Entre el 15 y el 17 de febrero1
Padre y muy querido Superior,2
Bien o mal, creo haber cumplido toda la tarea que me encomendó: no me resta ya más que prepararme a morir, lo que deseo más que vivir. Le confieso que prefiero mi suerte a la de usted: heme aquí, según espero, poco alejado del puerto, cuando usted está todavía en alta mar. Pero tenga confianza, y las tempestades que agiten a usted le empujarán a puerto, mientras que precipitarán a un gran número en el fondo del mar. Por lo demás, sepa que, vivo o muerto, no le olvidaré nunca.
Págueme, se lo suplico, con la misma moneda.
Llevo siempre en mi corazón a las tres cristiandades del Ho-nan, a las que hice daño en lo espiritual y en lo temporal, por mis declaraciones imprudentes ante el mandarín. Deseo con toda el alma que en adelante se las socorra en lo espiritual y en lo temporal, para descargo de mi conciencia. Esos tres distritos son Sze-tchoang, Kio-chan y Lou-y-hien.
Esta puede ser mi última señal para usted.
Clet.
P.S. ¿Debo quemar o enviarle todos los escritos que me ha dirigido?