Regla comentada de la SSVP (1. Los orígenes de la Sociedad y del servicio a la po­breza)

Francisco Javier Fernández ChentoDocumentos de la Sociedad de San Vicente de PaúlLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Sociedad de san Vicente de Paúl · Año publicación original: 2005.
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1. Los orígenes de la Sociedad y del servicio a la po­breza

1.1 Orígenes

La Sociedad San Vicente de Paúl, es una comunidad cris­tiana que se extiende por el mundo, fundada en Paris, Fran­cia, en 1833, por un grupo de jóvenes seglares católicos, y otro más mayor, que se unieron para crear la primera Con­ferencia. La Sociedad quiere recordarles con agradeci­miento a todos ellos, que nos dieron ejemplo de entrega a los pobres y a la Iglesia. Desde Le Taillandier que recibió la primera inspiración, a Federico Ozanam, Paul Lamache, François Lallier, Jules Deveaux, y Felix Clavé, que supie­ron con humildad y realismo buscar y encontrar el sabio consejo y el apoyo del que luego sería primer Presidente General de la naciente Sociedad : Emmanuel Bailly.

Sobre todos ellos, potenciando el carisma de cada uno, el Espíritu Santo estuvo sin duda cercano a la fundación de la Sociedad San Vicente de Paúl. De entre los fundadores, el Beato Federico Ozanam, fue una fuente radiante de ins­piración. La Sociedad es católica desde sus orígenes. Es una organización internacional católica de laicos volunta­rios, hombres y mujeres.

Comentario.- En este primer artículo, la Regla quiere hacer, además de una profesión firme de su fe cristiana y católica desde sus mismos orígenes, un canto a la capaci­dad de los laicos para hacer frente a sus compromisos ad­quiridos con el Bautismo. Aquellos jóvenes a los que por primera vez se cita por sus nombres en nuestra Regla, se adelantaron más de cien años a lo que más tarde el Con­cilio Vaticano II señalaría como la obligación de los laicos en la extensión del Reino. El Espíritu Santo estuvo pre­sente en la primera Conferencia. Esto es, no solo actuó en cada uno de ellos individualmente otorgándoles los caris­mas necesarios, sino que se ocupó de que aquellos fueran los necesarios para cumplir la misión encomendada por el Buen Dios. A la respuesta de los fundadores a la inspi­ración del Espíritu Santo, debemos los vicentinos de todos los tiempos, el encuentro con la Sociedad que nos permite crecer humana y espiritualmente cada día en y con la en­trega a los más pobres.

El propósito y el alcance de nuestro servicio

1.2 La vocación vicentina

La vocación de los miembros de la Sociedad, llamados consocios Vicentinos, es seguir a Cristo, a través del ser­vicio a los que lo necesitan, y de esta forma ser testigos de Su amor compasivo y liberador. Los consocios realizan su entrega mediante un encuentro de persona a persona. El Vicentino sirve en esperanza.

Comentario.- La pertenencia a una Conferencia, es el re­sultado de una vocación en si misma. Una vocación de contacto personal con Cristo en los pobres. Un contacto que ha de estar presidido por la compasión y la voluntad de liberar a los seres humanos de su sufrimiento. Un tra­bajo por la instauración del Reino. El contacto personal con el que sufre, es la distinción más evidente del aposto­lado vicentino. Deseamos amar de forma no condicional al pobre, e intentamos imitar la manera como Jesús amaba. «Es preciso convencerse de que la vocación pri­mera del cristiano es seguir a Jesús (MT. 16, 25)» (CIC 2232)

«Los Vicentinos sirven en esperanza»

Igual que el aire que respiramos para nuestra vida, así es la esperanza para el espíritu cristiano. Tenemos verdadera esperanza que nuestro trabajo mejorará a la vez las vidas de los pobres que visitamos, nuestra propia vida y de una manera misteriosa, también la Humanidad en general. Si atravesamos dificultades, recordamos que la esperanza: «Nos procura el gozo en la prueba misma…» (CIC 1820)

1.3 Cualquier clase de ayuda personal…

Ningún trabajo caritativo es ajeno a la Sociedad. Incluye cualquier forma de ayuda destinada a aliviar el sufrimiento o la privación y a fomentar la dignidad y la integridad hu­mana, en todas sus dimensiones.

Comentario.- Es una de las distinciones fundamentales de las Conferencias: cualquier forma de ayuda.

Desde sus orígenes, la Sociedad ha pretendido que la li­bertad de actuación de cada una de las Conferencias, sir­viera para adaptarse a las necesidades concretas de aquellos a los que visitaba. A los que servía en contacto personal.

«El desarrollo verdadero es el del hombre en su integri­dad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada per­sona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios». (cf. CA29) (CIC 2461).

Pobre es siempre aquel que no tiene capacidad para optar.

1.4 … a cualquier persona necesitada

La Sociedad sirve a personas necesitadas sin tener en cuenta su credo, origen social ó étnico, su estado de salud, sexo, particularidades culturales u opiniones políticas.

Comentario.- Los consocios, no juzgamos. El juzgar, está reservado a Dios que ve en lo profundo del corazón de cada hombre. Servimos en aquello que cada uno necesita. De acuerdo a lo que él mismo entiende como sus carencias y que no siempre comprenderemos. El vicentino no im­pone: sirve desde la esperanza y aspira a poder enseñar con el ejemplo de su vida.[«¿Quién desconoce que entre ellos –se refiere a los pobres- con mucha frecuencia, son mucho mas agudas las miserias morales que las materiales? Lo que más les entristece es que no haya una mano amiga que estreche su mano ni un corazón que lata con el suyo» (Introducción al Manual S.S.V.P. 1845)]

Obviando el peligro de olvidar a los más próximos: fami­lia, consocios, amigos. Podemos correr el riesgo, que al atender a los más pobres, nos insensibilicemos con el dolor de los más cercanos. (ver comentario a artículo 1.11)

1.5 Adoptar iniciativas para encontrarse con la pobreza

Los Vicentinos se esfuerzan en buscar y encontrar a las personas necesitadas y a las que son víctimas del olvido, de la exclusión o de la adversidad.

Comentario.- Este artículo implica una disposición e ini­ciativa positiva para buscar y encontrar al pobre, en lugar de conformarse con las personas a las que ayudamos de manera habitual. Hay una clara necesidad de visitar «a los olvidados». Muchos de ellos, que tienen necesidades reales, no conocen la existencia de la Sociedad y su capa­cidad para ayudarles.

No hay que esperar a que vengan a nosotros. Por el con­trario, hemos de ir nosotros a su encuentro y entregarnos a compartir su pobreza y su dolor. Los vicentinos, debemos mantener la imaginación y la capacidad de observación trabajando continuamente, para descubrir los nuevos su­frimientos que, en cada momento, acechan a los hombres.

1.6 Adaptarse a los cambios del mundo

Fiel al espíritu de sus fundadores, la Sociedad se esfuerza constantemente en renovarse y adaptarse a las condiciones de los tiempos. Se preocupa de ser consciente de los cambios que tienen lugar en la sociedad humana y de los nue­vos tipos de pobreza que puedan identificarse o preverse. Da prioridad a los más pobres de los pobres y a aquellos que son especialmente rechazados por la sociedad.

Comentario.- Dice: «a aquellos que son especialmente re­chazados por la sociedad». Efectivamente, las Conferen­cias, en su trabajo diario, han de optar por los más pobres de los pobres. A ellos, precisamente a ellos, han de llevar el consuelo de la mano amiga que quiere compartir su su­frimiento. Es muy conveniente releer el comentario al ar­tículo 1.5 de la Regla.

Independiente de lo indicado, cada Conferencia, cada consocio, no puede olvidar la dificultad de clasificar quie­nes son los más necesitados. En ocasiones, como ya ha quedado reflejado en otro lugar, los sufrimientos morales al margen de los puramente económicos, pueden producir un mayor rechazo y aislamiento del que los sufre.

Nuestro encuentro personal con los pobres

1.7 Oraciones antes de los encuentros personales o visitas

Los vicentinos rezan para que el Espíritu Santo les guíe durante sus visitas y les convierta en canales de la paz y de la alegría de Cristo.

Comentario.- De nada somos capaces por nosotros solos. Nada sin la asistencia del mismo Dios. La oración, indi­vidual y comunitaria, es básica a la hora de cualquier ac­ción de las Conferencias y de cada vicentino. El lema de la Sociedad: «serviens in spe», nos recuerda siempre la necesidad de la esperanza en nuestro servicio. Un servicio imposible sin la oración y la reflexión profunda que debe propiciar la comunidad que es cada Conferencia.

La Tradición en la Sociedad, desde las primera Conferen­cias, nos revela el inmenso valor de la «Visita anterior a la visita». Previa al contacto personal. La Visita al Sagra­rio, en la Casa de Dios, donde en actitud de humildad, nos pondremos a su disposición para ser sus ojos, sus manos, su entendimiento en el contacto posterior con los pobres. Si esto no siempre es posible, unos momentos de recogi­miento interior son absolutamente necesarios. Recogi­miento para pedir al Espíritu Santo de sus dones: Sabiduría para comprender las situaciones, las priorida­des y las necesidades más profundas. Fortaleza para per­severar, para no abandonar. Ciencia para tratar adecuadamente el problema. Piedad para sentir, para sen­tir compasión, que no es otra cosa que sentir con el otro. Temor de Dios para visitar con humildad, con la humildad de reconocernos seres finitos que piden por sus hermanos a la Providencia. Hijos de Dios y Templos del Espíritu Santo ellos y nosotros y por lo tanto, con igual dignidad por mucha miseria que les rodee o que viva en ellos, y/o en nosotros.

1.8 Deferencia y estima por los pobres

Los vicentinos sirven a los pobres con alegría, escuchán­dolos y respetando sus deseos. Ayudándoles a sentir y re­cobrar su propia dignidad, pues estamos todos hechos a imagen y semejanza de Dios. Visitan a Cristo sufriente en el pobre.

En la entrega de ayuda material y demás apoyos, los Vi­centinos observan en todo momento la confidencialidad.

Comentario.- Una alegría que no debe ser empañada por el dolor que nos produzca el propio sufrimiento del amigo en necesidad al que al que tratamos de acompañar. La ale­gría, es una característica del cristiano y de ella debe hacer gala especialmente cada vicentino. Ya ha quedado señalado en otro comentario pero será bueno insistir en ello que, los vicentinos, respetan el criterio y las aspira­ciones de cada uno de los seres humanos en necesidad a los que se acercan. Son sus necesidades, sus anhelos, los que hemos de procurar ayudar. A veces, incluso estarán alejados de nuestra propia escala de valores. De nuestra escala de necesidades. Solo la dulzura y el ejemplo, han de servir para hacerles variar. Nunca la imposición. [«Otro punto no menos digno de nuestra atención es la discreción que debe acompañar al celo por la salvación de las almas. No todo ardor es santo, ni está siempre ins­pirado por Dios. No todos los momentos son a propósito para hacer que penetren en los corazones ideas nuevas y enseñanzas cristianas; preciso es saber esperar la hora de Dios, y ser pacientes, como lo era El mismo» (Considera­ciones Preliminares al Reglamento S.S.V.P. 1.835)]

1.9 Confianza y amistad

Los Vicentinos se esfuerzan en establecer relaciones que se basen en la confianza y en la amistad. Conscientes de su propia fragilidad y debilidad, sus corazones laten al uní­sono con el de los pobres. No juzgan a los que sirven. Por el contrario, tratan de comprenderlos como a un hermano.

Comentario.- No es posible compartir sin amistad. No es posible la extensión del Reino, sin ser conscientes de nues­tra propia fragilidad. De nuestra fe, demos gracias. De la llamada que recibimos, demos gracias. De tener la opor­tunidad de acercarnos a Cristo en los pobres para servir­les, demos gracias. Demos gracias por ser capaces de no juzgar. De estar disponibles siempre para con las necesi­dades de nuestros hermanos. [«…mezcla sus lágrimas con las del pobre –se refiere al consocio- y a fuerza de pacien­cia y de amor hace que brote en aquel corazón la amistad cristiana..» (Introducción al Manual S.S.V.P. 1.845)]

1.10 Fomento de la autopromoción

Los Vicentinos intentan ayudar a los pobres a conseguir la autopromoción cuando es posible y a ser conscientes de forma práctica, de que pueden forjar y cambiar su propio destino y el de su entorno.

Comentario.- Las Conferencias no desean que existan po­bres. Por ello, se implica y combate contra cualquier situación injusta que los mantenga en tal posición. Pero deben ser ellos – los pobres – los que encuentren su propio camino. Los vicentinos, los acompañamos allá a donde ellos deseen llegar. La autopromoción, la capacidad del que sufre para ser consciente de su fuerza para superar su sufrimiento, es tarea básica e irrenunciable para los vi­centinos. (ver artículo 7.9)

1.11 Interesarse por las necesidades más profundas y por la espiritualidad

Los Vicentinos tienen interés sincero por las necesidades más profundas y por el bienestar espiritual de las personas a las que ayudan, observando siempre un respeto profundo hacia su conciencia y hacia la fe que profesan. Escuchán­dolos y comprendiéndolos con el corazón, más allá de las palabras y de las apariencias.

Los Vicentinos sirven en esperanza. Se alegran de descu­brir el espíritu de oración entre los pobres ya que, en el si­lencio, éstos pueden percibir el Plan de Dios para cada uno de los seres humanos.

La aceptación del Plan de Dios, en cada uno, hace crecer las semillas del amor, la generosidad, la reconciliación y la paz interior, para ellos, sus familias y para todos aque­llos con los que tienen contacto en su vida. Los Vicentinos tienen el privilegio de animar estas señales de la presencia de Cristo resucitado en los pobres y entre ellos mismos.

Comentario.- Les animamos a mejorar su vida y cuando es necesario, tratamos de mostrarles la existencia de otra clase de vida y de valores espirituales, siempre desde el respeto a los suyos propios.

«Respeto profundo»

Un respeto, que no significa complicidad o silencio cuando asistimos a situaciones que son intrínsecamente perversas o pecaminosas. El respeto al Evangelio, nos obliga a señalar, sin imposiciones, sin desprecios, nuestra propia visión moral del mundo, aunque se encuentre en contraposición con los propios valores del pobre al que pretendemos servir. El vicentino, desde el respeto profundo a la opción del pobre, no puede renunciar a proclamar la Palabra de Vida. No puede renunciar a compartir con el otro, lo mejor de él mismo: su fe. [«Evitemos también las polémicas con los pobres, sin ofendernos porque no se sometan a nuestros consejos ni hacérselos aceptar con aire de autoridad y mandato: contentémonos con proponerles la norma de conducta que nos parezca bien y exhortarles a que la sigan, dejando a Dios el cuidado de que fructifiquen nues­tras palabras, si tal es su santísima voluntad» (Conside­raciones Preliminares al Reglamento S.S.V.P. 1.835)]

Por otro lado, no podemos, ni debemos, olvidar que a la pobreza que muchas veces calificamos como voluntad de Dios no lo es tal sino producto de nuestras deficiencias a la hora de repartir los bienes de la Tierra. De no amarnos los unos a los otros como el mismo Cristo nos enseñó.

«Signos de la presencia del Cristo Resucitado»

En el artículo 1.8 se insiste en ver a «Cristo sufriente» en el dolor de los que visitamos. En el artículo 1.11, se anima a los Vicentinos a ver «los signos de la presencia de Cristo Resucitado» en las virtudes de los que visitamos, especial­mente cuando ha habido una transformación en las acti­tudes o las acciones, que son un signo evidente de la Gracia, y una confirmación de que los cristianos «parti­cipan en la vida del Resucitado» (CIC 1694).

1.12 Nuestra gratitud para con las personas que visita­mos

Los Vicentinos nunca olvidan las bendiciones que reciben a través de las personas a las que visitan. Reconocen que el fruto de su trabajo no procede sólo de ellos, sino espe­cialmente de Dios y de los pobres a los que sirven.

Comentario.- Muchas Conferencias, al final de sus reu­niones, dan gracias a Dios del bien que reciben de aque­llos que sufren. Es una gran verdad, que en el contacto con el pobre, recibimos mucho más de lo que podemos aportarles con nuestros pobres dones. Solo la ayuda del Señor, solo Su asistencia obtenida mediante la oración profunda individual y comunitaria, puede hacernos útiles a los que intentamos servir. [«Hartas veces –el consocio-saca más provecho para si mismo de lo que oye que el pro­ducido con lo que dice» (F.Lallier, circular a las Confe­rencias agosto 1.837)]

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