1651. En San Lázaro, Vicente de Paúl se reúne con algunos misioneros en asamblea. Hasta el 11 de agosto examinarán diversas cuestiones y en particular el texto de las Reglas Comunes.
1749. Una hermana del Economato comienza el registro en el que se anotan las salidas de las Hijas de la Caridad a provincias. Junto al nombre de la ciudad se inscribe el nombre de la hermana enviada, el precio del transporte y los gastos del viaje (comida y alojamiento). Cada año, una media de ciento veinte hermanas salen de la Casa Madre hacia un nuevo destino.
1774. El primero de julio parece un día fasto para las Asambleas; en el se iniciarán al menos dos Asambleas Generales y cuatro sexenales. Es el caso, en 1774, de la decimocuarta, y en 1786, de la decimoquinta. Estas dos Asambleas generales contaban, respectivamente, con treinta y cuatro y treinta y seis miembros y fueron ordinarias, no teniendo por finalidad la elección del superior general, siendo convocadas con doce años de intervalo por el octavo sucesor de Vicente de Paúl, el P. Antonio Jacquier, tal como las Constituciones lo prescribían entonces.
1827. En París, una ordenanza real promulga el Breve pontificio que nombra al P. Pedro de Wailly, superior general de la Congregación de la Misión y de la Compañía de las Hijas de la Caridad. En enero, el papa León XII había restablecido la unidad de gobierno en la Congregación, que, desde 1800 estaba dirigida por dos vicarios generales. Aunque las conversaciones entre la Santa Sede y el vicario general P. Carlos Vicente de Paúl Cathelin Boujard habían sido secretas, la nominación del P. De Wailly, por entonces superior del seminario mayor de Amiens, había, en mayor o menor medida, trascendido y algunos se preguntaban porque el Gobierno francés tardaba tanto en publicarla. En este día, por fin, el P. De Wailly puede inaugurar sus funciones como undécimo superior general.
1873. El Arzobispo de París, Mons. José Hipólito Guibert, aprueba los estatutos de la Obra de la Santísima Trinidad para el alivio de las almas del Purgatorio. Su piadosa fundadora, María Pellerin, había rogado durante mucho tiempo al superior general de la Congregación de la Misión, P. Juan Bautista Étienne, que asumiese la dirección. Su resistencia a hacerlo fue vencida por la obstinación de María Pellerin, que era bretona, y contaba con el apoyo del vicario general de París, el abad Tresvaux, que también era bretón. Al aprobar los estatutos el Arzobispo de París confiaba la dirección de la obra al superior general de la Congregación de la Misión. El 30 de enero de 1874, el papa Pio IX erigirá la asociación en archicofradía.