«Á sus tradiciones de generosidad y abnegación debe Francia la influencia de que ha gozado.
Antes de 1789 bastaba señalar nuestras antiguas fundaciones católicas en el extranjero, donde el francés, lejos de su patria, hallaba un apoyo moral y aun recursos materiales. Sería un libro muy curioso, tierno y de mucha importancia social, el que refiriera el origen, desarrollo, costumbres y demás de estos edificios de caridad.
En el extremo inferior: el pobre, el enfermo protegido, recogido, cuidado al amparo del pabellón de su patria. En el extremo superior: el Embajador, que, representando la fuerza moral del Rey, extiende su protección hasta los más necesitados de sus súbditos. Y como lazo de unión entre ambos extremos, la mano del Sacerdote y de la Religiosa curando las enfermedades del cuerpo y socorriendo las necesidades del alma.
Toda la historia de nuestras obras nacionales, cuyo nombre indica el mismo origen y el mismo fin, se resume en estas cuatro palabras: San Luis de los franceses.
Inglaterra, Flandes, Italia, España, Portugal, conocieron estas fundaciones tan útiles, las vieron nacer, prosperar ó perecer (porque las vicisitudes no fueron pocas), pero siempre contemplaron en ellas un corazón magnánimo que les sirvió de apoyo, animándolas con su celo.
Tres se cuentan hoy día en España, a saber: en Madrid, Barcelona y Cádiz; solamente hablaremos por ahora de la primera, después de haber referido con brevedad la vida de su fundador.
I.- Para comprenderla, preciso es remontarse a aquellos, tiempos formidables y llenos de ansiedad, de fines del siglo XVI, en qué la Europa se agitaba bajo las falaces y engañosas novedades del Renacimiento y las perniciosas innovaciones de la Reforma; a aquellos momentos en que, particularmente Francia, jugaba la terrible partida cuya apuesta era su unidad nacional: ¿será católica, ó protestante? Entonces, en el rudo choque de las ideas y amalgama de las fortunas, los corazones esforzados corrían al más oprimido, y con frecuencia se veía la misma mano levantada para perdonar y para herir. Acordaos de la Liga y de sus Monjes armados; Sacerdotes y soldados al mismo tiempo: anomalía que se comprende y justifica por las circunstancias. Tal fue el gentilhombre que fundó en Madrid la Obra de San Luis de los franceses, Enrique Saureulx.
Llegó, por último, el día en que, pacificada Francia bajo la autoridad de Enrique IV, vuelta al seno de la Iglesia, para nada necesitaba del esfuerzo de los de la Liga; y en semejantes condiciones, Enrique de Saureulx no tenía más que colgar la coraza; atraído a Madrid por sus nuevas relaciones en España, suspendió su espada de una estatua de la Santísima Virgen, reanudando sus oficios de Sacerdote, dotado que fue por el Rey Felipe III con una importante Abadía como premio de los servicios de su antiguo soldado, además del nombramiento de Capellán de Palacio; que no quiso el Monarca mostrarse ingrato con quien tan valerosamente había expuesto por él su vida en los campos de batalla.
Domiciliado en Madrid el Sr. Saureulx, se ocupó al instante de sus compatriotas desvalidos, cuya suerte le había conmovido; porque no siendo raros los pobres en España, los extranjeros enfermos é indigentes no conseguían apenas la entrada en los hospitales, ya ocupados.
Pensó en fundar una casa de refugio para ellos. Francia volvía a ser una nación poderosa y fuerte. Al lado de los desvalidos había otros franceses que residían en Madrid: una iglesia para ellos completaría la obra proyectada; vivirían ricos ó pobres en determinadas horas en un terreno francés, merced a la hospitalidad de la noble tierra española, digna en nuestros tiempos de mejor suerte. Terminó colocando el conjunto de su fundación bajo el patrocinio de un Rey santo, esto es, San Luis, en Agosto de 1613.
El Sr. de Saureulx dedica, primero todos sus desvelos, después toda su fortuna, a esta obra desinteresada; su pensamiento, elevado y grandioso, fue comprendido por Luis XIII, que concedió en 1620 la cantidad anual de 4.000 libras para el Hospital francés de Madrid.
Ninguna precaución (y fue preciso tomar muchas tan lejos de la madre patria y en tiempos de frecuentes luchas entre las dos naciones) se omitió; las Autoridades todas, civiles y religiosas, aprobaron su fundación. Convínose solemnemente en que el Hospital quedaría reservado a los franceses, dirigido y administrado por un Sacerdote francés, ayudado de un Consejo, formado por cuatro Diputados escogidos de entre los que componían la colonia francesa; instalóse en una calle céntrica, a dos pasos de la Puerta del Sol; el Abate Saureulx fijó allí mismo su donen cilio, y vivió entre sus pobres y su iglesia, dejando alHospital sus bienes a su muerte, habiendo anteriormente asegurado la sucesión de su obra, confiando su dirección a los Padres del Oratorio.
Por muchas y variadas vicisitudes atravesó la fundación en los siglos sucesivos; ¡y no podía ser de otro modo! Administrado y regido siempre por celosos Sacerdotes, San Luis de los Franceses pasó por días difíciles; la abundancia y la escasez marcaba fases intermitentes, y, según esto, se recibían pocos ó muchos pobres, bastantes, sin embargo, para que a fines del siglo decimoséptimo se hubiese socorrido a más de tres mil. Hospital y hospedería continuaron su vida intermitente hasta la Revolución, merced a la cual todo vino a sucumbir.
Con motivo del Concordato, Napoleón pretendió alzarse con lo que llamaba un privilegio de la Corona de Francia, poniendo a prueba la existencia de obras menos felices, y, por una ironía de la suerte, fue Talleyrand quien trató este negocio, reclamando cerca de Su Majestad Católica los antiguos derechos de Su Majestad Cristianísima, de lo que se conservan algunas cartas en los archivos del Ministerio de Negocios extranjeros. Finalmente, habiendo nombrado José Bonaparte un Rector en 1808, reanudóse la tradición, no interrumpida hasta nuestros días.
II.- Á contar desde 1874, los Padres Lazaristas (Paúles) tienen su dirección, en la que sucedieron a los Sacerdotes seculares, pues parece natural que esta obra de caridad en el extranjero se confiara a los Hijos de San Vicente de Paúl; su vocación a las Misiones les señalaba para un puesto en que el tino y sencillez deben hermanarse con la abnegación.
Durante la primera mitad del presente siglo, San Luis de los Franceses era constantemente la iglesia de nuestros compatriotas, y un Rector continuaba prodigándoles sus cuidados, celebrándose los oficios como en la madre patria; recogíanse además en él algunos pobres enfermos; sin embargo, es preciso confesar que este Hospital, reducido a una sola y modesta habitación, no era ya digno ni de Francia, ni de la caridad.
Los rozamientos de todas clases que habían surgido entre las Autoridades francesa y española en su continuo y delicado contacto, se agravaron en el período de la guerra civil y de los pronunciamientos militares que desgarraban a la infortunada España, madre de tantos héroes.
Finalmente, el Embajador de Francia en 1851, el Sr. Bourgoing, quiso sacar la Obra de una posición que llegaba a ser insegura siendo precaria. Declaró que el Hospital francés se abriría como en otro tiempo, convencido de que la caridad sabría encontrar los recursos necesarios para sostener su generosa empresa; y uniendo a las palabras el ejemplo, envió en el mismo día su propio lecho a los enfermos. Esta conducta franca y caritativa era propia de un hidalgo francés; y habiendo secundado la colonia este movimiento, pudo recogerse abundantes auxilios con que atender a los pobres, llegando a seis el número de camas ofrecidas para las más urgentes necesidades.
Mas hasta el año de 1876 no se verificó un definitivo convenio entre las dos naciones, permitiéndose desde entonces un gran desarrollo a las obras francesas; aumentada la influencia francesa, se aseguró un asilo a los necesitados y un hospital a los enfermos, sin choques ni disgustos; y aunque no le han faltado pruebas, sin embargo, podemos hablar hoy con legítimo orgullo patrio de San Luis de los Franceses en Madrid.
Las personas más caracterizadas de ambos Gobiernos protegen dicho Establecimiento.
La jurisdicción espiritual es ejercida por el Capellán mayor de Palacio.
La administración temporal lo está por el Embajador francés en Madrid.
Francia nombra, con la aprobación de España, el Rector, que debe ser francés.
Arregladas de este modo las cosas, púdose pensar en el porvenir, porque la sola incertidumbre paralizaba la generosidad de nuestra colonia.
El año de 1879, en el nuevo barrio de Salamanca, perfectamente ventilado, cercano a los bellos paseos del Prado, Castellana, etc.; colocóse la primera piedra para la construcción de un Hospital, abriéndose las salas al servicio el 17 de Enero de 1881, habiendo presidido la inauguración oficial SS. MM. los Reyes y SS. AA. los Infantes de España y el Almirante Embajador francés. Halláronse las 275.000 pesetas que exigían por el terreno y edificios; la prosperidad’ volvió a renacer como en los mejores días del abate Saureulx.
La reunión de este grupo de obras cristianas se compone de un Hospital con treinta camas gratuitas, donde se admiten todos los enfermos sin distinción de religión, con tal de que sean franceses; de una Casa de Sanidad con seis salas de pago para los compatriotas que quieran ser asistidos por médicos franceses; un Asilo para ancianos, y un Refugio de noche para los pobres, donde tienen asegurado alimento, consultas gratuitas y tres días de hospitalidad. Desempeñan este ministerio, y nadie ignora con cuánta abnegación, las Hijas de San Vicente de Paúl, viviendo siempre con los enfermos, asistiendo a las visitas del Médico y prodigando sus cuidados a toda clase de necesitados.
Como las cifras son más elocuentes que las palabras, pondremos algunas por donde nuestros lectores comprendan fácilmente el estado de esta obra. En los dos últimos años se recibieron 260 enfermos; las estancias de hospital por enfermedad ascendieron a 11.000; 1.300 noches por 380 transeúntes albergados; 420 comidas suministradas; 400 consultas gratuitas, y sólo se han consignado 12 fallecimientos.
Los ingresos necesarios para cubrir estos gastos son debidos en parte a un Colegio de jóvenes que pertenece a la iglesia de San Luis, dirigido por las Hermanas de la Caridad, frecuentado por 175 externas, donde se enseña el idioma francés.
El Embajador, Sr. Marqués de Reverseaux, obtuvo del Gobierno una asignación de 35.000 pesetas para ensanchar el Hospital; y una vez que la obra se halle terminada, se podrán recibir además 8 ancianos, 6 huérfanos y aumentar con 5 camas el refugio de la noche.
La iglesia, la misma del barrio central y populoso, que su fundador escogió, ofrece todos los medios religiosos y litúrgicos que pueden desear los católicos franceses.
Reconstruida en 1854 esta vasta y espaciosa iglesia, conserva un aspecto severo, pero agradable, y todo concurre a hacer de esta tierra bendita un rincón sagrado de la patria lejana. Nuestra iglesia se halla en Madrid, capital de la católica España; en su tribuna, rodeado del personal de la Embajada, nuestro Embajador representa verdaderamente a Francia; y las augustas ceremonias, allí celebradas con mucha dignidad, recuerdan fácilmente la verdadera grandeza de nuestro país, inseparable, para los extranjeros como para nosotros, de nuestra categoría de nación católica.







