París, último día del mes y del año de 1639
Señorita:
¡Y ahora está enferma por orden de la providencia de Dios! ¡Sea bendito su santo nombre! Espero de su bondad que sacará también gloria de esta enfermedad, como lo ha hecho con todas las demás; eso es lo que le pido incesantemente, aquí y en otras partes, dondequiera que me encuentre. ¡Oh! ¡cómo me alegraría que Nuestro Señor le hiciese ver cómo lo hacen también todos estos corazones y el cariño que le tienen las oficialas de la Caridad del Hôtel-Dieu, cuando se lo dije anteayer en una pequeña reunión! Le suplico, señorita, que haga todo lo posible para la recuperación de su salud y sobre todo que no ahorre ningún esfuerzo. Si tiene necesidad de dinero, no se lo negará el buen señor abad de Vaux, esperando que yo se lo envíe, como lo haré apenas me lo indique. Y en cuanto a su regreso, convendrá que sea en litera; ya procuraremos enviarle una cuando esté en situación de poder venir.
Su hijo vino ayer por aquí a traerme su carta, que fue para mí tan gran consuelo como puede imaginarse, a causa de lo que se me había dicho.
Actualmente tiene en Angers a la señora Turgis, a Bárbara y a Clemencia, según espero; partieron de aquí el día antes de la vigilia de Navidad en el coche de Orleans.
Las cosas van bastante bien por La Chapelle, según sus órdenes. Saludo a sus buenas hijas y soy, en el amor de Nuestro Señor…