San Vicente de Paúl y su entronque hispánico (I)

Francisco Javier Fernández ChentoVicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: José Herrrera, C.M. · Año publicación original: 1963 · Fuente: Anales españoles.
Tiempo de lectura estimado:

Pórtico

SANVEn este año tricentenario todo el orbe católico ha registrado con júbilo y exaltación gozosa las gestas del eximio héroe de la caridad que fue San Vicente de Paúl. Pero hay naciones que durante su vida mantuvieron con él íntimos y fecundos contactos. Tal en primer lugar Francia, en la que pasó la mayor parte de su vida y donde organizó sus múltiples y espléndidas realizaciones que luego han llenado el mundo, porque él supo marcarlas con el sello de la catolicidad que es la caridad divina.

Y no sólo fue la nación vecina la emparentada con él, sino que de varias maneras se emparentaron Italia, Polonia, Irlanda y tam­bién España, por no hablar más que de las naciones católicas.

Su emparentamiento con España.

Es el que ahora nos interesa y el que en este certamen pretende investigar la Universidad de Zaragoza, que con razón se gloría de contarle entre sus más preclaros alumnos. Y efectivamente:

«La Universidad de Zaragoza y su Secretariado de Extensión Universitaria, deseosos de conmemorar a San Vicente de Paúl en el tercer centenario de su muerte, ha acordado establecer un premio para ga­lardonar el mejor trabajo sobre el Santo, que aborde el terna de las relaciones entre el mismo y el antiguo Reino de Aragón y, muy especialmente, investigue la posible relación entre el Santo y los Centros do­centes del Reino».

Esto es lo que vamos a hacer en este estudio a través del triple emparentamiento con el Reino de Aragón y, a través de él, con España

Triple emparentamiento

El «gran santo del gran siglo» está vinculado con España con un triple emparentamiento: el de la sangre, el de la cultura y el del afecto, que son los aspectos que vamos a investigar y aquilatar en exente trabajo.

Capítulo primero: El emparentamiento de la sangre

Este primer tema plantea tres problemas que nos propo­nemos elucidar: 1.» San Vicente de Paúl, ¿nació en Francia o en España? 2.° Sus padres, ¿son españoles o franceses? ¿En qué año nació? Esta última cuestión es útil para la enucleación del segundo tema.

Artículo primero: San Vicente de Paúl, ¿dónde nació?

Casi todos los historiadores, aún los de acá del Pirineo, afirman que nació en Pouy, diócesis de Dax, en el país de Las Landas, perteneciente a la Gascuña francesa. Sin embar­go no faltan españoles que sostienen su origen aragonés y le dan por pueblo natal a Tamarite, ciudad de la región literana, provincia de Huesca y lindante con Cataluña por la provincia de Lérida.

Rompieron lanzas por Tamarite en el siglo pasado num­erosos jesuitas, escolapios, franciscanos, paúles–entre ellos, el P. Feu, que fue Visitador en 1824, y los PP. González de Soto, Roura y Recoder—; varios cronistas, notarios, publi­cistas y catedráticos, entre los que figuran en vanguardia los doctores Feliú, de la Universidad de Barcelona, y Hernández y Fajarnés, de la de Zaragoza. El último, con paciencia be­nedictina, investigó los archivos de Dax, de Pouy, de Tamarite, de Abelda, de Barbastro, de Crejenzán y de otros pue­blos de la región, reuniendo datos preciosos que, si no son pruebas concluyentes en orden al nacimiento del Santo en Tamarite, constituían una fuerte presunción en favor de la tesis española, que sólo fue contrarrestada por la aparición posterior de documentos que avalan la tesis francesa. No está en lo cierto Coste cuando afirma irónicamente que «los es­pañoles se dieron cuenta en 1887 de que San Vicente había nacido en Tamarite». Entonces fue cuando acaso se dieron cuenta en Francia de la tradición española, que trató de com­batir el P. Pemartín con argumentos tan fútiles como algu­nos de los alegados en contra por Feliú en su apéndice a la obra de Arturo Lot «San Vicente de Paúl y su misión so­cial». La tradición española se remonta a últimos del si­glo XVII. Y a raíz de su canonización, los Misioneros de Bar­celona, en un folleto sobre la Congregación de la Misión, la consignan por escrito, afirmando el origen hispánico del Santo. Los españoles pedían a los franceses la partida de bautismo, y hasta aseguraban que no la habían querido pre­sentar para la canonización, porque allí se descubría su ori­gen español, y corrió el rumor de que Luis XIV no pagaría los gastos del proceso si en él se hacía mención de España, Los libros parroquiales de Pouy comenzaron en 1617, y mal podían presentar los franceses una partida que no se escri­bió. A pesar de que la tesis francesa nos parece sólida, si nos fuera lícito argumentar al estilo de Coste, no sería difí­cil desvirtuarla, observando que habiéndose criado San Vi­cente en Pouy desde muy niño, los testigos de 1664, época de las indagaciones de Abelly, creerían que había nacido allí. y que, no existiendo partidas de bautismo y siendo los Obis­pos de aquel tiempo fáciles de contentar, pondrían en los documentos de la ordenación que el candidato era de Pouy, para evitar los trámites en las curias españolas, y que todo esto pasó así al proceso de beatificación, y de aquí, al Breviario. Los testimonios del Santo, además de ser casi siempre va­gos, podrían interpretarse en el sentido de que todos le tenían por francés, y él mismo se podía llamar así con mucha más razón que los norteamericanos en tener por suya a San­ta Francisca Cabrini, por haber pasado en aquel país la última parte de su vida. Por otro lado, al Santo le convenía que le tuvieran por francés para poder desarrollar sus obras, que de otra manera hubieran tropezado con graves dificultades.

Últimamente dos grandes investigadores de archivos, don José Merigé, párroco de Tamarite, y don Joaquín de Carpi Zidín, abogado y presidente de la Acción Católica de dicho dedicaron durante muchos años a resolver los archivos de la región en busca de pruebas de la nacionalidad española, logrando sacar 11.000 fichas, que arrojaban mucha luz sobre la cuestión. Algunas de ellas copió el P. Vargas CM, en 1934, que utilizamos en el número 12. Pero los descubrimientos más importantes tuvieron lugar desde 1934 a 1936. Don José Merigó encontró, entre otros valiosos documentos la partida de bautismo de San José de Calasanz, que en seguida comunicó a los Escolapios, y doce cartas de vecindad que demostraban que el padre de San Vicente había vivido en Tamarite hasta veinte años después de su matri­monio. El material que pesaba una tonelada estaba dis­puesto para convertirse en libro; pero estalló la revolución que martirizó a don José Merigó. Este murió perdonando a sus enemigos, con el crucifijo en alto y con señales extraordinarias, pues a pesar de estar un gran rato recibiendo balazos que acribillaron materialmente su cuerpo, no murió hasta que, como había predicho a los rojos, depositó el Cristo el suelo, cayendo exánime sobre él. Pero los rojos no sólo acabaron con Mosén Merigó, sino con su obra, quemando todas las fichas y, además, todos los archivos de la región, imposibilitando el reanudar la tarea. Don Joaquín le sobrevivió sólo para llorar sobre las ruinas irreparables de la co­mún empresa.

Tiene gracia la suficiencia con que Menabrea, en su «San Vicente, maestro de hombres de Estado», pág. 15, escribe las siguientes líneas: «Los padres del Santo estaban inscritos en los registros parroquiales: su madre, con el nombre de Moras, aldea de donde traía su origen; su padre, con el nombre de una propiedad q­ue estaba a orillas del arroyo de Paúl«. Por poco nos presenta aquí Menabrea la partida de bautismo. Sabido es que hasta ya entrado el siglo XVII no se estableció en Francia la ley del Tridentino sobre los libros parroquiales. Lo restante del párrafo tiene parecida veracidad. Cabría preguntar si el arroyo y la finca se llamó «de Paúl», porque así se llamaba su propietario, o si el propietario tomó su apellido del nombre del arroyo.

«Acerca del lugar del nacimiento todos los historiadores estaban de acuerdo, hasta que en 1887 el español Feliú y Pérez sostuvo con una seguridad, digna de mejor causa, que San Vicente de Paúl era del país en que habían nacido San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús y otros ilustres santos. Su argumentación era débil; mas con la ayuda del patriotismo ganó, entre sus compatriota no pocos adherentes a su tesis, éxito poco merecido, porque para demostrar su falsedad, sobreabundan las pruebas… Así es como en 1887 se cae en la cuenta de que San Vicente de Paúl no nació en Pouy, en Francia, sino en Tamarite de Litera, en Aragón, y ello sobre la fe de dos cartas de dos desconocidos, una de 1830 y otra de 1831, llenas de evidente falsedades y de afirmaciones gratuitas, y también por razones tan fútiles como éstas: en Pouy no existe el acta de su nacimiento; los nombres de su padre y de su madre son españoles; si fuera francés no hubiera venido a Zaragoza«.

Ya veremos si fue en 1887 cuando en España se cayó en la cuenta de que pudiera ser español y si los autores de las cartas eran desconocidos y éstas estaban llenas de falsedades y de afirmaciones gratuitas. Y si es verdad que ni las razones en ellas alegadas ni las que Coste llama fútiles no tienen fuerza suficiente para probar que naciera en España no es cierto que no la tengan para probar su oriundez hispánica y que por sus venas corría sangre española, como más adelante veremos, y la tendrían no pequeña si estuvieran reforzadas por otras o no estuvieran debilitadas por Ias más poderosas que en su favor alega la aldea francesa de Pouy. Y agrega Coste:

«El Ayuntamiento de Pouy ha reivindicado siempre el honor de haber dado nacimiento a San Vicente de Paúl, que ninguna otra localidad le puede disputar«. Esto mismo ocurre con el Ayuntamiento de Tamarite, y si la casa de Ranquines «ha sido durante mucho tiempo visitada con piadosa veneración», y si al derrumbarse a fines del siglo XVII, sobre el solar de «la habitación natalicia» se levantó un oratorio, también a principios del siglo XVIII la habitación que tenían por cuna del Santo sus parientes de Tamarite fue convertida en pequeña capilla, separándola con unas rejas de madera de la habitación que todavía hoy se puede ver, y por creerlo así, hace ya muchos años que sus dueños, que no la habitan, por haber pasado sus asuntos a otros lugares ­no han querido venderla, pues no quieren que vaya a otras manos que a las de sus Hijos o Hijas espiri­tuales, los misioneros e Hijas de la Caridad, hasta que en el año tricentenario se han hecho cargo, en su nombre, las Hijas de la Caridad por donación de sus dueños.

Las razones que militan en favor de Pouy las resume así Coste:

«Vicente de Paúl se llama a sí mismo francés, gascón, diocesano del Obispo de Dax y nativo de Pouy. Pues bien, (¿quién mejor que él sabía dónde había nacido? El mismo lenguaje hablan los documentos oficiales: las letras testimo­niales de su ordenación, actas de reyes, bulas de Pa­pas, documentos episcopales y otros. En el proceso de beatificación todos los testigos están de acuerdo. Du­rante tres siglos, entre todos los historiadores, sean franceses o españoles, reina la más completa unanimidad.

No cabe duda que los documentos alegados son fuertes. Sobre todo cuando el santo dice que es «francés», «gascón», «nativo de la Parroquia de Pouy», «vasallo por nacimiento de la condesa de Dax», y que Burdeos a donde se dirige desde París «está cerca del lugar en donde yo nací», es indiscutible que hace inclinar toda la balanza del lado de Pouy, que sólo podría ser contrabalanceada victoriosamente con el hallazgo de la partida de bautismo que, de haberse verificado en Ta­marite, tenía que haberse escrito, porque ya estaba allí, como en el resto de España, vigente la ley del Tridentino; mas, aun­que se hubiera escrito, no será posible presentarla, porque los archivos parroquiales se quemaron en 1644, cuando el general francés de la Motte puso fuego a Tamarite en casti­go de la resistencia feroz que le opusieron sus vecinos.

Los otros argumentos valen menos, y si enfrente hubie­ra argumentos positivos sería fácil quitarles no poca fuer­za. Así, por ejemplo, los documentos procedentes de las curias eclesiásticas, sean de Roma, de París, o de Dax y otras, sólo prueban en rigor que el santo pertenecía a la Diócesis de Dax por incardinación y no por nacimiento, pues las ex­presiones «presbyter aquensis», «dicesesis aquensis», etc., sólo expresan que pertenecía a la Diócesis de Dax, ya que el ge­nitivo latino nunca significa origen ni procedencia, sino po­sesión o pertenencia, y lo mismo se diga del adjetivo unido al sustantivo; pues el tal adjetivo se deriva del genitivo. El origen y procedencia pide un ablativo. Por esta misma razón no es cierto que el Obispo de Tarbes, al expedir las testimo­niales, afirme que el santo haya nacido en la Parroquia de Pouy. Salvado Diharse se ha limitado a decir que ha confe­rido «tonsuram clericalem dilecto nostro Vicentio de Paúl, filio legitimo et naturale R. … de Paúl et Bertrandae du Mo­ras, paraecial de Podio, Asquensis Dioecesis, ex legitimo ma­trimonio procreato»; que en un buen romance quiere decir que ha conferido «la tonsura clerical a nuestro amado Vicente de Paúl, hijo legítimo y natural de R. … de Paúl y de Ber­tranda de Moras, de la Parroquia o pertenecientes a la Pa­rroquia de Pouy, Diócesis de Dax, como procreado que es de legítimo matrimonio», donde se ve que el genitivo «paroecial» depende y se refiere al nombre de Vicente de Paúl, y a los de sus padres y no al adjetivo naturali, que es el que rige a los nombres de sus padres. El argumento tendría fuerza pro­bativa si el nacimiento fuera el único título para pertenecer a una Parroquia o a una Diócesis, pero hay otros, v. gr.: el domicilio y la incardinación por las órdenes recibidas al ser­vicio de la Diócesis. La frase tiene esta fuerza: «Vicente de Paúl, hijo legítimo, nacido de R. … de Paúl y Bertranda de Moras, pertenecientes a la parroquia de Pouy.»

El argumento histórico tiene su fuerza, pero no tan deci­siva como a primera vista parece porque a ochenta y cuatro años de distancia—y argumento al estilo de Coste—los infor­madores que pudieron haber conocido al santo de pequeño, si es que quedaba alguno de aquella época, al verle siempre desde niño allí pudieron creer que allí había nacido, proce­dente de Tamarite, teniendo tres o cuatro años de edad.

Es curioso comprobar que cuando Coste trata de cons­truir su cronología o de negar la venida del santo a Zarago­za, trata de desvirtuar o minimizar la autoridad unánime de los historiadores, de los testigos de los procesos canónicos, de las lápidas sepulcrales, de las dimisorias y testimoniales y hasta de las lecciones del Breviario y de la Bula de Cano­nización, y que estos mismos documentos sean, en cambio, valederos para probar la naturaleza francesa del santo y no lo sean para probar su edad canónica ni su venida a Zarago­za. Y a la verdad, pues, como veremos, los documentos car­gan más su acento dialéctico sobre la cronología tradicional y su venida a Zaragoza, que sobre su naturaleza francesa, su mayor fuerza la veo yo en el apoyo a la tesis francesa re­cibe de las múltiples referencias del santo, y unos y otros, en conjunto, dan probablemente la victoria a la aldea de Pouy, Diócesis de Dax.

Las razones que militan en favor de Tamarite, en cuanto al vigor dialéctico, sino de desdeñar, están muy por debajo de las que militan en favor de Pouy; pero en cuanto a su oriundez hispánica dan totalmente la razón a la tesis es­pañola.

Existe, efectivamente, una tradición antiquísima, diga Coste lo que quiera, y nunca ininterrumpida, de que su casa natalicia es la que está en la calle del Bonvehi en Tamarite, y allí se enseña la alcoba en que vino al mundo el santo de la caridad, separada de la sala por un verja de madera, a ma­nar de las que separan las capillas de muchas iglesias, y que de seguro se remonta a los finales del siglo XVII o principios del XVIII. En ella solía decirse misa todos los 19 de julio, desfilando por ella muchedumbre de fieles; costumbre que duró hasta los días de la revolución roja, según me dijeron, cuando allí estuve en 1957. Esta tradición ya fué recogida y contada en versos latinos con motivo de las fiestas de la ca­nonización.

Véanse estas líneas del himno en el que se narraba su vida y se cantaban sus alabanzas y en que hay que subrayar el antiguo nombre de Tolous, que antiguamente tenía Tamarite y que aparece en el itinerario de Antonio en la Vía, que enlazaba a Roma con León:

Sancte Vincenti,
Accipe vota,
Accipe nostra.
Tolous vetus,
Nunc Tamarite,
Dedit natale
Insigne tibi.
Ad Galliam hinc
Cum tuis pergis…

También dicen lo suyo estos versos hechos para una ins­cripción en las fiestas conmemorativas de la canonización:

Paul Vicentio
Divo insigniori
Benemerenti
Tamaritenses
Sui posuerunt.

Y si es cierto que estos y otros argumentos, no suficientes para establecer con garantías de acierto el nacimiento del santo en Tamarite, sobre todo teniendo en frente las razo­nes francesas, aunque éstas tampoco sean apodícticas, sin embargo, juntos estos argumentos con los que siguen, sir­ven para establecer con certeza, al menos moral, su oriun­dez hispánica, es decir, que sus padres son de Tamarite.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *