Régis Clet, Carta 20: A Pablo Song, C.M.

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Francisco Régis CletLeave a Comment

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Autor: Francisco Régis Clet .
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En el castillo,1 a 6 de noviembre de 18052

Padre y querido hermano,

Después de madura reflexión, no puedo acceder a ir para participar de su trabajo en Tien-chen; por consiguiente, para su confesión y la mía, venga como dice a hacerme una visita. Diga, le ruego, a la virgen Yuen King-ta que se vuelva para recibirme mañana en su casa, y añada que si no me recibe mañana, me marcharé a Chang-yuen-lao, a donde me invitan con insistencia para que administre esa cristiandad… Una vez tomada esta determinación, es bastante inútil que vengan 3 ó 4 cristianos hoy a llevar mi equipaje, porque ciertamente volverán con las manos vacías.

Con todo afecto del corazón, soy en el Señor, su humilde y obediente servidor,

Clet, i. s. d. l. M.

  1. Se trata del legendario «castillo de paja», sito en el valle de Tch’a-yuen-kelú, en el territo­rio montañoso al oeste de Ku-tch’eng hsien, que dista algunos kilómetros del mercado de Koan­-ying-t’ang. He aquí lo que dice san Juan-Gabriel Perboyre sobre Tch’a-yuen-kelú:

    «Cuando llegas a esta residencia, te ves sepultado en profunda soledad, no adviertes en torno a ti más que las altas montañas que te rodean y ciñen en un espacio bastante angosto, donde la naturaleza parece vivir ella sola, ni oyes más que el zumbido de los insectos o el canto de las aves; durante la noche, más silenciosa aún que el día, el rumor de un torrente que se precipita a tu lado, te induce a hacer serias reflexiones sobre el fluir constante y la incalculable rapidez de ese otro torrente que llaman vida humana.

    No habiendo divisado casas, te sientes gratamente sorprendido, hacia las nueve de la noche, al oir de diversos lados el canto de la oración, y te extrañas aún más el domingo por la mañana, viéndote saludado por 400 ó 300 personas, llegadas para oir misa y escuchar la palabra de Dios, recitar el rosario y hacer el viacrucis. ¿De dónde salen? De pequeñas cabañas ocultas bajo los árboles, en las sinuosidades de las montañas: y aún muchos que vienen de lejos, han franqueado antes del alba las altas barreras que les separaban del lugar del sacrificio». (Cfr. Las Cartas del Bienaventurado Juan-Gabriel Perboyre, Pekín 1940, p. 186).

  2. CARTA 20. Casa Madre, original. (Baros, n. 14).

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