He-tan-keú, 25 de Julio de 18071
Padre y querido hermano,
¡La gracia de Nuestro Señor esté siempre con nosotros!
Sin duda se ha enterado ya de mi recuperación por carta del médico Gai; pero creo deber aprovechar el regreso del cuarto hijo de este médico para confirmar a usted esta noticia, buena o mala, no lo sé. Creo por lo demás que el médico habría podido excusarse de venir en absoluto a mi lado, porque yo ya me encontraba mejor; no dejo por eso de sentirme deudor a las molestias que se ha tomado, y será preciso que, a su tiempo y en su lugar, le testimonie mi agradecimiento, por haberme sido útil su presencia, y por su cooperación pronta y eficaz al restablecimiento de mi salud.
He recibido los remedios y el dinero que me ha enviado, y que por suerte ya no necesito. Me alegro de que esté contento con Hoang Javier, pues, aunque tenga defectos, («omnis horno mendax» = todo hombre es mendaz, Rom 3,4; Sal 116, 11), le he tenido siempre como muy adicto a los intereses de la casa y me repugnaría mucho despedirle.
En cuanto a Tchi-ko, no he descubierto fundamento alguno a la acusación que se le hace; así pues, la consideré como no hecha, hasta que haya un esclarecimiento mayor.
Tal vez no haya comprendido el sentido de mi carta sobre el catequista Kon, ya que mis palabras tienden a criticarle, más que a lamentar que le trate usted duramente.
Pienso lo mismo que usted sobre la viuda que ha comprometido a su hija con un infiel. Es cierto que no se puede admitir al matrimonio a una persona a todas luces impenitente, pues no está dispuesta a adoptar los medios convenientes para romper los esponsales; más aún, les da nueva fuerza recibiendo recientes regalos que le hace la suegra de su hija: por eso es claramente indigna de absolución. Yo me negaría también a prestar mi ministerio a este matrimonio, hasta que me constara el cambio de las malas disposiciones actuales. Mi carta no sugería otra doctrina, ya que la suponía dispuesta en general a adoptar los medios de prudencia que las circunstancias pudieran proveer para romper unos esponsales ilícitos.
Como no sé escribir chino, no puedo responder a las diversas cartas que varias personas me han escrito interesándose por mi salud.
«In capite libri» (encabezando el libro), pongo a nuestro catequista Kon, a quien deseo que salude muy sinceramente. Vienen luego los tres grandes catequistas, a quienes le ruego agradezca su grato recuerdo. También a nuestro Hoang Javier, quien a juicio de Tchi-ko me ha escrito una carta de muy buen estilo, lo que le supone más letrado de lo que yo le creía. Hay en fin una carta firmada por Y Penta, Y Ninfa, dos Liéu: Inés y Ana. Ruego les diga que deben acordarse más todavía de mí ante Dios.
Si el dinero que me envió era necesario para la casa, podría devolverlo, pues no preveo hacer uso de él.
Me queda sólo asegurarle la más cordial amistad y dedicación, en las cuales soy…