero que, mientras tengan poder las personas que ahora dirigen, se contendrán; pero tengo mucho miedo de que con el tiempo esta casa no se quedará ahí.
Después de escrita la presente, el señor Lumague me acaba de decir que nuestro Señor ha dispuesto de nuestro Santo Padre, el papa. Esta noticia me ha dejado perplejo durante seis horas sobre si deberíamos hacer salir para Roma a la compañía; pero finalmente nos hemos decidido a ello, de forma que saldrán pasado mañana, día tres de febrero, para estar en Lión diez o doce días más tarde, y alrededor del diecisiete en Marsella, adonde tiene que dirigirse el secretario del señor embajador de Roma, y adonde deseo mucho que llegue usted al mismo tiempo para marchar con él. Esto será una ventaja no pequeña. En nombre de Dios, padre, haga todo lo posible para ello.
Los que enviamos son el padre Germán y el hermano Martín. Los dos sienten mucho afecto a su vocación y están totalmente abrazados a ella. El primero tiene un espíritu apacible, interior, obediente, cumplidor, limpio, de buena presencia y bastante sencillo, canta bien y sólo ha estudiado filosofía; el otro es cándido, sencillo, manso, obediente, cumplidor de las reglas y ha estudiado filosofía y teología, en la que defendió las tesis, hace solamente tres días, con notable bendición; dirige acertadamente el catecismo, predica bien, tiene éxito con los ordenandos, a pesar de que sólo ha cumplido 22 años. Le enviamos también un hermano, que es bueno, dócil y cumplidor, aunque no hace mucho tiempo que está en la compañía; estoy en dudas de si enviarle además otro padre y un clérigo, que son también de notable virtud: el primero es muy interior, buen catequista y predicador bastante bueno; el segundo es observante, interior, sencillo y filósofo. Ya veremos si los podemos enviar.
Haré que paguen aquí el trimestre de enero al señor Delorme, si no lo han hecho aún, tal como había ordenado. Hay algunas dificultades para la letra; pero se pasará por encima de ellas por medio del pago a ese buen hombre que está enfermo y casi atado a su cama.
Envío quinientas libras, que recibirá usted del señor Lumague en Lión y se las enviaré al padre Dufestel para que las entregue al señor obispo de Ginebra para sus ejercitantes; parte de ellas me las han dado como limosna, mas cuarenta libras que también le envío a dicho señor, para que se le entreguen a usted en Lión para el viaje a Marsella; de ellas habrá que descontar lo que se le dé al portador de la presente. En Marsella tendrá usted que dirigirse al señor juez de Forbin, lugarteniente general de galeras, que le enviará adonde está alojada la compañía. Y si ya hubiesen salido, por encontrar vientos favorables y la oportunidad que le indiqué, él se encargará de buscarle algún otro barco y, si es necesario, le entregará dinero para el viaje, si lo necesita.
Esto es, padre, todo lo que puedo decirle de momento, aparte de que le abrazo, junto con el padre Dufestel y sus restantes compañeros, con el mayor cariño y humildad que me es posible, y que soy, en el amor de nuestro Señor, su muy humilde y muy obediente servidor.
VICENTE DEPAUL
Tengo tanta prisa que no puedo escribirle al padre Dufestel; que haga el favor de perdonarme.
Dirección: Al padre Codoing, superior de los sacerdotes de la Misión de Annecy, en Annecy.







